Final de Copa del año 1942: Barcelona vs. Atlético de Bilbao. Crónicas, comentarios y opiniones.
De Carlos Aiestaran Álvarez1.- Introducción
El Athletic Club fue el equipo más laureado de la competición de Copa en el siglo XX, ganándose el apodo de rey de copas, hasta que en 1998 fue superado por el Barcelona.
Tras la proclamación de la República en el año 1931, y con antelación al estallido de la Guerra Civil, obtuvo tres títulos consecutivos: 1931, 1932 y 1933.
a) La Copa del Presidente de la República de Fútbol del año 1931 se disputó a partido único en el Estadio de Chamartín de Madrid el día 21 de junio de 1931. Se enfrentaron el Athletic Club y el Betis Balompié, venciendo el primero por 3 tantos (Chirri II, Roberto y Bata) a 1 (Sanz), proclamándose campeón por undécima vez.
b) La correspondiente al año 1932 se disputó nuevamente en el Estadio de Chamartín de Madrid el día 19 de junio de 1932, contendiendo el Athletic Club y el F. C. Barcelona. El partido resultó nuevamente favorable al Athletic por 1 (Bata) a 0, consiguiendo así su duodécimo título.
c) La final del año 1933 se disputó en el Estadio de Montjuic (Barcelona) el 25 de junio del año en curso, enfrentándose el Athletic Club y el Madrid F. C., resultando vencedor el equipo bilbaíno por 2 goles (Lafuente y Gorostiza) a 1 (Lazcano).
Al ganar por tercera vez consecutiva el título, obtuvo asimismo su segundo trofeo en propiedad, tras el ya conseguido por el triplete de 1914-15-16. Tras la finalización de la Guerra Civil obtuvo los últimos trofeos en los años 1943-44-45 (tercer trofeo en propiedad) 50-55-56-58-69-73 y 84. Desde entonces el antiguo Rey de Copas no ha ganado ninguna, estando a la espera de lo que suceda en la final de la final correspondiente presente año, aplazada como consecuencia de la pandemia.
Después de esta pequeña introducción quiero detenerme en la final de la Copa del Generalísimo del año 1942 puesto que fue la única que disputó como portero titular José María Echevarria Ayestarán, gran cancerbero, pero de corta trayectoria obligado a abandonar su carrera deportiva tras contraer la tuberculosis.
2.- La gran final, predicciones y vaticinios
Resultaba muy difícil predecir el triunfador. Los dos históricos sabían jugar al fútbol y las fuerzas estaban muy niveladas. Eran dos técnicas y dos modalidades de juego completamente distintas, pero, en ambos bandos existía gran clase de fútbol y las mismas ansias de triunfo.
No obstante, a la vista de la marcha imparable del Barcelona, existía un pronóstico francamente favorable al equipo catalán, pero, sin embargo, se equivocaba quien se guiara por él. En efecto, el Atlético de Bilbao, con su fútbol profundo de los pases y la línea recta en el avance, con sus medios que batallaban ardorosa y codiciosamente, con su sólida pareja defensiva y su guardameta flexible, valiente y seguro, era un enemigo peligrosísimo para el mejor equipo en un partido único. Conservaba pura la tradición del viejo Athletic, que cuando llegaba a la final era para ganarla, al decidir la contienda con sólo cinco minutos de inspiración y efectividad.
De lo que no había duda era de que se trataba de una final de altura y de categoría.
3.- El día D en Chamartín: 21 de junio de 1942
Por tratarse de uno de los partidos más importantes de los que disputó Echevarría, transcribo la descripción que del mismo realizó el cronista deportivo Fielpeña, especialista en finales de Copa.
Tres días antes del partido, Chamartín tenía sus localidades agotadas. 22.000 espectadores presenciarían así la contienda que se esperaba álgida. Y superó todos los cálculos de emoción.
El Generalísimo Franco dio aún más realce a la gran final, al aparecer en el campo apenas comenzado el encuentro. La muchedumbre aclamó con entusiasmo al Caudillo, mientras los jugadores interrumpían el juego para saludar ante la tribuna. Fue una explosión de aclamaciones y vítores, exponente de la identificación de un pueblo hacia su salvador.
En esta tarde calurosa de 21 de junio el Barcelona volvió a ganar un título que desde hacía catorce años no poseía. Y merecidamente, bajo el arbitraje de Ocaña –debut en una final– y con estos hombres: Miró; Zabala, Benito; Raich, Rosalén, Llacer; Sospedrá, Escolá, Martín, Balmaña y Bravo.
El Atlético de Bilbao presentó igual equipo que en el desempate contra el Real Madrid en Las Corts, sustituyendo Bertol a Ortúzar: Echevarría; Arqueta, Mieza; Bertol, Ortiz, Urra; Iriondo, Panizo, Zarra, Gárate y Elices.
Mandó el Barcelona ligeramente, en el primer tiempo. A los veinte minutos tras unos ataques sueltos del Atlético, Escolá –el mejor hombre en este periodo– avanzó hábilmente. Dos esquives con el cuerpo y un tiro duro y alto, que batió al internacional Echevarría. El campo se vino abajo con el gran gol del fino interior.
Pero el encuentro dio pronto su primera vuelta. Balmaña lanzó un tiro al poste y el rechace significó una escapada veloz de los vascos. Centro de Elices y remate de Iriondo [1] al débil despeje de Miró. Primer empate. Era el minuto veintinueve. Aunque el Barcelona jugaba mejor, por la gran brega de sus interiores, no hubo más tantos.
En el segundo tiempo los catalanes realizan veinte minutos memorables. Martín se muestra muy peligroso. A los seis minutos se filtra entre la defensa y bate al guardameta vasco.
Al cuarto de hora Escolá logra el tercero [2], en un saque de esquina. Muchos creen que la final ya está decidida.
Pero es no conocer al Atlético de Bilbao. Va tanteando su momento. A sus ataques, cada vez más profundos, responde el Barcelona cerrando sus líneas. No es un error porque con los interiores atrás, los catalanes han ganado varios partidos en la Copa. Y, sin embargo, aunque parezca imposible que aquella sólida y serena barrera sea desbordada, el Atlético realiza el milagro. Panizo tira del ataque como antes Escolá del contrario. A los treinta y cuatro minutos Elices marca el segundo. La avalancha vasca es tremenda. Y dos minutos después, Zarra desvía de cabeza un centro de Elices y clava el empate a tres. Se abrazan los bilbaínos, mientras el campo se estremece con la emoción de este maravilloso esfuerzo. Aún está a punto de ganar el Atlético en los minutos finales, porque el Barcelona se encuentra desconcertado. Pero Iriondo desperdicia la gran ocasión.
Se llega a la prórroga.
Los equipos están agotados del esfuerzo y del calor. Comienza dominando el Atlético de Bilbao, que nuevamente pierde el título, al fallar Zarra a tres metros.
Se lesiona Ortiz y apenas rinde. A los once minutos Martín hace otra gran jugada. Gana la acción a la defensa y clava por bajo el cuarto gol, que será el del triunfo del Barcelona.
La segunda parte de la prórroga es pobre en juego. Los dos bandos están agotados. Y en el último minuto, Bravo, solo ante Echevarría, tira contra el cuerpo del guardameta y falla la posibilidad de aumentar distancias.
Merecidamente había triunfado el Barcelona. Jugó bastante más que el Atlético. Pero la magnífica reacción de los vencidos, que pudo darles la victoria, mostró cuán difícil es batir al equipo vasco en una final. De dieciocho disputadas venció en trece.
Sólo otro gran especialista, el Barcelona, podía frenarle en el encuentro decisivo. Porque los catalanes habían jugado trece finales, ganando nueve. Dos marcas realmente impresionantes.
El Caudillo entregó la Copa a Raich entre nuevas aclamaciones y brazos en alto, mientras a Martín le sacaban desvanecido por la emoción y el esfuerzo.
El general Moscardó, delegado nacional de Deportes, felicitó al Atlético por su comportamiento caballeroso ante la derrota, más de notar por la falta de costumbre de perder.
Así es siempre, escribía José María Ubeda en Pueblo, “este Atlético que debiera unir a su escudo esta leyenda ‘¡Siempre! ¡Siempre! ‘[Fielpeña (1942: pp. 197-198). 40 años de campeonato de España de fútbol. Madrid, Ediciones Alonso].
Fue esta derrota uno de los grandes dolores deportivos de Echevarría, una desgracia que todos los jugadores del Atlético de Bilbao lloraron con gran sentimiento.
La temporada acababa para el Atlético de Bilbao con esa nota de tristeza mientras, que, por el contrario, para el Barcelona suponía un doble triunfo: Copa y permanencia en la primera División.
4.- Crónica de Eduardo Teus [3], seleccionador nacional
Después de la guerra son tres las finales de Copa que se han jugado en Madrid. Las tres con calor sofocante. Es natural que a fines de junio se sude en la meseta castellana: pero lo que ya no resulta tan lógico es que sea justo el día de la final el más caluroso. Recuerdo que hace tres años, mientras nos asábamos y padecían los jugadores en la tarde tórrida de Vallecas en el encuentro Madrid-Español, saltábamos siete días después a una final de aficionados con temperatura agradable. Esta vez, toda la semana anterior se pudo disfrutar en Madrid de un tiempo fresco y soportable. Y el domingo se nos echó encima la tarde caliginosa e inaguantable. Era pintiparada para la siesta o la cervecería, bien a la sombra. En una temperatura de horno, miles de espectadores en mangas de camisa aguantaron durante cerca de cuatro horas –había que madrugar para coger sitio– los rayos ardientes de sol, y 22 jugadores, en una admirable forma física, jugaron un magnífico partido de ciento veinte minutos.
Para calibrar bien el fútbol que se realizó en Chamartín, no olvidemos ese detalle, que algunos parecen olvidar, de los cuarenta grados al sol en una tarde en que no corría viento. En una tarde calenturienta de pesadilla para todo esfuerzo físico. Y el fútbol es de los más violentos.
La tabla de lo que ha ocurrido otras veces nos dice que en las finales de Copa entre el Barcelona y el Atlético bilbaíno siempre se termina el primer tiempo con un empate. Así sucedió en sus dos anteriores ediciones, y eso tenía que suceder el domingo en Chamartín. Hubo el gol espléndido de Escolá. Un gol de maravilla, forjado en los dos regates sobrios para quedarse libre. Tenía que venir luego el disparo potente y colocado que batiría irremisiblemente a Echevarría. Y el empate de Iriondo [1] en un tanto clásico a lo Athlétic (sic). En el barullo del despeje deficiente de Miró, para que el oportunismo de Iriondo [1] pudiese clavar el remate.
De esta forma, con el uno a uno en el casillero, se mantenía vivo todo el interés y la emoción de una gran contienda. De un partido que yo no mido sólo por la emoción de la igualdad en la marcha del tanteador con el segundo empate, sino por el gran fútbol que se realizó, que algunos no acertaron a ver. Descuidaban pesar estos factores: balón ligero, trascendencia del encuentro con su consecuente nerviosismo, juego vigilante y destructivo y temperatura de espanto. Yo los tengo en cuenta y fallo que vimos una gran final, no sólo por su emoción, sino por la altura técnica del juego que se desarrolló. Porque se jugó un excelente fútbol en ese arranque de los avances de un magnífico cuarteto de interiores: Escolá, Panizo, Balmaña y Gárate.
Cualquier equipo, no sólo de España, sino del mundo entero, se hubiese entregado al marcárseles dos goles en la segunda parte. A los catorce minutos del segundo tiempo, el Barcelona tenía un tres a uno a su favor. En una rápida internada de Martín, éste había despistado, dejándole clavado a Echevarría. Y poco después, un flojo remate de cabeza de Escolá, era el tercer gol. Entonces, después de atacar todavía algún rato, el Barcelona –fue el instante en que Arqueta, con un penalty que no se pitó, impidió que Martín se asegurase el triunfo– organizó su defensiva. Era lo lógico y natural. Nadie conserva indefinidamente energías para seguir alegremente atacando. El Barcelona se las reservaba, cerrando el camino a su adversario. No parecía que había huecos. Fueron los momentos más felices de Rosalén. Todo el Barcelona, con Balmaña, más acentuadamente cuarto medio que nunca, y Raich, espléndido de juego, era un sólido bloque sin resquicios. Cualquier equipo en el mundo, entrando ya en el último cuarto de hora y con dos tantos en contra en una final, se hubiese desanimado. Cualquier equipo menos el Atlético bilbaíno.
En dos minutos cambió el partido. Le bastaron dos minutos. A los treinta y cuatro, el gol de Elices en otro clásico barullo. A los treinta y seis, el testarazo de Zarra. Ya estaban empatados de nuevo los dos equipos. Y quedaban nueve minutos. En ellos no perdió el Barcelona la final, todavía no sabemos cómo y por qué. Porque la tuvo perdida tres o cuatro veces. En una caída en vertical del equipo, desalentados, agotados y entregados frente al ímpetu joven y arrollador del Atlético.
Seamos curiosamente veraces. El Barcelona mereció ganar por su mejor fútbol a lo largo del partido; pero el Barcelona tuvo suerte en triunfar. En la prórroga, quien marcase antes ganaba. Y fue el Atlético bilbaíno quien tuvo su clara oportunidad antes de que Martín marcase el gol del triunfo. Un tanto hecho y dado por Iriondo y desaprovechado por la juvenil inexperiencia de Zarra. Y el Barcelona, al marcar Martín –se me echaron encima hace dos meses [4] los de la crítica negativa, porque lo puse en lugar de Zarra–, quedó ya campeón, aunque restasen minutos de juego.
Ya era imposible reacciones.
Ni aún el Atlético podía ser capaz de ello.
5.- Opiniones de Nogués y Urquizu, entrenadores del Barcelona y Atlético de Bilbao, respectivamente
5.1.- Nogués:
Arde en alegría el vestuario del Barcelona, y Pepe Nogués emocionado y sin tomarse la molestia de disimularlo, estrecha manos, recibe plácemes y, pese a su amabilidad, que le hace multiplicarse, se ve impotente para atender a todos.
El hombre que tanto ha hecho por el resurgir barcelonista, creando un equipo donde solo había once jugadores, es adorado por sus muchachos, que se lo demuestran claramente y con verdadera efusión.
Por fin, logramos separarlo del foco principal, y cuando nos disponíamos a preguntarle su opinión acerca del encuentro, nos la da espontáneamente:
—¡Qué susto he pasado! Pero, en fin, la cosa ha quedado en susto.
—¿Temiste perder el partido?
—Sí. Lo confieso. Acaso fuera porque unos minutos antes creía tenerlo ganado, pero cuando marcó Zarra el tercer tanto…
—Sí, realmente, la cosa no era como para estar tranquilo.
—Lo verdaderamente terrible ha sido el contraste. ¡Estaba jugando tan magníficamente el equipo unos momentos antes!
—¿Qué opinas de tus muchachos?
Un momento de vacilación. Vemos a Nogués verdaderamente preocupado; luego se le aclara el rostro en ancha sonrisa, y, ya tranquilo, contesta:
—Que están ahora muy bien. La cuestión que tenía planteada el equipo era, aparte de la técnica, una cuestión de moral y ésta ha sido resuelta. Los muchachos han salido del marasmo en que se han debatido durante la Liga. Además, las lesiones nos castigaron mucho.
—Bueno, dejemos esto y dime algo del partido de hoy.
—¿Qué quieres que diga? A fuerza de fijarme en cosas demasiado concretas acaba uno por perder la visión del conjunto. En la primera parte creo que se ha jugado mejor que en el resto del encuentro, que ha sido de una emoción insuperable.
—¿Qué jugada crees que ha sido la mejor del encuentro?
—Sin discusión, el primer tanto nuestro. La ejecución material, tanto de la jugada que le precedió, como el tiro mismo, creo que no pueden mejorarse.
Pero no es esto lo que yo creo es el mayor mérito de la espléndida jugada de Escolá, sino el haber sabido conservar plenamente su sangre fría cuando todos estaban todavía terriblemente nerviosos.
—Y, aparte de los tantos, ¿cuál fue el momento que creíste más peligroso para la meta bilbaína?
—El instante en que Martín pareció que había salvado ya la defensa, siendo luego derribado, o aquel otro, en la prórroga, en que Bravo se encontró solo con Echevarría.
—¿Y para vuestro marco?
—El balón que Iriondo tiró por alto, a fines de la segunda parte, y el momento en que Zarra se encontró solo ante Miró.
—¿Quién crees fue el mejor hombre en el campo?
—No sé; algunos de los nuestros han estado muy bien; Echevarría y Arqueta también, así como Panizo y Gárate. Desde luego, no sé si ha sido el mejor hombre en el campo, pero aquel cuyo juego me ha gustado más, por su calidad, ha sido Escolá.
—¿Qué más quieres contarme?
—Pues ya nada más. Que el público estuvo muy bien, y que yo estoy contentísimo.
—¿Y de la promoción? (Marca
—Vamos a no hablar de esto ahora. Mañana, cuando estemos más tranquilos. Son muchos los nervios de esta tarde. (Fuente: Marca, 23-06-1942)
5.2.- Urquizu: Ya hemos dicho en más de una ocasión lo difícil que es arrancarle a Urquizu, entrenador del Atlético de Bilbao, unas declaraciones sobre la marcha de sus huestes, las aspiraciones y los proyectos. Esto lo vivimos por última vez el mismo sábado, a veinticuatro horas del encuentro: Urquizu sólo nos dijo, y permitió que nos dijeran, lo que creyó ‘conveniente’ y no ‘perjudicial’.
Pero esta tarde, apenas transcurridos diez minutos después del partido, y cuando creíamos encontrarle taciturno y hasta malhumorado, nos hemos llevado la sorpresa de encontrarnos con un Urquizu desconocido. Y hablamos:
—Parece que te ha disgustado poco haber perdido.
—La pregunta la enfocan ustedes porque me ven sereno de espíritu y hasta comunicativo. ¿Verdad que sí?
—En efecto, nos sorprende…
—Pues he aquí el porqué de esta alegría mía y de todos los nuestros: la asistencia de S. E. el Generalísimo al encuentro que hemos tenido el honor de jugar bajo su presidencia. Esto, la verdad, no lo esperábamos. Y si acaso empaña algo nuestra alegría el haber perdido, queda compensada con creces por el orgullo de mis muchachos de haberse sabido observados por el Caudillo.
—Esta grata impresión, querido Urquizu, no ha sido sólo vuestra: ha llegado también a los miles de corazones que llenaban esta tarde el recinto de Chamartín. Si te parece, y aprovechando tu estado comunicativo, ¿podemos hablar del partido propiamente dicho? Por ejemplo, quisiéramos saber si te parece justa la victoria del Barcelona.
—Nadie será capaz de ponerlo en duda, por más que le pese. El Barcelona ha jugado un partido con un estado de ánimo como jamás he visto. Quiero decir que la tranquilidad que tenían todos, la serenidad, no es común en momentos de tanta trascendencia como la final de un campeonato. Ahora bien; con estricta justicia, creo que hemos tenido un poquito de mala suerte, y fue en aquel momento preciso en que Zarra se atracó de balón al rematar el pase de Iriondo. Le faltó a Zarra, en aquel momento, la serenidad; no tenía necesidad más que de empujar la pelota para introducirla en la meta. Allí perdimos el campeonato.
—Pero quedaban las esperanzas de la prórroga.
—La esperanza, después de un momento de evidente mala suerte, suele ser remota, porque se desconfía de la buena fortuna. Luego salieron los muchachos con más brío que en todo el encuentro, superando al Barcelona en facultades físicas; hubo de todo, y la defensa azulgrana apenas si se valió para despejar las situaciones apuradas. Luego llegó el gol de Martín, estupendo de voluntad por parte del ejecutante, pero debido también a un fallo de nuestros defensas, colocados paralelamente y excesivamente adelantados; así fue cómo Martín pudo desbordarles y llegar el gol en un esfuerzo sobrehumano.
—¿Los mayores méritos sobre el terreno?
—No hablaré de individualidades, pues si bien las hubo, y muy dignas de tener en consideración, solo puedo destacar por nuestra parte el gran mérito que representa para un cuadro que ha tenido ya hasta momentos de desfallecimiento moral, el acierto de remontar una diferencia notable, como lo son dos goles, cuando el partido va de vencida. El Atlético de Bilbao, aun habiendo perdido, ha realizado la mejor hazaña de toda la tarde. Yo no dudaba que llegaría en un momento dado aquella emocionante reacción; pero, la verdad, me impresioné muchísimo cuando vi que mis muchachos desfallecían cuando faltaba media hora para terminar el tiempo reglamentario. Se me encogió el corazón y me revelé; no señor; aquello no podía quedar así. Nada de entregarse antes de tiempo; había que hacer honor a la fama de ‘leones’ con que se nos conoció siempre a los de San Mamés.
Y surgieron arrollándolo todo, en un impulso incontenible. Sólo por aquello mereció el Atlético de Bilbao ser campeón de España y recibir de manos del Caudillo el precioso trofeo. La suerte no lo ha querido así, y justo es que nos conformemos, pero haciendo justicia ante todo y reconociendo que por méritos deportivos el Barcelona es un buen campeón.” (Fuente: Marca, 23-06-1942).
6.- El partido por la radio
Lo que más ha quedado grabado en mi memoria del encuentro de hoy, es que ha habido muchos cambios. Me explicaré: lo más dificultoso para un locutor, son los momentos iniciales del encuentro, cuando con la máxima atención y con los nervios tensos se procura localizar a cada jugador en su puesto a fin de citar su nombre en una décima de segundo; a medida que el tiempo transcurre esta tensión desaparece, para comenzar de nuevo al iniciarse el segundo tiempo, por el cambio total de puestos al trocarse los campos. Si a esto se añade una prórroga con dos cambios de terreno, se comprenderá fácilmente lo desmadejado que uno queda al pitar el árbitro el final del partido.
He extrañado enormemente el punto de vista en que he contemplado el partido; en Berlín y Milán, los últimos que he radiado, la visión era de pájaro desde las altas cabinas encristaladas; aquí a medio metro de la línea de juego y a ras de campo, veía poco más que una hormiga. Pero creo que esforzándome logré lanzar al éter el juego magnífico del Barcelona con dos interiores de clase extraordinaria y el ímpetu de un Atlético que igualó un partido perdido y que flojeó en la prórroga decisiva. ¡Ah! Y la emoción del partido que llegó a contagiarme, a pesar de mi falta de preferencias por algunos de los equipos contendientes.” (Fuente: Enrique Mariñas [5]. Marca, 23-06-1942).
7.- Otras opiniones
7.1.- General Moscardó, delegado nacional de Deportes
Una gran final, realzada por la presencia de S. E. el Jefe del Estado. Con este partido, puede decirse que el fútbol español se ha rehabilitado de pasados yerros de carácter internacional. Los adversarios, digno el uno del otro, han puesto en la lucha sus mejores características. Moralmente, no puede afirmarse categóricamente que haya habido vencedor y vencido.
7.2.- Javier Barroso, presidente de la Federación Española de Fútbol
Un triunfo merecido del Barcelona, que ha jugado con una serenidad francamente extraordinaria. Pero sin olvidar la magnífica reacción del Atlético de Bilbao remontando una diferencia, y aun estando a punto de ganar un partido perdido a todas luces.
7.3.- Ramón Sánchez Pizjuán, vicepresidente de la Federación Española de Fútbol
A este Barcelona le vi jugar y eliminar al Sevilla. Me sorprendió la actuación de aquel equipo azulgrana, renacido. Hoy le he visto jugar y ganar merecidamente, sin apenas esfuerzo físico. Porque si bien terminaron agotados, no fue por el impulso de su táctica, sino por imperio de las circunstancias del atacante.
7.4.- Sánchez Ocaña, secretario de la Federación Española de Fútbol
Una final como no se ha visto en mucho tiempo. Como secretario de la Federación añado, además, nuestro gran orgullo por la presencia del Caudillo.
7.5.- Arqueta, capitán del Atlético de Bilbao
Creo que hemos tenido mala suerte, pero no durante todo el partido, sino precisamente en el momento en que pudimos ganarlo.
7.6.- Raich, capitán del Barcelona
Casi ni me quedan fuerzas para hablar. Pero no puedo callarme la gran emoción –que vivirá mucho tiempo en mí– de haber recibido de manos del Caudillo la Copa del Generalísimo y oído de sus labios cordial felicitación por nuestro triunfo. Después de esto, he olvidado todo lo demás.
7.7.- Manuel Fernández Cuesta [6], director de Marca
Ganó el Barcelona merecidamente y esta vez no fallaron los técnicos. Los azulgranas no debieron llegar a la prórroga, sino resolver el partido en el tiempo normal. La confianza les llevó a la viril reacción vasca que les pudo costar el encuentro. Entre los veintidós hombres, dos figuras extraordinarias: Escolá y Balmaña, verdaderos cerebros del conjunto azulgrana, a cuyas iniciativas se movió el equipo vencedor.
7.8.- Luis Casajuana, presidente del Atlético de Bilbao
Lo más notable del partido lo ha hecho el Atlético de Bilbao al remontar la diferencia y empatar. Y también lo más desastroso, como fue perder el partido en la bota de Zarra, a cuatro minutos del final.
7.9.- Marqués de Mesa de Asta, presidente del Barcelona
Este es nuestro Barcelona de ahora, que puede hasta recordarnos aquel otro integrado en su mayor parte por jugadores internacionales. Ha ganado por un gol, y debía de haber ganado por más; porque por juego, su triunfo ha sido rotundo. El Atlético de Bilbao me ha gustado, como siempre: como enemigo más temible, que saca fuerzas de flaqueza cuando se le cree vencido.
7.10.- Crónica de José L. Las Plazas, comentarista deportivo de Marca
Una final emocionante. El número de tantos que fueron alzándose al marcador, era evidentemente garantía de interés; la forma cómo llegaron al mismo, puso en el encuentro el marchamo de la emoción, pero el orden por el que fueron metiéndose dentro de la casilla registradora de los éxitos barcelonistas y atléticos sometió a los aficionados a un régimen de duchas escocesas capaz de acabar con la ecuanimidad del más sereno de los espectadores.
Fue la final jugada en Chamartín la más apasionante de las jugadas en muchos años y, para los espectadores catalanes, debió de ser una cosa terrible al ver cómo en unos pocos minutos se convertía en posible derrota lo que hasta entonces pudo tenerse por victoria, además de brillante, fácil.
El magnífico cuadro de Chamartín, vestido con todas sus galas y destacando poderosamente entre ellas la corrección del público madrileño, fue escenario no tan sólo de una final apasionante, sino también de una final mejor jugada de lo que se acostumbra.
Jugaron ambos onces ciñéndose a la modalidad de juego que habitualmente practican y les es unánimemente reconocida y ello hizo que al choque de dos escuelas empleando tácticas diferentes, conservara el juego, además de interés, clase.
Tal vez lo mejor del encuentro fue aquel cuarto de hora de la primera parte, en que el Barcelona mandó materialmente en el campo. Acaso le faltó un poco de nervio en aquellos instantes –que envolvieron en brillante estuche la joya del primer tanto de Escolá–, pero en ellos se manejó el balón con verdadera maestría, y los rojiblancos anduvieron perdidos en la mareante red del juego azulgrana.
Luego se siguió jugando bien, y llegaron tantos y más tantos, atléticos unos, barcelonistas otros, pero aquellos momentos ya no fueron superados, ni por los que habían de salir del terreno campeones de España, ni por los que pudieron hacerse perfectamente con el título en los últimos momentos de la segunda parte.
El Barcelona confirmó la buena impresión causada por su delantera en los últimos partidos, y es cosa agradable que la confirmara en Chamartín, ante un público correcto e inteligente y jugando una final de Copa. En la delantera barcelonista hay, ahora, verdadera eficacia. Todos y cada uno de sus componentes, en todo instante dan clara sensación de peligro y, si bien los interiores juegan materialmente retrasados, la forma como lanzan a sus alas y a ese centro impetuoso que va ya aprendiendo a desmarcarse, convierte al Barcelona en un once que, actuando en el centro del terreno de forma que se ciñe a las más clásicas directrices del pase corto y del juego aplomado, en cuanto se acerca al área de peligro se transforma completamente –apoyándose en extremos y centro– para entrar sus atacantes por los campos de la sobriedad, la rapidez y la decisión en el tiro.
Los dos tantos de Martín, una escapada de Bravo que pudo también haberlo sido, otra de Martín cortada violentamente por Mieza, pueden tenerse por claros ejemplos de esa evolución en el juego azulgrana.
El Atlético causó, indudablemente, buena impresión. Es un equipo joven, tal vez demasiado joven para enfrentarse con un once que está pasando por el mejor momento de juego de la temporada, gracias al rejuvenecimiento de sus viejos ases.
A nadie que mirara el encuentro desapasionadamente podría escapársele lo que, precisamente en esta final, han significado para el once bilbaíno la ausencia de su jugador más cuajado: el magnífico Oceja.
En fin; la final está decidida. La ha ganado el Barcelona, que el próximo domingo jugará la promoción; esa promoción que es el castigo de sus errores, como la Copa, que acaba de conquistar, ha sido el premio a sus afortunados esfuerzos.
7.11.- Sensaciones deportivas de ‘equis’ (seudónimo de un comentarista deportivo del diario Marca)
Son variados y numerosos los comentarios y opiniones repletas de ironía que realizó este comentarista deportivo con motivo de la final de Copa en la edición del 24 de junio. Por ello, recogeremos tan sólo las relativas al Athletic. He aquí las mismas:
Entre Martín y Zarraonaindía, me quedo con Martín.
Es más rápido de pronunciar, y más corto…
Más corto en el trecho hacia el gol.
Cuando tengan ustedes alguna duda sobre lo que
pueda ser la mina aérea, entreténganse en mirar un
despeje de Arqueta, de esos en que echa el cuerpecito
para arriba…
Zarra, con pelo o sin él, sigue siendo un caballerazo
para los porteros.
Echevarría paró una ‘cosa’ que le tiró Escolá, y
detuvo luego un chupinazo de Bravo, que
demuestra que el meta bilbaíno tiene una flema que
puede competir muy decentemente con la de Escolá.
(Todas las opiniones y comentarios están recogidas en Marca, 23-06-1942)
8.- Aclaraciones sobre la ‘posible’ subida al marcador del cuarto tanto del Atlético de Bilbao
No quisiera finalizar sin dar mi opinión acerca del cuarto tanto que pudo haber marcado el Atlético de Bilbao y que, consecuentemente, le hubiera dado el título. De la lectura de las crónicas de Fielpeña, Eduardo Teus y José Luis Lasplazas, así como de la de las declaraciones de Nogués, Urquizu y Casajuana parece deducirse que hubo dos momentos claves para la teórica obtención del cuarto tanto:
- a) El disparo por alto de Iriondo, a fines de la segunda parte.
- b) El incomprensible fallo’ de ‘Zarra, a pase de Iriondo, cuando aquél se encontró solo y a tres metros de Miró.
Con relación al fallo de Iriondo existe unanimidad: fue en las postrimerías del tiempo de juego reglamentario. Sin embargo, no ocurre lo mismo con el de Zarra. Según unos, fue a cuatro minutos del final y, según otros, en los comienzos del primer tiempo de la prórroga.
[1]: El empate del Atlético de Bilbao (1-1) no fue conseguido por Iriondo sino por Elices, en el minuto 29 de la primera parte. (Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Copa_del_General%C3%ADsimo_de_f%C3%BAtbol_1942).
[2]: El autor del tercer tanto del Barcelona fue, efectivamente, Escolá y no Martín como afirma José María Mateos [MATEOS, J. M. (1948: p. 96). Los cincuenta años del Atlético de Bilbao [1898-1948]. Bilbao, Talleres Escuelas J de P de Menores]. En el segundo tiempo se adelantó el Barcelona con un gol hecho por Martín, lo que desanimó al Atlético, que venía dominando en todo el partido. Supo aprovechar Martín esa situación para hacer un tercer tanto. Entonces reaccionó vigorosamente el Atlético, y con diferencia de un minuto (N. del A: en realidad la diferencia fue de dos minutos) Elices y Zarra, establecieron el empate.”
[3]: Eduardo Teus nació en Manila y falleció en Bilbao en el estadio de San Mamés como consecuencia de un infarto de miocardio cuando como corresponsal del diario Ya cumplía sus misiones informativas. Estudió Derecho y luego ganó las oposiciones a Interventor del Estado. Su Bachillerato lo cursó en Inglaterra. Cuando vino a España se apuntó al equipo del Madrid Fútbol Club como suplente de Manolo Lemmel en la portería. Le llegó su oportunidad en el año 1916 cuando salió como titular y ya no perdería su puesto hasta el año 1919, año en el que se retiró del fútbol. El periodismo deportivo fue su segunda afición que, posteriormente, se convertiría en profesión. En el año 1923 entró como redactor del diario Sol de Madrid, encargándose frecuentemente de temas deportivos. Durante la Guerra Civil trabajó en el diario España de Tánger y al terminar la contienda se incorpora como jefe de la Sección de Deportes del diario Ya de Madrid donde trabajó hasta su fallecimiento. Hombre analítico del fútbol, fue uno de los mejores críticos en un tiempo en el que solamente se realizaba narración de los partidos. Tras la renuncia de Don Amadeo García Salazar, por enfermedad, fue nombrado seleccionador nacional a finales del año 40, debutando en el cargo el 12 de enero de 1941 con ocasión del partido amistoso Portugal-España, que terminó con empate a dos, (casualmente es el partido en el que Echevarría debuta en la Selección Nacional como consecuencia de la lesión del portero titular) y dirigiendo un total de seis partidos. Tuvo que abandonar el cargo por obra y gracia de una extraña disposición oficial que hacía incompatible el cargo de periodista deportivo con el de seleccionador nacional. El último partido que dirigió fue el amistoso España-Italia (0-4) el 19 de abril de 1946. (Fuente: Real Federación Española de Fútbol).
[4]: Debe hacer alusión a uno de los siguientes dos partidos jugados por la selección española:
12-04-42 Alemania Estadio Olímpico Berlín Amistoso 1-1
19-04-42 IItalia San Siro Milán Amistoso 4-0
Personalmente, me inclino por el primero de ellos ya que supuso el debut de Martín con la selección absoluta. Por otro lado, comentar que Zarra no debutó con la Selección española hasta el 11 de marzo de 1945, en el partido amistoso disputado contra Portugal en el estadio Nacional de Jamor de la capital lisboeta, partido que terminó con empate a dos tantos.
[5]: Enrique Mariñas nació en Madrid en 1912. Abogado, director de Radio Nacional de España en La Coruña, excombatiente de la ‘guerra de liberación’ como alférez de Regulares, inició su vida como profesional en la radio en 1934 como locutor de Radio Coruña. En 1942 fue nombrado locutor internacional, compartiendo sus tareas como locutor deportivo con Matías Prats. Mariñas fue el defensor de la teoría del campo cuadriculado, según la cual, el campo de fútbol había de dividirse en 16 espacios cuadriculados donde situaría a los jugadores en cada momento para que el oyente pudiese ubicar con mayor precisión la acción en el terreno de juego. Fue galardonado con el Premio Nacional de Radiodifusión y Televisión 1962, en marzo de 1963. (Fuente: 1999. En el aire: 75 Años de Radio en España. Madrid, Promotora General de Revistas, S.A.).
[6]: Creador, artífice y director de Marca. Fernández Cuesta fue también compositor de música bajo el seudónimo de ‘Manuel Talavera’. Marca no era sino la continuidad de su buen hacer en el semanario gráfico Fotos. Presentó su proyecto a la Prensa del Movimiento recibiendo una muy buena acogida entre las autoridades de la misma. La calidad de las fotos era espectacular y, gracias a la impresión en huecograbado, el semanario, además de su cuidada redacción, era sin duda la publicación con el diseño más atractivo de la época. Si bien inicialmente fue editado en San Sebastián, un año después, y una vez acabada la Guerra Civil, Marca se trasladó a la capital, Madrid, con la firme intención de convertirlo en diario. Aquí transcurre un largo periodo de pruebas tirando el diario en casa, sin sacarlo a la calle. A este periodo podríamos llamarle primera época de Marca, época que abarca desde el 21 de diciembre de 1938 al 3 de enero de 1940, editando un total de 48 números. Durante su segunda época (25 de noviembre de 1942 a 1984) al igual que el semanario, el periódico estaba impreso totalmente en huecograbado con fotografías muy grandes, en color sepia y con los titulares en rojo. Sus directores han sido: Manuel Fernández Cuesta (1942-45), Ibrahim Malcervelli (1945-46), Manuel Casanova (1946-47), Lucio Del Álamo (1947-1954), Nemesio Fernández Cuesta (1954-1973), Carmelo Martínez (1973-1983) y Valentín Martín (1983-84). Por último, en el año 1984 es adquirido por la empresa Recoletos Compañía Editorial. Sus directores en esta tercera época han sido los siguientes: Juan Pablo de Villanueva 1984-1986, Jesús Ramos (1986-87), Luis Infante (1987-1997), Manuel Saucedo (1997-2001), Elías Israel (2001-2005), Manuel Saucedo (2005-2006), Alejandro Sopeña (2006-2007), Eduardo Inda (2007-2011), Óscar Campillo (2011-2016) y Juan Ignacio Gallardo (2016-actualidad).