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Desde la tierra del tango, con una brevísima escala en el país de la cueca, lo que quedaba del Euzkadi arribó a la isla del son, la guaracha, los boleros y el mambo. Para cuando eso ocurrió, el aparato propagandístico no sólo de Baltasar Junco, “empresario” en la gira deportiva del equipo, sino el alimentado

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El Euzkadi en América: del tango, al bolero y los mariachis

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Desde la tierra del tango, con una brevísima escala en el país de la cueca, lo que quedaba del Euzkadi arribó a la isla del son, la guaracha, los boleros y el mambo.

Para cuando eso ocurrió, el aparato propagandístico no sólo de Baltasar Junco, “empresario” en la gira deportiva del equipo, sino el alimentado por el PNV desde el Centro Vasco de La Habana, o la red de “informadores” al servicio del gobierno exiliado en París, operaba con tanta efectividad como denuedo. Su primer objetivo pasaba por concitar simpatías hacia unos pobres muchachos con los que el fútbol mundial estaba siendo particularmente injusto. Había que tocar fibras sensibles, máxime después del mal sabor de boca que dejaran en su anterior paso por La Habana, cuando parte de los medios informativos criticaran el alto precio de las entradas y su paupérrima aportación sobre el césped.

El “Diario de la Marina”, con la firma de “Peter”, un devoto declarado, empezó poniendo a la FIFA de vuelta y media, no sin razón en algunos puntos: “La FIFA en este asunto de los vascos ha estado poco afortunada. Y la culpa no es más que de ella, pues este organismo comenzó por infringir sus propios estatutos, ya que ellos no le permiten aceptar más que una Asociación por país. Y a pesar de ello ha reconocido a dos organizaciones españolas. ¿No hubiera sido más humanó, que ese organismo acordara que mientras existiese en España ese movimiento que ahora hay, sus atletas pudieran jugar donde más estimaran conveniente? La FIFA no lo ha hecho así; comenzó por hacer las cosas al margen de sus estatutos y ahora, para quedar bien con las dos, quiere descalificar a un grupo de muchachos que huyen del horror de la guerra.

Y la FIFA quiere ahora ser rígida, quiere ser inflexible, como no lo fue cuando el caso Rubio, cuando el caso Regueiro ni cuando el de Sergio Alonso q.e.p.d.”

Puede que estas afirmaciones colasen ante muchos lectores cubanos, pero falseaban la realidad. La FIFA, luego de su error mayúsculo reconociendo la Federación Franquista sin dar por finiquitada la republicana, inoperante desde agosto de 1936, para cuando esto se escribiera había cerrado toda interlocución con la representada en solitario por el Sr. Cabot, desde Barcelona. Por otra parte, los casos del Euzkadi, Gaspar Rubio, cuando se fugara del Real Madrid para ganar más dinero en Cuba, o Luis Regueiro, ciñéndonos únicamente a los españoles citados, nada tenían que ver entre sí. A Gaspar Rubio se le ordenó volver al redil, so pena de pasar dos años sin disputar partidos en ningún país del universo FIFA. Cuando Luis Regueiro fichase por el Racing de Paris, hubo consentimiento expreso del Madrid. En cambio los componentes del Euzkadi, tal vez con la única excepción de Areso durante algún tiempo, cuyos derechos federativos pertenecían al Barcelona, entidad incautada hasta que las tropas franquistas entraran en la ciudad condal, estando reclamados por sus clubes y la Federación plenamente reconocida, incurrían en falta tipificada con dos años de suspensión. También ese mismo artículo castigaba a cuantas entidades o federaciones vulnerasen el respeto escrupuloso de las sanciones impuestas.

Pero en el reinecillo taifa y caciquil de William A. Campbell, delegado de la FIFA en América del Norte y Central, ocurrían cosas muy raras. Tan anómalas como que los informadores de la perla antillana aireasen con alarde tipográfico la inminente disputa de “una fiesta balompédica cuyo número estelar consistirá en la disputa de un match entre la Selección Habana, triunfadora ante el equipo Nacional, rumbo ahora a París, y el conjunto de estrellas futbolísticas que juegan bajo el nombre de Euzkadi. Un gran show para nuestra afición”.

¿En qué cabeza cabía levantar acta de semejante ilegalidad? La Federación de La Habana dependía de la Cubana, y ésta se hallaba plenamente integrada en la FIFA. Es más, la selección nacional de Cuba iba a llegar a los cuartos de Final en el Mundial de Francia. ¿Cómo consentía el señor Campbell semejante disparate? Y sobre todo, ¿cómo se lo consentían a él desde la FIFA, siendo voz cantante en la zona?

Huelga decir que ese choque tuvo lugar. El 29 de mayo de 1938, con victoria del Euzkadi por 0-4 (3 goles de Lángara y el otro de Urquiola). Un buen baño que la prensa cubana achacó al lamentable estado del terreno, como acreditan algunos fragmentos del chauvinista Paco Doblas Jr.: “Con noventa y nueve probabilidades contra una de ganar, y perdiéndose esa única con las fuertes lluvias caídas durante la tarde de ayer, los cubanos perdieron a manos de los grandes futbolistas del Euzkadi por la anotación de 4 goals a 0.Parecerá ridículo decir que hicimos un gran papel, pero es la pura verdad. Entre otras cosas apuntaremos las siguientes: lo poco fuerte del equipo presentado, comparado al que se enfrentó a los ases españoles en el mes de enero; que no se puso tampoco lo mejor que había; que mientras a los nuestros no les favoreció el agua en absoluto, a los vascos les favoreció, si no del todo, sí mucho más que a los cubanos…”

Había algo chirriante, sin embargo, en las crónicas de ese partido. No se facilitaba la alineación del seleccionado habanero. ¿Precaución de los propios futbolistas, ante las consecuencias que su intervención en el choque pudieran depararles, si la FIFA optase por emplear mano dura? ¿Exigencia de la Federación de La Habana? Sin posibilidad de cotejar quienes jugaron, siempre cabría aducir la intervención de muchachos no federados, sobre quienes, obviamente, ningún control podía exigirse. Fábula insostenible, claro, pero con cierto sustento jurídico. Del señor Campbell, vistos sus malabarismos en Barbizón, durante el invierno cubano y la gira mexicana, trufada de tantas o más mentiras que medias verdades, podía esperarse casi todo.

El caso es que, envalentonados ante el silencio de la FIFA, ya hubo alineaciones, algarabía y hasta aporreo de panderetas en el segundo partido de los vascos contra la Selección de La Habana, donde los cubanos volvieron a caer por 0-3 (5-VI-1938), con dos goles de Lángara y uno de Iraragorri. El mismo Doblas Jr. invocaba idénticas atenuantes a las ya esgrimidas con anterioridad: “El agua comenzó a caer desde la una y media y no cesó hasta cerca de las cinco, hora en que dio comienzo el sensacional partido. El terreno, al igual que el pasado domingo estaba en pésimas condiciones, favoreciendo como aquel día a los visitantes, si no del todo, porque aquello era imponente, sí lo bastante para que a pesar del amor propio con que jugaron los de la Selección Habana, perdieran, imponiéndose los vascos por su fortaleza y maestría en el terreno”.

Como no suele haber dos sin tres, el domingo siguiente, día 12, la Selección Habana volvió a caer ante el Euzkadi sin paliativos: 0-5, con 3 goles de Isidro Lángara y uno, respectivamente, de Pedro Regueiro e Iraragorri. Esta vez lucía un sol espléndido y el campo estaba seco. Según los cronistas, el bilbaíno Blasco apenas fue inquietado durante los 90 minutos y los cubanos se vinieron abajo física y anímicamente después del descanso. De hecho, cuatro de los goles se anotaron en la segunda mitad. El público habanero tuvo además otra buena razón para deprimirse, cuando desde la megafonía del estadio anunciaron que su equipo nacional había caído en Francia, ante Suecia, por un abrumador 8-0. Concluía de ese modo la participación cubana en el III Campeonato Mundial, con el saldo de una victoria, un empate y otra derrota: 5 goles a favor y 12 en contra.

La Habana, durante la visita del Euzkadi. Sede del “Diario de La Marina”, periódico imprescindible para seguir las peripecias del conjunto vasco.

Ese 0-5, quizás porque llegara acompañado de la goleada sueca, escoció lo suyo al periodismo y la afición cubana. Incluso Pedro Fernández Alonso, con su firma habitual de “Peter” en el “Diario de la Marina”, demostró tener su corazoncito cubano por más que Baltasar Junco lo estuviese en nómina: “Cuando se brinda un programa, debe hacerse en condiciones. Porque de lo contrario el público se llamaría a engaño y nosotros al menos no nos prestamos a ese juego. Hay que poner un team de jugadores destacados, los mejores que tenemos en la actualidad. Esto es si interesa que se celebren programas, si no interesa, ya lo dijimos antes, con esperar a la reanudación del Campeonato, todo está dicho. Pero eso de querer ganar dinero y no preocuparse por la calidad del espectáculo, no. Porque ya se ha explotado bastante el nombre de los jugadores vascos y los aficionados saben que se trata de un conjunto formidable, y se sabe, además, que juegan mucho al fútbol”.

Con menos palabras, la Selección Habana parecía confeccionarse con futbolistas de escaso rango, ansiosos por darse a conocer. Los de mayor relieve preferían el “dolce far niente” vacacional, seguros de que su titularidad en los equipos de La Habana donde militaban no iba a ser puesta en riesgo. Aunque algo sí pareció desatar tanto ésta como otras quejas impresas, porque veinticuatro horas después se anunciaba desde el club Juventud Asturiana la suspensión de su futbolista Arturo Galcerán, por tres meses, luego de no haber competido contra los vascos, conforme se le ordenara. Igualmente la comisión organizadora del partido previsto para el siguiente domingo, encomendaba a Juan Arenas, entrenador del Hispano, la puesta a punto de un elenco en condiciones para medirse al Euzkadi. De ahí que, contradiciendo a la cartelería, no iba a saltar al campo la Selección Habana, sino una especie de Club Hispano con retoques de refuerzo.

Dio igual, puesto que los cubanos volvieron a caer derrotada 0-2 ante un equipo que desde la fuga de Pedro Vallana dirigía Luis Regueiro, desdoblándose en futbolista y entrenador. Lángara marcó los dos goles y García, guardameta local, parece estuvo formidable.

La prensa antillana, empero, también se hacía eco de otras cosas. De la enfermedad de Egusquiza, por ejemplo, al que nadie veía entrenar desde su llegada al país. Comenzó a tener fiebre en Argentina, donde los médicos le aconsejaron someterse a pruebas, ante lo que parecía una infección pulmonar. Sin embargo se empeñó en partir hacia Chile, porque de ningún modo quería quedarse solo. Sus compañeros tan pronto lo veían animado, durante el trayecto, como apocado y febril, sudoroso, desganado… Considerando que los planes al llegar a La Habana pasaban por realizar una corta estancia y partir raudamente hacia México, se limitó a permanecer en el hotel. Pero su estado empeoraba a ojos vista. Trasladado a un hospital, se le diagnosticó tuberculosis y allí quedó, ante la gravedad de su estado. Gregorio Blasco, por tanto, se convertía en único guardameta, lo que implicaba situar bajo los tres palos a cualquier compañero de campo ante su hipotética y no deseable lesión.

Nada se publicó, en cambio, acerca de lo más importante: el tremendo cisma en que se enredaba la dirección del Euzkadi. Gracias a un nuevo informe remitido a París por José Luis Garay, el espía del PNV en La Habana que recomendase con tanto calor a Pedro Areso como confidente, cabría decir que Melchor Alegría y Ricardo Irezábal ni se miraban a la cara. Vayan algunos párrafos del mismo, con su peculiar y enrevesado estilo:

“Llevan aquí cerca de un mes y aún no les he visto ni hablar a los dos delegados mutuamente; por forma de resolver, discutir, estudiar, visitar, etc. a lo que más se reiré el equipo. Y ahora no quiero culpar a ninguno de ellos, pues francamente creo que los dos tienen la culpa de lo que ocurre. Lo importante es evitar todo y encarrilar las cosas dentro de una mayor formalidad.

Que he hablado con los amigos del equipo y precisamente con quienes creo puedo consultar, con quienes tienen motivos para estar al corriente de los detalles, los cuales reconocen que la solución está en destituir a los señores Irezábal y Alegría, pues tanto uno como otro tienen muy pocas simpatías entre los chicos del equipo. Quizá el señor Irezábal tenga menos simpatías, pues porque tal vez el señor Alegría se ha preocupado de crear un núcleo de amigos dentro de los jugadores. Ahora bien, todos ellos verán con interés y con verdadera simpatía la vuelta al equipo de Manu Sota”.

Manuel de la Sota, recordémoslo, optó por quedarse en Francia cuando concluyese la gira europea, entendiendo que sin un gobierno real a quien representar, su papel en la expedición carecía de sentido. Ahora se antojaba única solución, ante el brillo de navajas que bien pudiese aflorar en cualquier instante.

Garay también mostraba su temor a que durante el planeado viaje a México y los Estados Unidos, los jugadores se dividieran: “Seguramente algunos grupos del equipo están tratando que otros amigos, que precisamente están enfrentados con el señor Belauste, puedan presentar proposiciones de excursión. Así que la madeja está más enredada de lo que parece y de lo que desde una carta se puede explicar”. Y aunque insistiese en que “los jugadores, todos en general se portaron muy bien”, no pasaba por alto que “están muy disgustados porque el señor Vallana, que ha quedado en la Argentina sin otro motivo que su propio beneficio personal, haya reservado para sí dos meses de sueldo, mientras que ellos siguen sin cobrar estos meses. Están dispuestos a sacrificarse pues creen que en estos momentos es su deber, pero ven con desagrado estas cosas que tienen su importancia moral”.

Tras reincidir en la decapitación simbólica de Irezábal y Alegría con estos términos: “Para obrar con estricta justicia e imparcialidad habría que destituir a los dos delegados, pues ninguno más que ellos son los culpables de que no se entiendan”, anticipaba la posible traición de Melchor Alegría tan pronto pusiera los pies en México: “Por noticias que tengo, también parece ser que piensa quedarse, para lo cual tiene creadas buenas amistades, que precisamente están frente al señor Belauste”. Personaje este último, amigo del Lehendakari Aguirre, “delegado” del gobierno vasco en la capital mexicana, o más empíricamente del PNV, capaz de concitar tanto desprecio como rechazos furibundos, según dejaba caer medio al desgaire: “También he oído que alguien hace en el equipo ambiente para que vean con desagrado la intervención del señor Belauste en las futuras relaciones que allí deben tener en cuanto vayan, como es natural, y conseguir en esta forma eliminar al delegado y crear quizá los compromisos con otros grupos, que serían precisamente los mismos que antes intervinieron”.

Al margen de que la prosa de José Luis Garay semejase una clave cifrada, ante su pobreza expositiva, trazaba un panorama desolador. Aquello era un todos contra todos. El digno Pedro Vallana cruzaba el río de La Plata con dos mensualidades, mientras los futbolistas que dirigiese y a quienes tanto arengara en nombre de la patria vasca, no veían un céntimo desde que a primeros de abril partiesen con rumbo a Chile y Argentina. Melchor Alegría también fraguaba otra espantada. A Pacho Belausteguigoitia no querían verlo ni en pintura. Y hasta daba la falsa impresión -si diéramos validez a lo expuesto por el informante- que ni siquiera convencía Baltasar Junco a parte del equipo, pese a su implicación en el proyecto. Puede que algunos lo culpabilizaran del fiasco en Buenos Aires y Valparaíso, sin advertir que fue otra víctima, no menor, al perder una considerable cantidad de dinero. Pero lo más increíble: ¿Acaso tantos expedicionarios tenían madera de chivatos? Cuesta entender que viviendo tal cúmulo de avatares, estrujados desde París, apestados para la FIFA y sin saber siquiera si a esas alturas sería posible una vuelta atrás, tuviesen tan suelta la lengua. La desesperación enrarece el ambiente hasta en las habitaciones mejor ventiladas.

Los futbolistas procuraban ocultar tanta aflicción en su correspondencia con las familias. Aquellas cartas empapadas de añoranza, venían a ser algo parecido a breviarios turísticos. Narraban lo que habían visto: el enorme tamaño de la capital mexicana, la imponente mole andina, los barrios bonaerenses, abigarrados y multicolores, la belleza colonial de la Habana Vieja o el calor de los estadios. ¿Para qué añadir más sinsabores a una existencia probablemente difícil, como cabía esperar de un país en guerra fratricida? Alguno, como Ángel Zubieta, sondeaba a su hermano Santi, en buenas relaciones con el arma de Aviación, sobre si algún mando franquista viera el modo de interceder por ellos. Lángara ya no contemplaba el futuro junto a su novia ovetense. José Iraragorri pensaba en su madre a todas horas. Siendo lo suyo hacia ella más que devoción(1), hallándose tan lejos no podía desechar sentimientos de culpa.  A buen seguro nadie ansiara tanto el retorno a casa como él hacía cada noche. Pero se sentía atado de pies y manos. Al punto que habían llegado las cosas, tenía que seguir hacia donde le llevasen las circunstancias, lo mismo que Emilín o Cilaurren, e incluso Gregorio Blasco, componentes del grupo ansioso por volver.

Irragorri, fotografiado junto su madre junto al caserío familiar de Galdácano en febrero de 1935. Estaba convaleciente de la lesión padecida durante el partido homenaje a Ricardo Zamora Martínez, “El Divino”.

Mientras ocurría todo esto, el inefable “Peter” no desaprovechaba ninguna oportunidad para lanzar sus soflamas propagandistas desde el “Diario de la Marina”. Un simple proyecto de homenaje a los jugadores el Euzkadi, le dio cuerda: “Ha sido un acierto y grande, este de dar una fiesta de simpatía a los atletas que tantas piedrecitas han encontrado en su camino. No se explica a la verdad, que un conjunto de representantes del deporte, que van representando la paz, no haya sido comprendidos en estos tiempos en que el ambiente está cargado de pólvora (…) La Colonia Vasca de Cuba y los aficionados que simpaticen con el fútbol español, y los que comprendan la situación de estos atletas en nuestro suelo, no deben dejar pasar la oportunidad de brindarles un momento de alegría a los que tanto hacen por emocionar a las grandes multitudes”.

Ya dice el refrán que quien mucho habla, mucho yerra. Y él, escritor copioso aun a costa de descuidar su estilo, por fuerza debía acabar cometiendo una solemne equivocación. Ocurrió al meterse en camisas de once varas, con explicaciones que nadie le había pedido. Sin proponérselo, desvelaba letra por letra el arriesgado ejercicio de funambulismo que llevaran a cabo, con toda certeza al unísono, la Federación de La Habana y el delegado de la FIFA, William A. Campbell, en su burla sistemática de cuantas directrices despachase la FIFA:

“Pero es que se confunde la disciplina con la civilidad. Jugar con los vascos parece una rebeldía. Pero con el objeto de que así no se interpreten los juegos que Cuba ha celebrado con ellos, han sido organizados por una Comisión Deportiva, no por la Federación de Fútbol de La Habana. En fin, un truco, pudiera decirse, pero en el que se puede adivinar claramente que no hay disposición de ponerse frente a la organización máxima del balón redondo, pero que tampoco deja inadvertido que válido a su jerarquía, cometa una injusticia”.

El Sr. Campbell emulaba a “mi señor Monipodio” en el patio cervantino. Como la Federación de La Habana no se entera de cuanto ocurre ante su propia sede, no puede informar a la Federación Cubana, ni ésta a su vez al delegado de la FIFA. Algo así como celebrar por todo lo alto las fiestas del barrio sin permiso municipal, entre charangas, fuegos artificiales, suelta de vaquillas y corte de avenidas al tráfico rodado. Puesto que no se solicitó permiso ante la ventanilla correspondiente, tanto el alcalde como sus concejales permanecen en Babia. ¡Ah!, ¿qué salieron fotos en el periódico? Verá usted, es que no lo compro. Además estoy sordo y no suelo mirar por la ventana. ¿Cómo quiere usted que escuchase la cohetería o viese el jolgorio? Lo más fantástico es que semejante milonga colase no una vez, sino reiteradamente.

El banquete en honor de los visitantes ofrecido por la Federación de Fútbol de La Habana, tuvo lugar el 26 de junio “en el oxigenado Campo Armada”. Asistieron casi 300 comensales, entre los que se hallaban el presidente del Centro Vasco de La Habana, Jesús Azqueta, el del Club Deportivo Centro Gallego, y Longinos Rodríguez, presidente del C. D. Hispano América, propietario de las instalaciones. Se sirvió un menú compuesto por entremeses, pescado en salsa mayonesa, arroz con pollo, tortonis, café y cervezas “Polar y “Tropical”. Los soberbios cigarros puros a disposición general después del postre corrieron a cargo de “Tabacos Piedra”. Ya entre humos llegó el momento de los discursos, citándose, uno por uno, los nombres de cada jugador homenajeado. A Egusquiza se le hizo una mención especial, en estos términos: “Pero no están todos. Hay una ausencia lamentable y lamentada, aunque se trate de una ausencia circunstancial. Me refiero al guardameta Egusquiza, buen futbolista también, excelente muchacho, retenido en su lecho de enfermo y por cuyo pronto restablecimiento hacemos todos fervientes votos”.

Antes de que comenzase a llover con fuerza y todos buscaran refugio, puesto que se comió al aire libre, algunas voces propusieron enfrentar al Euzkadi con la selección nacional cubana, aprovechando su regreso del Campeonato Mundial. Y no, no fue un hablar por hablar, puesto que cuatro días después desde el “Diario de La Habana” se daba cuenta de que el seleccionador cubano, José Tapia, acababa de recibir órdenes de la Federación para convocar a cuantos jugadores estimase, ante el partido a dirimir próximamente contra el equipo vasco. Dicho encuentro correspondería a una serie cuyo campeón iba a alzarse con la copa de plata donada por Jesús Azqueta, presidente del Centro Vasco habanero.

Ya no había tapujos, por tanto. En Cuba, conscientes de que los perros podían ladrar, pero sin intención de morderles, tomaban a chacota cuantos telegramas o cartas recibieran con membrete de la FIFA. Aunque a última hora, fuese porque el seleccionador nacional quisiera ir pensando en el futuro, o porque parte de los presentes en la Copa del Mundo no quisieran sumir posibles riesgos, de los 14 cubanos que el 3 de julio se midieron ante el Euzkadi -hubo 3 sustituciones durante aquellos 90 minutos- únicamente la mitad habían debutado en Europa: Ayra, Benito, Barquín, Chorens, Berges, Magriñá y Tuñas. Queden como anécdota los otros siete: Pachito, Bolero, Chuli, Juan, Héctor, Dávila y Turco.

El partido acabó con victoria del Euzkadi por 0-4, con tres goles de Lángara y uno de Emilín. Serafín Aedo fue expulsado en el minuto 68, por responder a la brava una dura entrada de Magriñá. En suma, decepción mayúscula de los internacionales cubanos, que parecieron descomponerse a partir del tanto que anotase Lángara en el minuto 5. Ni siquiera quedaba el recurso de escudarse en la lluvia, pues salió una jornada calurosa que, cuando menos en teoría, debió beneficiar a quienes mejor adaptados estaban al clima tropical. “Hay que borrar esa mala impresión el domingo -clamaba el “Diario de La Habana” para rematar su crónica sobre el encuentro-. Y sobre todo, hay que jugar al fútbol para que Blasco no se vaya a México con el sello de invencibilidad que ostenta”.

El también habanero diario “Hoy”, calentando motores para el siguiente choque, anunciaba: “En vista del desastroso resultado para nuestra Selección Nacional en su partido del pasado domingo frente a la Selección Vasca, los dirigentes del fútbol han estudiado la conveniencia de oponer a los ases vascos los clubes de primera categoría locales, siendo estos reforzados en aquellos sectores que con sus elementos propios no pudieran ofrecer una buena demostración ante los visitantes”. Así las cosas, el siguiente rival de Luis Regueiro y los suyos fue el Juventud Asturiana, con algunos retoques de refuerzo. Santo remedio. El 9 de julio Gregorio Blasco no sólo dijo adiós a su imbatibilidad, sino que los cubanos se impusieron por 3-2. Lángara anotó los dos tantos del Euzkadi, el primero de penalti para abrir el marcador. Per Héctor, igualmente en dos ocasiones, y Paquito, certificaban la victoria.

Huelga indicar que los medios celebraron aquel éxito como un título importante. Las crónicas coincidían en resaltar la mordiente, el empuje y las ganas del equipo local, ante la pasividad del adversario, y que cuando éstos quisieron reaccionar ya se les había atragantado el partido. Igualmente se hacían cábalas de cara al próximo y definitivo enfrentamiento de los vascos con el Deportivo Centro Gallego, dirigido desde el banquillo por el seleccionador nacional, José Tapia. A saber si con el decidido ánimo de calentar el ambiente, o porque en efecto hubiese algún testigo, se filtró lo mal que había sentado la anterior derrota en el vestuario visitante: “A la hora de irse a refrescar, hubo un atleta vasco que hablaba en chino y achacaba toda la culpa de lo sucedido a la pareja de backs. Y esto fue como una banderilla de fuego para Serafín Aedo, que sólo pudo ser contenido en su ira por Melchor Alegría. Que si no, “se acaba caña”, como diría Manopla”.

El 24 de julio tuvo lugar el último partido para adjudicarse la Copa Azqueta, como algunos medios habían bautizado el torneo. Y dado que todo periodista encierra en su alma un entrenador, durante las jornadas previas fueron saltando distintos nombres a la palestra. Que si Paquito Santos y Héctor, del Juventud Asturiana, se habían ganado a pulso su presencia. Que no contar para la zaga con Panchito, del Hispano, sería una locura. Al final se alineó Panchito como defensa derecho, pero ni Paquito Santos ni Héctor, el goleador de choque precedente, merecieron la atención del seleccionador Tapia. Sobre el césped, el Euzkadi se impuso al Centro Gallego por un apretado 4-5. Emilín, en 3 ocasiones, Larrínaga y Cilaurren, marcaron para los verdes, en tanto Tomás, Dávila y el internacional Magriñá, este último por partida doble, celebraban los tantos gallegos. El Euzkadi llegó a ir perdiendo 2-0 hasta el minuto 65. Luego en 11 minutos de vendaval atacante pusieron un 2-4 en el tanteador. El último gol de Magriñá llegó segundos antes de que el árbitro, José Dunjó, señalase el final. Los vascos se hacían con la Copa y Doblas Jr., fiel a sí mismo, desparramaba en su crónica nuevas dosis de chauvinismo:

“No habiendo ganado la copa, hemos demostrado nuestra valía futbolística, pues los famosos vascos, vencedores en todos o casi todos los partidos jugados en México, vencedores de rusos, polacos, húngaros y otras naciones europeas, han necesitado tener que decidir en el último partido, saliendo vencedores por una anotación de 5 a 4, después de jugar los nuestros sin la ventaja que les pudiera haber ocasionado en terreno seco y con un sol de los que hacen a Regueiro izar la bandera de parlamento en la azotea. Nos podemos sentir orgullosos del resultado de la serie, aunque después digamos algo sobre la alineación presentada por el cuadro gallego y los pocos refuerzos de que se valieron”.

El Euzkadi, que conste, ni pisó Budapest ni disputó partido alguno contra equipos magiares, que a buen seguro se lo hubieran puesto dificilísimo, dada la calidad que entonces atesoraban. Paco Doblas Jr. o estaba mal informado, o se había hecho un lío ante el mapa europeo.

Pacho Belausteguigoitia, futbolista efímero, buen médico, hombre de negocios, intrigante, sectario y metomentodo, sin la menor duda también tuvo participación en el conato de degradación de Irezábal. Desde México estuvo “segando hierba” bajo los pies de Baltasar Junco, a quien sólo veía como testaferro de su odiado Ángel Urraza. Y como Junco se entendía perfectamente con Irezábal y Melchor Alegría…

Total, que el 28 de julio se entregaba oficialmente la Copa de Jesús Azqueta a Ricardo Irezábal, entre discursos de ambos y el aplauso de la concurrencia. Como invitados de honor destacaban el presidente de la Federación Cubana, señor Abella, y representantes de los clubes más señeros. Quien no estuvo fue Baltasar Junco. Había partido hacia México para rematar los últimos flecos de otra gira por el país. Aunque esto, al fin y al cabo, los aplausos y la satisfacción del deber cumplido, seguramente no envanecerían a Irezábal. Porque si bien la prensa nada publicase al respecto, desde hacía unos días estaba al tanto de su inminente degradación. El “delegado”, o espía del PNV en La Habana, José Luis Garay, siguiendo órdenes de París, anunció ante todos los miembros de la expedición que el triunvirato compuesto por Melchor Alegría como relaciones públicas, el millonario Junco a cargo de la economía, e Irezábal oficiando algo parecido a la presidencia, tocaba a su fin, puesto que De la Sota se haría cargo de todo en México. Los futbolistas, aunque siguieran sin cobrar, parecían haberse salido con la suya. Aunque las apariencias, a veces, resulten engañosas…

Lo de México, en cualquier caso, se retrasó un tanto. La compañía de vapores no disponía de billetes hasta la siguiente semana, circunstancia que posibilitó la disputa de un nuevo partido en La Habana, contra el Deportivo Hispano América. Un fracaso completo, tanto en lo deportivo como en lo económico. Ante escaso público, el Hispano reforzado con tres elementos del Juventud Asturiana y uno del Iberia, se impuso 5-3. Larrínaga en dos ocasiones y Luis Regueiro marcaron para el Euzkadi. E Iraragorri, que venía arrastrando problemas en una rodilla, no se alineó. Los masajes del farmacéutico guipuzcoano Rezola venían haciendo milagros, hasta que la inflamación llegó al punto de preocupar a todos. El traumatólogo que visitara al lesionado fue contundente: había que operar ya. Desde el “Diario de la Marina” lo contaron así: “El doctor Inclán, que es un hacha con el bisturí, lo operó felizmente. Se encuentra el jugador de la Selección Euzkadi muy bien. El Amigo Ramón Avellanal, que lo visitó en la clínica, estuvo hablando con él y le dijo que el doctor Alberto Inclán le prometió que dentro de seis meses ya estaría en condiciones de volver a ser lo que antes fue en la línea de ataque del Athletic de Bilbao. Y, como es natural, el Chato está contentísimo”.

Contento a medias, como mucho, pues tuvo que permanecer en la isla mientras sus compañeros partían el 1 de agosto de 1938 en el “Orizaba”, con rumbo a Veracruz. Para esas alturas la familiaridad entre marineros del vapor y expedicionarios debía ser enorme. Baltasar Junco, entre tanto, soñaba con cerrar contratos en Costa Rica, por más que hasta aquella Federación también hubiese llegado la desautorización de la FIFA. Como había tenido un buen maestro trilero en el Sr. Campbell, pretendía que la Federación Mexicana, donde el Euzkadi se inscribiera meses atrás, allanase el terreno. No iba a ser el equipo Euzkadi, de España, quien saltara a los campos costarricenses, sino una formación mexicana. Pero aun contando con la autorización de México, los federativos de Costa Rica seguían mostrándose reticentes. Según notas de agencia fechadas en New York, de las que se hicieron eco algunos diarios mexicanos, Junco tenía mucho más que perfilada una tournée por la costa Este de los Estados Unidos, los grandes lagos y el estado de Missouri. Se aportaban fechas, incluso: 4 de setiembre, contra una selección de la New England Soccer League, en New Bedford, estado de Massachusetts; 5 de setiembre contra una selección de portugueses en Falla Rivers, del mismo estado; 10 de setiembre contra una selección de alemanes en Filadelfia; 11 de setiembre contra el Hispano F. C., en la misma ciudad; 18 de setiembre contra otra selección de la American Soccer League, sin salir de Filadelfia; 25 de setiembre contra el Sparta ABA de Chicago; 2 de octubre contra una selección de futbolistas profesionales igualmente en Chicago, y 9 de octubre contra el Shamrock F. C. de San Luis, desde donde tomarían el tren hasta México.

La visita del Euzkadi a la bulliciosa Habana, enriquecida y colonizada durante la Gran Depresión estadounidense por gánsteres de toda ralea y condición, tocaba a su fin. Aunque lejos de las bombillas multicolores o las juergas etílicas de cabaret en cabaret, hubiera otro universo suburbial de chabolas, hambre y prostitución, con niños desnudos chapoteando en charcos fétidos, cantera de futuros revolucionarios. Cielo e infierno a pocos kilómetros de distancia. Derroche y miseria entre palmeras y brisa caribeña, como preludio de lo que habría de llegar.

Una gira imposible, por lo apretada y las distancias a cubrir, máxime tratándose de un equipo en cuadro. Algo descabellado para quienes, con Chirri II y Areso a la búsqueda de un mejor porvenir en Argentina, Egusquiza en un sanatorio cubano con tuberculosis, cuando esta enfermedad se llevaba de este mundo a decenas de miles de infortunados cada mes, e Iraragorri incapacitado para competir durante los siguientes seis meses, necesitaban reponer efectivos con urgencia. Tal como iban las cosas, remedando la sorna periodística cuando Vallana se alineara de interior y el portero suplente en la línea media, ante cualquier lesión el bueno de Irezábal tendría que saltar al campo, cumplidita la cincuentena y con sus buenos veinte kilos de más.

Aquella gira estadounidense nunca tuvo lugar. Según informaciones poco verosímiles, se tropezó con la intransigencia de los servicios de Inmigración. Otras voces dieron a entender que tal proyecto tuvo mucho, pero que mucho, de castillo en el aire. Posiblemente esta idea se ajuste más a la realidad, puesto que los Estados Unidos en1938, inmersos en su Gran Depresión, con miles de chimeneas industriales apagadas y poco dinero en los bolsillos de buena parte de su población, no parecían un destino tentador para los Harlem Globetrotters del fútbol. Pese al entusiasmo de Víctor Simón, presidente del Hispano F. C., y sus directivos Pedro Navarro, Castaño y Alonso, corresponsales de Baltasar Junco en el inmenso país de las barras y estrellas, México prometía más. Incluso si por falta de fechas en el calendario de la Liga Mayor tuvieran que dejar a un lado el Distrito Federal, trotando por distintos estados y ciudades de segundo rango. Se habían convertido en feriantes, sin otro propósito que llenar el buche ante la llegada del invierno. La propaganda vasquista, el ideario republicano, y a esas alturas incluso la esperanza de derrotar a Francisco Franco y los suyos, dormían en el baúl de los recuerdos. Tan sólo les quedaba luchar por su propia supervivencia.

Periferia de La Habana. Suburbio chabolista en 1933. La esperanza de vida en esas áreas frisaba los cuarenta años, lastrada por una tremenda mortandad infantil

Sinópticamente, los partidos dirimidos en tanto aguardaban el posible indulto de la FIFA, o la protección solicitada a la Liga Mayor, arrojaron el siguiente saldo:

7-VIII-1938. España de Veracruz 0- Euzkadi 8. Con el España se alineó el español Tache de los Heros, jugador del Sevilla que reforzase al F. C. Barcelona en su gira americana, y no tomara en New York el barco de vuelta. Prefirió enrolarse en modestas formaciones de la Gran Manzana, antes que nutrir los frentes bélicos. Pero luego, animado por los “culés” que resolvieran ganarse el pan compitiendo en México, secundaria su ejemplo. Tardó poco en reforzar a un Euzkadi bajo mínimos. Especialmente para esa ocasión, el España veracruzano contó con la ayuda del medio Ballesteros y el ariete Mauri, ambos del Marte, así como del español López Herranz, asentado en México, y Domingo Alonso, ambos pertenecientes al España del distrito federal. Lángara, erigido en gran goleador, anotó un tanto desde casi el centro del campo, aplaudidísimo por el respetable.

14-VIII-1938. En Orizaba, Moctezuma de Veracruz 2 – Euzkadi 6. Tan escasa fue la atención dedicada a este choque en los medios informativos, que nada se sabe de alineaciones, goleadores ni incidencias.

Con fecha indeterminada, el Euzkadi derrotó al paupérrimo Iberia de Córdoba, reforzado ya con Tache “y varios equiperos del España de Veracruz”, por el bárbaro resultado de 0-15. Al decir de la única crónica encontrada, ese guarismo se convertía en récord de anotación entre cuantos equipos extranjeros se dejaran ver por México. Isidro Lángara, que tras el pitido final fue sacado del campo a hombros, junto a Gregorio Blasco y Luis Regueiro, marcó 6 goles.

Si llegó a disputarse algún otro encuentro camino del distrito federal, las nubes del tiempo nos lo han emborronado. Lo único comprobable es que la expedición vasca pernoctaba en el Hotel Magestic de la capital azteca desde la madrugada del 22 al 23 de agosto, dándose por hecha su comparecencia ante el Necaxa, vigente campeón de la Liga Mayor, para el día 4 de setiembre. No parecía casualidad que el restaurante de dicho establecimiento, propiedad participada por el “Gordo” Arana, “empresario” del Euzkadi durante su anterior gira por tierras aztecas, estuviera a cargo del también vasco Antón Elorriaga.

Lo que nadie podía anticipar es que finalmente la FIFA, enredada en sus propios embrollos, contradicciones y saltos al vacío, de espaldas a su propia normativa y de consuno con la Federación franquista de San Sebastián, concluyera levantado al Euzkadi una sanción que, empíricamente, nunca se tradujo en impedimento para competir. El reglamento dictaba 2 años de suspensión, de permanencia en dique seco, a cuantos futbolistas federados lesionasen los derechos de sus clubes por el drástico procedimiento de la espantada. Y además expulsión, tanto del órgano mundial como de las Federaciones de pertenencia, a cuantos clubes los amparasen, fuere alineándolos o enfrentándose a ellos en partidos oficiales o amistosos. Pero claro, esas mismas ordenanzas también impedían el reconocimiento de más de una Federación por país, principio roto desde el órgano supranacional cuando, por falta de coraje o cálculo equivocado, no se atreviera a cortar lazos con el señor Cabot y su federación republicana en ruinas, antes de dar reconocimiento a la franquista. Lo que mal empieza, mal acaba, por más que la FIFA, apegada a sus errores tampoco aprendiera mucho de tan monumental cornada. Años después, mientras Europa se reconstruía tras la devastación hitleriana, volvió a bailar minués con la desbandada de futbolistas húngaros, el saqueo de una Liga Mayor colombina tirada al monte, las contrataciones de Kubala y Alfredo Di Stefano, o el bofetón judicial ante la persecución esclavista al belga Bosman.

La FIFA y sus repetidas miserias.

El 31 de agosto de 1938, 15 meses después del reconocimiento a la Federación franquista (mayo de 1937), el escocés William A. Campbell recibía este telegrama:

“Campbell. Manzana de Gómez 448, Habana: El comité de la FUFA, de acuerdo con la Federación de San Sebastián, ha decidido cancelar la suspensión de los players del Euzkadi con la condición de que en el plazo de cuatro semanas se afilien a una asociación de la FIFA. Tenga la bondad de informar al jefe del Euzkadi”.

Al delegado de la FIFA le faltó tiempo para enviar este otro a México, añadiendo un párrafo de cosecha propia:

“Habana, agosto 30 de 1938. Mexfútbol. México DF.- Pláceme informarle que como sugerencia mía la FIFA con conformidad Federación San Sebastián acordó cancelar suspensión Euzkadi bajo condición afiliación término cuatro semanas con Asociación miembro de la FIFA. Saludos a todos. Sírvanse informar a Ricardo Irezábal, presentándole mis respetos. William A. Campbell”.

Vamos, que a falta de medallas militares, el detentor de la delegación futbolística en Norte y Centroamérica tan sólo porque los jerarcas europeos no encontraron a otro, se arrogaba todo el mérito. Además, como mínimo “Peter”, autoproclamado portavoz de la afición cubana, dirigió igualmente su enhorabuena personal al Euzkadi, conforme al día siguiente se ufanara desde el periódico:

“Ricardo Irezábal. Hotel Majestic. México D.D.- Felicítole sinceramente en nombre de la afición cubana acuerdo FIFA levantando suspensión equipo. Justicia se abre paso. Salude a Alegría. Peter”.

William Campbell era manifiestamente incapaz de jugar limpio. Tenía que enredar, mentir y tergiversar. Estaba en su naturaleza. De modo que como cuatro semanas de plazo se le antojasen poco tiempo, las estiró en el comunicado que reservara al general Gustavo Arévalo Vera, presidente de la Confederación Deportiva Mexicana:

“General Arévalo. Mexfútbol.- Pláceme informarle que conforme a sugestión mía, la FIFA, de conformidad con la Federación Española de San Sebastián, acordó cancelar suspensión equipo Euzkadi bajo condición filiación término cuatro meses como Asociación miembro de la FIFA. Salúdole afectuosamente. Campbell”.

La prensa mexicana divulgó el notición, refiriéndose no a cuatro semanas, sino a cuatro meses. Y algún medio, como “El Nacional”, quiso aprovechar la oportunidad para remover el árbol ideológico. Téngase en cuenta que el presidente de la nación, Lázaro Cárdenas, partidario decidido de la república española, populista(2) e impulsor de un régimen a caballo entre el autoritarismo y la mano tendida, solía mostrarse agradecido con los amigos:

“El acuerdo de la FIFA al reconocer a la Federación fundada por los lactrofacciosos es absolutamente ilegal, y esa Federación no puede tener ninguna autoridad sobre los jugadores vascos que se encuentran actualmente en nuestro país y los que, en repetidas ocasiones, han manifestado su deseo de no pertenecer a ese organismo espurio. De cualquier manera, como los vascos juegan en México con permiso o sin permiso de la FIFA, lo mejor que puede pasar es que el amigo Campbell intervenga para que ese lapso de cuatro meses se amplíe, y se considere al team Euzkadi como dentro de la organización futbolística mexicana”.

Qué peligro tenía Campbell. Uno de esos hombres ante quienes después de haberles dado la mano, era conveniente contarse los dedos.

Ficha federativa de Isidro Lángara, cuando ingresara en el Esperanza de San Sebastián, la temporada 1929-30. Entonces no podía ni imaginar las vueltas y revueltas que iba a dar su vida. Y muchísimo menos que nueve años después saliera en triunfo de los estadios mexicanos, fuese el mejor futbolista visto hasta entonces en Cuba, según la prensa habanera, o acabara convirtiéndose en mito del bonaerense San Lorenzo de Almagro.

Entre tanto, el Euzkadi continuaba dirimiendo partidos recaudatorios, esta vez bajo el auspicio de la Liga Mayor mexicana, circunstancia que si por un lado ofrecía tranquilidad, por otro resultaba menos provechosa en lo económico. Ya no era cuestión de disputar bolos a tanto el minuto, sino de hacer cuentas con un ente que subsistía organizando competiciones. En este caso se trataba de partidos amistosos, aunque siempre con algún trofeo en juego, para otorgar solemnidad al espectáculo. Por lo general tandas de dos o tres enfrentamientos, allí denominadas “series”. Dos partidos cuando en ambos venciera el mismo equipo, o uno más de desempate si las victorias se repartieran. Empleándose en esta modalidad, el equipo vasco consumiría los meses de noviembre y diciembre, conforme veremos.

Se avecinaba otra navidad. En España la última entre disparos, obuses y siega de jóvenes combatientes. En México la primera bañada en esperanza, para quienes durante un tiempo eterno fuesen objeto de explotación injusta, vaivenes políticos, caprichos personales, maximalismos, maledicencias e incertidumbre.

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(1).-Siendo muy niño, el padre de José Iraragorri, empleado en una industria siderúrgica de Basauri, se volatilizó, literalmente, al caer en la colada de un alto horno. Entonces su madre desanduvo el camino hasta el vecino municipio de Galdácano y con mil esfuerzos hizo de él lo que era: un hombre bueno, abnegado, con alto sentido del deber, cabal y gran futbolista. Su amor hacia ella casi rozaba la idolatría, hasta el punto de que todo el vecindario galdacanés era consciente de que “El Chato” no iba a casarse mientras su madre viviera, como así ocurrió. Nadie entre los expedicionarios sufrió tanto como él desde que descendiera de la avioneta en Biarritz, hasta que en abril de 1946 se arriesgase a cruzar el Atlántico, confiando en el decreto de perdón franquista para cuantos habiendo buscado refugio en el extranjero, no estuvieran incursos en delitos de sangre.

(2).-No es muy conocida la azarosa existencia de “Los niños de Morelia”, como fueran conocidos los cerca de 400 españoles de ambos sexos con edades comprendidas entre los 3 y 13 años, que partieron hacia México acogidos por el gobierno del general Lázaro Cárdenas. Aquel acto humanitario, independientemente de la buena intención con que se organizara, acabó convirtiéndose en un desaforado alarde propagandístico. El tren especial que condujera a los pequeños hasta Morelia, era recibido en las estaciones por cientos o miles de personas muy bien aleccionadas. La caridad presidencial llenó horas de radio y primeras planas en todos los medios impresos mexicanos. Sin embargo poco a poco, cuando dejaron de constituir novedad nacional, esos niños serían olvidados por la política populista y la propia ciudadanía. Hubo algún suicidio mal explicado entre los expedicionarios, un rapto de la más joven acogida -3 años nada más y viajó sin hermanos o primos-, algún accidente extraño, relevos entre los responsables de las escuelas o colegios paramilitares donde los recluyeran, a raíz de denuncias por malos tratos y muertes que nunca debieron haberse producido, y finalmente hastío. Cuando los niños se hicieron adolescentes comenzaron a escapar de lo que consideraban una cárcel, aunque ello implicara ser explotados por empresarios de diverso perfil, a menudo también españoles. Pocos volvieron a su país natal ya finalizada la guerra, y casi todos acabarían regresando a México, puesto que fruto del desarraigo, lo que encontraron a este lado del océano ya no lo sentían como algo propio. La mayoría, pese a todo, logró salir adelante. Algunos adoptados por familias de origen español, otros a base de esfuerzo y tenacidad. Uno incluso fue escultor de renombre. Y los hermanos Arnauda, futbolistas profesionales. Lamentablemente, cuando Lázaro Cárdenas consideró cumplida la finalidad populista y dejara de sacarse fotos entre ellos, pareció olvidar su existencia.

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