Salvador Artigas: el sonriente míster KO (1967-1969). Tercera parte
De Fernando Cuesta FernándezSe cierra el ejercicio futbolístico 68-69 con un amistoso ante la Fiorentina, reciente campeón del Calcio, en tierras toscanas –2 a 0 a favor del Barça, ambos obra de Fusté–, y con una mini gira por los Estados Unidos, concretamente Nueva York y Chicago. Allí el Barça –reforzado por el canterano Sanjuán y el lateral arlequinado Arnal, que ocupa la plaza del lesionado Eladio– le gana dos partidos a la Juventus de Luis Del Sol, la Vecchia Signora, y un tercero a una selección norteamericana. Será precisamente durante ese viaje cuando se produzcan una serie de hechos que dinamitarán el inestable consenso existente en el seno de la Junta que preside Narcís de Carreras, profundizando la división interna del club.
En contra de la opinión de parte de la Directiva y amplios sectores de la afición culé, se le va a renovar el contrato a Salvador Artigas –el primer entrenador barcelonista desde Daucik que iniciaría su tercera temporada consecutiva en el banquillo–, pero casi inmediatamente, en una reunión del mismo Consejo, se realiza una votación acerca de la conveniencia de fichar o no a Helenio Herrera, a la sazón técnico de la Roma, como nuevo entrenador del Barça. El hecho resultaba tan increíble como insólito, habida cuenta de la recentísima ratificación de Artigas, no obstante lo cual, dicha votación arrojará un resultado favorable a la vuelta de HH, por once votos afirmativos (entre ellos, el del propio presidente), y siete en contra, lo que implicaba la automática rescisión del contrato que acababa de firmarse con el técnico catalán. Una decisión tan surrealista iba a ser, empero, justificada por cierto directivo con las siguientes palabras: “Yo siempre preferiré pasar vergüenza un día, que no todo el año”. Ante semejante estado de cosas, tres de los directivos del bando favorable a Artigas presentan su dimisión con carácter irrevocable.
Pere Baret parece estar detrás de este pulso, que podía convertirle en el auténtico Hombre fuerte del Barça, relegando a Carreras al papel de mera figura decorativa. El propio Baret, en compañía del gerente Joan Gich y el directivo Luís Viza, vuela a Italia para convencer al Mago a golpe de talonario, ofreciéndole unas cifras fabulosas: diez millones de pesetas de ficha anual, cincuenta mil de sueldo mensual, bonificaciones dobles y premios especiales por el título de Liga (dos millones) y los de Copa del Generalísimo y de Ferias ( un millón). Estas cantidades, que podían poner en peligro la estabilidad económica del club, tan laboriosamente conseguida, mostraban un elocuente contraste con los emolumentos percibidos por Artigas la temporada anterior: 2.333.000 pesetas en total.
El vicepresidente Agustí Montal, que había acompañado al equipo en su gira estadounidense, exhibió abiertamente su malestar nada más regresar a Barcelona, así como también los directivos dimisionarios. Y la crisis pasó de la Junta a la propia afición, que fue posicionándose a favor y en contra del fichaje de Herrera, aunque con mayor peso para sus detractores, puesto que el prestigio del técnico trotamundos –al que Enric Llaudet ya había querido traerse en 1965, con un cheque en blanco– no era ya el mismo de años atrás, y se censuraban tanto sus comportamientos de divo como su desmedido amor hacia el vil metal. Esta fuerte oposición va a hacer recapacitar a Carreras y a sus adictos, que –dónde dije Diego…– se volverán atrás en sus intenciones, y el día 13 de Junio, después de una nueva reunión y votación, expresarán públicamente su renuncia al fichaje de Don Helenio “en aras de la cohesión del club”, reiterando su confianza en Salvador Artigas, auténtico convidado de piedra en toda esta lamentable historia.
Y era tal la pasión que ya entonces levantaban el Barça y sus continuas cuitas, que ese mismo día, mientras la Junta permanecía reunida, se va a producir una manifestación de un centenar de partidarios de HH ante “La Masía”, sede social del club, con el propósito de presionar a Carreras para que no cambiase el sentido de su voto. Al ser este negativo a sus preferencias, los manifestantes reaccionaron violentamente, intentando incluso agredir a varios periodistas. Un hecho verdaderamente insólito para la España de 1969, la misma que conjugaba la ausencia de libertades públicas con los Estados de Excepción. Pero el Barça ya era entonces, tal como había proclamado en su toma de posesión el propio Carreras, más que un club.
La primera consecuencia de estos graves acontecimientos, va a ser la automática dimisión de Pere Baret, la cabeza visible del complot proherrerista. Pero aun así, la fractura social era ya muy profunda, y si los resultados deportivos de la inminente temporada no acompañaban de salida, el volcán barcelonista podía entrar en erupción. Terriblemente incómoda era también la situación personal y profesional del propio Salvador Artigas, que había sido expresamente repudiado por más de la mitad de la Junta Directiva tan sólo unos días después de ser ratificado en el cargo, quedando el técnico catalán –como reza el dicho popular– “a los pies de los caballos”
UNA BRILLANTE PRETEMPORADA
Con semejante Espada de Damocles suspendida sobre su cabeza cana, Artigas inicia los entrenamientos con vistas a la nueva campaña 69-70. Son novedades en el equipo –aparte de Bustillo y Pujol, incorporados ya en el último torneo copero– los defensas Sanjuán, del filial Condal, y Romea, procedente del Badalona, los cedidos García Castany y Alfonseda (que vuelven de su triunfal estancia en el Calvo Sotelo de Puertollano), y Ramoní, un ex jugador del Español que venía del Granada, club a donde se iban a cambio, tras su breve periplo barcelonista, Fernández y Juanito, al igual que lo haría también Palau –este a su equipo de origen, el Sabadell– a punto de arrancar la Liga. También causan baja tres nombres ilustres: Jorge Mendonça, Chus Pereda, y el veterano capitán Ferrán Olivella, que recibirá un merecido homenaje por sus muchos años de entrega a los colores blaugrana. El angoleño pasará al Mallorca, ascendido nuevamente a Primera, y el burgalés se marchará para la “Nova Creu Alta”, el tradicional cementerio de elefantes del Barça.
En su parlamento del día de la presentación, el presidente Carreras se expresa de la siguiente manera: “Hemos de borrar del diccionario barcelonista las palabras desgracia y mala suerte”. Y un detalle que no les pasó desapercibido a los informadores que cubrían el acto fue que los aficionados asistentes –no muy numerosos por cierto– no aplaudieron a los jugadores al aparecer estos en el terreno de juego. Era un síntoma palpable de la tensión latente que se vivía en Can Barça, tensión que podía explotar en cualquier momento. En otro orden de cosas, resultaba curioso observar cómo el Centro de Deportes Sabadell se iba llenando de antiguos jugadores barcelonistas, pues ya contaba con siete jugadores que tenían pasado azulgrana: Comas, Lluís Vidal, Pereda, Marañón, Torrent, Zaballa y Montesinos. Por el contrario, causaba baja en las filas arlequinadas Juan Seminario, que retornó al fútbol peruano.
La pretemporada presenta un apretado y extenso calendario de citas para la puesta a punto del equipo. Para empezar –y tras el primer amistoso en Granollers, saldado con un misérrimo 1 a 2– un nuevo torneo de verano, el de Palma de Mallorca. El Barça se enfrenta primero a un viejo conocido, el Hamburgo de Uwe Seeler, al que elimina por penalties después de concluir el tiempo reglamentario con empate a dos, y en la final se deshace apuradamente del Standard de Lieja belga merced a un solitario tanto de Pujol, marcado a ocho minutos de la terminación. Estos fueron los jugadores que inauguraron el palmarés del torneo palmesano: Reina; Torres, Gallego, Eladio; Rifé, Zabalza; Rexach, Zaldúa, Bustillo, Fusté y Pujol. Desde la Isla de la Calma el Barça vuela hasta Málaga para tomar parte en el “Costa del Sol”. Vence a los argentinos de River Plate también gracias a los penalties –después de un 0-0–, con Sadurní deteniendo hasta tres máximos castigos, y luego protagoniza un maratoniano partido ante el Corinthians, que se resuelve, una vez finalizado el tiempo reglamentario con empate a uno, mediante lo que ahora llamaríamos Gol de Oro, conseguido por los brasileños ¡en el minuto 142! Estos fueron los protagonistas del que sin duda habrá sido uno de los partidos más largos de toda la historia del Barça, sino el que más: Reina; Torres, Gallego, Eladio; Ramoní, Zabalza; Rifé, Zaldúa (Castro), Bustillo, Pujol (Palau) y Rexach.
En plena juventud aun fallece el ex jugador azulgrana Alfonso Navarro Perona, conocido futbolísticamente como Navarro II y cariñosamente por los aficionados como Navarrito. Era hermano de Joaquín Navarro, el Fifo, que también había militado en el Barcelona en los primeros años 40, pero cuya carrera transcurrió mayoritariamente en las filas del Real Madrid. Navarro II, que actuó asimismo en el equipo merengue, pero también en una larga lista de clubes (Valladolid, Osasuna, Condal, Tarrasa, Lleida o Nástic de Tarragona), era un jugador tan genial como desconcertante, capaz de lo mejor y lo peor en el mismo partido. Se alineó con el Barça en la segunda mitad de los cuarenta, y regresaría fugazmente a “Les Corts” a mediados de la década siguiente.
En los mentideros futbolísticos barceloneses comienza a circular el insistente rumor de que el españolista Marcial puede fichar de un momento a otro por el club azulgrana. De confirmarse, sería una auténtica bomba, la gran noticia futbolística del verano del 69. Pero antes viene el “Gamper”. En su cuarta edición, el trofeo que honra la memoria del ciudadano suizo considerado como fundador del club cuenta con el morbo añadido de traer al “Camp Nou” nada menos que al verdugo azulgrana en la todavía reciente final de la Recopa, el Slovan de Bratislava. El Real Zaragoza –como un fleco de la “Operación Bustillo”– y el Estudiantes de La Plata, vigente campeón de la Libertadores y la Intercontinental, completan el lucido póker de participantes. En la primera ronda el Barça –amarga victoria– derrota a los eslovacos por 2 a 1, y en el encuentro final se impone por el mismo resultado a los aragoneses, con tantos de Bustillo y Pujol y este equipo: Reina; Torres, Gallego, Eladio; Zabalza, Fusté; Palau, Zaldúa, Bustillo, Castro y Pujol.
El cuarto compromiso de esta sobrecargada pretemporada es el “Mohamed V”, que se celebraba en la mítica –gracias al cine– ciudad marroquí de Casablanca. Tras vencer al Sao Paulo por 2 a 0, el Barcelona va a adjudicarse el torneo gracias a los lanzamientos desde el punto de penalti, después de empatar a dos goles con el Bayern de Múnich, el fortísimo cuadro alemán donde militaban estrellas del calibre del guardameta Sepp Maier, el Kaiser Beckenbauer o el gran goleador Torpedo Muller. Hecho curioso fue que todos los lanzamientos que se necesitaron para superar a los bávaros –cuatro– los ejecutase el mismo jugador: Martí Filosía. Estos fueron los campeones del prestigioso trofeo magrebí: Sadurní; Torres, Gallego, Eladio; Pellicer, Ramoní; Rifé, Zaldúa, Martí Filosía, Castro y Roselló.
Pero estaba escrito que la gran noticia de este verano barcelonista de 1969 no iban a ser las esperanzadoras victorias del primer equipo en los torneos estivales –por lo demás, poco trascendentes–, sino un fichaje que batiría todos los records establecidos hasta entonces en nuestro fútbol, el del rubio jugador blanquiazul Marcial Pina. El Español, que había realizado un fuerte desembolso económico para reforzarse y aspirar a conseguir algún título, acababa de descender sin embargo a Segunda División. Marcial, lógicamente, no deseaba jugar en dicha categoría, y los de “Sarriá” necesitaban dinero imperiosamente, y más después del estallido del “Caso MATESA”, un enorme escándalo financiero en el que se hallaba directamente involucrado su presidente, el empresario de maquinaria textil Juan Vilà Reyes. La “Operación Marcial”, tal como publicó un conocido semanario, podía suponer la salvación para ambos clubes. Al Español –regido provisionalmente por una Gestora– le aportaría una liquidez inmediata, y en cuanto al Barcelona, le permitiría ilusionar de nuevo a sus alicaídos socios y seguidores, ganando un gran jugador, un hombre que podía convertirse en el líder del equipo, una figura de la que los azulgranas habían estado huérfanos desde la marcha de Kubala y la de quien, con toda seguridad, hubiese recogido su cetro, el gallego Luis Suárez.
Las cifras del traspaso eran mareantes, las más altas pagadas hasta la fecha en el fútbol español. Y mientras Marcial cruzaba la Diagonal, 18 millones de pesetas tomaban la dirección contraria, y los periquitos recibían también la cesión del prometedor delantero menorquín Roselló. Era una apuesta muy fuerte y arriesgada la que habían hecho Carreras y los suyos, pero parecía evidente que tras el fiasco con Helenio Herrera y toda la movida que este llevó aparejada, el presidente barcelonista necesitaba con urgencia de un revulsivo que devolviera la ilusión a unos socios y aficionados demasiado escépticos últimamente. De hecho, al conocerse oficialmente la noticia del fichaje, un numeroso grupo de hinchas culés se presentaron delante de las oficinas del club, en “La Masía”, para manifestar su alegría.
El partido de homenaje a Ferrán Olivella será el último acto de la preparación barcelonista de cara a la inminente Liga. El Gran Capitán se llevó el cariño y los aplausos del que fuera su público durante trece temporadas en el primer equipo –y también un buen pellizco económico, pues la recaudación ascendió a casi 6 millones de pesetas–, pero por desgracia tan emotivo acontecimiento no pudo redondearse con una victoria azulgrana, ya que el Palmeiras brasileño se impuso por 1 a 2. Pereda y Palau se alinearon en este encuentro por última vez en las filas del Barça. Ambos se unirían a un Sabadell que se estrenaba en competición europea –Copa de Ferias–, gracias al magnífico cuarto puesto logrado la temporada anterior.
Y justo antes de iniciarse la Liga, va a estallar también un escándalo futbolístico que a la larga acarreará trascendentales consecuencias. Se trata del denominado “Caso de los Paraguayos”. El Barça y el Valencia se interesarán por un joven y al parecer excelente jugador de nacionalidad guaraní, un tal Severiano Irala, procedente del Cerro Porteño, y al final son los azulgranas quienes se llevan el gato al agua, como vulgarmente se dice. A pesar de la prohibición de fichar futbolistas extranjeros, en vigor desde 1962, en distintos equipos españoles venían militando habitualmente numerosos jugadores de origen hispanoamericano, en su mayoría paraguayos. Eran los llamados oriundos, quienes –para poder tomar parte en nuestras competiciones– debían cumplir dos requisitos: ser hijos de padres españoles, y no haber actuado como internacionales en la selección absoluta de su país. Y precisamente ahora se va a descubrir que Irala ya había jugado con el combinado paraguayo, lo que por consiguiente le inhabilitaba para alinearse en España. Pero la cosa se complica aún más al conocerse que otros dos compatriotas suyos que ya tomaban parte en nuestras competiciones desde la temporada anterior –el valencianista Aníbal Pérez y un reciente fichaje del Real Madrid, el ex malacitano Sebastián Fleitas Miranda– también habían vestido la camiseta de la selección de Paraguay. Lógicamente, y ante este evidente agravio comparativo, el Barcelona va a poner el grito en el cielo por boca de su presidente, Narcís de Carreras, pero sus enérgicas protestas no hallarán eco alguno en la Federación, y quedarán reducidas a un mero desahogo, el Derecho al pataleo.
UN IRREGULAR INICIO LIGUERO
Así las cosas, va a abrirse la Liga 1969-70 el día 14 de Septiembre, con un clásico por todo lo alto: Real Madrid-Barcelona en el Estadio “Santiago Bernabéu”. Marcial y el susodicho Fleitas van a acaparar todas las miradas. Artigas alinea de entrada a: Sadurní; Torres, Gallego, Eladio; Castro, Zabalza; Rexach, Marcial, Bustillo, Zaldúa y Pujol. Salen en tromba los azulgranas, y a los cinco minutos ya tienen un claro 0 a 2 a su favor, obra del ariete Bustillo. Pero paulatinamente el Madrid va ir metiéndose en el partido, y el juego se equilibra. El controvertido Fleitas acorta distancias, y a continuación el mismo jugador iguala el marcador, yéndose ambos equipos al descanso con un 2-2. En la reanudación, los merengues van a cobrar ventaja merced a un gol del veteranísimo Gento, y poco más tarde se producirá la jugada más polémica del encuentro.
En un lance cercano a su área, el defensa central blanco De Felipe entra sin contemplaciones a Bustillo, trabando la rodilla del atacante. El goleador aragonés queda tendido en la hierba, y el juego continúa durante un par de minutos, hasta que el árbitro, el vizcaíno Ortiz de Mendíbil, ordena que el lesionado sea retirado del césped, lo que harán entre su compañero Pujol y el portero rival Junquera. Le reemplaza Pellicer en el minuto 14 de esta segunda parte (en lo que constituye el primer cambio de un jugador barcelonista de campo en la historia de la Liga, merced a una nueva normativa que permite dos sustituciones por bando). Embriagada por la briosa reacción de su equipo, la afición del “Bernabéu” pide más goles, y Rexach les responde con un hermoso tanto de volea, que coloca en el marcador el definitivo empate a tres. Cuajó un magnífico partido el centrocampista gallego Santiago Castro.
Era un comienzo de Liga muy esperanzador, aunque enturbiado por la grave lesión de Bustillo, precisamente cuando este parecía haberse destapado como el delantero centro resolutivo y realizador que el Barça llevaba buscando desde los tiempos de Re. Gravedad que se va a confirmar tras las primeras radiografías. Este fue el parte facultativo: “Rotura total de la inserción inferior del ligamento lateral interno en sus dos capas superficial y profunda. Desinserción periférica del menisco interno. Rotura del ligamento cruzado anterior”. La intervención quirúrgica subsiguiente fue efectuada por el eminente e inevitable doctor Cabot en una clínica barcelonesa, y el tiempo de recuperación se calculaba en ocho o nueve meses, lo que venía a significar que la Liga ya había terminado para Bustillo cuando aún no había hecho más que empezar. El percance del ariete aragonés era un ladrillo más que venía a engrosar el muro de las irreconciliables diferencias que separaban al Madrid y al Barça. El club azulgrana se sentía perjudicado por los estamentos deportivos españoles capitaneados, paradójicamente, por el catalán Juan Antonio Samaranch), y consideraba que estos llevaban mucho tiempo barriendo para la capital, y que dicha actitud de discriminación y favoritismo no podía seguir manteniéndose ya impunemente.
Con Marti Filosía en lugar del lesionado Bustillo, el Barça se enfrenta a los daneses del Odense en partido correspondiente a los treintaidosavos de final de la Copa de Ferias. El choque del “Camp Nou” deja ya prácticamente decidida la eliminatoria, ya que vencen los locales por 4 a 0, con dos goles del citado Martí Filosía, otro de Zaldúa, y el restante marcado en propia puerta por los nórdicos, que, o bien eran muy inferiores a los noruegos del Lyn, o mucho había mejorado en Barcelona en tan sólo unos meses. Artigas alineó a: Reina; Franch, Gallego, Eladio (Romea); Ramoní, Castro; Pellicer, Marcial, Martí Filosía, Zaldúa (Rexach) y Pujol. La segunda jornada de Liga, sin embargo, volvió a mostrar a un Barça inoperante de cara a la portería contraria, un equipo romo que únicamente pudo superar al Deportivo de La Coruña en el último cuarto de hora, merced a un afortunado remate del central Gallego a la salida de una falta. Los blanquiazules, dirigidos por el antiguo jugador del Barça de las Cinco Copas José María Martín, fueron batidos por un equipo formado por: Reina; Torres, Gallego, Eladio; Castro, Zabalza; Rexach, Zaldúa (Ramoní), Martí Filosía (Pellicer), Marcial y Pujol, cuya incisiva verticalidad levantó al público de sus asientos.
En la tercera jornada, y a pesar del resultado –0 a 0–, tanto Pontevedra como Barça jugaron al ataque en “Pasarón”, aunque sus muchas oportunidades no se vieron coronadas por el éxito. Este fue el equipo presentado por Artigas: Reina; Torres, Gallego, Eladio; Rifé (Ramoní), Zabalza; Pellicer, Marcial, Zaldúa, Castro y Pujol. El guardameta Reina, después de tres temporadas prácticamente en blanco (1966-69) parecía haberse ganado con sus últimas actuaciones la confianza de su entrenador, y muy pronto también la del flamante seleccionador nacional, Ladislao Kubala, que le convocará en su primera lista. Por el contrario, las acciones de Salvador Sadurní, que había cuajado muy buenas temporadas tras el retorno de Pesudo al Valencia, cotizaban ahora a la baja. Cosas del fútbol…
Los mentideros futbolísticos barceloneses no paran, y ahora hacen circular otro rumor muy persistente: que el entrenador azulgrana Salvador Artigas tiene los días contados. Los resultados hasta el momento, sin ser excelentes, tampoco eran malos, pero el técnico había quedado ya muy tocado por el “Caso Herrera”, que venía a demostrar palpablemente que no contaba con el respaldo mayoritario de la Junta Directiva y en cualquier momento podía saltar del banquillo. Mientras tanto, va a tener lugar la Asamblea General Ordinaria del club, donde se facilitarán datos como el número de socios con que contaba el Barcelona a 30 de Junio de 1969 –54.769–, o el monto total de la deuda de la entidad a la misma fecha, que ascendía a 32.260.384 pesetas, quedando aún pendientes de cobro importantes cantidades procedentes de la venta de “Les Corts”, con lo que bien se podía afirmar que la situación económica del Barcelona se encontraba bastante saneada.
Van a cesar como directivos los señores Moreta, Valls Taberner, Baret y Godó, que serán sustituidos por el antiguo jugador y entrenador Pepe Gonzalvo (Gonzalvo II), Jordi Martí Lluma, Antoni Amat y el doctor Gonçal Lloberas, respectivamente. Del discurso del presidente Carreras pueden entresacarse algunas frases significativas: “La labor deportiva en la pasada temporada fue mala. El Socio se merece mucho más. Hay que tener la humildad de reconocerlo así para mejorar todo lo que se pueda y tenga que ser mejorado. En un club como el Barcelona las soluciones son difíciles y han de ser producto de una labor de continuidad”. Sensatas palabras, las del primer mandatario barcelonista, aunque no siempre había predicado con el ejemplo…También hacía una llamada “a la sensatez y al buen humor” el nuevo miembro de la Junta Directiva barcelonista doctor Lloberas, un destacado profesional de la Medicina que entonces mantenía un interesante programa radiofónico.
Juego, emoción y goles, en cambio, con motivo de la visita del líder Athletic de Bilbao al feudo barcelonista. Los locales, en un buen partido, llegaron a tener un rotundo 3-0 a su favor (Zaldúa, Rexach y Pujol), que en los últimos minutos recortaron los vascos con un par de tantos. En el Barça, el jugador más destacado, domingo tras domingo, venía siendo el hábil y ratonero extremo Lluís Pujol, cuyas brillantes actuaciones le valdrían muy pronto una efímera internacionalidad. Jugaron ante los Leones: Reina; Torres, Gallego, Eladio; Zabalza, Fusté; Rexach, Marcial, Zaldúa, Juan Carlos y Pujol. Y un gol de Rexach y otro de Pellicer van a derrotar nuevamente al Odense, ahora a domicilio y con esta alineación: Sadurní; Franch, Gallego, Torres (Sanjuán); Ramoní, Zabalza (García Castany); Pellicer, Juan Carlos, Marti Filosía, Fusté y Rexach. El siguiente adversario del Barça en la competición ferial sería otro conjunto modesto, el Vasas Gyor húngaro.
En la Liga, muy igualada, el equipo comparte el liderato con Sevilla, Real Madrid y Zaragoza, pero el público está molesto con Artigas, y éste tampoco parece encontrarse muy a gusto, porque tras la quinta jornada –en la que el Barça sale derrotado una vez más de “Atocha” ante la Real Sociedad por 1 a 0, en un partido muy flojo de los azulgranas– el técnico presenta su dimisión con carácter irrevocable. La falta de confianza de la Directiva, y la gran presión que supone sentarse semana tras semana en el banquillo del “Camp Nou”, explican que el buen preparador catalán acabase por arrojar finalmente la toalla. Esta fue la última alineación que presentó el correctísimo Salvador Artigas: Reina; Torres, Gallego, Eladio; Zabalza, Fusté (Pellicer); Rexach, Marcial, Zaldúa, Juan Carlos y Pujol. En total, había dirigido al Barça en 87 partidos oficiales, con el siguiente balance: 44 victorias, 24 empates y 19 derrotas, con 144 goles a favor y 77 en contra, y un porcentaje del 50,57 de encuentros ganados.
Para sustituirle provisionalmente es designado Josep Seguer, antiguo jugador internacional del club y a la sazón entrenador del filial Condal, en Tercera División. En líneas generales, todos los medios informativos barceloneses se hacen eco de la noticia poniendo de manifiesto la titubeante trayectoria que sigue el club a la hora de tomar decisiones. En la presentación de Seguer, un histórico del legendario equipo de las Cinco Copas, Narcís de Carreras va a pronunciar las siguientes palabras: “El Barcelona está en buenas manos, estoy completamente seguro de ello, y es porque Seguer, a la experiencia que atesora, une una buena fe capaz de mover montañas. Todo lo que hacemos es para que el Barcelona vuelva a ser lo que jamás debió dejar de ser, y por ello, reconozco que algunos de nuestros jugadores no han sido en los últimos tiempos lo valientes que cabía esperar de ellos como profesionales del fútbol, y lo que es mucho más importante, como barcelonistas de corazón que me consta que son. Por ello hemos obrado con ponderación, sin precipitaciones, con la máxima calma, sin importarnos aquellos que conocemos sobradamente y que sabemos que nos atacan porque de esa forma atacan al Barcelona en general. No, esas personas no nos alteran el pulso”
ARTIGAS DESPUÉS DEL BARÇA
No obstante Salvador Artigas va a permanecer muy poco tiempo en el paro. El Valencia había comenzado la temporada muy renqueante, y tras la quinta jornada (clasificado en decimotercera posición, con 3 puntos y un negativo) despedirá a su responsable, Joseíto, haciéndose cargo del equipo un antiguo jugador ché de la década de los 50, el catalán Enrique Buqué. Pero ante su escasa experiencia en los banquillos –tan sólo había dirigido a Badalona y Abarán en Segunda– Artigas va a ser contratado para formar con él una especie de tándem, entonces nada habitual. La fórmula, sin embargo, no les va a funcionar nada mal a los de “Mestalla” (estadio que, por cierto, aquella misma temporada pasa a denominarse oficialmente “Luis Casanova”, en honor del mítico presidente que había dirigido la Edad de Oro del club del murciélago). El Valencia va a concluir la Liga 69-70 en quinta posición, empatado a 35 puntos con el tercero, el sorprendente Sevilla preparado por el austríaco Max Merkel, el propio Barça (cuarto) y el Real Madrid (sexto), y en el subsiguiente torneo de Copa del Generalísimo llegará hasta la final, que disputaría en el “Camp Nou” contra el Real Madrid, cayendo derrotado ante los de la capital por 3 a 1, resultado adverso con el que los de la ciudad del Turia inician otra nueva serie de derrotas consecutivas en el encuentro decisivo (en el 71 perderían frente al Barça, y en el 72 sucumbirían a pies del Atlético de Madrid), una triple hiel que ya habían conocido a mediados de los años 40, cuando fueron derrotados en 1944 y 1945 por el Athletic de Bilbao, y en 1946 por el conjunto merengue.
El fichaje de Alfredo Di Stefano como nuevo entrenador valencianista de cara a la temporada 70-71, procedente de un Boca Juniors al que la Saeta Rubia había hecho campeón del Nacional de 1969, va a suponer el final de la breve etapa Buqué-Artigas. Pero el técnico catalán va a comprometerse inmediatamente con el Elche, localidad muy cercana a la turística Benidorm, sede de sus negocios particulares. Artigas, sin embargo, llega a un conjunto franjiverde muy debilitado ya, que apenas sí había podido mantener la categoría en la campaña anterior, y que estaba sometido a un acelerado proceso de descapitalización, pues acababa de desprenderse de dos de sus figuras, los internacionales Ballester (traspasado al Real Madrid) y Asensi (al Barça), siguiendo con su pragmática política de vender a sus estrellas con periodicidad bienal (Re en el 62, Cardona en el 64, Marcial en el 66, Lico en el 68…), para poder equilibrar así su modesta economía y seguir manteniéndose milagrosamente en Primera División. Pero ese modelo ya estaba en crisis, y el conjunto ilicitano (reforzado con el veterano Guillot y donde se mantenían Canós, Llompart y Vavá) va a comenzar desastrosamente la temporada 70-71, y tras la novena jornada, y ocupando la duodécima posición, Artigas será cesado. Se ocupan sucesivamente de la dirección de los de “Altabix” Otto Bumbel, Iborra y Llopis, que no podrán impedir el descenso el club de la ciudad de las palmeras tras doce maravillosos años formando parte de la élite del fútbol español.
Artigas permanecerá el resto de la temporada sin trabajo, pero apenas iniciado el curso siguiente, el 71-72, vuelve a sentarse en un banquillo. Esta vez su destino es “San Mamés”, no lejos de la otra ciudad donde poseía negocios, San Sebastián. Allí va a sustituir en la novena jornada, y debutando con victoria en el “Camp Nou”, al inglés Ronnie Allen, al frente de un Athletic donde destacaban, junto al mítico e incombustible Iribar, los Sáez, Arangúren, Larrauri, Zubiaga, Arieta, Villar, Uriarte, Carlos o los hermanos Rojo. En el Botxo será conocido como el Monje de Lezama, a causa de su perfil ascético y su cabeza cana, cubierta en los frecuentes días de lluvia norteña por la capucha del chubasquero, que le conferían cierto aspecto frailuno. Clasificará a los Leones en una discreta novena posición, y no renovará contrato.
Arranca la temporada 72-73 sin equipo, pero en febrero de 1973 va a recibir la llamada de un Sevilla todavía bajo el tremendo trauma de la muerte de Pedro Berrueco en “Pasarón” y que no conseguía salir del pozo de la Segunda División, aceptando la oferta para dirigir al cuadro hispalense. Era la primera vez que iba a alejarse de sus zonas de confort (Cataluña, Levante, País Vasco y región sudoccidental de Francia). No logrará el ansiado ascenso, pero sí un hito digno de reseñar, como fue eliminar al mismísimo Barça de la Copa del Generalísimo, venciéndole en el “Sánchez Pizjuán” por 3 a 1, y cayendo en el “Camp Nou” por un insuficiente 1 a 0. Tras dicho torneo va a abandonar definitivamente la profesión, centrándose en sus negocios particulares. Fallecerá en Benidorm casi un cuarto de siglo más tarde, el 6 de septiembre de 1997, víctima de un ataque cardíaco, a la edad de 84 años, siendo incinerado.