RESUMEN:

La marcha al país galo fue una constante para muchos jugadores españoles en la década de los años 30 y posteriores debido a la promesa de una vida mejor o menos convulsa. En este artículo se profundiza en tres casos cuyas trayectorias encontraron un punto en común al haber pasado en algún momento por el

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Futbolistas españoles en el FC Metz

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La marcha al país galo fue una constante para muchos jugadores españoles en la década de los años 30 y posteriores debido a la promesa de una vida mejor o menos convulsa. En este artículo se profundiza en tres casos cuyas trayectorias encontraron un punto en común al haber pasado en algún momento por el FC Metz, equipo de la ciudad homónima de unos 120.000 habitantes actuales.

El primero que arribó a les grenats de los tres que se van a mencionar fue el extremo diestro vasco José Altuna Echegoyen. Jugador titular del Real Unión de Irún en aquella primera edición de liga española en 1929, nació en Hondarribia el 26 de diciembre de 1910, por lo que era un talento precoz que se ensamblaba a las mil maravillas con otros jugadores más contrastados como Gamborena o René Petit.

Sin embargo, los aficionados locales que más le recuerdan son los béticos. Esto se debe a que bajó al barro de Segunda División a la temporada siguiente con el objetivo de darles el primer ascenso de su historia al Real Betis, algo que se terminó materializando en la temporada 1931-32. Pese a su juventud, Altuna se convirtió en un timón imprescindible en ataque, sacando córners y siendo uno de los mayores asistentes del equipo, surtiendo pases de gol a jugadores como Rosendo Romero, Ramón Herrera o Andrés Aranda Gutiérrez.

Debutó el 12 de enero de 1930, donde ganaron cinco a dos al Real Oviedo. El ABC aseguró que Altuna brilló, presumiblemente de interior, pero uniéndose a los otros cuatro atacantes con los que se jugaba en la época. ‘Pepe’, nombre con el que firmaba los autógrafos, se erigió como uno de los mejores jugadores de la categoría, teniéndole tomada la medida en especial al Real Oviedo, ya que el 29 de marzo de 1931 les volvieron a ganar por tres a dos, esta vez gracias a un gol desestabilizador suyo.

El Real Betis subía… pero ocupaba la plaza del Real Unión de Irún que, tras cuatro ediciones, se despedía para siempre de la élite. No obstante, aquel primer año en segunda se intentó armar una plantilla para subir, por lo que Altuna decidió echar una mano a su equipo natal. Redebutó en la temporada 1932-33, esta vez con otros atacantes como Sánchez Azcona o Elícegui, si bien todo seguía milimetrado desde la medular por Gamborena. Empezaron fuertes liderando a tramos la tabla clasificatoria, si bien esta vez sería el Oviedo quien se cobraría su particular venganza con Altuna, ascendiendo en aquella famosa temporada con Isidro Lángara como referente.

Tras aquella solitaria temporada, Altuna decide embarcarse en una aventura al otro lado de la frontera de Irún, desarrollando el resto de su carrera extramuros. Halla cobijo en una entidad muy particular llamada Club Sportif Espagnol de Bordeaux. Ubicados en el segundo escalón francés para la temporada 1933-34, el conjunto hace historia al ser el único equipo de carácter extranjero que logra jugar en una categoría profesional en Francia; fundado en 1926 como amateur (rechazada su profesionalización en 1932 quizás por falta de público, taquilla o mecenazgo), el también denominado Deportivo Espagnol Bordeaux -algunas fuentes aseguran que vestían con los colores de la bandera republicana-, estaba formado por jugadores de la comunidad española de la región de Burdeos, por lo que era común leer los onces con mezcla hispano-francesa.

Aquella temporada la finalizaron en cuarto lugar solo por detrás de grandes nombres como Olympique de Alès, el Saint-Étienne y el Mónaco, destacando en la liga al estilo de Euskadi y su particular aventura en la campaña mexicana que sucedería pocos años después. Sin embargo, aquel rendimiento fue algo meramente efímero, pues la liga francesa impuso la fusión con el SC Bastidienne, formando el Hispano.

Altuna decidió permanecer una temporada en el Hispano Bastidien, coincidiendo con el otrora capitán galo en el Mundial de Uruguay’30, Alexandre Villaplane, cuya historia terminó con fusilamiento por pertenencia a las SS. Por otra parte, la fusión no tuvo éxito tras la marcha en 1935 de los dirigentes del Club Deportivo Español de Burdeos en protesta por la prohibición de alinear a más de cinco extranjeros en la liga.

A inicios de agosto de 1935 se hace oficial su pase al FC Metz, equipo recién ascendido a la Primera División francesa y que probablemente se fijara en el español tras haberlo sufrido como rival la pasada temporada. No obstante, Altuna no entró tanto en juego como acostumbraba, cerrando la temporada 1935-36 con cinco partidos, tres de liga y dos de copa. Disputó la totalidad de ellos y anotó dos goles, pero no logró hacerse con un puesto fijo en el once, víctima de una época donde la participación de los extranjeros estaba limitada.

Es curioso anotar que, mientras que él sí consta en la web oficial del club como jugador, no se hace mención a su compatriota Fermín Guillén, un interior que vino junto al vasco desde Burdeos y que las pocas ocasiones que entró en dinámica fue con el equipo reserva. Los partidos que Altuna reforzaba ese plantel se les atribuía a ambos un juego vistoso y de gran entendimiento mutuo. Los periódicos de lengua francesa se hicieron eco de la más que probable continuidad del ex-bético en la entidad, por entonces llamada Club des Sports de Metz tras su fusión en 1934 con el AS Messina, si bien fueron los diarios alsacianos de lengua alemana quienes acertaron en su pronóstico, escribiendo en junio de 1936 los nombres de Altuna y Guillén como bajas del conjunto granate de cara a la siguiente temporada.

Volviendo a la persona exclusiva de José Altuna, intentó alargar un poco más su carrera con 27 años en España, esta vez disputando un partido amistoso de prueba con el FC Barcelona, si bien su experiencia culé no fue más allá de aquellos minutos de 1937. Como tantos otros que estuvieron en el extranjero durante parte de la Guerra Civil, su rol en Francia le hizo entrar en alguna lista de depuración franquista, pero, tras revisar diversas causas, fue levantada la sanción a finales de 1939 a varios jugadores entre los que figuraba su nombre. Falleció el 12 de enero de 1980 en Irún.

El caso del extremo izquierdo catalán Mario Cabanes Sabat es más célebre. Nacido en 1914 en Barcelona, en 1933 comenzó a despuntar en la Penya Sagi-Barba, de donde pasó a los amateurs del FC Barcelona entrenados por el ex-arquero Ramón Llorens. Su eléctrico desborde le valió la llamada con los mayores, dejando una buena imagen tal y como él recordó en una entrevista con ABC: «me convocaron en el campo de Las Corts, fue la primera vez que me puse las botas de tacos y me marcó un defensa famoso, Zabalo, un artista… Creí que no tocaría pelota pero todo me salió bien, la pierna izquierda era mi mejor arma, tenía un dominio extraordinario y mis centros eran la dicha de Escolá y Ventolrá».

Su debut en liga no se hizo esperar, llegando con 20 años. El gallego Ramón Miranda había caído lesionado en la concentración, por lo que Cabanes viajó sólo hasta Santander para suplirlo. «Le pregunté a un señor si faltaba mucho para llegar porque el partido empezaba a las tres… Le expliqué mi periplo, se sorprendió por mi juventud y me dijo «no se preocupe, soy el árbitro…» Vino a buscarme Modesto, ya en el hotel Greenwell, el entrenador, me hizo comer una sopa y dos huevos y al campo; perdimos por 2-1 pero di el pase del gol». El partido al que se refería el propio Cabanes tuvo lugar el 18 de febrero de 1934, compartiendo ataque con jugadores de alcurnia como Seve Goiburu, uno de los héroes del España-Inglaterra de 1929. Sin embargo, la memoria le fue esquiva tras tantos años, pues la derrota fue por tres a uno.

El estallido de la Guerra Civil quiso pillar a Cabanes de asueto, primero en Berlín presenciando los Juegos Olímpicos de 1936 y posteriormente en Hungría acogido por su compañero húngaro Elmer Berkessi, por lo que, tras estudiar la situación, decidieron hacer un alto permanente en Francia durante el camino de vuelta. Astuto u oportunista, a diferencia de tantos otros que emigraron, Cabanes logró hacerlo bajo una identidad francesa falsa, usada para tramitar su ficha en Metz para la temporada 1937-38. Existe una famosa foto durante el partido Metz-Sète de 1938 al posar nada menos que cuatro ‘culés’: Cabanes por parte grenat, Raich, Escolà y Balmanya por parte rival. En aquella temporada anotó ocho goles en 15 partidos disputados, si bien el Metz acabó en mitad de tabla clasificatoria.

De acuerdo con informaciones de José Ignacio Corcuera, Cabanes regresó a España en 1939 tras finalizar la contienda, si bien no se salvó de sufrir en sus propias carnes el centro de “clasificación” irunés, instalaciones que, sin aludirlas como campos de internamiento, se alejaban igualmente de cualquier derecho humano. La estrategia de desaparecer oficialmente durante su estadía gala fue un aval para su salvación sin antecedentes, acabando en un regimiento militar de Algeciras. Allí retomó brevemente la práctica deportiva, pasando posteriormente a la Balompédica Linense, el Real Oviedo y el Sabadell, jugando sus últimos minutos en 1942.

«Mi padre era partidario de una carrera que ya había iniciado y compaginaba con autorización del Barcelona; «el fútbol está bien para la salud, pero el estudio para el trabajo», me decía». Una vez conseguido alejarse del estamento militar y los desplazamientos, Cabanes se marchó a Salamanca a completar sus estudios de medicina, especializándose en la deportiva. Estuvo 34 años en el staff del Espanyol y 15 en la Real Federación de Tenis, concretamente entre 1960 y 1975, época en la que trató a personajes históricos nacionales como Manolo Santana. En Internet hay muchas fotos de aquellos años entre tratamientos y Copas Davis, siendo condecorado con la Medalla al Mérito Deportivo. Falleció en 2005 a la edad de 91 años.

El tercer y último integrante de este grupo es el zaguero Heliodoro Delgado Rodríguez, un nombre que apenas refleja resultados al investigar sobre su figura. Pese a tener nombre y apellidos tan castellanizados, Heliodoro fue un jugador francés de facto. Nacido el 6 de mayo de 1922 en Descargamaría, pueblo cacereño cercano a Portugal, la familia Delgado decidió mudarse a Floirac, en el distrito de Burdeos, cuando Heliodoro cumplió el primer año de vida.

Sus inicios en el fútbol se desarrollan en equipos aledaños a ‘la perla de Aquitania’, desde el Girondins hasta el FC Bordeaux, si bien no alcanza el rango de jugador profesional hasta 1944, cuando se une a las filas del Toulouse. Las crónicas foráneas de la época lo definen como un lateral robusto y potente, de 1,78 metros de altura y alternando entre los 70 y 80 kilogramos. De tendencia ambidextra para sacar el balón, solía componer la defensa con el internacional galo André Frey y Pierre Bican, este último, por cierto, todo un campeón nacional en ping-pong.

Heliodoro se mantiene en plantilla hasta el final de la temporada 1947-48, si bien no formó parte del 11 inicial que marcó todo un hito en Les Corts ante 60.000 espectadores; la victoria del Toulouse ante el Barça en partido amistoso el 19 de marzo. Los cuatro años de desempeño le hicieron ser uno de los jugadores más valiosos de la entidad. Su entrenador Edmond Enée incluso dejó una frase contundente a los medios: «mi equipo no se sostiene en pie hasta que Delgado no entra al campo».

El escaparate no tardó en llamar la atención de los rivales, por lo que el Racing Club de París, por entonces uno de los equipos más laureados del país, lo contrató hasta 1951. En el equipo coincidió con el guardameta internacional con Francia René Vignal, con quien convivió en un piso de París tras haber compartido vestuario igualmente en Toulouse. La entidad atravesó un buen momento al alzarse con la Copa de Francia de 1949 al arrollar en la final al Lille, pudiendo haber firmado el doblete a la edición siguiente de no ser por su verdugo en la final, un Stade de Reims que empezaba a demostrar por qué llegó a la final de la Copa de Europa en dos ocasiones durante la década de los años 50.

Finalmente, para la campaña de 1951-52, Heliodoro decide salir en busca de los minutos que no le ofrecía el entrenador Paul Baron en París, hallando su hueco durante dos temporadas en el FC Metz. Allí goza de confianza con 34 partidos disputados en la primera temporada por los 19 de la segunda, aunando 53 partidos con la zamarra granate.

Si en sus anteriores experiencias tuvo a René Vignal como arquero, en el conjunto messin gozó de la presencia del portero de Francia en el Mundial de 1954, François Remetter, quien sostuvo al equipo en un meritorio 5º puesto, muy alejado del Racing París que acabó la temporada en posiciones cercanas al descenso.

Tras superar la treintena, hay constancia de que Heliodoro Delgado cambió los botines por la batuta de entrenador en el modesto CS Thillot durante la temporada 1954-55; Le Thillot es una localidad de apenas 3.000 habitantes situada al este de Francia, por encima de Suiza. Es probable que el lateral la conociera a través de Remetter, que jugó una temporada allí (1949-50) antes de recalar en Metz hasta 1954, coincidiendo con el propio Heliodoro.

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