RESUMEN:

Segunda parte del artículo en el que se narran las dificultades a las que el fútbol femenino se ha tenido que enfrentar en nuestro país.

ETIQUETAS:

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ABSTRACT:

Keywords: : Women's Sports, Spain, Women's Football, History

Second part of the article that explains the problems that women’s football has had to face in our country

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…Y piedras en el camino

De
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Durante el decenio de los 70 en el pasado siglo, nuestro país protagonizó una rápida e intensa transformación política, social, económica e ideológica. Cubiertas las necesidades más perentorias, logro recién alcanzado tras el absoluto fracaso autárquico, la sociedad española, como ocurre siempre en todo grupo humano, quiso conquistar libertades y derechos hasta entonces vedados. Primero se enterró al régimen heredero de la Guerra Civil, sin revanchismo ni apenas loas nostálgicas. Después irían asomando, balbucientes, los partidos políticos, el movimiento sindical, los convenios laborales negociados, no impuestos dictatorialmente, conforme fue práctica del sindicato vertical a lo largo de los ocho lustros precedentes… Se empezó a hablar del divorcio, como meta a conquistar, e incluso de aborto con cargo a la Seguridad Social. La legalización del Partido Comunista, por encima del simbolismo, tuvo mucho de compromiso respecto a no dar marcha atrás.

Viñeta de “As-Color”, setiembre 1971. Hombrecitos rijosos y sal gorda. Todavía, muchos cambios por fraguar.

Viñeta de “As-Color”, setiembre 1971. Hombrecitos rijosos y sal gorda. Todavía, muchos cambios por fraguar.

Paralelamente, muchos españoles deglutieron la hiel del paro, cuando la obsolescencia empresarial, fruto de anteriores complacencias, imposibilitó competir en el mercado exterior. Hubo huelgas, manifestaciones convocadas más con ánimo de reafirmación social que a la búsqueda de soluciones, retorno de emigrantes, no porque la locomotora económica europea gripase, sino porque otra sangre más barata -turca y magrebí, especialmente- empezaba a engrasar bielas teutonas, helvéticas o belgas. El dinero, siempre cobarde y amasado, quizás, al abrigo de subvenciones, dádivas y componendas, partía rumbo a Suiza, Liechtenstein o Luxemburgo, dubitativo ante lo que por nuestros pagos pudiese acontecer. Hasta en la Iglesia Católica, tan apiñada junto al palio de Franco, surgían voces críticas. De Norte a Sur y de Este a Oeste prendía el virus reivindicador.

Las pocas, muy pocas futbolistas españolas, también creyeron llegado el momento de exigir un reconocimiento, si no similar al del fútbol masculino, como mínimo carente de trabas y anatemas. Los propios medios de difusión irían desterrando antiguas burlas o chascarrillos, para mirar hacia las neófitas émulas de Migueli, Rexach, Marcial, Iribar o Del Bosque, no como a bichos raros, sino con la curiosidad reservada a discordantes fenómenos de moda. Pero era tan escaso, tan clandestino el balompié practicado por nuestras féminas, que esos medios hubieron de situar su punto de mira no en viejos campos regionales, con casetas desvencijadas y duchas donde el agua acostumbraba a salir casi siempre fría, sino al otro lado de los Pirineos o allende el Atlántico.

Así, el 21 de julio de 1971, se supo que Juan Bulnes, entrenador de fútbol profesional, recibió el encargo más arriesgado de toda su carrera: conformar con urgencia una selección nacional femenina, capaz de representar dignamente a Perú. “Me dieron sólo 13 días con respecto a la fecha señalada para el partido ante México, en el Estadio Nacional de Lima”, señalaba el técnico. Un plazo tan escaso, partiendo desde el cero absoluto, como para justificar medidas desesperadas. “Tuve que valerme de la prensa, especialmente de la deportiva, como medio de promoción. Solicitaron muchachas deseosas de jugar al fútbol y se presentaron 300 sólo en Lima”. Algunas de ellas se habían vestido de corto esporádicamente, para jugar de forma amistosa, por carnaval. Otras eran, tan sólo, espectadoras habituales de fútbol masculino. Y la mayoría bienintencionadas jóvenes dispuestas a apoyar tan novedosa iniciativa, por más que estuviesen ayunas de todo conocimiento balompédico. Tres días antes del choque quedó conformada la selección. Nadie, ni los mismos medios que tan decisivamente habían colaborado en el llamamiento, soñaba con desarrollar un papel decoroso ante las mexicanas, jugadoras con amplia experiencia nacional e internacional. Pero los milagros, al menos cuando hay un balón de por medio, existen. Y la derrota por 3-2 supo casi a victoria. “Sobre todo porque nuestras jugadoras, al no haber calzado nunca botas de tacos, saltaron al campo con zapatillas de baloncesto -señalaba Juan Bulnes-. Las aztecas, en cambio, muy preparadas ya, lo hicieron con botas reglamentarias”.

Las peruanas podían jugar al fútbol, pero por nuestros pagos las jóvenes que pretendían seguir su ejemplo eran tildadas de marimachos. Para prueba, este chiste de Villena fechado en 1972.

Las peruanas podían jugar al fútbol, pero por nuestros pagos las jóvenes que pretendían seguir su ejemplo eran tildadas de marimachos. Para prueba, este chiste de Villena fechado en 1972.

Ese partido constituyó un formidable espaldarazo a la Liga de Fútbol Femenina, creada dos días antes. Hasta tal punto que la Federación Peruana anunció el inmediato inicio de gestiones para reconocer y englobar dicha sección en sus competiciones. Otro partido ante Argentina, mucho más complicado y resuelto con dulce derrota por 1-0, condujo a la constitución permanente de un seleccionado, con entrenamientos regulares, así como al inicio de la Liga Regular femenina. En 1972, ocho equipos limeños, con toda su documentación en regla, se disputaban el título de Apertura. Otros dos elencos se hallaban en formación. La meta más próxima pasaba por disputar, con 20 conjuntos distribuidos en 10 de 1ª División y otros tantos de 2ª, un Campeonato Metropolitano. Todo ello sin perjuicio de los que pudiera ir surgiendo en otras áreas del país, como Arequipa, donde competían 10 conjuntos, o Cuzco, Pucalipa e Iquitos, en plena amazonia.

“La Mujer no pierde su condición básica de femineidad por jugar al fútbol”, se creía obligado a enfatizar Juan Bulnes, quien además aseveraba: “Puesto que también he entrenado a hombres, puedo fundamentar mis comparaciones. Ellas son más constantes, muestran más deseos de superación que el varón y se toman muy en serio lo que hacen”. Para él, además, todo había dado un gran vuelco: “Por fin hay mucho donde escoger. Buenas jugadoras, como Olga Pinto, medio volante y capitana de la selección; Norma Quiñones, defensa central; María Véliz, apodada “La Pitín”, por el puntal del Alianza de Lima “Pitín” Zegarra; Vicky Konja, punta de lanza; Leonor Ruiz, guardameta… Y contamos con el futuro representado por varias chiquillas de 13 años que son una revelación”. Como alguien sugiriese  que el fútbol femenino pecaba de blandenguería, excesivo tiqui-taca propio de guante blanco y salón, negaba: “Durante la gira que las mexicanas hicieron por Perú en enero, apenas seis meses después de nuestro debut, se pegaron igual que hombres tras el pitido final en Huacho y Ciudad Trujillo. Las aztecas juegan duro, son más potentes y seguramente nos veían como una perita en dulce. Así que salir derrotadas 2-0 les escoció. Tienen carácter, ya lo creo. Lo van a demostrar ante Dinamarca, Italia e Inglaterra, partidos que ya están preparándose”.

Le sobraban razones para mostrarse orgulloso, tras semejante salto, sin red, desde la nada al infinito.

Este tipo de noticias servía para enardecer a nuestras diseminadas jugadoras, a quienes apenas nadie quería tomar en serio. Si allá por Perú, país menos evolucionado económica y socialmente, otras jóvenes como ellas acababan de lograr el ansiado reconocimiento, no era cuestión de rendirse, sino de apretar los dientes y redoblar esfuerzos.

Las suecas del Djurgarden inspiradoras de tan discutibles comentarios.

Las suecas del Djurgarden inspiradoras de tan discutibles comentarios.

Y eso que de los Pirineos a la punta de Tarifa seguían imperando mentalidades muy estrechas. Ciertas gracietas pasadas de época daban la impresión de recordar a los lectores de prensa que nuestro país permanecía impermeable ante ciertas modas. En julio de 1968 y bajo el título de “Quiero un abrazo”, “Marca” reprodujo una instantánea de Europa Press, con el siguiente pie: “Estas o parecidas palabras debió pronunciar la jugadora del Djurgarden que acude a abrazar a su compañera, autora del gol de la victoria (2-1) sobre el Oxabac, en el partido disputado en Estocolmo entre dos equipos femeninos. La portera del Oxabac, como es una chismosa, diría no sé qué de offside. Los espectadores que ríen, al fondo, hubieran también querido abrazar a la goleadora, según las malas lenguas”.

Rara vez, en tan poco espacio, se habrá amontonado tanto tópico. El de la portera chismosa, cual si fuera guardesa de finca urbana, y no de redes. El de la sueca apetitosa, en tiempos de cacería rijosa, torpe y patética, a las “suecas” de Benidorm, Magaluf o Torremolinos. Y, claro está, el de considerar ridículas a las mujeres futbolistas. ¿De qué otra cosa, si no, se reían los espectadores del fondo? Si es que lo hacían. Porque la mala calidad de la foto impedía asegurarlo.

Otro suelto procedente de Inglaterra, cuyas féminas venían asomando al césped con mayor o menor regularidad desde los años 50, apuntaba en idéntica dirección durante el otoño de 1970. “Si no meten goles los hombres, el fútbol será cosa de mujeres” lo titularon. Por esa época, recordémoslo, el antiguo defensa escoba se había convertido en líbero, los medios volantes asfixiaban al adversario, como perros de presa, y a los interiores, después de bregar por la zona ancha, apenas si les restaba fuelle para ejercer de segundos puntas. Resumiendo, triunfaba el cerrojo, muchos partidos se resolvían con escuetos 1-0 y empates sin goles, imperaba el aburrimiento y la falta de emoción. Ante la falta de estímulos, cada vez acudía menos público a los estadios. La televisión, por ende, empalidecía a los mitos. Con excepción de Johan Cruyff, George Best, “Torpedo” Müller, Franz Beckenbauer, o los Mazzola y Pelé ya para escasos trotes, casi nadie merecía consideración de astro. Los partidos femeninos, ante tanta improductividad, podían reivindicar su propio hueco.

Y algunos grupitos de pioneras a punto estuvieron de conseguirlo.

En Noviembre de 1971, El Cuervo, de Lebrija, disputaba con asiduidad choques benéficos. María Auxiliadora Gómez, gran estrella bajo los palos, quinta de siete hermanos, y a sus 19 primaveras, según el DNI dedicada a “sus labores”, protagonizó una entrevista para “As” firmada por Salvador Recio, quien, por cierto, tampoco es que luciese mucho en algún párrafo: “…el equipo femenino de El Cuervo puede destacar por sus virtudes futbolísticas, pero fundamentalmente lo hace por la belleza de las componentes del conjunto”. La vieja y casposa condescendencia contra la que luchaba su entrevistada. Porque María Auxiliadora ponía los puntos sobre las íes tan pronto le daban voz: “Cuando nos iniciamos en el fútbol, no estaba muy segura de que fuese un deporte para la mujer. Pero después, al practicarlo con asiduidad y el entrenamiento adecuado, me he convencido de que no es sólo cosa de hombres”.

El Cuervo, representativo de la barriada lebrijana de igual nombre, surgió por amistad y ante la falta de diversiones: “No son muchas las que hay por aquí, donde sólo somos unos 8.000 habitantes y estamos a 7 Kilómetros de Lebrija, a más de 70 de Sevilla y a 25 de Jerez de la Frontera. Sólo el cine, y para las películas que ponen…” Orgullosa de la obra común, aparte de reivindicar una muy necesaria emancipación, cubrían necesidades no cubiertas por la entonces precaria infraestructura social; “Toda la barriada viene a vernos. Y por ejemplo, entre las obras ya realizadas, hemos hecho una vivienda a una señora que la necesitaba de manera perentoria”.

Como colofón, al periodista volvía a escapársele cierto tono antiguo: “El solo anuncio de la presencia de este conjunto de bellas muchachas, obra el milagro de la concurrencia como  ningún otro espectáculo”.

Las jóvenes lebrijanas de El Cuervo, posando con toda su ilusión.

Las jóvenes lebrijanas de El Cuervo, posando con toda su ilusión.

Durante el verano de 1973, época escasa en noticias con el balón de protagonista, “As-Color” titulaba: “El balompié femenino por las nubes”. Y como subtítulo contundente: “Tampoco en fútbol quieren quedarse atrás”. Luego, en el brevísimo desarrollo, volvía a colarse un innecesario párrafo machistoide: “Estas muchachas -las que patean el esférico con habilidad y potencia, insisto-, al tradicional valor estético de sus piernas han unido un nada despreciable valor crematístico. Como ejemplo, ahí tienen ustedes a dos figuras del fútbol femenino europeo. Son las alemanas Mónica Gadorf y Christina Nausser. El club italiano ACF Padua está dispuesto a pagar un millón de pesetas por cada una, además de asegurarles un sueldo mensual de 60.000 y 40.000 ptas. respectivamente. ¡Para que luego digan los escépticos que el fútbol femenino es simplemente una moda pasajera!”.

Esas 60.000 ptas. de 1973, representaban 5 veces el salario de una dependienta de comercio bien pagada, dos veces y media sobre lo liquidado por un maestro con plaza fija, y casi el doble de lo que hubiesen firmado muchos apoderados de banca, o jefes de negociado en la Administración, con numerosas personas a su cargo.

Pero por nuestros pagos, las jóvenes futbolistas no veían ni cinco céntimos.

Victoria Hernández a sus 14 años. A punto estuvo de ingresar en un equipo francés.

Victoria Hernández a sus 14 años. A punto estuvo de ingresar en un equipo francés.

Apenas un año antes, el Stade Reims femenino, en gira por España, había disputado varios partidos. Al enfrentarse al Olímpico de Villaverde -sin duda el conjunto más serio del área centro-, les llamó la atención Victoria Hernández. Los medios echaron a volar su imaginación, barajando cifras de traspaso por demás imposibles, sustentadas -eso si era cierto- en que la chica llegó a ser sometida a prueba. Todo resultó un bluf, gira incluida, porque de los 5 partidos acordados únicamente se disputaron cuatro, en parte por la bisoñez de quienes entonces regían a nuestros modestos equipos: “Al volver de Játiva dijeron que sus chicas estaban muy fatigadas y se fueron a Francia, sin jugar el quinto encuentro. Bien es verdad que parte de la culpa es nuestra, pues no habíamos firmado ningún contrato; confiamos en su palabra (…) y se marcharon sin decir adiós”.

Victoria, a sus 14 años, era una de nuestros puntales más firmes, pese a que su modestia le impidiese reconocerlo. “Hay mejores que yo. Por ejemplo la valenciana Clarmunt. Y otras…” Aseguraba no sentirse frustrada al difuminarse su salida hacia Francia, porque, aun presentándose más adelante otras oportunidades, “es muy probable que no me marchara”. Actuaba de interior y pretendía hacer de aquel fútbol semiclandestino un deporte con todas las de la ley. Labor ardua, en cualquier caso, puesto que tanto Federación Española de Fútbol como Sección Femenina seguían llenando de piedras el incierto camino.

Justo durante el verano precedente, España hubiese podido servir de escenario al III Mundial Femenino de la historia. Ninguno de nuestros estamentos debería haber puesto un céntimo para su celebración, porque todo corría a cargo del organismo que desde Turín auspiciaba ese fútbol, como una especie de FIFA alternativa y paralela. Pero tanto la Sección Femenina, como la Delegación Nacional de Deportes, se opusieron con rotundidad, mientras desde la FEF presidida por José Luis Pérez Payá, todos se lavaban las manos. “El balompié de las piernas bonitas”, conforme numerosos medios lo habían bautizado, parecía estorbar a muchos.

Cuando en 1971 una “selección” apócrifa de España se midió a Italia en su terreno, todo fueron impedimentos, precariedad y obstáculos. La Federación advirtió seriamente a las jugadoras sobre la imposibilidad de lucir el escudo nacional, saltar al campo con banderas, o considerarse genuinas representantes de nuestra nación. Las chicas, cuya edad media no alcanzaba los 15 años, viajaron hasta Valencia, donde varias habrían de dormir sobre el suelo de un piso vacío, antes de poner rumbo a territorio transalpino. Un señor, que había llevado a varias hasta su destino, desapareció el día de vuelta, dejándolas tiradas. Menos mal que cierto redactor de “As” sufragó los billetes de retorno. Por supuesto fue este diario el único de tirada nacional, ocupándose de tan azarosa epopeya. En el hotel italiano, según queja generalizada, se escatimaba la comida, probablemente al no dar más de sí el precio acordado. Casi fue un milagro perder sólo 8-1. Las italianas, con 6 años más de media y muy bien entrenadas, parecían volar. ¿Qué podía hacer Maribel, ante ellas, nuestra benjamina, con sólo 11 años?

Nada de aquello pareció concernir a la FEF.

Concepción Sánchez Freire “Amancio”, estrella del Olímpico Villaverde, en 1973.

Concepción Sánchez Freire “Amancio”, estrella del Olímpico Villaverde, en 1973.

Incluso cuando desde la propia FIFA recomendaron a Pérez Payá dedicase cierta atención al fenómeno, incluyendo alguna partida económica para su desarrollo, nuestro máximo mandatario continuó impertérrito. Hubo nuevos requerimientos, porque desde FIFA se miraba con aprensión al organismo turinés capaz de organizar un Campeonato del Mundo anual, mientras aseguraba no querer ningún trato con el fútbol masculino y sus rectores. Si aquellos italianos lograban estructurar la versión femenina, extenderla por el orbe y hacer negocio mediante el “marchandaising” y la implicación de marcas comerciales, podían servir de inspiración a otros proyectos. Y no, eso sí que no. Por nada del mundo tolerarían que la Copa de Europa, sin ir más lejos, acabara organizándose por un puñado de clubes potentes, al margen de la UEFA. Tenían que acabar con la sede turinesa de un plumazo, por  constituir un malísimo ejemplo. Y para derrotarla, nada como abrir los brazos a las féminas. Dicho de otro modo, englobar cuanto antes  a las mujeres en las distintas Federaciones Nacionales.

Pérez Payá, finalmente, no tuvo más remedio que designar a un delegado federativo como interlocutor con el fútbol femenino. Y puesto que ninguno de los clubes grandes viese en el empeño otra cosa que un engorro, acabó en el carguito Pedro Ruiz Cossío, presidente del Rayo Vallecano. Quizás porque todo espaldarazo ilusiona, sus primeras manifestaciones estuvieron cargadas de optimismo, al tiempo que prometía ayudas. Luego, sin embargo, hizo lo posible por desacreditar cuanto debería haber impulsado, destinando la parca dotación dineraria a choques entre artistas de cine y variedades.

Por suerte, un puñado de hombres más anónimos seguían empeñados en pulir lo que desde muchos ámbitos seguía viéndose como simple sarampión. Fco. Javier Jiménez Velasco, José Mérida, Miguel Ángel Rubio, Miguel Yuste o Manuel Carlón, fueron sólo algunos. En Cataluña, gracias al dinamismo de Montserrat Fabregat, capaz de vincular en su proyecto a F. C. Barcelona y R. C. D. Español, acabó organizándose un campeonato regional…

Lo difícil, empero, era hacer que los clubes femeninos se mantuviesen vivos durante varios años. Surgían muchos, es cierto, pero ante las dificultades de toda índole y el reducido número de partidos que lograban disputar por año, raro era no desinflarse. En la localidad vizcaína de Galdácano, por ejemplo, un grupo de jóvenes se decidió a constituir el Goranta: “Todo empezó en plan de broma -confesó una de sus portavoces-. Pensábamos jugar contra los chicos, ellos con un pie atado. Pero al final lo hicimos contra otro equipo de chicas, pasándolo de miedo”. Ese conjunto, compuesto entre otras por Charo, Blanca, Marieli, Pili o Emili, se mantuvo durante 4 años, tras debutar en las fiestas de Santa Cruz, durante lo que podríamos considerar temporada 1967-68. Se enfrentaron a conjuntos de Amorebieza, Zalla, La Arbolada, San Miguel y Ortuella, pero no hubo relevo generacional en el pueblo. Eso sí, mostraron su rotunda negativa a vestir de blanco, como el hoy centenario Club Deportivo Galdácano: “Salimos con una raya roja en diagonal, sobre el fondo blanco, porque de ninguna manera queríamos vestir con la camiseta del Real Madrid”.

Conchi “Amancio” en el centro, con el Valdobbiadene, durante la segunda mitad de los 70. A su izquierda la danesa Susi Augustsen, excepcional goleadora y gran estrella europea.

Conchi “Amancio” en el centro, con el Valdobbiadene, durante la segunda mitad de los 70. A su izquierda la danesa Susi Augustsen, excepcional goleadora y gran estrella europea.

Parece que en todo el territorio nacional llegaron a coexistir, durante la segunda mitad de los años 70, cerca de 300 equipos. No menos de 4.500 muchachas dándole al balón cuando podían, tras salir del Instituto, la fábrica, o el taller, robando tiempo a sus domingos y soñando despiertas. Algunas, por muy distintas razones, deberían ser recordadas hoy como los pioneros masculinos de 80 años atrás. Y encabezando la lista Conchi Sánchez Freire, a la que apodaron “Amancio” tras marcar 5 goles en aquel partido Sizam-Mercacredit, el 8 de diciembre de 1970. La primera profesional española, aunque para vivir del fútbol necesitase ir a Italia, cuando en 1973 el Gamma-3 la tentó con una ficha de 75.000 ptas. anuales. Tenía 15 años y apenas ninguna duda. En 3 temporadas festejaría 2 títulos de Liga y uno de Copa. Luego fue pasando por el Valdobbiadene (2 Ligas en otras tres campañas), el Conegliano (doblete en Liga y Copa la campaña de presentación), Gorgonzola, Trani, Cagliari, Lazio, Prato, Verona… En total, 10 títulos de Liga y 5 de Copa, alineándose como ariete al principio, y más adelante en posición de extremo. En 1997, próxima a cumplir los 40, fichó por el Arsenal londinense, para colgar las botas después de 24 años sobre el césped. Afincada en Bristol, llegó a abrir una escuela para niños futbolistas.

Todavía en 1986, el fútbol seguía siendo cosa de hombres para los publicistas de “Soberano”.

Todavía en 1986, el fútbol seguía siendo cosa de hombres para los publicistas de “Soberano”.

Victoria Hernández también supo resarcirse de aquella decepción con el Stade Reims, enarbolando como pocas la bandera de una longevidad prodigiosa. Nada menos que 27 años activa, hasta cumplidos los 40, le permitieron retirarse a lo grande, con los títulos de Liga, Copa y Recopa en su última temporada, además de competir con la selección española de verdad, luego de que la Federación Española acabase reconociendo al fútbol femenino. Siempre, durante aquellos 27 años de ilusión, sin el menor estímulo económico, simultaneando la pelota con ocho horas de jornada en una fábrica de vaqueros y, cuando ésta cerró, en cierta distribuidora de productos farmacéuticos.

Comparada con estas carreras, la de Ángela Martín, 11 años activa, desde las 14 hasta sus 25 primaveras, casi se antoja breve episodio. Más corto fue el periplo de la central Beli Fuentes (5 años), o Isabel Sánchez Freire, hermana de Conchi “Amancio”, la benjamina de aquella selección no respaldada por nadie, y conocida para el fútbol como “Maribel”. Jugó sólo 4 años, hasta celebrar su decimoquinto cumpleaños. Pero su hijo Rufo Familiar no sólo iba a heredar aquella afición, sino el mismo espíritu aventurero que la impulsase a romper moldes. Así se explican sus experiencias en el exótico fútbol de Filipinas o Tailandia.

De todas ellas se ocupó más de una vez “As”. Con menos frecuencia, empero, de la que hubiesen merecido. Otras, como Trinidad García, Estrella Pascua, Reyes González o Yolanda, que cambió la pequeña portería de balonmano por la de postes blancos y larguero inalcanzable, tuvieron menos suerte. Igual que quienes vieron cómo la Federación Española concluía dando su brazo a torcer, no por convicción, sino por puro oportunismo. De todas ellas apenas si ha quedado algo más que unos nombres de pila.

El reconocimiento de nuestro fútbol femenino se produjo en 1983, cuando Italia, Bélgica, Inglaterra, Noruega, Francia, e incluso Portugal, ya gozaban de competiciones muy encarriladas y absoluto apoyo oficial. Ayudó en aquel paso, y no poco, la belicosidad del todavía embrionario sindicato de futbolistas españoles AFE, que en noviembre de 1980 estuvo deslizando la nada desdeñable amenaza de paralizar las competiciones mediante una huelga, en defensa de sus históricas reivindicaciones. Hacía falta un golpe de efecto, convinieron en la FEF; algo que desviase la atención pública. Y al órgano federativo se le ocurrió, entonces, anunciar a bombo y platillo su pláceme para un fútbol femenino federado. Sólo un par de semanas antes, ese proyecto había sido rechazado de plano por los clubes masculinos. Pero de pronto, el tan denostado balompié de féminas podía servirles de salvavidas.

Aún hizo falta tiempo para estructurar las categorías por edades y, sobre todo, para que muchas chicas jovencísimas alcanzasen la edad senior imprescindible en competiciones “adultas”. Sin embargo el gran paso, tan anhelado, ya era un hecho.

Fue, probablemente, el gran día de Rafael Ruiz Muga, hombre que como Quijote de la región centro venía luchando, apenas sin el apoyo de ningún Sancho Panza, contra incontables molinos de viento. Había mucho, muchísimo por hacer, pero con la Federación Española como avalista, todo iba a resultar bastante más fácil, conforme irían demostrando distintos teletipos. Rara era la quincena que no se creaba algún equipo. En la comunidad canaria, Cataluña, Euskadi, Galicia, Castilla…  A veces surgían de la nada. Otras, a partir de antiguas formaciones náufragas o a la deriva.

Como ilustración sobre lo complicado que fue poner en marcha ese tren, sirva este dato de Vizcaya, territorio donde no pocas chicas llevaban vistiéndose de futbolistas desde los aún muy intransigentes años 60. La Temporada 1982-83 echó a andar la Liga Territorial, con sólo dos equipos: Txorierri Neskak y Ollargan. El primero, compuesto con integrantes del Sondika Femenino, luego de que Volney Alonso, presidente del Club Deportivo Erandio y directivo de la Federación Vizcaína, las animase, habría de cosechar casi todos los torneos en litigio durante su breve existencia, comprendida entre 1982 y 1986. La campaña 83-84, ya compitiendo cuatro equipos, repitieron título, lo mismo que en la edición 84-85, con otros dos clubes más en liza. Aquellas jóvenes, Inma, Elisa, Puri, Esther San José, Amaia, Rosi, Esther Goirigolzarri, Maribel, Itziar, Paloma, o las internacionales Ana Astobieta, Laura, o Maite, se despidieron con otra Liga Territorial en su cuarta y última gloriosa temporada.

Selección española de 2017. Aún hay gradas semivacías, pero viniendo de donde viene nuestro fútbol femenino, su progresión resulta formidable.

Selección española de 2017. Aún hay gradas semivacías, pero viniendo de donde viene nuestro fútbol femenino, su progresión resulta formidable.

Indudablemente debía hacerse duro entrenar bajo la lluvia, con frío, poca luz y sobre el fango, para luego saldar la temporada con 7, 10, o como máximo 12 enfrentamientos. Se necesitaba mucha devoción por el esférico.

En 1991 se disputó el primer Campeonato Mundial Femenino organizado por la FIFA. Treinta años después del que montase, con enorme acogida entre el público, aquella otra Federación desde Turín, un organismo del que hoy nadie se acuerda. Nuestra selección nacional, ya con escudo en las camisetas y sin impedimentos para que sus jugadoras se envolviesen en banderas, si les apetecía, mejoró tan rápida como constantemente. Llegaron los patrocinios. A veces hasta se abrían campos grandes y emblemáticos, como el viejo San Mamés, para acoger determinados choques…

Las mujeres, por fin, conquistaban otra meta, pese a las muchas piedras que durante decenios fueron arrojando en su camino.

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