Dinastías deportivas
De José Ignacio CorcueraEl fútbol siempre tuvo sus monarcas. Incluso en tiempos de amateurismo más o menos marrón, hubo reyes indiscutidos con cetro y corona. Lógico, por lo tanto, que algunos de eses reyes fundasen dinastías extendidas hasta la desmesura económica actual, donde las estrellas multiplican millones con la avaricia del Tío Gilito, mientras sus clubes sortean a duras penas el precipicio de la bancarrota.
Por cuanto al fútbol español respecta, las dinastías -y no sagas, como tantas veces leemos- germinaron desde el debut de nuestra selección nacional. El guipuzcoano Agustín Eizaguirre Otalora, suplente del gran Ricardo Zamora en la Olimpiada de Amberes, guardián de los tres palos donostiarras antes de que se instituyera el Campeonato Nacional de Liga, tuvo en su hijo Ignacio, guardameta igualmente, e internacional, un sucesor dignísimo, con paso por la Real Sociedad de posguerra, Valencia C. F., nuevamente Real Sociedad y Osasuna, antes de convertirse en entrenador de dilatada trayectoria por los cuatro puntos cardinales. Por su parte Ricardo Zamora Martínez, titular en Amberes y primer gran mito no ya de consumo interno, sino en el ámbito internacional, también halló sucesor en su vástago, Ricardo Zamora de Grassa (Español, Salamanca, Sabadell, At Madrid, Mallorca y Valencia). A partir de ahí, entre los más de 8.000 parentescos con que se ha ido nutriendo nuestro deporte rey, cabe hallar de todo: tíos, primos, nietos, padres, hijos de sangre o adoptivos, hermanos, cuñados, abuelos, yernos, suegros… Miles de árboles genealógicos con ramaje entrecruzado, hasta constituir un bosque casi impenetrable. De ahí que por estas líneas sobrevuelen sólo unas cuantas curiosidades.
El apellido Emery es todo un clásico en el Real Unión irunés. Los hermanos Francisco y Pedro Emery Arocena formaron en el cuadro fronterizo de las finales de Copa, antes de que deviniese la Liga. Antonio, otro hermano más joven, estuvo bajo ese marco hasta el Campeonato 1935-36. Tras el obligado paréntesis generacional, los iruneses volvieron a jalear a dos hijos de Antonio: Juan Emery Alza (portero en el conjunto irundarra, Burgos, Alavés, C. D. Logroñés, Gijón, Deportivo de La Coruña, Recreativo de Huelva, Granada y Jaén) y Ramón, centrocampista en el Touring de Rentería, los ya extintos C. D. Logroñés y C. D. Málaga, además de en el propio Real Unión. Así que el hoy exitoso entrenador Sevilla C. F. Unay Emery es hijo, sobrino y nieto de futbolistas.
Los cuatro hermanos Areta también hundieron sus raíces en el fútbol previo a la Liga, pues Serafín, el páter familia, estuvo defendiendo los colores -y nunca mejor dicho lo de defender, puesto que fue portero- del Lagun Artea, Osasuna y Patria de Zaragoza durante los años 20 del siglo pasado. Tuvo 7 hijos, dos chicas y cinco varones, de los que 4 coincidieron en 1ª División durante el torneo 1955-56: Esteban en el Barcelona, Serafín en el At Bilbao, José Luis en Osasuna y Jesús Mª en el Valencia. Los Areta Vélez, por cierto, eran primos del popular actor Alfredo Landa, desaparecido no ha mucho.
Más extensa aún ha sido la dinastía Alonso, fundada por el fornido defensa Marquitos -Marcos Alonso Imaz- en el Real Madrid de Di Stéfano, cuando los “merengues” tiranizaban a Europa. Otros cuatro hermanos, por no variar alineados casi siempre como Marquitos, se repartieron los dígitos romanos hasta el V: Alfredo (Rayo Cantabria, Astillero, Laredo, At Ceuta, Santoña, Gimnástica de Torrelavega, Deportivo Alavés y Figueras); Antonio (Plus Ultra madrileño, Cádiz y Abarán, antes de colgar las botas en el futbol holandés); César y José, ambos con currículo más modesto. Marquitos sería padre del internacional Marcos Alonso Peña, brillante e incisivo extremo en el Racing Santanderino, At Madrid, Barcelona y C. D. Logroñés, antes de que el castigo de los defensas y su traducción en lesiones, lo retirasen. Y éste, padre a su vez de Marcos Alonso Mendoza, forjado en la cantera del Real Madrid, por más que hasta ahora casi toda su carrera se haya desarrollado entre Inglaterra e Italia, dio al abuelo la satisfacción de ver prolongada su estirpe.
Como estirpe habríamos de clasificar a los Glaría. Navarros, igual que los Areta, fueron de inicio otros cuatro hermanos: José Glaría Jordán, el I (Alesvés, Osasuna, Tudelano, Zaragoza, Logroñés, Gijón y nuevamente Osasuna), Francisco, el II (Alesvés, Logroñés, Osasuna, Mutilvera y At Ceuta); Jaime Javier, el III (Logroñés, At Madrid y Pontevedra, entre otros); y Jesús, el mejor, a quien la paulatina retirada de los demás despojó en seguida del ordinal (Oberena, At Madrid y Español de Barcelona). Jesús Glaría, todo pundonor, fuerza, temple y sentido de la responsabilidad, falleció poco después de haber colgado los borceguíes, en 1978, sin saber que su sobrino Jesús Glaría Yetano, hijo de José, iba a acumular méritos en el Tudelano, Osasuna Promesas, primer equipo osasunista, C. D. Logroñés, Lérida, Zaragoza y Sant Andreu barcelonés. Conocido en muchos de esos vestuarios como “Chupete”, no lograría reverdecer los laureles de su difunto tío, aunque sí ejerció como mentor y guía de Francisco, otro hermano futbolista, mientras trataba de cuajar en el Alesvés y Osasuna Promesas. Para remate aún quedaba por llegar otro Glaría, sobrino de José, Paco, Jaime Javier y Jesús, primo, por lo tanto, de los Glaría Yetano, a quien apodaron “Flaco”. Elhasta hoyúltimo de la dinastía jugó en el Rayo Vallecano y Sestao, hasta que la amistad trabada con el noruego Jan Bergdurante el tiempo compartido por ambos en Vallecas, le animó a probar suerte entre fiordos, proclamándose campeón de Copa con el Molde. Cuando una lesión lo dejó inútil para el fútbol activo comenzó a entrenar en la 2ª División de Noruega.
Por no apartarnos de Navarra cabría continuar con los Marañón, cuyo último miembro, Carlos, actual director de “Cinemanía”, colaborador de “As” y la cadena SER, además de directivo en CIHEFE, se forjó en el fútbol “perico”, para continuar en el Sant Ignasi, U. E. Sants, Martinenc y Erri-Berri de Olite, escudo que se empeñó en defender durante 13 años. Descendiendo hacia el tronco hallaríamos a su padre, Rafael Carlos Pérez González en la partida de nacimiento, hasta cambiar su primer apellido por Marañón, obedeciendo al más puro sentido práctico, pues Marañón era para entonces dentro y fuera de los estadios. Máximo goleador del R. C. D. Español, o Espanyol, en su centenaria historia, internacional, mundialista, y con paso por el Oberena, Onteniente, Sporting de Gijón, Real Madrid y Sabadell, fue el ariete que arrinconó a Quini en el puesto de interior cuando ambos vestían de rojiblanco a las órdenes de Carriega. Y más abajo aún, en las raíces, dos tíos abuelos de Carlos: Adolfo Pérez Marañón (Erri-Berri, Peña Sport, Osasuna, Oviedo, Langreo, Levante, Rayo Vallecano y Tudelano), y su hermano Ángel (Oviedo, Juventud Círculo Católico de Burgos, Unión Popular de Langreo y Tudelano). Curiosamente, el internacional B Adolfo a punto estuvo de colgar las botas a las primeras de cambio, pues cuando iba a ingresar en la Peña Sport tafallesa cierto médico así lo aconsejó, amparándose en un defecto congénito de sus piernas. Esas piernas aguantaron perfectamente 20 años pateando céspedes, y otros 12 dirigiendo como entrenador al Tudelano, del que se hizo cargo nada más colgar el pantalón corto.
Los Gento López y los Llorente Gento tampoco resultan desdeñables. Francisco, eterno extremo izquierdo del Real Madrid, único futbolista con 6 títulos de Campeón de Europa en su palmarés, al que por su velocidad otorgaron el sobrenombre honorífico de “Galerna del Cantábrico”, no necesitó ordinal por aquello de ser el primero. Sus hermanos Julio, el II, y Toñín, III, no sólo quedaron detrás en la clasificación dinástica, sino también en lo deportivo, por más que ambos fuesen jugadores de muy buen nivel. Julio fue todo un mito en el Palencia de los 60, a donde llegó desde el Plus Ultra, entonces filial del Real Madrid, y aún es recordado como uno de los hombres con más calidad en la historia del club, o los distintos clubes, mejor, que con el correr del tiempo se sucedieron en la representación de dicha ciudad castellana. Y Toñín, auténtica flecha en el viejo Sardinero, del que sólo saldría para dibujar un paréntesis en el Carlos Tartiere ovetense, pudo haber probado suerte de Norte a Sur, repetidamente, porque no le faltaron oportunidades. Años más tarde, una hermana de los futbolistas estiraría el apellido, esta vez por detrás del Llorente, con dos jugadores de futbol más (Paco y Julio) y otros dos de baloncesto (José Luis y Toñín). Del cuarteto, tres fueron internacionales absolutos. Tan sólo Julio Llorente Gento, con 12 años en 1ª División, hubo de contentarse con lucir “la roja” en categorías Sub-18 y Sub-21.
Lo de los ordinales, a veces, más que aclarar las cosas sólo servían para complicarlas. Si el emperador Carlos, nieto de los Reyes Católicos, fue “I” y “V” a la vez, algo parecido ocurrió con los Sornichero y los Bakero. En el caso de los Sornichero, murcianos de Alcantarilla, seis, nada menos, entre padres, hermanos, hijos y primos, porque cada vez que coincidían un par en el mismo equipo, saltaban al campo como Sornichero I y Sornichero II, siendo en realidad, por ejemplo, III y V. Y los Bakero Escudero por algo parecido.
Santiago, el “I” (Michelín, Sanse, Palencia, Hércules alicantino y Real Sociedad), sirvió de guía a su hermano José Mª mientras éste alternaba presencias en el Sanse y la Real Sociedad, donde era alineado como Bakero II. Traspasado luego al Barcelona, tras la retirada del mayor quedó simplemente en Bakero, hasta convertirse en Bakero I durante su incontestado liderazgo en el “Dream Team” culé, porque el tercer hermano, Jon, comenzaba a acumular experiencia en el Barça B, como Bakero II. El internacional José Mª Bakero colgó las botas en México, defendiendo los colores de Veracruz, y a partir de entonces el joven Jon quedó simplemente en Bakero. Dicho de otro modo, a lo largo de su trayectoria por el Sanse, Barcelona B, Almería, Málaga, Gavá, Venados de Yucatán, Ángeles -filial del Puebla mexicano-, Universidad de Las Palmas y Gáldar, Jon lució los ordinales II y I, pero nunca el de III, justo el que siempre debió haberle correspondido.
Y aún hubo más fútbol internacional en la familia, puesto que una hermana ostentó repetidas veces el brazalete de capitana en la selección nacional femenina.
Sobre este punto, los Curta se mostraron mucho más claros. El defensa internacional José Puig Puig (La Escala, Gerona, Sabadell y Barcelona durante 10 años), fue Curta I en las alineación están pronto su hermano Juan (Gerona, Olot, Calella y Salt, hasta totalizar 16 temporadas en activo) comenzase a vestir de corto. Tiempo después, el medio Francisco Puig Ribot, hijo del primero y sobrino del segundo, se empeñó en saltar al campo como Curta III luciendo las camisetas del Girona Aficionados, Barça Aficionados, Girona, Rayo Vallecano, Sant Andreu y Europa de Barcelona. También los meridionales Ayala Callejón supieron mostrarse escrupulosos. Juan fue Ayala I casi desde que comenzase a correr la banda para el Castillo linense, porque su hermano Eduardo hacía otro tanto en los juveniles. Juan, el mayor, siguió siendo Ayala I en la Balona, Ferrol, San Fernando gaditano, Sevilla, Jaén y Cádiz, en tanto sus otros 3 hermanos respetaban el orden en sus equipos respectivos. Eduardo en el San Fernando y Atlético de Ceuta, para totalizar 13 campañas en 2ª División. Pedro en la Balona, Puente Genil y Atlético de Ceuta. Y José en la Balona, Atlético de Ceuta, Levante y Recreativo de Huelva.
Más lío dejaron sin proponérselo los Raba y los Ribera, tan sólo porque el calendario, o el colchón de años entre los distintos miembros de la dinastía, se tragó la numeración romana. Valentín Raba Allende estuvo defendiendo el marco racinguista durante las dos primeras ediciones del campeonato liguero. Su hijo, el medio Valentín Raba Ortiz, lo hizo en el Real Madrid Aficionado, Salamanca, Real Sociedad de San Sebastián, Celta, Santander y Melilla, no pocas veces en condición de cedido desde la entidad merengue. Y el también guardameta José Luis González Raba, nieto del primero y sobrino del segundo, pasó por las huestes de la Gimnástica torrelaveguense, Rayo Cantabria, Santander, Cayón, Parayas, Gama y Textil Escudo, donde colgaría los guantes al sufrir una fractura de pierna. El cuadro quedaría incompleto si olvidáramos a Francisco Raba Allende, hermano del guardameta racinguista e igualmente con paso por la entidad cántabra.
Respecto a los 3 hermanos Ribera Frontera, apenas si fueron acompañados alguna vez de numeración romana. Los atacantes Jaime (Gerona, España Industrial, Olot y Figueras) y Enrique (Gerona y Olot), no llegaron tan lejos como el medio José, por más que a éste se le acusara de anteponer sus estudios de Arquitectura, en detrimento de una clase descomunal. Ese “pecado” sería considerado mortal desde no pocas secretarías técnicas durante los años 50 y 60 del pasado siglo, justo cuando lo exiguo de muchas fichas, comparadas con las satisfechas hoy, hacía indispensable planificar muy bien el porvenir. Pese a todo, a la teórica “poca afición” de José Ribera Frontera, cumpliría a satisfacción en el Gerona, Español barcelonés, Gimnástico de Tarragona, Tarrasa y de nuevo Gerona, compaginando sus saltos al campo con una licenciatura por demás exigente. El hijo de éste, Fernando Rivera Masó, para el fútbol “Nan Rivera”(así, con “v”, por más que tíos y progenitor siempre firmaran con “b”) también dejó huella en nuestro deporte, al formar en el Girona, Figueres, Español, Alavés, Salamanca y otra vez Girona. En este caso, con el correr del tiempo no sólo se había transformado en “v” una “b”, sino que los Gerona y Figueras de sus ancestros también se catalanizaron.
Ni siquiera los extranjeros de nuestro fútbol serían ajenos a la cuestión dinástica. Recordemos, si no, a Miguel Pérez Pillipiux, pinturero y hábil extremo argentino del Real Madrid, Mónaco y C. D. Castellón a caballo de los 60 y 70, con dos hijos futbolistas. Al también argentino “Toro” Aquino, con su hijo Dani, prometedor en su día, cuya eclosión definitiva parece haberse retrasado sine die. A Sergio Horacio Egea, igualmente argentino y conocido aquí únicamente como entrenador, con dos vástagos en el mismo mundillo, y de ellos el mayor, Alexis, experimentado no sólo en clubes levantinos como Torrellano, Elche B o Torrevieja, sino en el Altamira, de la 2ª División mexicana. A Johan Cruyff, con el trotamundos Jordi, español de origen pero holandés, como su padre, a efectos de representación internacional. Y sobre todo los Kubala-Daucik.
Ladislao Kubala Stecz llegó a nuestros pagos después de una odisea no muy distinta a la de quienes hoy huyen del conflicto sirio, o no hace tanto tuvieron que hacerlo desde los Balcanes. Estaba casado con una hija de Ferdinand Daucik, antiguo extremo de tronío y revolucionario entrenador de desbordante ego. Tras muchos tira y afloja, una mañana Kubala fue bautizado y por la tarde recibió nuestra ciudadanía, que no estaban aquellos tiempos franquistas para convertir en español a cualquier ateo. Con la camiseta azulgrana, acabaría exhibiendo un modo nuevo de interpretar el fútbol, celebró títulos, dejó pequeño el graderío de Las Corts y paseó a hombros a su entrenador y suegro el triunfal año de “las Cinco Copas”. Durante su primer amago de retirada, siendo entrenador del Real Club Deportivo Español, hizo debutar como “periquito” a su hijo Branko, todavía en edad juvenil. Casi paralelamente, Daucik apuntalaba a Yanko desde el Indauchu juvenil, llevándoselo al Oporto, Real Madrid y Betis, es decir a los equipos donde entrenaba. Yanko era un ariete fuerte, algo tosco, pero rematador. Bastante mejor, en todo caso, de lo que por muchos campos se creía. Y es que el nepotismo paterno estuvo lejos de hacerle un favor. Sólo tiempo después, luego de haber pasado por el Melilla y San Andrés de Barcelona, Yanko Daucik pudo reivindicarse con la camiseta del Español, la misma con la que debutara Branko Kubala.
Branko y Yanko sólo jugaron juntos en el Toronto cuando, mediados los 60, un buen puñado de españoles y asimilados se embarcaron en la aventura del fútbol yanqui. Aquel Toronto, la verdad sea dicha, parecía confeccionado a mayor gloria de la familia Daucik-Kubala. Con Ferdinand en aquel banquillo, o Don Fernando, como le gustaba ser designado entre nosotros, contó entre sus huestes con Ladislao Kubala, Branko, Lazsy, igualmente hijo del rubio húngaro, y Yanko, su propio vástago. Yanko se hinchó a marcar goles, Branko dejó sentado que lo del fútbol podía heredarse, Lazsy, demasiado joven aún, pasó casi toda la campaña en un filial formativo, y Kubala, teóricamente para pocos trotes después de dos reincidencias tras otros tantos simbólicos cortes de coleta, marcó, lanzó faltas con su habitual maestría y dibujó pases con tiralíneas desde una nueva posición de interior, algo retrasado. La vida, empero, iba a mostrarse cruel con Branko, tras pasar por el Español, San Andrés, Sants, Toronto, Saint Louis, Dallas, Atlético Malagueño y Cartagena. Su hermano Lazslo, familiarmente “Lazsy”, al que debido a su extrema timidez apodaban “El Charlatán”, veló armas en el Europa tras regresar de Toronto. Carlos, otro hijo de Kubala, nacido ya en Barcelona, también se dedicó al deporte, si bien no al fútbol. Durante varios años fue destacado jugador de hockey sobre hielo.
Esta revisión podría seguir, sólo por cuanto a hermanos respecta, con los Gonzalvo Falcón, tres futbolistas y el hijo de uno de ellos, de José, entrenador de cumplida trayectoria por Cataluña, así como en el Levante, Cádiz o C. D. Castellón. Con los Collar -cuatro hermanos, aunque hoy sólo se recuerde al internacional Enrique-, Los Gaínza, Lapetra, Basora, Lesmes, Atienza, Navarro, Asensi, Rojo, Santamaría, Rifé, Cedrún -dos hermanos y el hijo de Carmelo, porteros todos-, Irusquieta y Escalza -cuatro hermanos en ambos casos-, Carrasco, Moncaleán, Casuco, Tortosa, Begoña, Álvarez, Choya, Puche, Herrera -los asturianos-, o Suárez, puesto que el internacional culé traspasado al Inter milanés por la astronómica cifra de 25 millones de ptas. a principios de los 60, la más alta satisfecha hasta entonces en todo el orbe, también tuvo un hermano mayor en el Alcoyano, R. C. Celta, Albacete, Deportivo de la Coruña y Real Murcia, conocido indistintamente como Suárez y Pepiño. Respecto a padres e hijos valgan los Escolá, Sanchis, Menchaca -padre y dos hijos futbolistas para ser exactos-, Villa, Zoco, Camarasa, Marigil, Moreno, Deusto, Eraña, Irulegui, Herrera -vizcaíno y maño-, o los Martín, goleador uno en el Barça de los 40 y otro a saltos entre el eje defensivo y el 9 de los arietes en el Barcelona Aficionado, Europa, Igualada, “Nastic” y un San Andrés entonces no cuatribarrado, sino rojigualda, firmemente asentado en la recién creada 2ª División de 20 equipos. E incluso a los Ángel Mur, masajista del Barcelona y la selección nacional el padre, y corajudo defensa formado en el fútbol base azulgrana el hijo, antes de recalar en el mismo San Andrés de Martín, colgar las botas y heredar el puesto de su progenitor como masajista culé. Todo ello sin olvidar a los Ñíguez, acaudillados por José Antonio Ñíguez Vicente, el “Boria” ilicitano de los años 80, hoy con tres vástagos empeñados en superar al padre.
Incluso entre modestos, cortesanos de mediana nobleza y aristócratas del cuero, se han dado dinastías. Hoy podría servir de ejemplo Cristóbal Juncal Fervenza, alineado por su nombre de pila, tío de Iago Aspas, Jonathan Aspas y Aitor Aspas, este último primo de los vigueses Iago y Jonathan. Metidos en otra época y tomando como epicentro al Athletic bilbaíno, pocos, probablemente, sepan que hubo cinco hermanos Cenitagoya Uríen surgidos del Elorrio, de los que el más destacado fue defensa central en el Bilbao Athletic, At Bilbao, C. D. Logroñés y Cádiz. Que el pelotari profesional Chiquito de Gallarta tuvo 4 hijos futbolistas: Roberto, Víctor, Antonio y Armando Merodio, siendo este último el mejor, conforme iba a acreditar en el Gallarta, Guecho, Baracaldo, At Bilbao, Murcia, Recreativo de Huelva e Indauchu. O que Zarra, el ariete por excelencia, el del gol a Inglaterra en el Mundial brasileño de 1950, tuvo otros hermanos muy bien dotados para el balón. Domingo Zarraonaindía Montoya jugó en el Erandio y Arenas de Guecho, con éstos últimos en 1ª División. Por desgracia moriría durante la Guerra Civil en el frente del Ebro, vistiendo uniforme requeté. Y Tomás actuó como guardameta en el Arenas, Oviedo y Osasuna, todos ellos en 1ª, así como en el Erandio. Su hermano menor, a quien en el futuro se le iba a conocer como mejor cabeza Europa después de la de Churchill, siempre dijo que empezó a hacerse futbolista viendo como Tomás preparaba la maleta para viajar cada quince días, de campo en campo. Pues bien, ese Zarraonaindía hoy olvidado fue el meta menos goleado del campeonato 1930-31, cuando el Arenas guechotarra se codeaba con los grandes. Si exploramos otra geografía, cabría tropezar con los hermanos Castro; el guardameta tristemente desaparecido Jesús Castro y un goleador contumaz como Quini, cuyo padre fue cancerbero en la 3ª División asturiana y la aún más modesta categoría Regional.
Pero sin duda la dinastía más extensa y prolífica, la más multidisciplinar, es la de los Adarraga. Entre sus miembros figuran nada menos que tres olímpicos, seis internacionales y siete campeones de España, englobando un espectro deportivo donde cupieron atletismo, baloncesto, pelota vasca, rugby, balonmano, montañismo, hockey, ciclismo y, por supuesto, fútbol. Todo un récord. Y un árbol genealógico tan frondoso que para mejor comprensión requerirá cierto esquematismo.
Primera generación:
Luis Adarraga Gorrochategui compaginó fútbol y ciclismo, además de una actividad montañera que prolongó hasta la senectud. Como ciclista resultaría vencedor de los 100 Kilómetros de Bilbao, de la Prueba de Rentería, de la Halcón-Hispania y otra serie de carreras, entre ellas la que constituyó primer fermento de lo que más adelante habría de cuajar en Vuelta al País Vasco. También, sin abandonar las dos ruedas, se proclamó campeón vasco-navarro de pista y subcampeón de España en idéntica especialidad. Futbolista, al mismo tiempo, intervino en el partido inaugural de San Mamés, formando con el conjunto irundarra, donde tiempo después habría de ostentar la capitanía. Fundador del C. D. Fortuna y del Club Azkarabil, también sacó tiempo para actuar como directivo en la Real Sociedad de San Sebastián.
Sus hermanos Ramón, José y Javier no quedaron atrás. Javier fue excelente pelotari y contribuyó, junto con Luis, a la fundación del C. D. Fortuna. Campeón de España en la modalidad de pala, se proclamó vencedor olímpico de dicha especialidad en Paris, el año 1924. En 1931 la Federación Española de Pelota le otorgó su Medalla al Mérito Deportivo, sin necesidad de bucear mucho en busca de méritos. Este galardón se diría contribuyó a espolearle, puesto que tras fijar su residencia en Logroño fundó durante el ya lejano 1939 la Federación Riojana de Pelota, a cuyo frente iba a permaneces muchos años. El frontón logroñés lleva su apellido en justa reciprocidad a tanto sacrificio y esmero.
José, destacado corredor de cross, fue el primer presidente del C. D. Hernani. Y durante mucho tiempo estuvo celebrándose cada año el Memorial Adarraga, de campo a través.
Ramón, multidisciplinar de amplio espectro, como Luis, alternó ciclismo, fútbol y atletismo, tanto en pistas de ceniza como campo a través. Sobre el sillín, en 1914 se impuso a todos los participantes del campeonato ciclista de Álava, luego de cubrir más de 100 kilómetros por carreteras de tierra y adoquín, con el rostro cubierto de barro y sin asistencia de ninguna índole, ni mecánica ni de avituallamiento. Jugador de fútbol en el C. D. Fortuna, también perteneció a la Real Gimnástica, donde además de practicar fútbol y atletismo sería nombrado socio emérito. Si con el balón de cuero fue medio centro de la selección castellana de fútbol, calzando zapatillas quedó subcampeón de España en 400 metros vallas y 800 lisos.
Segunda generación:
Manuel Adarraga (hijo de José) fue fundador del club de rugby de Hernani, antes de proclamarse campeón de España en este deporte formando con el Atlético de Madrid. Internacional con nuestra selección nacional, había empezado jugando al fútbol en el propio Hernani, y en 1946, siendo un chiquillo, festejó la victoria en una prueba atlética donostiarra desaparecida hace ya largo tiempo: la Vuelta a los Puentes, en modalidad de cross infantil.
A Matilde Adarraga (hija de Javier, el presidente de la Federación Riojana de Pelota), le tentó más el motor, compitiendo asiduamente en distintos “rallyes” automovilísticos, mundo entonces bastante cerrado a las mujeres, si no copado por los varones. Recuérdese, por ejemplo, ese ofensivo axioma tan en boga incluso en los 60: “Mujer al volante, peligro constante”, las reservas con que se miraba a las conductoras desde TVE en sus primeros programas divulgativos sobre la materia, o el paternalismo condescendiente que el No-Do aplicó alguna vez a “ellas, cuando se empeñan en conducir”. Amén, claro está, de múltiples chistes orales o lustrados sobre la supuesta incapacidad femenina para penetrar en el cabalístico universo mecánico.
Los Adarraga – Elizarán constituyen punto y aparte. El campeón del pedal y notable futbolista Luis Adarraga Gorrochategui tuvo 12 hijos, de los cuales la mitad brillaron en distintas actividades deportivas, y 5 obtuvieron el título de campeones de España. Vayamos con ellos:
José Luis, el mayor, practicó baloncesto, rugby, balonmano y atletismo, siendo referencia nacional en los dos últimos. Cuatro veces campeón de España jugando a balonmano, lució sus virtudes en nuestra selección. Por cuanto respecta al atletismo, fue varias veces campeón nacional en carreras de relevos y pentatlón. Lamentablemente le tocó vivir una época complicada, no ya para lo deportivo, sino para todo. Con Europa inmersa en la II Guerra Mundial y nuestro país deshecho tras la contienda civil, en plena travesía de una dantesca autarquía, sin posibilidad de medirse ante deportistas extranjeros, perseverar en un microcosmos de competiciones organizadas por el Frente de Juventudes requería voluntad de hierro, o como entonces se acuñara para cuestiones de orden ideológico, ser inasequible al desaliento. Puesto que a él nunca le faltó perseverancia, pudo alzarse con distintos campeonatos entre 1942 y 1946, disfrutando de su momento más glorioso a lo largo de 1944, cuando sumó cinco entorchados nacionales en otras tantas especialidades atléticas. Igualmente obtuvo en propiedad, por primera vez, el trofeo Antonio Córdoba, al proclamarse campeón en dos ediciones consecutivas del pentatlón Vizcaya – Guipúzcoa.
Bernardino obtuvo en 1955 la primera medalla de oro para el atletismo español, enmarcada en los Juegos Mediterráneos organizados por nuestro propio país en la ciudad condal. Recordman nacional en decatlón, con 5.851 puntos, obtenidos en Madrid tres años después de su medalla, fue varias veces campeón estatal, tanto en decatlón como en pentatlón. Aquellos 5.851 puntos, por cierto, seguían siendo plusmarca guipuzcoana cuatro lustros después.
Juan Bautista se inició en el ciclismo y si bien destacó como jugador de balonmano, su mayor éxito habría de alcanzarlo en el ámbito del atletismo. Récord nacional de 400 metros vallas, 800 y 1.500 metros lisos, representó a España en la Olimpiada de Londres dentro de estas dos últimas modalidades. Repetidas veces campeón universitario y absoluto en pruebas de medio fondo entre 1942 y 1948, siguió siendo referencia española hasta que irrumpiese Barris.
Carmen fue cuatro veces campeona estatal de baloncesto, amén de capitana de la selección nacional. Y como si no tuviere bastante con la práctica de un solo deporte, también se proclamó subcampeona de España en balonmano, destacando, aunque en menor medida, como jugadora de hockey sobre hierba. Casada con Lorenzo Irazusta, presidente de la Federación Guipuzcoana de Ciclismo, sus vástagos también habrían de mantener viva la tradición familiar, conforme veremos en seguida.
A los 17 Fernando ya celebró un campeonato de España en salto con pértiga, y más adelante establecería el récord nacional con 4 metros y 20 centímetros, marca nada desdeñable, habida cuenta de la rusticidad del material (pértigas de caña) y lo arriesgado de las caídas (sobre montículos de arena). Cuando bastante tiempo después el gran pertiguista Ignacio Sola situó el récord en 4,80 metros, llegó a escribirse iba a ser marca difícilmente superable. Medalla de plata en los Juegos Mediterráneos de Beirut y en los Juegos Iberoamericanos celebrados en Santiago de Chile, estuvo seleccionado para los Juegos Olímpicos de Roma. Sin pértiga también llegó a ostentar otro récord más modesto: el de Guipúzcoa en salto de altura, con 1,68 metros. Ingeniero de carrera, optó por abandonar la práctica deportiva de elite todavía en progresión, pues siempre antepuso la vida familiar y profesional a sus logros sobre la pista. Como Bernardino y Juan Bautista echó raíces en Madrid, en su caso dedicado a la dirección de una compañía refrigeradora.
Agustín, jugador de fútbol, balonmano y pelota vasca, creyó ver en Australia una nueva tierra de promisión, llegando a abrazar esa nacionalidad. Tiempo después acabaría integrándose en una plataforma internacional empeñada en conseguir que la adopción de nueva nacionalidad, cualquiera que esta fuere, no llevase aparejado perder la de origen. Esfuerzo finalmente coronado por el éxito, conforme hoy nos consta. Ya durante el decenio de los 60 se proclamó campeón de Queensland en una variedad de pelota practicada por los antípodas; algo semejante al frontenis, aunque con raquetas especiales.
Tercera generación
José Luis, hijo del pentatleta de igual nombre, fue designado Mejor Deportista Juvenil de La Coruña por su actividad como jugador de hockey sobre patines. Sin embargo superada la adolescencia prefirió cambiar de ruedas, pues como a tantos otros jóvenes le tiraban más los coches que el par de patines. Integrado en Colegio Mayor Cisneros, de rugby, obtuvo el ascenso a 1ª División tras proclamarse campeón de 2ª. Otros dos hermanos suyos eran promesas del hockey al despuntar el convulso decenio de los 70 en el pasado siglo.
Los Irazusta – Adarraga, fruto de la unión de Carmen Adarraga Elizarán con el presidente de la Federación Guipuzcoana de Ciclismo, tampoco rehuyeron tomar el testigo de sus ancestros.
Juan Luis, el hijo mayor, (Hernani, Guipúzcoa, 28-V-1948) tras acreditar muy buenas maneras bajo el marco del Hernani desestimó ingresar en la Real Sociedad, puesto que pretendía estudiar Químicas y la capital donostiarra carecía de facultad. Acumulando nuevos méritos en el Atlético Cataluña, obtuvo ficha del Barcelona a razón de 125.000 ptas. anuales y 8.000 de sueldo mensual, convirtiéndose, claro está, en estudiante potentado, puesto que muchos trabajadores de oficina o dependientas de comercio no llegaban a esas 8.000de salario al concluir los 60. Guardameta acreditado en el Condal, despertaría el interés de clubes punteros durante su cesión al Centro de Deportes Sabadell, entonces dirigido por Pasieguito, su tío. Ya en Zaragoza, a cuyo club llegó cedido por cumplir en la capital maña el servicio militar (temporada 1972-73), alternó campañas de titularidad con otras de suplencia en un equipo que transitaba de “Los Cinco Magníficos” a “Los Zaraguayos”. Luego de once ejercicios en La Romareda, colgó los guantes al concluir la campaña 1982-83.
Su hermana Elena, tras iniciarse en el atletismo, triunfó en el Medina de baloncesto, proclamándose campeona de grupo en 2ª División, además de representar a Guipúzcoa en los Juegos del Cantábrico.
Isabel prefirió el hockey, actividad con la que obtuvo medalla de plata en los Juegos del Cantábrico disputados en La Coruña. Todo ello sin desdeñar el baloncesto, encuadrada en el Hernani, o desatender su profesorado en Educación Física.
Leandro también practicó el baloncesto con los colores del Anoeta, y Susana, medalla de plata y bronce en el trofeo de atletismo Pilar Primo de Rivera celebrado en La Coruña, fue probablemente la mejor promesa del atletismo guipuzcoano allá por 1972.
Una dinastía, la del tronco Adarraga, que empalidece a cualquier otra.