Nicolás Fuentes y las primeras historias de Liga y Copa
De José Ignacio CorcueraHace unos meses presentábamos a Juan María Sáenz de Viguera Fuentes como coautor de la primera historia del Campeonato Nacional de Liga, desde su puesto ejecutivo en Ibérico Europea de Ediciones cuando despuntaba el decenio de los 70. Hoy nos ocupamos de Nicolás Fuentes López (Córdoba 17-VII-1942), responsable de aquel trabajo de campo. Hombre afable, ameno en su exposición, próximo y directo, recuerda perfectamente aquellos días:
«Juan María acababa de trasladarse a Madrid, contratado por el grupo editorial de quien fuese alcalde de la villa, Agustín Rodríguez Sahagún. Mi padre y su madre eran primos segundos y aunque el parentesco fuese lejano manteníamos bastante trato por esas fechas. Un día me propuso recopilar información sobre el Campeonato Nacional de Liga, para una historia que iban a editar por fascículos. Y acepté, naturalmente. Primero porque el fútbol me gustaba, y segundo porque a todo estudiante le vienen de perlas unas buenas pesetas».
Nicolás reconoce unos comienzos dubitativos en la Universidad. Pese a la tradición jurista que le rodeaba -padre, hermanos, y algún otro familiar dedicados al ejercicio del Derecho- se matriculó en Ciencias Químicas, primero, y en Económicas después, entendiendo que la formulación, el laboratorio y los hidrocarburos no eran lo suyo. Respecto al fútbol, en cambio, jamás tuvo dudas: «Simpatizante y seguidor del Athletic, como tantos niños de los 50 y primeros 60, cuando ganaban títulos, aportaban jugadores a la selección y los Carmelo, Orúe, Areta, Canito, Manolín, Garay, impresionante jugador, Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gaínza, o los posteriores Arteche, Eneko Arieta, Mauri, Maguregui, Koldo Aguirre, Etura, Merodio, Uribe o Marcaida, casi parecían de la familia». Una pasión que como tantas fiebres juveniles tardaría mucho en pasársele: «Vi en Madrid la presentación de Uriarte, un futbolista inmenso. Y las de Echeverría, Argoitia, Rojo, el menor de los Arieta… Magníficos, todos ellos. E Iribar, ¿qué decir de Iribar a estas alturas?».
El caso es que no pudiendo negarse a la solicitud de su primo, se hizo asiduo de la Hemeroteca Municipal: «Las horas que habré echado allí… Como tuve claro desde el principio que aquella iba a ser tarea larga, allané el camino, mediante propinas, con los dos bedeles más influyentes. Para cuando llegaba ya me tenían preparada la prensa. El «As» antiguo hasta la Guerra Civil y «Marca» a partir de 1939. Siempre «As» y «Marca» para todo el Campeonato de Liga. De ahí salieron las tablas de goleadores, los extractos de crónica, las plantillas y hasta muchas fotografías».
Su método para conformar las distintas plantillas, sin duda una de las aportaciones más valiosas de aquella obra, difícilmente hubiese podido ser más artesanal: «Apuntaba las alineaciones de la primera jornada y a partir de ahí iba añadiendo cada nuevo futbolista, crónica a crónica». A la fuerza ahorcaban. Hasta bien doblado el rubicón de los 50 en el pasado siglo, la prensa no solía hacerse eco, conforme hoy sucede, de presentaciones oficiales en los distintos equipos. En buena medida, porque éstas apenas si se producían. El balón echaba a rodar, sin más, cada final de julio o a primeros de agosto, justo cuando las linotipias funcionaban a destajo con el Tour de Francia, los incipientes deportes náuticos, ecos taurinos de las distintas ferias o el veraneo del Caudillo. Respecto a la consecución de imágenes, eso sí que fue una auténtica odisea. «Las de los primeros años de Liga proceden del viejo «As». El fotógrafo de la propia hemeroteca, vecino mío, por cierto, aunque hasta entonces no nos conociésemos, era todo un manitas. Instalaba el trípode, ajustaba la luz y ya estaban. Perfectas. Recuerdo que en la editorial me daban 15 pesetas por imagen, y con esos tres duros no sólo tenía para pagarle, sino que aún sobraba algo. A partir de la Guerra Civil, a medida que el Campeonato iba avanzando, ya se pudo disponer de fondos o archivos fotográficos más al uso».
Fue el suyo un trabajo arduo, solitario y contra reloj, porque los fascículos salían semanalmente a los kioscos. En la editorial se entendía habitualmente con el Administrador, Vara del Rey, «hombre todopoderoso allí, hijo del general Vara del Rey, y mano derecha de Rodríguez Sahagún. El pilar de aquella industria, compuesta por dos sellos, uno para obra seria y otro centrado en temas más banales. Lo del fútbol salió en éste, claro. Si Vara del Rey no estaba, se hacía cargo de mis anotaciones su secretaria». Coincide con Juan Sáenz respecto al «trabajo» de Ramón Melcón para los prólogos de la Liga y Pedro Escartín para la Copa: «Yo ni los vi. No por la hemeroteca, no. Ni en la propia editorial». Para los críticos de la obra, sin embargo, tanto Escartín como Melcón fueron sus auténticos artífices, puesto que «su sabia dirección ilumina cada página, como no podía ser menos tratándose de autoridad tan contrastada». También cree conocer las razones por las que Juan Sáenz prefirió ocultarse bajo seudónimo: «Era el director y no hubiese estado bien estampar su identidad en letra impresa. Pudiera haberse antojado feo».
Puesto que la historia del Campeonato de Liga constituyó un rotundo éxito, se decidió continuar con el torneo de Copa. Así que otra vez a sumergirse entre tomos de prensa antigua, ahora mucho más amarillenta. «Las primeras ediciones de ese Campeonato había que rastrearlas por distintas cabeceras. El extinto «As» no servía y «Marca» aún tardaría sus buenos 8 lustros en nacer. Para las imágenes, más de lo mismo; trabajo fino del fotógrafo, extrayendo instantáneas de aquellos periódicos. Y luego, cuando empezaron los partidos de entre semana con clubes modestos, se me hizo realmente costoso mantener el ritmo, la cadencia de los fascículos». Hombre de recursos, Nicolás acabaría encontrando una solución: «Destiné una parte de lo que me pagaban para engatusar a dos amigos. Gracias a ellos, la cosa pudo concluir sin agobios. Pero pese a tanto trabajo, según parece lo de la Copa tuvo menos tirón entre el público. Su tirada nunca se aproximó a la del campeonato liguero».
Una obra gratificante aquella «puesto que me pagaron bien; nunca me faltaban 2.000 ptas. en el bolsillo, y entonces, que conste, esa era toda una cantidad». Trabajo entretenido, muy entretenido, sí, pero a causa de la cual quedaron medio empantanados sus estudios: «Es que no había modo de compaginar las dos cosas. Me retrasé durante esos dos años y luego hube de recuperar, sacando tres cursos en 20 meses».
Su primo Juan María acabó dejando el grupo editorial mientras él, ya con la titulación en la mano, primero formó parte de Seguros Plus Ultra, perteneciente al Banco de Bilbao, pasando más adelante a una aseguradora alemana sita en nuestro país. No volvería a dedicarle tiempo a la historia del deporte rey, por más que continuase entreteniendo su ocio con el ejercicio físico: «Porque mirándolo bien, debo llevar 65 años detrás de una pelota. Primero el balón de fútbol, luego las de tenis y ahora las de golf». Eso entre contrato y contrato, primero defendiendo intereses ajenos y más tarde, a raíz de apostar por la independencia, los de su propia correduría.
Recuerdos de otro tiempo, sin bases de datos ni propósitos estadísticos, de una época en que alrededor de nuestro fútbol todo estaba por hacerse, donde colocar la primera piedra implicaba extraer un bloque de la cantera, trabajarlo a cincel, pulir las superficies, cavar una zanja y depositarlo en ella a puro empujón, sin cortes de cinta, charangas, discursetes y abrazos protocolarios. Recuerdos, tan sólo, hasta hace bien poco: «Porque aunque llegué a tener cinco o seis ejemplares de esas historias, fui regalándolas a medida que me las pedían. Ya se sabe, hay veces que no puedes responder con un «no». Pero hace todavía poco, mis hijos me dieron la sorpresa. Habían encontrado los dos tomos de la Liga no sé dónde y me los regalaron. Ahora sólo faltan los de la Copa, aunque al parecer afloran muchísimo menos».
En efecto, apenas se dejan ver. Y es que si bien salieran con posterioridad compilaciones más novedosas, actualizadas hasta nuestros días, los antiguos fascículos de papel satinado e imágenes coloreadas, encuadernados en falsa piel, siguen siendo un tesoro para cualquier aficionado al fútbol con buen paladar.
Para Nicolás Fuentes López, por su abnegado trabajo de hemeroteca, y Juan María Sáenz de Viguera, como padre de la idea y responsable editorial, nuestro homenaje y sincero agradecimiento. Su mérito fue acercar los hermanos Bienzobas, Zubieta, Aedo, Lecue, Arocha, Cilaurren, Yermo, Vallana, Marculeta o los Regueiro, a una generación que apenas sabía nada de ellos, aún habiendo paladeado los grandes momentos de Di Stéfano, Kubala, Lesmes, Villaverde, Ramallets, Arza, César, Puchades, Basora, Silva, Juncosa o Luis Suárez. En cierto modo resucitaron a Alberty -arrebatado por unas fiebres tifoideas- Arocha -víctima de la sangría civil- Enrique Molina -deshecho por un obús a las afueras de Leningrado- o Guillermo Gorostiza, tras beberse este último la vida a gollete. También recordaron a los primeros extranjeros de preguerra -Laviada, Berkessy, Morera, Alonso, Fuentes o Fernández- y al mexicano Borbolla, primero de posguerra y anticipo de muchos fracasos más gruesos. Suyo fue el mérito.
La historia del fútbol español sigue elevándose sobre aquella primera piedra tan suya.