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RESUMEN:

El 17 de octubre de 1937 los componentes del Euzkadi, a cuya expedición acababa de unirse Joaquín Rezola, farmacéutico guipuzcoano como sustituto del masajista Perico Birichinaga, tomó en París un tren hacia Le Havre. Al día siguiente embarcaban con rumbo a New York en el lujoso “Ile de France”, “hermosísimo y estupendo transatlántico”, según manifestaran

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El Euzkadi en América: de lío en lío

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El 17 de octubre de 1937 los componentes del Euzkadi, a cuya expedición acababa de unirse Joaquín Rezola, farmacéutico guipuzcoano como sustituto del masajista Perico Birichinaga, tomó en París un tren hacia Le Havre. Al día siguiente embarcaban con rumbo a New York en el lujoso “Ile de France”, “hermosísimo y estupendo transatlántico”, según manifestaran todos. En la Gran Manzana vivieron seis días maravillosos, extasiándose ante su “perspectiva de altísimos rascacielos, y fantástica aglomeración de gentes de todas las razas y de toda condición”, al decir de Zubieta. Luego, en la desembocadura del Hudson abordarían el “Orizaba” rumbo a Veracruz (México), en pasaje de tercera y haciendo escala en La Habana. Allí les aguardaba la primera sorpresa, cuando una delegación española del Frente Popular les ordenase no firmar ningún contrato ni compromiso, hasta hablar con Francisco Belausteguigoita Landaluce, delegado del gobierno vasco en México y amigo del Lehendakari Aguirre. Todo muy misterioso y digno de reflexión.

Durante el trayecto atlántico, sintiéndose lejos de las trincheras y saboreando por anticipado el más que aceptable nivel de vida de México, Cuba, Argentina y cuantos países del cono Sur les pusieran por delante, aunque sólo fuese por comparación con las naturales carencias de cualquier país en guerra, se habían hecho una idea muy falsa sobre cuanto les esperaba. Porque la conflagración civil española también había cruzado el océano. Desde luego allí no había tiros, pero sí una polarización extrema, tanto entre los emigrantes españoles como entre sus descendientes de primera generación. En la Habana, por ejemplo, donde los centros regionales españoles constituían un referente con gran influencia no sólo en el ámbito municipal, sino incluso en la política de más alto rango, los centros gallego y andaluz, la Asociación de Dependientes de Comercio, y hasta el Casino Español, se habían decantado sin ambages por el bando franquista. El Centro de Galicia, relevante como pocos al haber creado un amplio y eficaz entramado de asistencia social, incluyendo algo parecido al seguro médico, llegó mucho más lejos al insertar en su correspondencia y en los diplomas infantiles el yugo y las flechas falangistas, junto al membrete. La Casa de la Cultura, en cambio, seguía simpatizando con los republicanos. Igualmente, a lo largo y ancho de la “perla antillana” distintas logias masónicas esparcidas por Cienfuegos, Matanzas, Holguín, Camagüey o Santiago, tan pronto tuvieron constancia de la persecución que sus correligionarios españoles sufrían por tierras bajo control militar africanista, pusieron en marcha proyectos de acogida. Pero curiosamente, a la hora de la verdad quienes más se involucraron en el devenir de la guerra fueron los criollos republicanos, toda vez que un número nada desdeñable de ellos cruzaron el mar hasta España, incluidas varias mujeres, para nutrir las Brigadas Internacionales.

En Argentina, otros centros regionales experimentaron dolorosas escisiones. Cuando parte de ellos abrieron sus juntas directivas a reconocidos adalides del alzamiento militar, los devotos republicanos se lo tomaron como una afrenta inadmisible. En noviembre de 1936, los falangistas bonaerenses alquilaron un teatro para llorar a su camarada José Antonio, fusilado en Alicante. Al día siguiente ese mismo local fue escenario de otra concentración española, socialista y antimonárquica. En cierta ocasión, desde una cafetería muy concurrida por simpatizantes delos sublevados, comenzaron a sonar himnos tradicionalistas, de Falange y marchas militares. Minutos después, la respuesta republicana llegó desde otro establecimiento hostelero sito en la misma avenida, haciendo atronar el himno de Riego.

Tampoco México se libraba de encontronazos y reyertas, por más que su presidente, el general Lázaro Cárdenas, hiciese declaración de fervor republicano desde el principio. El Centro Vasco tradicional se encontró ante otro Círculo Vasco Español. Y por cuanto a las diversas facciones republicanas respecta, rencillas personales, así como una soterrada lucha de intereses, envidias y enemistades, convirtieron cualquier llamada a la unidad en mutuos cruces de acusaciones, cuando no en campos minados. Para que nada faltase, incluso en lo puramente futbolístico hasta las propias entidades deportivas no es que estuviesen divididas, sino enfrentadas.

Campbell, el delegado de la FIFA para América del Norte y Central(1), no era querido ni respetado en México. Residía en La Habana, y desde el país azteca más que verle como aliado, lo consideraban enemigo por su empeño en llevar a Cuba cuanto de bueno pudiese emanar desde el órgano supranacional. Lejos de rebatir esas acusaciones, se excusaba en la ingobernabilidad de los clubes mexicanos, tan amigos de enredarse en disputas. ¿Cómo podía favorecer nadie al balompié azteca, cuando ni los dirigentes del mismo se ponían de acuerdo sobre lo más elemental? Y el caso que algo de razón, sí le acompañaba.

La Liga Mexicana Amateur de Asociación Foot-ball, se constituyó en 1902. Cuando en 1919 el recién fundado Club España fuese vetado por otras entidades ante su solicitud de incorporación al órgano, aliándose con el América, el Luz y Fuerza, y L´Amicale Françoise, contribuyó a crear la Liga Nacional de Fútbol. El viejo axioma de divide y vencerás, se hizo realidad. Vencieron otras manifestaciones deportivas, en detrimento del fútbol, y aunque a regañadientes las dos Ligas acabaron fusionándose. Por poco tiempo, puesto que en 1930 el Club Asturias, aliado con el Marte, México y Germania, iniciaron la construcción de un gran Estadio Nacional, donde disputarían sus partidos de Liga. Tanto el Club América, como el Necaxa y el España se consideraron traicionados. Si ellos reunían tan sólo a 5.000 espectadores, y los del Estadio Nacional congregaban a 25.000, era obvio quiénes estarían en condiciones de hacerse con los mejores futbolistas y, en consecuencia, de qué lado se iban a decantar los títulos. Así que constituyeron la Federación Central, demandando el reconocimiento de la FIFA, desde donde les respondieron que tal pretensión era imposible al existir ya otra Federación reconocida, y según sus propios estatutos tan sólo podía existir un ente por país. Luego de varios meses deliberando entre reproches y muestras de desconfianza, las aguas tornaron a su antiguo cauce con la creación de la Federación Mexicana del Centro de Fútbol Asociación, donde concluyó integrándose la Liga Mayor, en la que competían todos los clubes de la capital. O sea, América, Asturias, Atlante, España, Marte y Necaxa. Los más potentes del país; los que acababan fichando a lo mejorcito de las restantes Ligas, y los que mejor pagaban a sus estrellas profesionales, por más que estatutariamente el deporte del balón redondo tuviera consideración amateur.

Los líos internos, empero, aún estaban por concluir. En 1933, al crearse la Confederación Deportiva Mexicana con el propósito de aglutinar cualquier actividad lúdica, el Club España, contando con el mayor número de seguidores y más músculo financiero que el resto, se retiró de la Liga Mayor como medida de protesta. Sus dirigentes no consideraban lógico verse enredados en el mismo camarote que manifestaciones menores, sin apenas seguidores ni atención mediática. Transcurridos un par de años, el Athletic Club, sin proponérselo siquiera, fue responsable indirecto en la rectificación del España. Esta directiva se proponía contratar a los bilbaínos para la disputa de unos amistosos, cuando se le hizo ver que tal cosa resultaba imposible mientras se hallasen al margen de la legalidad federativa. El Club España dio marcha atrás a raíz del Congreso del fútbol mexicano celebrado en setiembre de 1936, del que por fin saldría la Federación Nacional de Fútbol Asociación, con el España como buque insignia. Daba la impresión de que los vendavales balompédicos tocaban a su fin entre Chihuahua y la península del Yucatán. En buena era hora.

Muelle de Sanidad en el puerto de Veracruz y edificio de Faros, en la época que la expedición vasca arribase al mismo.

Digresiones aparte, el Euzkadi desembarcó en Veracruz, tomó un tren hacia la capital mexicana y a las 6,50 de la tarde sus componentes pisaban el andén, para júbilo de quienes acudieron a dispensarles una cálida bienvenida. Pero antes, sin bajar siquiera del “Orizaba”, ya habían encarado el primer susto serio. Gracias al detallado informe remitido al gobierno vasco en el exilio parisino por Pedro Vallana y Melchor Alegría, es fácil reconstruir cuanto allí se produjo.

Horas antes de atracar en Veracruz, ambos recibieron un mensaje del consulado español conminándolos a no conceder ninguna entrevista, hasta nueva orden. Aún no había atracado el buque cuando, desde una lancha portuaria, accedieron al “Orizaba” el delegado gubernamental vasco, Pacho Belausteguigoitia, y Enrique Lúmen, agregado de prensa en la embajada de España, a los que luego se unieron el cónsul, Sr. Echevarría, y los representantes del Frente Popular Avelino García, José Antonio Arias y Saturnino Rodríguez.

A instancias de éstos, tuvo lugar una reunión de urgencia en el salón del barco, calificada como “privada”, donde el cónsul les anunció que habían sido víctimas de un engaño, pues el dinero resultante de su gira iba a acabar indefectiblemente en manos de Franco. El cónsul, aun reconociendo que los componentes de Euzkadi llegaban a México recomendados por el Lehendakari Aguirre, quiso saber si los jugadores eran fascistas o gubernamentales, y una vez aclarado este punto exigió la ruptura del contrato que los unía al Sr. Arana. Ello no iba a representar ningún perjuicio para los objetivos de la gira, según añadió, porque rubricarían otro de inmediato con los emisarios del Frente Popular. Si no se avinieran, dirían adiós a la ayuda oficial de la embajada española, lo que implicaba no desembarcar ante la carencia de un contrato laboral, conforme era requisito ineludible en México para los extranjeros. En pleno desconcierto, Alegría y Vallana accedieron a una posible rescisión, poniendo sobre la mesa tan sólo el hecho de que ya habían recibido 4.000 dólares en concepto de anticipo, invertidos en el viaje de llegada, y que en el contrato suscrito estaban igualmente implicados los clubes mexicanos contra quienes debían contender. Los hombres del Frente Popular barajaron distintas cifras como resarcimiento al bilbaíno Arana, que por cierto había embarcado en La Habana y con la mosca detrás de la oreja aguardaba el desenlace del cónclave. Pero nada pudieron aportar con respecto al permiso de la Federación Mexicana para hacerse cargo de la tournée, y menos aún sobre si todos los equipos apalabrados aceptarían las nuevas condiciones para intervenir en el proyecto. Sin resolverse nada, se pospusieron las posibles soluciones hasta seguir debatiendo esa misma noche, una vez instalados en Veracruz.

Ya en la terminal portuariales aguardaban el general Arévalo, presidente de la Confederación Deportiva Mexicana, y Antonio Flores Nazarí, presidente de la Federación de Fútbol. Y aunque el referido informe pasara de largo sobre lo que Vallana y Alegría trataran con ambos, es obvio que les hicieron partícipes de la extorsión recién encajada, puesto que tanto la postura del cónsul español como la del agregado de embajadadieron un giro de 180 grados tras breve diálogo con el militar. El contrato con el Sr. Arana podía mantenerse, siempre y cuando justificaran que ni un solo céntimo iría a parar a manos franquistas. Y en relación a la ausencia de vínculos laborales, bastaba con que ningún componente de la expedición la abandonara por su cuenta y riesgo, aunque ello implicase mantenerlos bajo llave en cada hotel. Este punto fue desechado al instante, al aducir Melchor Alegría que esos mismos futbolistas, habiendo recibido múltiples presiones para desertar del equipo e incorporarse a la España franquista, optaron libremente por ratificar su compromiso. Y que en modo alguno los someterían a la humillación de ser encerrados como presos.

Un párrafo de ese informe refleja el hartazgo y la desazón que embargaba a los comandantes del Euzkadi, ante el trato recibido: “Consideramos necesario señalar al Gobierno de Euzkadi, que el cónsul de España pudo hacer todas sus manifestaciones e interrogatorios sin que una voz autorizada frenase en seco la sospecha de que el señor Presidente del Gobierno de Euzkadi recomendaba a fascistas. Nosotros, personas desconocidas para él, soportamos la humillación de la pregunta, y nos dolió más profundamente porque el representante del Gobierno de Euzkadi, allí presente, guardó silencio”.

Se quejaban, además, de que el cónsul manifestara conocer muy bien el trato despiadado a que eran sometidos por su contratante, es decir por Tomás Arana, e indirectamente apuntaban hacia Pacho Belausteguigoitia como posible muñidor de tal falacia, al escribir: “ahora que para hacer esas manifestaciones, el Cónsul tuvo que ser informado por alguien”. Con el ánimo de desacreditar tan infundada versión, exponían las gentilezas que su orondo empresario estaba teniendo con ellos.

Puesto que la escala habanera del buque solía durar entre una y cuatro horas, invitó a toda la plantilla a conocer la ciudad en automóviles alquilados. Durante todo el trayecto a Veracruz se mostró obsequioso, y al ser inquirido sobre en qué banco veracruzano podrían cambiar moneda con la que adquirir billetes ferroviarios hasta la capital del país, les dijo que él correría con ese gasto, por más que contractualmente tan sólo estuviera obligado a hacerlo a partir de que alcanzasen la gran metrópoli. Más aún, se hizo cargo también de la cena, el alojamiento y el desayuno de todo el grupo en el Hotel de Veracruz, y por ende, los billetes de tren correspondían a un vagón de Primera. “Hasta la fecha, pues, no es muy despiadada la manera de conducirse de dicho señor”, escribieron, antes de defender a capa y espada la ideología ni mucho menos facciosa de su ya amigo Arana, en estos términos:

“El señor Arana, según afirma el señor Alegría, no ha sido nunca fascista. Dicho compañero de Delegación asegura tener pruebas para demostrar que en momentos difíciles en Bilbao, en días de agitación política, cuando ser izquierdista o prestar ayuda a quienes directamente intervinieron en el pleito de los Ayuntamientos Vascos y seguidamente en el movimiento de octubre constituía grave delito, la repetida persona seguramente hizo más y corrió mayores riesgos que quienes intentan catalogarle entre los enemigos del Gobierno. A mayor abundamiento, por su abolengo político familiares suyos han tenido que abandonar Bilbao, incluso su anciana madre, además de un hermano y un cuñado que tiene acogidos aquí, en su casa. Estas manifestaciones (las) hizo el señor Alegría a un enviado por la Embajada de España, cuando dijo que las utilidades iban a ser remitidas a Franco”.

Que Belausteguigoitia, tan próximo al Lehendakari Aguirre por la implicación peneuvista de toda su familia, les había entrado por el ojo izquierdo, quedaba de manifiesto al acusarle sin tapujos de ser un metomentodo y poner sistemáticamente palos en las ruedas. Prueba de que en efecto les llenara de piedras el camino, es que tan pronto supo dónde comían y cenaban por cuenta del empresario(el desayuno lo recibían en el hotel), exigió les reservasen otro establecimiento. Resulta que Tomás Arana explotaba el restaurante público del Círculo Vasco Español, entidad frecuentada por elementos franquistas, al decir de Belausteguigoitia, y lógicamente quería beneficiarse del tirón comercial inherente a la continua presencia de quienes tanto aparecían en los periódicos. De hecho, esa había sido una de las razones por las que se decidiera a apadrinar aquella gira. Ante la terquedad del delegado vasco, se avino a que eligiesen otro local, aunque en tal caso dejaría de correr con esos gastos, no existiendo quejas ni del trato dispensado ni de la calidad alimentaria. Tanto Belausteguigoitia como Vallana y Melchor Alegría hicieron evidente su tirantez. El primero por no salirse con la suya, y los segundos al entender que les tomaba por bobos, porque “si viéramos en dicho comedor algo que fuese en contra de lo que defendemos, o la más insignificante manifestación adversa, inmediatamente dejaríamos de acudir a dicho local”, adujeron. Y por si acaso, informaban al gobierno vasco exiliado:

“Otra cosa es frecuentar el Centro: salones, billares, biblioteca, etc. Nuestros jugadores tienen órdenes terminantes de abstenerse de penetrar en tales dependencias, reservadas a los socios, limitándose a sentarse a la mesa a mediodía y por la noche”.

El retrato de lo que se habían encontrado allí, o mas bien su doliente queja ente la división que parecía emponzoñarlo todo, no podía ser más lúcido: “En Méjico la convivencia entre vascos, entre españoles y entre unos y otros, es un vivero de rencillas de las que nosotros procuramos huir sin enterarnos de que existen. Hay un ambiente vidrioso, envenenado, en el que se mezclan enemistades, política e intereses. Si al Círculo Vasco Español acusan de que acuden fascistas, también, según nos aseguran, al Centro Vasco (que se halla escindido) acuden simpatizantes de Franco. Así que se hace muy delicada para nosotros la situación, y ponemos todo nuestro tacto y mayor sentido en que nadie se considere agraviado, pero vemos que las querellas personales pretenden utilizarnos y envolvernos. No estamos dispuestos a consentirlo”.

México D. F. Avenida 20 de Noviembre durante los años 30, tal y como la viesen los componentes del equipo Euzkadi.

Probablemente Alegría y Vallana sabían bastante más de lo apuntado, y prefiriesen no esparcir porquería en un texto dirigido a quien el perpetuo intrigante tuviese como amigo. Pese a todo, tampoco renunciaban a poner algún punto sobre las íes con la redacción de este fragmento: “Cuando creíamos haber persuadido al señor Belausteguigoitia para que nos dejase obrar con arreglo a nuestro criterio, sin que los expedicionarios incurrieran en enojos de compatriotas ni rozamientos con nadie, todavía recibimos una carta suya insistiendo en que abandonemos el mencionado restaurant. Y todavía nos convocó a otra reunión a la que asistieron personas que no nos presentó, para remachar sobre el mismo tema”.

Sí, Vallana y Alegría eran conscientes de algunas cosas. Aunque para hacernos entender, vaya primero un apunte a vuelapluma sobre quién era Francisco Belausteguigoitia Landaluce, hermano menor del Belauste olímpico en Amberes, ascendido a los altares por Manuel de Castro González, “Hándicap” para los lectores de la prensa viguesa, merced a la frasecita que nunca pronunciase el gigantesco medio centro del Athletic Club, pidiendo el cuero a Sabino Bilbao: “¡Sabino, a mí el pelotón, que los arrollo!”.

Además de estudiar Medicina y jugar poco en el mismo equipo rojiblanco donde su hermano se convirtiera en leyenda, amplió conocimientos en Alemania y Francia antes de abrir una clínica oncológica en Bilbao. Tras casarse con Elvira Arocena, cuya familia era propietaria de una industria algodonera en México, cruzó el Atlántico para integrarse en el negocio. Uno de sus muchos hermanos, vizcaitarra de corazón, como entonces se conocía a los nacionalistas vascos de Sabino Arana, fue colaborador significado de los primeros dirigentes vasquistas, credo que marcaría indeleblemente a casi toda la familia. Al estallar la Guerra Civil, y habida cuenta de la nutrida colonia vasca existente en México, fue designado representante del PNV en dicha capital, gozando de una gran confianza en el aparato partidario. Pero como todos los hombres de negocios tenía también sus puntos de sombra; alguno, además, relacionado con los Arocena, su propia familia política. Y Tomás Arana, a quien tanto parecía tenérsela jurada, mantenía vínculos mercantiles con el millonario señor Urraza, que precisamente iniciara su despegue hacia el éxito entre la familia Arocena. Urraza, en fin, conocía puntos flacos del delgado vasco, y podría habérselos transmitido al fondón Arana. De ahí su inquina y las repetidas puñaladas traperas.

Obviamente, también Pacho Belausteguigoitia transmitió otro informe a la oficina del Lehendakari en París. Queda dicho que debía ser hombre cultivado, en razón de su formación académica, aunque el texto que remitiese pudiera antojarse obra de cualquier mozalbete de primaria suspendido el Lengua:

“Como sabrás por estas tierras los futbolistas que componen el equipo de Euzkadi,  quienes temíamos porque venían contratados por unos fascistas y la actitud de algunos componentes que vienen en este equipo y que hace dos años vinieron con el Athletic Club de Bilbao, nada satisfactorio fue por la carencia absoluta  de sentido nacionalista que demostraron en aquella ocasión, te digo les temíamos porque ha habido muchas cosas raras, respecto al contrato de dicho equipo, en pocas palabras trataré de explicarte lo sucedido”.

Ojo, no hay trampa. Se ha respetado escrupulosamente la sintaxis y puntuación. Lo que no cabe acreditar es si en la sede parisina de José Antonio Aguirre, alguien pudo entender algo.

Ante tal revoltijo, y coherentes con el análisis de Melchor Alegría y Pedro Vallana respecto a la extrema politización en que muchos trataban de envolverles, ambos,  apoyados por el hasta entonces sordo y mudo Ricardo Irezábal, dirigieron una carta al diario “Excelsior”, en cuyos últimos párrafos aclaraban: “Los integrantes del equipo Euzkadi, acogidos a la hidalguía y caballerosidad de la noble nación mexicana, han venido en embajada exclusivamente deportiva y no a exteriorizar ninguna clase de política ni producir escándalos censurables. Y para que la verdad quede en el lugar que le corresponde, confiamos señor director, en que publicará la presente aclaración. En esta seguridad le anticipamos las más expresivas gracias, saludándole respetuosamente”.

Muy curioso. Quienes se enrolaron en un proyecto con innegable finalidad política, los mismos que coreasen o consintieran las loas a Stalin de Manu de la Sota, tan pronto pusieran un océano de por medio con la guerra, se escandalizaban ante los alardes caciquiles, la división y el enfrentamiento ultramontano, vivero de los mismos odios que a cuatro mil millas náuticas se tradujesen en intolerancia extrema y barbarie fratricida.

Con todo, la importancia de estas refriegas era relativa. El futuro del Euzkadi y sus componentes estaba dirimiéndose entre San Sebastián y los despachos de la FIFA. Y cuando en noviembre de 1937 dicho órgano reconoció a la Federación de fútbol franquista como la única española, los acontecimientos no se hicieron esperar. El primero en anticiparlos fue el vespertino “Hierro”, de Bilbao, bajo el antetítulo de “Los vascos en Méjico”:

“La expedición de los jugadores vascos ha tomado un rumbo diferente desde el momento en que la FIFA los puso bajo el control de la legítima Federación Española. Para jugar en cualquier país los vascos tenían que contar con el oportuno permiso de nuestra Federación. Ahora que la Federación Española comprende la situación de los jugadores y tiene con ellos consideraciones no teniéndolas en cambio con los dirigentes a los que, como primera providencia les ha hecho dimitir nombrando una comisión formada por Blasco, Cilaurren y Lángara, que son los encargados de preocuparse por la cuestión económica, se ha autorizado a los jugadores a celebrar tres partidos en Méjico, con objeto de recaudar fondos para regresar a España antes de fin de año, si quieren ser dignos españoles”.

Una versión muy distinta la proporcionaba tres semanas después “El Nacional”, según nota de la Agencia FEBUS fechada en Hendaya:

“Mensajes llegados a esta población indican que, por acuerdo de la FIFA, la Federación Española de Fútbol “franquista”, residente en San Sebastián, se ha dirigido al equipo de Euzkadi, que actualmente hace una gira por Méjico, indicando a sus directores que tan luego como terminen sus compromisos en América, se reintegren a San Sebastián, a efecto de comenzar la preparación del equipo nacional “franquista” que concurrirá al Campeonato Mundial de fútbol que se efectuará en julio del año próximo en la ciudad de París.

Esta determinación la han adoptado las autoridades deportivas del bando faccioso, en virtud del fracaso sufrido ante los portugueses en Vigo, y por esta razón desean que los vascos que ahora están en Méjico, sean representativos del fútbol militarista de Franco”.

Julián Troncoso Sagredo, según fotografía de la ficha policial francesa, tras ser detenido en 1938 bajo acusación de piratería contra buques de la República en aguas jurisdiccionales galas. Salió exculpado. Era presidente de la F.E.F. cuando el Euzkadi vulneró el acuerdo pactado entre la Federación franquista, la FIFA y los propios mandatarios del equipo vasco. Un paso que habría de traducirse en acumulación de problemas para los expedicionarios.

Por cuanto hasta hoy sabemos, nunca se planteó, siquiera, la posibilidad de inscribir a una selección en el Mundial de 1938. Y con respecto al fracaso ante Portugal, en dos partidos que a efectos de FIFA y UEFA siguen siendo inexistentes, no parece que nadie viera en sus resultados una catástrofe. Su propósito era de hermanamiento entre dos proyectos políticos similares; un intento de acercarse desde este lado del Miño al país limítrofe, cuya banca había concedido importantes préstamos al ejército alzado. Y además muy pocos en su sano juicio pudieron esperar gran cosa de ellos deportivamente, cuando casi todos los componentes del elenco español llegaban desde el frente, y no se pudo contar con algunos preseleccionados al presentarse con heridas de guerra. Por si fuera poco, el mismo viaje tuvo más de excursión colegial que de concentración de deportistas. Esa foto en la que varios jugadores, sentados en la cuneta devoraban sus respectivos bocadillos junto al autobús, a mediodía, ilustra como pocas la extrema precariedad con que hubieron de abordarse ambas citas. La Federación franquistaestaba definitivamente a otras cosas; sobre todo empeñada en cortar cuanto antes las alas del Euzkadi, como supo en seguida el delegado norte y centroamericano de la FIFA, William A. Campbell.

Éste dio a entender ante la prensa mexicana que todo se había solucionado, que la FIFA acababa de torcer el brazo, facultando al equipo vasco para competir tanto en Cuba cono en México, ocultando aviesamente que la autorización revestía tan sólo un carácter humanitario muy limitado en el tiempo. Y mientras eso decía convenció a Vallana, Alagría e Irezábal, de que lo más sensato si les cerraban la puerta, era utilizar pasadizos y gateras.

El 8 de diciembre de 1937 el periódico mexicano “La Afición”, recogía algo que pasó inadvertido ante todas las agencias de noticias europeas y, lógicamente, en las redacciones españolas de ambos bandos, pese a su importancia:

“La selección vasca quedó afiliada, desde ayer, al fútbol de nuestro país. La gran Selección Vasca de fútbol que nos visita, pidió ayer a la Liga Mayor de Fútbol de esta capital afiliarse a ella y, tras breve discusión, los delegados aceptaron, quedando desde ese momento amparados bajo la Federación Mexicana de este deporte.

Dada la situación de España, los vascos no tienen ninguna federación bajo la cual ampararse, y teniendo que hacer una jira (sic) de tres meses necesitan un amparo, el cual les fue concedido, tanto por la simpatía que han despertado aquí, como por los lazos que nos unen con la madre patria.

Se les concedió un permiso de tres meses para que hagan su jira (sic) y declararon que si al término de este lapso la situación de su país sigue como hasta ahora regresarán a México para tomar parte en el campeonato del año entrante”.

Tan pocas líneas requieren varias puntualizaciones. El Euzkadi, y todos sus futbolistas, pertenecían federativamente a la Española franquista recién reconocida. El taimado Mr. Campbell mentía descaradamente no sólo ante la prensa, sino a la cara de directivos de la Liga Mayor mexicana, para salvar su imagen en el país azteca y no suspender los partidos programados en Cuba, donde ejercía su particular cacicazgo. Por otra parte, contradiciendo lo tantas veces afirmado, alguien, en el seno del Euzkadi, ya preveía la posibilidad de competir en aquella Liga de igual a igual con el Necaxa, Atlante, España, Asturias o Marte. De modo que la posterior intervención de “los verdes” en la Liga más importante del país norteamericano (el Euzkadi lucía ese color), distó mucho de corresponder a un acto desesperado, viéndose sus componentes poco menos que al raso, con el cielo arriba y la tierra abajo, como se dijo y escribió siempre. Además, rompiendo lazos con la Federación franquista, los dirigentes del Euzkadi evitaban dejar al conjunto en manos de Blasco, Cilaurren y Lángara. Mejor aún, incluso podían mantener en Babia al terceto, ajenos al dictamen fechado en San Sebastián. Los tres futbolistas negaron haber estado al corriente de esa orden, y se antoja improbable mintieran. Porque de haber llegado a sus manos aquel mensaje, ni el centrocampista ni el ariete hubiesen firmado nunca la carta que saldrá a relucir en otro capítulo(2).

En medio de semejante galimatías, el Euzkadi fue dirimiendo sus partidos amistosos, contando con un elemento extra, puesto que en tierra azteca se les unió Tomás Aguirre Lecube, hermano del Lehendakari José Antonio Aguirre y medio centro del Arenas guechotarra la campaña 1935-36. Futbolista de buen nivel, durante los meses de junio y julio en 1936 se habló de él como posible fichaje del Oviedo y el Athletic Club, pero ya entonces se decían y escribían tantas cosas sin fundamento cada fin de temporada… Particularmente improbable se antoja el interés rojiblanco, teniendo tan bien cubierto ese puesto con el jovencísimo internacional Zubieta. Entonces la directiva rojiblanca no acostumbraba a pagar traspasos por un suplente; solían surtirse a ese efecto con jovencitos prometedores de entidades modestas, a coste cero.

En sinopsis, estos fueron los resultados cosechados en aquellos enfrentamientos:

7-XI-1937. América 2 – Euzkadi 2 (goles vascos de Regueiro y Lángara).

14-XI-1937. Necaxa 1 – Euzkadi 2 (ambos tantos de Isidro Lángara).

31-XI-1937. selección de Jalisco 1 – Euzkadi 5 (Lángara 2 goles, Larrínaga otro par y Luis reguero el restante).

28-XI-1937. Selección mexicana 1 – Euzkadi 4 (Luis Regueiro 3 goles y Lángara).

5-XII-1937. Selección mexicana 2- Euzkadi 2 (ambos goles de Isidro Lángara).

12-XII-1937. De nuevo contra la selección de México y victoria del Euzkadi por 0-4, repartiéndose los goles equitativamente Larrínaga y Lángara.

16-XII-1937. Piratas 1 – Euzkadi 6 (Lángara rubricó 5 goles).

Este partido fue una ofrenda altruista del equipo vasco a las clases menos favorecidas, no cobrándose entrada. Los “Piratas” eran el conjunto más destacado de cuantos competían en una Liga organizada por La Dirección General de Educación Física en el Distrito Federal, y su desarrollo revistió tintes festivos. Los profesionales no quisieron hacer sangre, arbitró el popular locutor radiofónico Agustín González, más conocido como “Escopeta”, y a lo largo de toda la segunda mitad el portero Blasco se alineó de extremo. Según los escasos medios que destacaron algún redactor, sin desentonar. Las grandes plumas de “El Universal”, “Excelsior”, “El Nacional” o “El Ilustrado”, ni siquiera se tomaron la molestia de acudir al graderío.

19-XII-1937. Combinado Asturias-España 3 – Euzkadi 1 (gol de Pedro Regueiro).

Con el combinado mexicano se alineaban los españoles Urquiaga, Pedrol, Fernando García, Vantolrá y Gual, todos ellos del Barcelona, que prefirieron permanecer en ese país cuando la expedición azulgrana, en cuadro, regresase a Europa. Varios de los que sí tomaron el buque rumbo a Francia, en vez de acabar en Cataluña, donde les hubiera esperado un fusil y ropas de soldado, optaron por enrolarse en clubes galos. Por otra parte, el mexicano Carlos Laviada y el costarricense Quesada, contrincantes del Euzkadi, también eran viejos conocidos de nuestro campeonato liguero; el primero luciendo la camiseta ovetense y el “tico” las del F. C. Barcelona y C. D. Español. Este choque derivó hacia la pura bufonada, como se verá en seguida. Urquiaga paró a Lángara un penalti, y su inmediato disparo tras el rechace. Los guarismos del tanteador pudieron haber sido escandalosos, puesto que hubo 4 balonazos al poste. Para lavar su imagen, los responsables del Euzkadi solicitaron una revancha inmediatamente después del pitido final, accediendo el combinado tan sólo si les prometían medirse a un equipo de garantías, dispuesto a competir en serio.

26-XII-1937. Matinal dominguera y revancha entre el combinado Asturias-España y el Euzkadi, resuelto con victoria vasca por 2-3 (los 3 goles de Luis Regueiro, y uno de los mexicanos obra del cántabro Fernando García).

2-I-1938. Atlante 0 – Euzkadi 3 (2 tantos de Lángara y el otro de Urquiola).

El Atlante se reforzó con los españoles Nando García, del Asturias, y Vantolrá, del España. En ese momento los azulgrana del Atlante eran “máximo exponente de la escuela mexicana”, caracterizándose su fútbol por el pase corto, la velocidad, y no disparar nunca desde fuera del área. Vantolrá pasó bastantes minutos en el vestuario, convertido en circunstancial enfermería, siendo sustituido por un compañero mientras lo atendían, para no dejar en inferioridad a los perdedores.

9-I-1938. Selección mexicana 3 – Euzkadi 1 (tanto de Iraragorri, en lanzamiento de penalti).

Choque de despedida real, después de que ésta se hubiera anunciado con anterioridad. El español López Herranz, que después de competir en nuestro fútbol echó raíces en México, abrazando aquella nacionalidad y enfundándose la camiseta mexicana, festejó dos de los goles “manitos”.

Un saldo por demás positivo, con 8 victorias, un empate y 2 derrotas. Cierto que uno de los triunfos tuvo lugar ante un equipito por demás amateur. Pero derrotaron en 3 ocasiones a la selección de México, y entregaron alegremente el primer partido contra el combinado Asturias-España, tomándoselo a chacota. México, a última hora, salvó la honrilla, y al decir de la prensa local más ecuánime, así como de los propios futbolistas vascos, en los dos primeros choques, resueltos como empate y victoria ajustadísima, sufrieron lo indecible hasta adaptarse a la altitud del Distrito Federal.

México D. D. Plaza de la Constitución y Palacio nacional en 1939. Este era su aspecto cuando los jugadores vascos dirimían sus choques en suelo azteca.

Para la prensa mexicana, en cambio, o al menos para parte de ella, el equipo vasco, al que a menudo se referían como si fuera una selección nacional española, decepcionó un tano. Veámoslo a través de sus crónicas:

“La incógnita está en pie. Lo que vimos ayer no es, no puede ser, el mejor fútbol de España. Sigue inédita la maestría de Luis Regueiro. Seguimos sin saber quién es Emilín. Aún no hemos visto el juego de Zubieta. Y lo que es más importante, no hemos saboreado las excelencias del fútbol de esos hombres que ayer vistieron el maillot verde de la Selección Vasca, son capaces de poner sobre la cancha.

El match de presentación no deja nada definitivo. Y no es por el “hándicap” lógico que un equipo debutante tiene que conceder al adversario en un país extranjero. Es que inexplicablemente, la administración de esta serie, al hacer debutar a los vascos cuarenta y ocho horas después de su llegada, tras un largo y penoso viaje y cundo hace dos meses justos que los viajeros no saben lo que es una pelota, alargó ese “hándicap” hasta hacerlo adquirir dimensiones catastróficas. Al campo salieron once hombres lentos, sin cancha. Sólo su gran calidad individual los ha salvado de una hecatombe”.

(Con respecto al choque inaugural, Francisco Fernández de la Vega, buen periodista de “El Nacional”, que compaginara durante algún tiempo el periodismo, bajo seudónimo de “Pioquinto”, con las tareas de gobernador en el estado de San Luis Potosí).

“Ojalá y en futuras actuaciones la decoración cambie por completo. De otra manera el prestigio que el fútbol español tiene en México se habrá derrumbado totalmente. Y más vale decir esto sin eufemismos ni zarandajas. Los jugadores vascos tienen el deber de dar en nuestro país una muestra de lo que es el fútbol español. Y, la verdad, no podemos creer que lo que han jugado en las dos actuaciones que los tenemos vistos, sea su juego normal (…) Sólo en cinco minutos los vascos dieron impresión de agresividad y potencia. En esos cinco minutos que vimos a los delanteros llenos de agresividad y codicia irse tras la pelota, llegamos a adivinar lo que será un equipo con esa euforia durante los noventa minutos”.

(El propio “Pioquinto” con ocasión de la victoria ante el Necaxa por 1-2).

Ni siquiera ante victorias abultadas, como el 1-4 rubricado ante la selección mexicana, con un tanto anulado a Regueiro por inexistente fuera de juego de Lángara, el juego del Euzkadi convencía. “El Imaginaria”, seudónimo del redactor deportivo en el “El Universal”, incluso dentro de su habitual imparcialidad, se mostraba crítico:

“Ya decíamos que los vascos no lucieron mucho. El marcador con sus cuatro tantos, que legalmente debieron ser cinco, no indica que los visitantes hiciesen maravillas sobre el pasto. Claro es que hubo jugadas hermosas, muy hermosas; pero el conjunto no rindió todavía lo que en justicia debe esperarse de él. Por ejemplo, las dos alas del equipo fueron nulas más de la mitad del partido. Sobre todo la derecha, fue un desastre en el segundo tiempo. Emilín hizo una buena primera parte y luego se apagó. Muguerza estuvo muy flojo. Del trío de retaguardia, el mejor Blasco, muy seguro todo el encuentro. Y en la delantera brilló Luis Regueiro. Volvió a mostrarnos lo gran jugador que es (…) Luis es único. A Lángara lo vimos muy codicioso, muy trabajador, pero muy marcado”.

Tampoco faltó alguna crítica rezumante de chauvinismo, e incluso de resquemor hacia España y lo español. Sirva como muestra la que firmase Conde Nador en “El Ilustrado”:

“Hay que confesar que gran parte del público tenía la absurda esperanza de que en el primer periodo los vascos agotaran los números del marcador en su favor; y ésta es una fantasía en México, porque a pesar de los eternos pesimistas y de los emigrantes que nos desprecian como a una raza inferior, el fútbol ha alcanzado cierta proyección entre nosotros, y los jugadores son capaces de codearse de igual a igual con figuras más o menos universales del deporte”.

Hubo unanimidad, en cambio, al juzgar la pantomima futbolística que el Euzkadi llevase a cabo el 19 de diciembre contra un combinado del Asturias y el España. Ante un graderío del Parque Asturias semidespoblado, con menos de 5.000 entradas vendidas, nadie, ni Vallana como entrenador al vestirse de futbolista, ni los demás jugadores vascos, estuvieron a la altura. Egusquiza, el portero suplente, sustituyó a Zubieta en el minuto 50 cuanto el galdacanés tuvo que retirarse renqueante. Iraragorri estaba lesionado, pero cuatro futbolistas del campo en perfectas condiciones para alinearse -Pablo Barcos, Chirri II, Tomás Aguirre y Urquiola- no pisaron el césped. Los comentaristas deportivos optaron mayoritariamente por tomarse la charlotada con mucho humor:

“Sentiríamos de verdad que se lastimara otro jugador vasco, porque no nos seduce la idea de ver al señor Irezábal corretear por el césped”. O: “Egusquiza no tiene la culpa. Le dijeron que cuidase de Vantolrá y tomó el asunto tan en serio que por poco se lo lleva para casa. Pero decididamente él no tiene la culpa; la culpa es de Luis Regueiro, que estaba en el polo; de Cilaurren, que había amanecido un poco nublado, y de Larrínaga, que se quedó hablando por teléfono con una admiradora. Y, nada, que tuvo que salir Egusquiza, pero también le decimos lo que a don Pedro (por Vallana): que no vuelva a suceder”.

En sus enfrentamientos a clubes y combinados mexicanos, los muchachos del Euzkadi se midieron contra varios viejos conocidos de preguerra. Entre ellos Martín Vantolrá, extremo del F. C. Barcelona (en la imagen) que optó por afincarse en suelo mexicano aprovechando la gira azulgrana cuando España era pasto de obuses, sangre y venganzas. Su relación sentimental con una sobrina del presidente de México, Lázaro Cárdenas, tuvo mucho que ver en aquella decisión. 

Y con respecto al antiguo medalla de plata olímpica, exárbitro, en ese momento ya experiodista, y entrenador del Euzkadi, auto alineándose como interior derecho, redoble de tambores y platillos: “Por lo visto este Perico Vallana acostumbra celebrar las Navidades y el fin de año echando una canita al aire. Ayer la echó y hasta roció el césped del Asturias con una buena cantidad de polilla que habrá puesto al jefe del campo, señor Carvajal, con el estómago al revés. Pero, repetimos, la vacilada de Vallana es una costumbre y habrá que resignarse. Lo malo es que ya se acordó un poco tarde para jugar de ala. La afición española le hubiera agradecido mucho que este puesto fuese ocupado por él en 1924, allá en Colombes, evitándonos con ello aquel famoso gol que dio al traste con las esperanzas del equipo rojo(3). Pero se le ocurre en México, veinte años después, y, la verdad, esto es una broma un poco pesada, admirado Perico. Muy agradecidos, por lo demás, por esa exhibición futbolística de los tiempos de Prim, pero que no vuelva a suceder…”

El habitual “Pioquinto” tampoco encontraba razones de júbilo:

“Al fin los vascos fueron vencidos en México. El encuentro sostenido la mañana de ayer, ante cuatro o cinco mil indiferentes aficionados, terminó con un score de 3-1 favorable al “combinado”. Pero no hemos de tocar a rebato por esta victoria. El fútbol mexicano no puede alardear de un laurel más con este triunfo obtenido en condiciones especiales, que parece que los propios vascos se encargaron de agravar”. Y concluía, tras relatar las ya sabidas incidencias: “Así pues hay que pensar en nosotros como aficionados; tenemos una suerte parecida a la del pobre aquel que el día que tuvo un real para comer carne, fue vigilia”.

No es menos cierto que la sucesión de triunfos visitantes inspirase reflexiones positivas, sobre todo cuando la selección nacional cayera sin remedio. Valga este fragmento: “Efectivamente, es ya tiempo de que digamos con toda claridad que el fútbol que practican los vascos podrá no estar de acuerdo con nuestra personal interpretación del fútbol espectáculo; podrá ser muy pobre en belleza y brillantez, pero sería ingenuo y erróneo seguir negando su valía. Los visitantes juegan siempre -lo han demostrado ya en México-, de acuerdo con las circunstancias. Y estas circunstancias son, en todo caso, el marcador y el contrario. Cuando obtienen una ventaja en el marcador, todos sus esfuerzos se orientan hacia la conservación de esa ventaja. A cualquier precio ellos procuran siempre mantenerla y no les importa dar al traste con el espectáculo ni ninguna de esas zarandajas. De ahí que su juego no haya sido estimado en todo lo que vale por nuestro público, acostumbrado al juego sudamericano, rico en belleza espectacular y más identificado con las preferencias de nuestros aficionados. No hemos tenido la fortuna, salvo en pequeños momentos, de verlos actuar con el marcador en contra. Sólo entonces podrá verse, en toda su amplitud, la calidad de estos visitantes empeñados en no perder un juego en México, y parce que lo van a conseguir”.

La realidad es que, cualquiera que fuesen los motivos, aquella tournée se hizo larga para algunos cronistas y no pocos espectadores. En su afán de extraer leche de la aceitera, el empresario Tomás Arana se resistía a disputar el último partido, luego de anunciar como tal, no uno ni dos, sino tres choques. Este fragmento de “El Nacional” resulta elocuente:

“Y llegamos a la segunda despedida de los vascos, que constituyó el enésimo fracaso de nuestro fútbol. El Atlante fue vencido por tres a cero en un partido en el que ni los visitantes ni los nuestros hicieron cosa mayor. La esperada reaparición de los morenos constituyó un nuevo fiasco. Bien es cierto que ya los aficionados no son fácilmente sugestionables, y que para esta segunda despedida no hubo el interés ni el calor que abundaron en los primeros juegos de los futbolistas de Euzkadi. Y hubo razón para ello. A los vascos los tenemos ya muy vistos. El equipo está agotado, sus filas diezmadas. La serie debería haber terminado hace mucho tiempo. Ayer faltó Luis Regueiro; la otra vez tuvimos que ver a Perico Vallana y a Egusquiza de medio izquierdo. De seguir las despedidas no desesperamos de ver a los respetables señores Alegría e Irezábal alineados en lugar de Areso y Aedo”.

En cualquier caso, llegado el momento de hacer balance la crítica mexicana dio muestras de elegancia, resaltando la calidad de individual del equipo vasco, y sobre todo la solidez defensiva, clave de casi todos los triunfos. Pormenorizando, se escribió esto en “El Nacional”:

“Algunos de estos jugadores dejan en México un recuerdo que no se borrará fácilmente. Zubieta, el medio izquierdo, fue para nosotros el mejor jugador de la serie. Actuó en todos los encuentros y en cada uno de ellos fue una de las máximas figuras del equipo. Su facilidad, su reciedumbre y su calidad extraordinaria lo hacen uno de los mejores medios que han desfilado por canchas mexicanas. Lángara supo hacerse el ídolo popular. A las características de su juego, conocidas ya por las crónicas europeas, y que justificó en todas partes, supo agregar una actitud ejemplar en las canchas, sin protestar nunca las decisiones de los árbitros. Luis Regueiro sólo a momentos enseñó su clase extraordinaria, y Muguerza fue otro de los valores del conjunto. De Urquiola, Emilín Chirri y Tomás Aguirre, mejor será no decir nada. Es convicción general que ellos no hicieron en México nada notable”.

Como puntualización, quede constancia que Iraragorri estuvo lesionado durante parte de la gira. Blasco fue intervenido quirúrgicamente en el cuello, una semana antes de que concluyese la tournée mexicana. Emilín desapareció de las alineaciones desde el 16 de diciembre, siendo tratado de una hernia. Y el golpazo en la clavícula que Cilaurren recibiese en el último partido, aconsejó su permanencia en México cuando sus compañeros partiesen hacia La Habana, cuyo puerto alcanzaron la madrugada del 13 de enero de 1938, a bordo del bien conocido buque “Orizaba”.

Se abría otra etapa en el horizonte del conjunto vasco, durante la cual, por no variar, casi nada iba a salir conforme esperaban.

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(1).-Por esa época hablar del fútbol en América Central y del Norte, era reducirlo como mucho a media docena de países. En los Estados Unidos, donde el “soccer” creciese sobre todo al amparo de la inmigración europea, el crac bursátil del 1929 lo cambió todo. Los clubes más potentes competían bajo el patrocinio de empresas manufactureras, fábricas de cerveza, de hilaturas o utensilios metálicos, y la depresión económica subsiguiente acabó con todo atisbo de mecenazgo. El varapalo a nuestro deporte rey fue tremendo, sobre todo en la costa Este, mientras resistían otros con más asiento social o al amparo de las universidades: baseball, fútbol norteamericano, atletismo, básquet… Cuba, por donde tantos futbolistas españoles desfilaran enfundados en los colores del Hispano, Catalonia, Centro Gallego, Juventud Asturiana, o sobre todo el Iberia de La Habana, detentó el cetro en las Antillas y el Caribe, sin acercarse ni de lejos a la calidad que iría adquiriendo el balompié mexicano, algunas de cuyas estrellas ya se habían dejado ver por nuestra Liga: “El Pirata” Alonso y Luis de la Fuente, por ejemplo, en el Racing de Santander, o Carlos Laviada en el Oviedo de Lángara. A Costa Rica, varias veces campeona de la CONCACAF durante los años 50 y 60, aún le faltaba madurar. William A. Campell, por tanto, más que un predio administraba una simple huertecilla.

(2).-Misiva de 1939, en la que desde Buenos Aires sondeaban Leonardo Cilaurren, Isidro Lángara, Ángel Zubieta, “El Chato” Iraragorri, y Emilín, sus posibilidades de retorno a España. Dos incumplidores del dictamen federativo no hubiesen tenido el cuajo de evaluar un posible perdón, después de haberse puesto por montera, conscientemente, al órgano deportivo.

(3).-El propio Ricardo Zamora Martínez, con Franco recién asentado en el poder, también tuvo el feo gesto de recordar desde la prensa ese desgraciado autogol de Vallana, como argumento descalificante. Tiraba a degüello en letra impresa contra los componentes del Euzkadi, cuando él también abandonó Madrid y España por la misma prudencia o temor legítimo que a tantos compatriotas llevase al otro lado de los Pirineos. Zamora se alineó con el Olympique de Niza, junto a su amigo Samitier, dirigió a dicho elenco desde el banquillo, y como la vida suele deparar sorpresas, habría de verse afectado por la ley de depuración política siendo ya entrenador del Atlético Aviación. Ni su militancia en el entonces poderosísimo equipo del Arma de Aviación Nacional, le libró de varios meses suspendido en sus funciones técnicas. Era un mito, pero los falangistas ni mucho menos estaban dispuestos a consentir excepciones.

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