El último tango del Equipo de José
De Ignacio Adán RosésEl mítico Racing Club de Avellaneda de 1967 se proclamó campeón de América y del Mundo con un fútbol admirado
En 1967 el fútbol estuvo a punto de quedarse sin una de sus páginas más fascinantes: el mejor conjunto que jamás ha tenido el Racing Club de Avellaneda evitó una tragedia aérea mientras sobrevolaba Medellín. “El avión sufrió un descenso repentino. Las maletas literalmente flotaban, algunas azafatas acabaron pegadas al techo. Pero de repente el vuelo se estabilizó. Las mismas azafatas fueron quienes nos dijeron: si habéis sobrevivido a ésta, seréis campeones de América y del Mundo” relata el mítico Humberto Maschio en una entrevista concedida al programa argentino El Primer Grande. Casualidad o mística, en esa misma zona pero 32 años atrás, Carlos Gardel –uno de los cantantes de tango más conocidos de la historia e hincha de Racing Club– perdió la vida tras estrellarse su avión. La figura de Gardel aún es muy recordada y una estatua en su honor reina en la platea del Cilindro, estadio del club de Avellaneda.
El destino permitió que aquel conjunto mostrase al mundo un juego que raramente se veía en aquella época: el fútbol total. Aunque este concepto tomó fuerza con la Naranja Mecánica de los años 70, capitaneada por Cruyff y dirigida por Rinus Michels, lo cierto es que décadas antes hubo equipos que ya lo pusieron en práctica. Conjuntos como el River Plate –conocido como La Máquina– de principios de los 40 o la Hungría de los 50 pasaban por encima de sus rivales con un sistema entonces innovador. A todos les sirvió para ganar, igual que a Racing Club en el año 1967, cuando se alzó con la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental. Un hito que La Academia no ha vuelto a repetir.
Aquella escuadra era conocida como el Equipo de José ya que su ideólogo y entrenador era José Pizzuti, quien vistió la zamarra de Racing Club en dos etapas – entre los años 1952-1955 y 1956-1962–. Logró levantar dos Campeonatos Argentinos con el club de Avellaneda en 1958 y 1961, hecho que le convirtió en un jugador muy querido entre la hinchada. Pero lo que consiguió como entrenador le elevó a leyenda. Empezó su andadura al frente del equipo en septiembre de 1965, encontrándose un grupo sin alma, sumido en la depresión y último en la tabla clasificatoria. Además, Independiente de Avellaneda, su máximo rival histórico, venía de levantar la Copa Libertadores en 1964 y 1965.
Pero Pizzuti llegó para invertir la tendencia. Creó una máquina de ganar juntando la brega y el músculo de jugadores como Rulli, Perfumo o Basile con el talento de Raffo, Cardoso o Cárdenas. Pero si un jugador destacaba por encima de todos los demás era Humberto Maschio. El ‘Bocha’ se crió futbolísticamente en Racing, pero muy joven se marchó a Italia, donde dejó huella en el Bolonia, la Atalanta, el Inter y la Fiorentina. Volvió al club de sus amores en 1966 con la aspiración de hacerlo campeón. Era el faro de aquel conjunto, el jugador que capitalizaba la mayoría de los ataques de un Racing que llegaba al área en oleadas.
El equipo de José se apuntó el Campeonato Argentino de 1966 con el récord de puntos de la competición: 61. La temporada siguiente fue cuando el club de Avellaneda entró en la leyenda levantando la Copa Libertadores y la Copa Intercontinental, ambas decididas en el partido de desempate. La primera fue ante el Club Nacional de Montevideo, a quien derrotaron por 2 a 1 en el partido decisivo que se disputó en el Estadio Nacional de Chile. Los tantos fueron obra de Cardoso y Raffo. Tras triunfar en América, La Academia se proclamó campeón de la Copa Intercontinental venciendo al temible Celtic de Glasgow de Jimmy Johnstone. La ida en territorio escocés se saldó con 1 a 0 a favor de los locales, pero los hombres de Jose Pizzuti lograron forzar el desempate venciendo 2 a 1 en un Cilindro lleno hasta la bandera. El partido para alcanzar la gloria, que se disputó en el Estadio del Centenario, fue de tal dureza que se ganó el apelativo de la batalla de Montevideo. El encuentro, que acabó con cinco expulsados, lo decidió Cárdenas con un memorable zurdazo de larga distancia. La profecía de las azafatas se cumplió y el equipo de José se convirtió en campeón de América y del Mundo al ritmo del tango que Carlos Gardel cantaba desde el cielo.
Reportaje realizado para la materia de “Historia del Periodismo Deportivo” que imparte Xavier G. Luque en el Máster de Periodismo Deportivo de la UPF.