Enrique Orizaola: casi un campeón de Europa (1961)
De Fernando Cuesta FernándezNunca fue una estrella, ni en los terrenos de juego (su carrera transcurrió entre la Segunda y la Tercera División, y sin salir de su región natal) ni en los banquillos, aunque siempre ejerció como un gran profesional, y las circunstancias le permitieron sentarse en uno de los más prestigiosos y difíciles del fútbol europeo, el del Barça de principios de los años 60 del pasado siglo, coincidiendo con el final de un ciclo victorioso para el club blaugrana, y allí a punto estuvo de hacer historia, convirtiéndose en el primer entrenador barcelonista en conquistar una Copa de Europa, pero el Benfica de Lisboa y unos postes de sección cuadrada se lo impidieron, y finalmente ese honor recaería en Johan Cruyff, tres décadas más tarde, en 1992, en el londinense y legendario estadio de Wembley, y ante la Sampdoria genovesa.
Enrique Orizaola Velázquez nació en Peñacastillo, al lado mismo de Santander, un 26 de marzo de 1922. Por la edad, casi pudo ser soldado en la Guerra Civil, en aquella llamada «Quinta del biberón», pero afortunadamente para él, encauzó su vida muy pronto detrás de un balón. En 1941 va a comenzar a jugar en el principal equipo de su tierra, el Racing, entonces denominado oficialmente «Real Santander» porque el primer franquismo abominaba de los términos extranjerizantes en aquel difícil período de la «No beligerancia». Con los de «El Sardinero» estuvo siete temporadas, moviéndose entre Segunda y Tercera, en la que fue una de las peores décadas – sino la que más – del conjunto montañés, aunque al final tanto sufrimiento tuvo recompensa. Orizaola ocupaba posiciones del centro del campo en adelante, y las estadísticas nos cuentan que llegó a jugar 126 partidos, marcando una quincena de goles.
En 1948 fichó por la otra entidad señera del fútbol cántabro, la Real Sociedad Gimnástica de Torrelavega, la Gimnástica para entendernos. Con los de «El Malecón» permaneció por espacio de tres temporadas, la primera de ellas en Tercera, y las dos restantes en la Categoría de Plata. En la campaña 49-50 a punto estuvo de ascender a la División de Honor con los blanquiazules, que finalmente se deshincharon, clasificándose en quinto lugar, pero antes se dieron el gustazo de derrotar por vez primera en un partido oficial disputado en los viejos «Campos de Sport de El Sardinero» a sus grandes rivales de la capital. Los santanderinos sí que subirían aquel año, tras una campaña sensacional, y con una delantera que hizo diabluras e historia, la formada por Nemes, Joseito, Mariano, Alsúa y Echeveste, responsable de la cifra de 99 goles a su favor, superando nada menos que en 7 puntos al segundo clasificado, el Lérida.
En 1951, y con tan sólo 29 años de edad, Enrique Orizaola decide colgar las botas, y algún tiempo después, tras sacarse el carné de entrenador, va a comenzar una carrera en los banquillos que le llevaría a conocer prácticamente toda la geografía española a lo largo de tres décadas. Su bautismo de césped, no obstante, lo hizo en casa, dirigiendo a los dos clubes en los que había militado como jugador, primero en la Gimnástica de Torrelavega, y más tarde en el Racing, al que condujo en Segunda División entre los años 1956 y 1958, con elementos como el futuro internacional zaragocista Paco Santamaría, Santín, Vicedo o el genial veterano Rafael Alsúa. La temporada 58-59 la inició en el Real Jaén, recién descendido de Primera, donde coincidió con los Oliva, Arregui, Haro, Sará o Ficha, pero antes de que terminase dicha campaña fue traspasado al Real Murcia, de la misma categoría, a cambio de una cantidad, práctica – entonces y ahora – muy poco común. En Murcia Orizaola va a permanecer hasta 1960. Con los de «La Condomina» lograría la hazaña de empatar a 2 goles en el «Camp Nou», en la Copa del 59, resultado aun más meritorio si tenemos en cuenta que los azulgranas no habían cedido un solo punto en su estadio en toda aquella triunfal temporada a las órdenes de Helenio Herrera. Entre sus pupilos estarán hombres como Campillo, el futuro internacional Foncho, Chancho, Felipe Mesones – más tarde técnico de relieve -, Aznar, Manolet o Montaner. Y al año siguiente recibirá una de esas propuestas que es imposible rechazar, aunque sea en calidad de segundo de a bordo. Al parecer también pudo irse al Español, Betis,Valencia u Oviedo, clubes interesados en él, pero será finalmente el mismísimo Barcelona quien se haga con sus servicios.
LA GRAN OPORTUNIDAD DE SU VIDA
Orizaola es presentado en Can Barça el 17 de junio de 1960. Su cometido, en principio, iba a ser únicamente ayudar al nuevo técnico azulgrana, el yugoeslavo Ljubisa Brocic, que carecía del título de entrenador válido en nuestro país y tenía poco conocimiento del idioma, para que este pudiese superar el cursillo nacional a realizar en Madrid durante el mes de julio. Va a cumplir su misión de manera satisfactoria, ya que el balcánico sale airoso del examen, y puede ocupar el banquillo barcelonista con todas las de la ley. Pero en lugar de marcharse, aceptará quedar como ayudante de Brocic. En declaraciones a la prensa afirma estar dispuesto a ocupar el lugar del serbio si así lo decide la directiva catalana, y que «sabrá esperar su oportunidad»
Y esta va a llegarle finalmente, y no tardando mucho, en enero de 1961. La trayectoria del equipo, asolado por una plaga de lesiones y malos resultados, es errática, y aunque a las órdenes de Brocic el Barça ha logrado la proeza de ser el primer equipo que elimine al Real Madrid de la Copa de Europa, por la Liga transita con más pena que gloria, tercero a 8 puntos del líder, que es precisamente el cuadro merengue, y tampoco sus perspectivas en la Copa de Ferias parecen ser muy halagüeñas, pendiente de rendir visita a Edimburgo en partido de vuelta contra un Hibernians que había arrancado un espectacular marcador del «Camp Nou» en la ida, 4 a 4.
El debut de Orizaola en el banquillo blaugrana va a producirse en un desplazamiento fuera de Barcelona, en el terreno vallisoletano de «Zorrilla», un encuentro teóricamente asequible donde podría hacer bueno el clásico axioma de «a entrenador nuevo, victoria segura». Pero las cosas no van a salir bien, y los blanquivioletas se impondrán a los catalanes por 1 a 0, marcado por un jovencísimo delantero navarro de apenas 19 años llamado José Antonio Zaldúa. Al finalizar esa jornada, la decimoséptima, el Barça tendrá ya una desventaja de diez puntos con respecto al intratable líder Real Madrid. Este fue el primer once alineado por el técnico montañés: Ramallets; Olivella, Garay, Gracia; Vergés, Segarra; Tejada, Villaverde, Evaristo, Kubala y Beitia. La derrota al miércoles siguiente, en un amistoso internacional ante la Universidad de Chile en el «Camp Nou» – en un partido en el que actuaron varios jugadores del Condal – no pasó de ser un hecho anecdótico, pero en aquella aciaga temporada hasta las anécdotas adquirían tintes negativos.
Tres jornadas ligueras consecutivas llevaba el Barça sin vencer, un hecho que seguramente no se registraba desde hacía mucho tiempo, pero al menos en la que hacía el número 18 se quebró la mala racha, aunque fuera de forma apurada, en el propio «Camp Nou» y ante un rival de los teóricamente inferiores, el Real Betis Balompié de los Daucik, padre e hijo. Gensana y Kubala hicieron los goles barcelonistas, en un partido en el que debutó oficialmente el canario Foncho. Pero al domingo siguiente, vuelta a las andadas. En los «Campos de Sport de El Sardinero», el Racing de Santander derrota a un Barça desconocido por 1 a 0, mediante a un tanto marcado por un ex – azulgrana, Francisco Sampedro, el héroe de la final copera del 57. Y la diferencia con respecto al Real Madrid era ya de auténtico escándalo: 12 puntos.
En esta tesitura, casi pareció una sorpresa que una semana más tarde el Barça fuera capaz de vencer en su visita a la Ciudad Condal al segundo clasificado y entonces vigente Campeón de Copa, el Atlético de Madrid. Mas pese a que los «colchoneros» dominaron en la parcela central durante casi todo el encuentro, los pupilos de Orizaola se mostraron más resolutos, imponiéndose finalmente por 2 goles a 0, marcados por Czibor y Evaristo. La situación del Club, sin embargo, era muy delicada en varios frentes. Al acusado talante personalista del presidente Miró-Sans, muy criticado en numerosos ámbitos, y a la gravísima crisis económica generada por la elevada factura de la construcción del «Camp Nou», se les habían venido a unir en los últimos meses los malos resultados deportivos, con la excepción de la Copa de Europa. Tal como dice Antoni Closa en su notable obra “Cróniques del Barça”, el socio barcelonista “comenzaba a estar cansado, y no se va a sorprender demasiado cuando el secretario Joaquim Viola declare en una entrevista que, si no se vendían rápidamente los terrenos del viejo campo de Les Corts, la quiebra del Club era inevitable”
Pero aun así, el Consejo Directivo va a dar algunos palos de ciego, como por ejemplo la fallida contratación del antiguo árbitro y seleccionador español Pedro Escartín como secretario técnico a cambio de una cifra millonaria, oferta que el propio Escartín rehusará aceptar, consciente del berenjenal en el que podía meterse. Así las cosas, a principios de este mes de Febrero de 1961 y según cuenta el citado Closa, una comisión formada por diversas personalidades blaugranas y por representantes de las peñas va a entrevistarse con Miró-Sans. Del encuentro no saldrán demasiado contentos, y el día 17 de dicho mes, en un comunicado que hacen público, van a pedir la dimisión inmediata del presidente y todos sus directivos “apelando al buen sentido y al amor por los colores azul y grana que se les supone”. Su objetivo era “la reorganización de la entidad”, y «evitar que el Barcelona estuviese inmerso en el más vergonzoso desastre deportivo”. Puesto así contra las cuerdas, y recibiéndolas desde todos los sitios, Francesc Miró-Sans, el hombre cuya fe había movido montañas hasta el punto de levantar el mejor y más moderno estadio de Europa, presenta su dimisión con carácter irrevocable el último día de febrero, tomando provisionalmente las riendas del Club una Comisión Gestora encabezada por el vicepresidente Antoni Juliá de Capmany (1911-1964), cuyo principal cometido será la preparación de unas nuevas elecciones presidenciales. La Gestora, creada el 1 de marzo, va a fijar la fecha del 7 de Junio para la celebración de estas elecciones. Pero mientras se producen estos trascendentales acontecimientos en el plano institucional, en los terrenos de juego sigue rodando el balón, y con desigual fortuna para los intereses barcelonistas. En «Atocha» continúa la racha de derrotas en las salidas, que ya venía durando un par de meses. En esta ocasión la Real Sociedad va a imponerse por 3 goles a 2, en un partido en cuya segunda parte los azulgranas estuvieron a merced de los donostiarras. Vergés y Villaverde marcaron los goles del conjunto catalán. Tampoco resultó mucho mejor la visita del Elche a terreno barcelonista (3 a 3). Fue la gran sorpresa de la jornada 22, pues los franjiverdes se debatían en el último lugar de la clasificación, y a punto estuvieron incluso de llevarse los dos puntos en un buen partido de los alicantinos y francamente desastroso de un Barça que ya había caído al cuarto puesto de la tabla, a quince puntos del Real Madrid. Los goles azulgranas los anotaron Martínez, en dos ocasiones, y Evaristo.
El 22 de febrero volvía la Copa de Ferias, con un difícil compromiso en Edimburgo, y en un momento de juego particularmente bajo, aunque al menos el equipo podía ir ya contando con la recuperación de algunos ilustres lesionados, por más que estos careciesen del adecuado ritmo de competición. Sin embargo había una baja importante: la de Antoni Ramallets. Ante los escoceses Orizaola pudo presentar el siguiente equipo: Medrano; Foncho, Gensana, Garay; Vergés, Segarra; Evaristo, Kocsis, Martínez, Suárez y Villaverde. El partido no va a pintar nada bien, y de hecho supondrá la primera eliminación del Barça en un torneo que había dominado desde su inicio en las ya lejanas Navidades de 1955. Los británicos vencieron finalmente por 3 a 2, gracias a un penalty muy dudoso señalado por el colegiado alemán Herr Malka a sólo cinco minutos de la conclusión, que motivó las más que airadas protestas del guardameta Medrano, llegando hasta el extremo de intentar agredir al colegiado, algo que pudo dar motivo a la descalificación barcelonista para posteriores ediciones de la competición, cosa que finalmente no ocurrió, pero que sí supuso de hecho el adiós de un jugador que en ningún momento se había sentido cómodo en el Club, siempre bajo la alargada sombra del mítico Ramallets. Los dos goles azulgranas, a la postre inútiles, fueron conseguidos por Martínez y Kocsis. Y de regreso de tan turbulento desplazamiento, un derbi. Pero un derbi bastante descafeinado, ya que ambos equipos barceloneses transitaban con más pena que gloria por la clasificación general, aunque los blanquiazules tampoco podían descuidarse demasiado. Y parece que el Barça se lo tomó con más interés que su eterno rival, ya que despertó de su letargo y se impuso por 1 a 2 en «Sarriá» en un partido de muy escasa calidad, con goles de Luís Suárez y Evaristo. La gran novedad en el once barcelonista fue la presencia como guardameta titular de Rodri II, que hasta entonces únicamente había saltado al campo para reemplazar a un lesionado Ramallets en «Altabix». Este iba a ser, por otro lado, el último partido en el que el Barcelona sería presidido por Francesc Miró -Sans, que presentaría su dimisión un par de días más tarde. Pero la leve mejoría – tan sólo de resultados – experimentada en el feudo «perico», no se pudo confirmar al domingo siguiente en el «Camp Nou» frente al Valencia, ya que los levantinos se marcharon con un positivo en sus alforjas. En sus filas destacó la actuación del guardameta Pesudo, un nombre que pronto les iba a ser muy familiar a los aficionados barcelonistas. Abrió el marcador Tejada, pero el Barça se dedicó a contemporizar más de la cuenta, lo que aprovecharon los “chés” para hacerse con el control del encuentro y obtener finalmente el gol del empate. Al miércoles siguiente volvía a Barcelona la Copa de Europa, con un partido ante un rival que en teoría no debería ofrecer grandes dificultades, el campeón checoeslovaco Spartak Kralové. Y de hecho no las ofreció, porque el Barça se impuso nítidamente por un 4 a 0 – Tejada en dos ocasiones, Evaristo y Kubala – que dejaba ya sentenciada la eliminatoria gracias al buen hacer de los siguientes hombres: Ramallets; Foncho, Gensana, Garay; Vergés, Segarra; Tejada, Evaristo, Kubala, Suárez y Villaverde. Pero a buen seguro que lo más recordado del partido fue un sencillo acto que tuvo lugar instantes antes del pitido inicial: la entrega del “Balón de Oro” a Luís Suárez, galardón que le había sido concedido unos meses atrás – concretamente en Diciembre de 1960 – por votación de una serie de prestigiosos periodistas deportivos de todo el Continente bajo los auspicios de la revista gala “France Football”, y que le distinguía como el mejor futbolista europeo del año anterior. Suárez se había impuesto en la votación nada menos que a Ferenc Puskas y a Uwe Seeler. El premio había sido instaurado en 1956 (su primer ganador fue el mítico exterior derecho británico Stanley Matthews), y hasta la fecha Suárez ha sido el único jugador español en recibirlo. El Barça corrigió su último tropiezo casero con una nueva victoria a domicilio, en esta oportunidad en el «Sánchez Pizjuán» sevillista. Un gol de Ribelles fue suficiente para llevarse los dos positivos y dejar a los locales en una desairada posición, a tan sólo tres puntos del descenso. Reapariciones de Olivella – como central -, Gracia y Coll, y un Barça que era tercero, a tres puntos del segundo en discordia, el Atlético de Madrid. Acto seguido, en tierras checas, partido de trámite frente al Spartak Kralové, que se salda con empate a uno (Suárez). Como ya venía siendo habitual en los desplazamiento a los Países del Este (o del “Telón de Acero”, como entonces se decía), no viajaron ninguno de los futbolistas de origen húngaro exiliados en España (Kubala, Kocsis y Czibor)La goleada de la Liga la va a conseguir el Barça el domingo 19 de marzo de 1961, festividad de San José, al aplastar al Granada, colista y claro candidato al descenso, por un concluyente 8 a 2. Kubala consiguió cuatro de esos goles, siendo el resto obra de Suarez (2) Ribelles y Coll. Y al domingo siguiente, en el «Santiago Bernabéu», se jugó un encuentro que bien pudo haber sido la auténtica “final” del torneo, pero que a estas alturas ya se había convertido en un mero trámite para ambos equipos. El Barça resistió bien en la primera mitad, llegándose al descanso con un esperanzador 0 a 0, pero en la segunda parte se vino abajo, adelantándose el Madrid hasta un claro 3 a 0, con goles de Del Sol, Di Stefano y Puskas. Ya relajados los locales, los azulgranas maquillaron el resultado en los últimos minutos, gracias a sendos tantos de Kubala y Suárez. Estos fueron los protagonistas de tan intrascendente clásico: Ramallets; Foncho, Gensana, Gracia; Segarra, Garay; Vergés, Ribelles, Kubala, Suárez y Coll. Un Barcelona cargado de suplentes es derrotado en el «Camp Nou» por un Zaragoza que, bajo la batuta de César, estaba realizando un notable campeonato, el mejor de su historia hasta entonces, siendo el joven Marcelino – un nombre que posteriormente daría mucho que hablar – el autor del solitario gol maño. Esta fue la alineación de circunstancias que puso en juego Orizaola, reservando a muchos titulares para el importantísimo compromiso de Copa de Europa del miércoles siguiente, día 12 de Abril, frente al potente conjunto alemán del SV Hamburgo; Rodri II; Foncho, Olivella, Pinto; Marañón, Vergés; Tejada, Ribelles, Martínez, Suárez y Coll. El equipo hanseático se presentó en Barcelona con su gran estrella, el delantero centro Uwe Seeler, pero el auténtico héroe del partido va a ser el guardameta Schnoor, que lo parará todo menos el remate de Evaristo en el minuto 46. El encuentro de vuelta se auguraba muy difícil, debido a la exigua ventaja azulgrana. Jugaron: Ramallets; Foncho, Gensana, Gracia; Segarra, Garay; Villaverde, Evaristo, Kubala, Suárez y Czibor. Y la Liga se interrumpe para la disputa en Madrid de un encuentro internacional amistoso contra Francia, en el que Ladislao Kubala defenderá por última vez los colores de la Selección Española, actuando como capitán. El Barça aprovecha a su vez el parón para medirse en otro amistoso a los brasileños del Canto do Río, lo cual da oportunidad de ver en acción a los suplentes habituales, y también a jugadores como el condalista Peter Ilku, un joven futbolista húngaro que también había huido de su país cuando los sucesos del 56, enrolándose en el Atlético de Madrid y sufriendo poco después un gravísimo accidente de automóvil que frenó en seco su progresión, o el prometedor guardameta tarraconense Salvador Sadurní (natural de L´Arboç del Penedés)Último desplazamiento del campeonato a Palma de Mallorca, donde el Barça se las verá por vez primera con los locales en partido liguero. Pero el debut en el «Luís Sitjar» no va a ser muy afortunado que digamos, ya que los bermellones se impondrán por un claro 3 a 1 a un Barça desmotivado y cuajado de reservas. Ribelles hizo el único tanto de un equipo demasiado apático. Y llega así el 26 de Abril de 1961, con la devolución de visita a Hamburgo. Una fecha que podía ser histórica para el Barça, si este conseguía alcanzar su primera final de la Copa de Europa, o unirse a la lista de decepciones de aquella temporada. Pero según iba desarrollándose el partido todo hacía prever lo segundo, ya que los germanos van a superar el gol de desventaja que se traían de la ida merced a dos tantos de Seeler y Wuff. Mas el Barça no se rindió, y puso cerco a la portería defendida por Schnoor, con la intención de lograr al menos igualar la eliminatoria y forzar un tercer partido. Sin embargo, la batalla parecía ya perdida cuando va a producirse el milagro. En el último minuto del choque Suárez escapa por su banda, centra con aquel inimitable estilo suyo, y Kocsis – más “Cabeza de Oro” que nunca – desvía el balón al interior de la red alemana. Ya no quedaba tiempo para más. Habría tercer partido, pues, y este se jugaría en terreno neutral, aunque no muy lejos de Alemania, en el Estadio Heysel de Bruselas. Actuaron en el emotivo encuentro de Hamburgo: Ramallets; Foncho, Gensana, Gracia; Vergés, Segarra; Kubala, Evaristo, Kocsis, Suárez y Suco. Antes, no obstante, el Barça deberá echarle el cierre a la muy decepcionante Liga 60-61. Y lo hará en su propio feudo, ante un flojo Real Oviedo que se debate en los puestos de cola, y dejando la puerta abierta a todo tipo de susceptibilidades, pues va a caer derrotado a pies de los asturianos, que de esa forma rehuyen el descenso directo, aunque no pueden evitar el mal menor de la promoción. El equipo azul vencerá por 3 a 5, yendo siempre por delante en el marcador. 1 a 3 al finalizar el primer tiempo, con goles de Marañón (el ovetense) y Luís – un joven y prometedor delantero apellidado Aragonés – por partida doble, y Villaverde por el Barça. En la reanudación acorta distancias Pinto, vuelve a ampliarlas otro delantero de gran proyección, Ansola, Tejada coloca el 3 a 4, y de nuevo Luís hace el tanto definitivo. Estos fueron los once protagonistas de una triste tarde primaveral de fútbol: Rodri II; Olivella, Rodri I, Pinto; Gracia, Marañón; Tejada, Ribelles, Martínez, Villaverde y Czibor. El Barça va a clasificarse finalmente en cuarta posición, a nada menos que a 20 puntos del Real Madrid, el nuevo campeón. Sus números son los siguientes: 13 victorias, 6 empates y 11 derrotas, con 62 goles a favor y 47 en contra para un total de 32 puntos y únicamente dos positivos. Se trataba de los peores registros azulgranas desde que existía la Liga de 16 equipos, establecida en la campaña 1950-51.
El Estadio Heysel, que veinticuatro años más tarde sería escenario de una de las más luctuosas tragedias del fútbol continental en los prolegómenos de la final de la Copa de Europa disputada entre el Liverpool y la Juventus, abre sus puertas el día 3 de Mayo de 1961 para que Barcelona y Hamburgo diluciden cuál de los dos se enfrentará al Benfica portugués en la final de la VI edición del torneo, a celebrar en la capital suiza, Berna. El Barça no va a fallar en esta ocasión, y un gol de Evaristo en el minuto 43 de la primera parte, ya al filo del descanso, desequilibrará la balanza a su favor. Estos son los nombres de los once héroes que aquella histórica tarde bruselense actuaron ante los reyes belgas, Balduino y la española Fabiola: Ramallets; Foncho, Gensana, Gracia; Vergés, Segarra; Kubala, Kocsis, Evaristo, Suárez y Czibor. La gran final estaba señalada para el 31 de mayo, pocos días antes de las elecciones que darían al Barça una nueva directiva y un nuevo presidente. Van a fracasar todos los intentos de elaborar una candidatura unitaria, “de consenso” diríamos hoy, pues el hombre destinado a encabezarla, el prestigioso Narcís de Carreras, antiguo secretario de Francesc Cambó y albacea testamentario del gran político conservador catalán, rechazará la propuesta a pesar de que el 17 de Abril se hace público un documento de apoyo firmado por varios ex -presidentes, socios de mérito, antiguos jugadores y un buen número de personalidades barcelonistas. Es entonces cuando aparecen ante la luz publica dos candidatos, ambos antiguos miembros de la Junta Directiva de Miró-Sans, de la que habían dimitido por hallarse en franco desacuerdo con su política, a la que tildaban de “personalista y autoritaria”. Sus nombres: Enric Llaudet y Jaume Fuset. Se trata de dos hombres jóvenes y bien situados en la sociedad barcelonesa, aunque con distinto perfil profesional. Llaudet es un renombrado empresario textil, y representa la continuidad del sector de la burguesía que controlaba los destinos del Barça desde hacía quince años, mientras que el joyero Fuset, de algún modo, venía a ser el adalid de cierta renovación. La Copa del Generalísimo del año 61 va a tener una breve andadura para este Barça finalista europeo que vela sus armas ante su cita helvética con la historia. El primer rival, el Sporting de Gijón, no causará problemas. En Barcelona un concluyente 7 a 1 deja ya las cosas vistas para sentencia. Goles de Kubala (3), Gensana, Suco, Czibor y Villaverde, con este equipo: Ramallets; Foncho, Gensana, Gracia; Vergés, Segarra; Suco, Ribelles, Kubala, Villaverde y Czibor. En la vuelta en «El Molinón» debuta oficialmente el meta Sadurní, y se produce un nuevo triunfo azulgrana, en esta ocasión por 2 a 4, con tantos de Villaverde (2), Coll y Czibor. Jugaron en la industriosa ciudad asturiana: Sadurní; Foncho, Olivella, Gracia; Vergés, Segarra; Tejada, Ribelles, Coll, Villaverde y Czibor. Pero en la siguiente ronda el Español será ya un obstáculo insalvable. Sorpresa en el partido de ida, pues los “periquitos” se imponen a domicilio en el «Camp Nou» por 2 a 3, tras un mal encuentro de los locales. Kubala y Kocsis hicieron los goles de un Barça que formó con: Ramallets; Foncho, Gensana, Gracia; Segarra, Garay; Tejada, Kocsis, Kubala, Villaverde y Czibor. En «Sarriá» vuelven a triunfar los blanquiazules por 2-1. Kubala – que sería expulsado – marcó el gol de los azulgranas, que presentaron a Ramallets; Foncho, Gensana, Gracia; Vergés, Garay; Tejada, Ribelles, Martínez, Kubala y Czibor.
La Gestora había fijado la fecha de los comicios presidenciales para el día 7 de Junio, pero en mitad del período electoral va a producirse un acontecimiento que tendrá una enorme trascendencia para el inmediato futuro deportivo de la entidad: el traspaso de Luís Suárez al Inter de Milán. Desde el momento de su marcha al club transalpino, Helenio Herrera va a porfiar para que su presidente, Angelo Moratti, fiche al que acaba de ser proclamado “Mejor Jugador de Europa” y galardonado con el “Balón de Oro”. La mareante oferta italiana encontrará a un Barça sumido en un evidente vacío de poder, y pese a que la Gestora y su presidente, Juliá de Capmany, entablarán largas negociaciones, al final catalanes y lombardos llegarán a un acuerdo, cerrando la operación en la entonces estratosférica cifra de 25 millones de pesetas – record absoluto para la época -, a tan sólo cinco días de la finalísima de Berna, y con la aquiescencia de ambos candidatos. De esta forma el Barça ingresaba un dinero que su deficitaria economía necesitaba con urgencia, pero desde el punto de vista deportivo la operación significaba un negocio ruinoso, porque con la marcha del genial jugador gallego el equipo perdía irremediablemente al hombre destinado a ser su líder durante toda la naciente década de los años 60, tal como lo había sido Kubala en los 50. Se pecó, con toda seguridad, de precipitación, ya que – si bien la situación financiera de la entidad era angustiosa -, el Barça poseía también un potencial suficiente como para sacarle del atolladero sin necesidad de recurrir a tan drástica mutilación de su capacidad futbolística. La ausencia de Suárez gravitará, de hecho, sobre todo el largo período en que el equipo va a carecer de un referente sólido en el campo, hasta el fichaje de Johan Cruyff, doce años después. Doce años sin ganar una sola Liga por cierto…
AQUELLA MALDITA FINAL. . .
En medio de esta batahola de acontecimientos, el Barça va a desplazarse hasta Berna, donde estaba citado con su propia historia el miércoles 31 de mayo de 1961. Era baja en la expedición barcelonista su gran capitán, Joan Segarra, puesto que en el partido de vuelta frente al Español había recibido un pelotazo en los ojos que le iba a dejar temporalmente sin visión, siendo ingresado en un centro hospitalario y perdiéndose por lo tanto la final. El Barça llega a la capital helvética como gran favorito. Poco importaban sus sucesivos fracasos en la Liga, la Copa de Ferias y la Copa del Generalísimo. En la máxima competición europea los azulgranas se habían mostrado intratables, y un equipo que había sido capaz de eliminar al todopoderoso Real Madrid – aunque en circunstancias harto polémicas -, teóricamente no debería pasar grandes apuros para derrotar a los portugueses del Benfica, un buen conjunto pero a todas luces inferior a los de Orizaola. Entrenaba a los lisboetas el veterano técnico húngaro Bela Guttman, a cuyas órdenes actuaba un excelente ramillete de futbolistas lusos: Costa Pereira, Germano, José Augusto, Aguas, Coluna o Cavem. El Wankdorfstadion ofrece un lleno hasta la bandera – en torno a los treinta mil espectadores -, con presencia de centenares de seguidores culés llegados desde todos los rincones de Cataluña, y miles de emigrantes españoles en las gradas para animar al Barça. A pesar de la ya mencionada baja de Segarra, o la ausencia de Olivella, Orizaola podrá disponer de un auténtico equipazo, hasta el extremo de permitirse el lujo de dejar fuera de la alineación a hombres tan importantes como Tejada, Eulogio Martínez o Villaverde. A las órdenes del colegiado suizo Gottfried Dienst, ambos equipos van a presentar las siguientes alineaciones: por el Benfica – que vestía sus tradicionales camiseta roja y pantalón blanco – jugarán Costa Pereira; Angelo, Germano, Cruz; Neto, Saraiva; José Augusto, Santana, Aguas, Coluna y Cavem, mientras que por el Barcelona (también con su indumentaria habitual) lo harán Ramallets; Foncho, Gensana, Gracia; Vergés, Garay; Kubala, Kocsis, Evaristo, Suárez y Czibor. Para Ladislao Kubala y Luís Suárez – e igualmente para Ramallets y Czibor – este iba a representar su último partido con el Barça, aunque por razones bien distintas. Mientras que Laszi había tomado ya la decisión de abandonar la práctica activa del fútbol, desdeñando sustanciosas ofertas llegadas desde Italia y Argentina, el gallego tenía ya hechas las maletas para marcharse inmediatamente a San Siro.
El Barça llevó siempre el peso del encuentro, y no tardó demasiado tiempo en inaugurar el marcador. A los 20 minutos, un medido centro de Suárez lo cabecea a la red Kocsis, con su estilo inconfundible, batiendo a Costa Pereira. Parecía que la final se ponía en franquía para los azulgranas, mejores y más experimentados que los lisboetas en ese tipo de compromisos, pero diez minutos después, en el 30, un contraataque va a dar ocasión al ariete portugués Aguas para igualar el choque. Y prácticamente a continuación, en el minuto 32, un defectuoso despeje de cabeza de Gensana no puede ser atajado por Ramallets, quien deslumbrado por el sol acaba por introducir el balón en su propia portería. Un duro mazazo para el Barça, que, sin embargo, no le perdió la cara al partido en ningún momento, aunque sus intentos por enderezar el marcador van a resultar infructuosos. Y ya en la segunda mitad, en el minuto 55, el mozambiqueño Coluna, sin duda el futbolista de más clase de aquel conjunto – donde aun no se alineaba asiduamente el sensacional Eusebio – engancha una buena volea al borde del área que supone el 3 a 1 y coloca las cosas muy complicadas para los catalanes. Aunque estos en ningún momento se van a amilanar, y siguen poniendo cerco a la meta defendida por Costa Pereira, con más corazón que acierto. Es en ese momento cuando van a entrar en acción los tristemente célebres postes de sección cuadrada del Wankdorfstadion, que repelerán hasta cuatro disparos barcelonistas. Dos serán obra de Kocsis y Czibor, pero el más difícil todavía le corresponderá a Kubala, que verá cómo la pelota rematada por él golpea en la base de uno de los maderos, se pasea paralela a la línea de gol, toca en el otro poste, y sale finalmente rechazada. Tampoco faltarán defensores lisboetas que, con su portero ya rebasado, eviten que penetre el esférico. Czibor va a reducir distancias en el minuto 75, con un fuerte disparo desde fuera del área, pero entre la madera, Costa Pereira y algunos providenciales despejes sobre la misma raya, el resultado va a permanecer ya inalterable hasta el momento en que Herr Dienst pite el final del encuentro, desatándose el júbilo entre los futbolistas y los seguidores portugueses. Aguas levantará el preciado trofeo minutos más tarde, entre la desolación y la incredulidad de los jugadores azulgranas y sus muchos incondicionales desplazados hasta Berna. Y cuenta la leyenda que un adolescente llamado Joan Gaspart, que se encontraba en Suiza aprendiendo el negocio hotelero, fue uno de los más afectados por la inesperada derrota de sus colores. En esta ocasión, el tradicional recurso a la mala suerte para justificar un revés no va a ser en absoluto un tópico. Es muy difícil encontrar en la ya larga historia de las finales continentales el caso de otro equipo que haya sufrido una fortuna tan adversa en el trance decisivo, ni siquiera el Bayern de Munich en el encuentro celebrado en el propio «Camp Nou» en 1999, cuando en tan sólo dos minutos vio como el Manchester United le daba la vuelta al marcador y se alzaba con el título.
Toda la prensa europea va a hacerse eco de semejante infortunio. Así, “El Mundo Deportivo” escribirá que el Barça mereció ganar “al menos por tres goles de diferencia”, lo mismo que el diario madrileño “Informaciones”. Por su parte “Le Figaro” de París titulará su crónica “El mejor fútbol de Europa no pudo ser campeón”, y el rotativo helvético “Tribune de Laussane” señalará que “El Benfica venció a un equipo que fue superior en todo, excepto en suerte”, añadiendo que “si el fútbol se decidiera a los puntos, como el boxeo, el Barça habría vencido ampliamente”. Vencedor moral, por lo tanto, unánimemente proclamado como tal, pero desgraciadamente los vencedores morales ni pasan a la historia ni inscriben sus nombres en el palmarés de las competiciones, sino que sus merecimientos quedan reducidos a la letra pequeña, mientras que los grandes titulares son siempre para los campeones, ya sean estos justos o injustos triunfadores. A título anecdótico reseñemos que los jugadores barcelonistas, a pesar de la derrota ante el Benfica, van a percibir 25. 000 pesetas de prima cada uno (se había estipulado un premio de 75. 000 en caso de victoria)
Finalizaba una época – o un ciclo, como se dice ahora – Y el equipo, que tantos y brillantes triunfos había cosechado, entraba también en un proceso de desmantelamiento y diáspora. Quien saliese vencedor de las elecciones del día 7 de Junio, Llaudet o Fuset, tendría que comenzar de nuevo casi desde cero, pero con el handicap añadido de una enorme deuda que pesaba como una losa sobre el club blaugrana. Berna había sido ya gafe para otro equipo con vitola de gran favorito y todos los pronunciamientos de su parte. En aquel mismo campo se había disputado la final del Campeonato del Mundo de 1954, en la que la maravillosa selección húngara de los Puskas, Kocsis, Czibor, Hidegkuti, Grosics y compañía había sucumbido, contra todo pronóstico, frente la de la República Federal de Alemania, después de haber goleado a los teutones en la fase previa. Kocsis y Czibor, que habían jugado aquel dramático partido en el que los magiares llegaron a disfrutar de un claro 2 a 0 a su favor, para acabar perdiendo por 3 a 2, no las tenían ya todas consigo cuando conocieron cuál era la sede escogida por la UEFA para la final del 61. Eran dos hombres supersticiosos, y ese mal augurio que presentían se iba a acentuar aun más al comprobar que al Barça le tocaba ocupar el mismo vestuario del Wankdorfstadion que ellos habían utilizado siete años antes. Incluso Kocsis llegaría a comentarle a Ángel Mur, mientras recibía de este el preceptivo masaje, una frase lapidaria: “Este partido no lo ganaremos”
ELECCIONES PRESIDENCIALES Y DESPEDIDA
Pero era menester lamerse las dolorosas heridas de la derrota y seguir adelante. Berna pudo significar el broche de oro para una etapa triunfal de la historial del Barça, pero sin embargo supuso un cambio de tendencia, de ciclo, inaugurando una larguísima era de incertidumbre. En pocas semanas un Barça en plena crisis económica y deportiva iba a mudar su cara: nuevo presidente y directiva, nuevo entrenador, y nuevos jugadores. Llegaba el tiempo de las elecciones, en las que estaba en juego el futuro de la entidad. Llaudet o Fuset, Fuset o Llaudet, dos hombres jóvenes y dinámicos, y de indudable fervor barcelonista, que deseaban romper con ese pasado que simbolizaba el dimitido presidente Francesc Miró-Sans, cuya directiva ambos habían abandonado bastantes meses atrás. El programa de Fuset era más innovador, por así decirlo. En el aspecto social, el industrial joyero proponía la supresión de la Comisión de Disciplina, entendida esta como un órgano de carácter represivo, que impedía las legítimas discrepancias de los socios hacia quienes mandaban. También preconizaba la colocación de buzones de sugerencias en el Estadio y en las oficinas del Club, para que la masa social pudiera expresar sus deseos, así como la creación del Casal del Soci y de una sección cultural (que no sólo de fútbol vive el culé…). En el terreno económico, Fuset era partidario de las cuentas claras, aspecto que se había reprochado – y mucho – al dimisionario Miró-Sans. El socio debería ser informado puntualmente de la situación de la Tesorería, y las cuentas sometidas a fiscalización por parte de expertos externos, es decir, lo que hoy llamaríamos “auditorías”
Llaudet, por su parte, se presentaba arropado por un programa de “Diez Puntos”. Entre ellos figuraba la constitución de una especie de “Senado” azulgrana, formado por los ex – presidentes y los socios de mérito, y también la elaboración de un Reglamento de Régimen Interior que propiciase la participación de los asociados. Propugnaba un Plan de Austeridad en lo económico, la “amateurizacion” de todas las secciones deportivas del Club, y la creación de una “Escuela de Jugadores”, puesta bajo la dirección de Ladislao Kubala, lo cual venía a significar el apoyo tácito del carismático Laszi a su candidatura. Asimismo prometía la convocatoria de un referéndum para decidir el futuro del viejo campo de Les Corts, un valioso activo cuya venta podía suponer la solución de buena parte de los acuciantes problemas económicos por los que atravesaba el Club.
Las elecciones se realizaron por el sistema del voto mediante compromisarios, entonces en pleno vigor con la única excepción de las celebradas en 1953. El reducido colegio electoral lo formaban solamente 220 socios – la entidad contaba entonces con alrededor de 40. 000 asociados -, y los comicios van a tener lugar en un clima de absoluta cordialidad. Llaudet se impondrá a su contrincante por un estrecho margen de tan sólo 24 papeletas, 122 a 98, y el candidato derrotado – como no podía ser menos en esta atmósfera de fair play – se va a ofrecer incondicionalmente para colaborar con el recién elegido mandatario. Un flamante presidente que se encontrará con una deuda de 284 millones de pesetas, una auténtica monstruosidad. Esta va a ser su Junta Directiva: vicepresidentes, Rossend Peitx Jordana y Eugeni Borés; tesorero, Lluís Rosal; vicetesorero, Ignasi Berenguer; contable, Josep Sánchez; vicecontable, Ignasi Vancells; secretario, Josep Puig; vicesecretario, Florenci Coll; vocales, Joan Piera, Artur Pibernat, Ramón Martí, Jordi Soler, Santiago Salvat, Francesc Jover, Antoni Tamburini, Enric Piera y Antoni Riera.
La Gestora encabezada por Juliá de Capmany deja por lo tanto paso al industrial textil Enric Llaudet, y el flamante mandatario va a contratar al prestigioso técnico catalán Lluís Miró para que se haga cargo de la primera plantilla profesional del Barça, a la que van a llegar inmediatamente nada menos que ocho fichajes: Pesudo, Benítez, Pereda, Szalay, Zaballa, Zaldúa, Vicente y Páis. Por el contrario, abandonan el Club nombres llenos de gloria, comenzando por Luís Suárez, traspasado al Inter de Milán por aquellos 25 astronómicos millones de pesetas (una cantidad que entonces parecía exorbitante, en aras de paliar la gigantesca deuda del club, pero que a la postre resultó un ruinoso negocio en lo deportivo), y siguiendo por Kubala, Ramallets – ambos retirados -, Tejada (rumbo al Real Madrid), Czibor – que cruzó la Diagonal con destino al Español – y Ribelles y Coll, los dos incorporados al Valencia en el marco de la «Operación Pesudo». En un ambiente de austeridad, marcado por la peliaguda coyuntura económica, Llaudet va a confiar en enderezar la nave azulgrana, aunque no sabía que esta iba a quedarse varada en el desierto durante muchos, demasiados años.
Pero antes de echar el definitivo cerrojazo a la desdichada campaña 60-61, el primer equipo aun disputará varios partidos amistosos, y en ellos se alineará ya el primer refuerzo barcelonista para el próximo curso, el guardameta José Manuel Pesudo, procedente del club de «Mestalla», un hombre que estaba llamado a suceder nada menos que al mítico Antoni Ramallets. Destaquemos una clara victoria sobre el propio Valencia en el Camp Nou (6 a 1), que sirve como presentación del nuevo cancerbero frente a quienes eran sus compañeros tan sólo unos días antes, otra goleada al Atlético de Portugal – 5 a 0 -, que supone la despedida de Kubala (dos goles) ante su público, a la espera de su partido de homenaje, y la participación del Barça en el Trofeo Naranja de la Ciudad del Turia, derrotando en semifinales al Botafogo de Garrincha y Didí por 3 a 2 (Tejada 2, y Evaristo) y cayendo en la final ante los anfitriones (reforzados por el barcelonista Kocsis) por 3 a 4, en el choque que pone el broche final a una temporada aciaga a más no poder. Reseñemos para la historia esta última alineación del curso 60-61: Pesudo; Rodri, Gensana, Gracia; Vergés, Garay; Tejada, Kubala, Martínez, Evaristo y Villaverde. Lo dicho: terminaba un ciclo glorioso, y alboreaba, incierta, una nueva época. Y en el momento del adiós, estos van a ser los números que dejaba Orizaola en su experiencia como entrenador del Barça: 24 partidos oficiales dirigidos, con un balance de 10 victorias, 3 empates y 11 derrotas, lo cual hace un muy discreto porcentaje de triunfos obtenidos del 41,67 %. A sus órdenes el equipo consiguió 53 tantos, pero encajó 41. Al final el técnico montañés, al igual que todo el barcelonismo, se quedó con la miel en los labios.
UNA AUTÉNTICA VUELTA A ESPAÑA EN LOS BANQUILLOS
Una vez libre de su compromiso con el Barça, Enrique Orizaola va a ser nombrado en febrero de 1962 responsable de la Selección Juvenil Española con vistas a participar en el Torneo Internacional de la UEFA que se celebraría en Rumanía en abril de dicho año. Allí, la actuación de nuestros chavales no fue demasiado brillante, pues cayeron ante Hungría y Turquía, y únicamente pudieron empatar con Francia, quedando fuera de la siguiente fase. Orizaola contó con un grupo de jugadores en el que formaban algunas futuras figuras y nombres importantes del fútbol español, tales como Gallego, Zunzunegui, Aranguren – autor del único gol de nuestro combinado -, Suco, Germán o Uriarte.
De cara a la temporada 62-63 el santanderino va a recalar en Pamplona, para intentar mantener a Osasuna en la máxima categoría. Ya no estaban en el conjunto navarro ni Zoco ni Fusté, y el equipo era joven e inexperto, y descenderá finalmente. En la campaña siguiente, la 63-64, fichará por el Real Oviedo, otro modesto, y aunque los carbayones acababan de firmar su mejor temporada en la élite, con un tercer puesto, superando a Barcelona, Zaragoza, Valencia o Athletic de Bilbao también habían perdido a dos de sus puntales, Paquito y Sánchez Lage, traspasados al Valencia. De modo que el conjunto azul va a marchar toda aquel curso a trompicones, y aunque al final conseguirá la permanencia tras superar al Hércules en la promoción, Orizaola ya no estará sentado en su banquillo para verlo, sustituido en la jornada 18 por el doctor Toba, futuro seleccionador nacional.
Su siguiente destino va a ser Valencia, y concretamente el campo de «Vallejo». El Levante afrontaba su segunda temporada en la División de Honor, con una plantilla en la que destacaban jugadores como el internacional Domínguez, el defensa Calpe – pronto en las filas del Real Madrid – o los delanteros Wanderley (hermano del valencianista Waldo) y Serafín, un extremo goleador que acabará siendo fichado por el Barça. Pero a pesar de esos mimbres, el cuadro granota va a verse durante toda la campaña rondando por la zona de peligro. Finalmente consigue eludir el descenso directo, pero va a caer en la promoción ante el Málaga.
Orizaola hará una vez más las maletas, en dirección hacia la otra punta del país. Coge a un Deportivo de La Coruña que también acaba de bajar, y lo lleva de nuevo a la élite como campeón del Grupo Norte de Segunda. Ya no forma Veloso con los gallegos, pero si algunos otros buenos jugadores como Joanet, Lariño, Aurre, Domínguez, Escolá, Pellicer, Chapela, Loureda o el peruano Montalvo. Una vez en Primera, el equipo se refuerza con algunos ilustres veteranos de la talla del guardameta Vicente, el internacional Campanal o el argentino Sánchez Lage, pero los resultados no van a acompañar, y el técnico santanderino es relevado en la jornada 19. Su sucesor, el uruguayo Dagoberto Moll, antiguo jugador deportista, tampoco puede enderezar la nave, y el conjunto herculino hará honor una vez más a su fama de «equipo ascensor», en esta ocasión con trayectoria descendente.
El Real Valladolid, que llevaba unas cuantas temporadas de gris andadura por Segunda, va a pensar en Orizaola para intentar remontar el vuelo una vez comenzada ya la Liga, tras la quinta jornada. Y casi lo consigue, porque finaliza la campaña 67-68 como subcampeón del Grupo Norte, lo que le da derecho a jugar la promoción de ascenso, aunque será superado por la Real Sociedad. No va a seguir en el conjunto castellano, sustituido por el veterano Antonio Barrios, pero cuando se llevan únicamente jugados siete partidos vuelven a llamarlo. Y a orillas del Pisuerga concluye el curso 68-69, con un equipo donde ya no figura Melo traspasado al Atlético de Madrid el año anterior, pero en el que destacan nombres como Aguilar, De la Cruz, Alberto, Astráin, Lorenzo, Lasa, Docal o Lizarralde.
No comienza en ningún banquillo la temporada 69-70, pero a mitad del campeonato le llaman de una nueva plaza, Salamanca, donde la Unión Deportiva, recién ascendida a Segunda, pasa también serios apuros. En los 24 partidos en los que dirige a los charros (con los Huerta, Simonet, Frasco o Fermín entre sus chicos) no consigue revertir la situación, y se enfrenta a una nueva pérdida de categoría. Tampoco se halla en la línea de salida al iniciarse la siguiente campaña, la 70-71, pero no tarda demasiado en volver a sonar su teléfono. Ahora es el Rayo Vallecano el club que solicita sus servicios. Con los de la populosa barriada madrileña va a estar hasta el final de la temporada 71-72, con una plantilla en la que destacan jugadores de la talla de Aráez, Curta, Felines, Illán, Roselló, Nieto, Bordons, Veloso o Potele, aunque no consigue el gran objetivo del club de Vallecas, el anhelado ascenso a Primera, que aun tendrá que esperar varios años para materializarse.
Su próxima parada será la «Nova Creu Alta» sabadellense, con la vista puesta en el retorno del club arlequinado a la máxima categoría, algo que no se va a lograr, y además será cesado tras la jornada 19, sustituido por Antonio Jaurrieta, a pesar de contar a sus órdenes con futbolistas de la talla de Martínez, Franch, Marcelino, Vilar, Pini, Herrera, Montesinos, Garcia Soriano, Palau, Zaldúa, Jara o Cristo . Regresa al Deportivo de La Coruña en la campaña siguiente, la 73-74, siendo uno de los cuatro técnicos que se suceden en el banquillo de los de «Riazor», pero tampoco va a impedir que el cuadro gallego, con los Aguilar, Bellod, Zugazaga, Cervera, Cortés, Loureda, Beci, Vavá o David Vidal, se precipite al abismo de la Tercera División. Es su último trabajo en las dos principales categorías de nuestro fútbol, donde dejó un balance de 430 partidos, entre Primera y Segunda. Con posterioridad dirigirá a una serie de conjuntos modestos (Xerez Deportivo, Club Atlético Marbella, Gimnástico de Melilla, Albacete Balompié, Calvo Sotelo, Badajoz…). Durante buena parte de la década de los años 80 trabajará nuevamente para el Barça, confeccionando informes para técnicos como César Luís Menotti, Terry Venables, Luís Aragonés y Johan Cruyff. Entre 1989 y 1991 realiza labores de gerente en el Real Zaragoza – era también profesor mercantil -, y en la temporada 1993-94 va a llevar la dirección deportiva de un Albecete Balompie convertido ya en «el Queso Mecánico». En sus últimos años, concretamente en 2007, tendrá que pasar por uno de los trances más duros y dolorosos que pueden acaecerle a un ser humano en esta vida: ver como su hijo fallecía a una edad aun muy temprana. Enrique Orizaola Paz, que así se llamaba su vástago, nacido en 1950, era abogado, y había sido presidente del Córdoba CF. entre diciembre de 2003 y mayo de 2006.
Orizaola va a morir el 10 de junio de 2013 en la misma ciudad que le vio nacer, Santander, a la edad de 91 años. Fue historia del fútbol cántabro y español, y estuvo también a un palmo de la gloria aquel condenado 31 de mayo de 1961 en Berna. Allá donde fue, al margen de los veleidosos resultados, dejó siempre un buen sabor de boca por su corrección y profesionalidad – era un gran estudioso de nuestro Deporte Rey, llevando un amplio y completo fichero de jugadores en aquellos nada fáciles tiempos preinformáticos-. Lástima que en 1961 los postes de las porterías fueran aun de sección cuadrada. . .