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No es la primera vez que este medio se ocupa del Euzkadi, equipo propagandístico-deportivo auspiciado por el gobierno vasco del Lehendakari José Antonio Aguirre, cuando la zozobra ante en el inmediato devenir bélico justificaba cualquier esfuerzo por concitar simpatías al otro lado de los Pirineos. También existe bibliografía al respecto, menos abundante, sin duda, de

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La financiación del Euzkadi para su gira soviética

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No es la primera vez que este medio se ocupa del Euzkadi, equipo propagandístico-deportivo auspiciado por el gobierno vasco del Lehendakari José Antonio Aguirre, cuando la zozobra ante en el inmediato devenir bélico justificaba cualquier esfuerzo por concitar simpatías al otro lado de los Pirineos. También existe bibliografía al respecto, menos abundante, sin duda, de lo que aquella empresa de galeotes abnegados merece. Y sin embargo son muchos los claroscuros relacionados con esa expedición de rumbo improvisado. Abundan las páginas ennegrecidas por la desmemoria de quienes en ella se vieron embarcados, o el decidido intento de ocultación con que ciertos directivos pagaron a sus propios futbolistas, anteponiendo intereses personales al libre albedrío de un grupo lo bastante hermanado como para sobreponerse a discrepancias y fisuras.

Uno de esos enigmas, el relativo a quién y de qué manera financió el salto hasta la Unión Soviética, cuando el equipo permanecía varado en Francia, acaba de despejarse. Pero antes, vayamos con un preámbulo imprescindible para los menos avezados.

Fracasado el alzamiento en Madrid con la masacre de falangistas en el cuartel de La Montaña, y mientras facciones sindicales o de partidos políticos esparcían el terror por doquier, improvisando tribunales populares, sembrando los parques de cadáveres cada madrugada, “paseando” a quien se les antojara o mediante incautaciones a capricho, tropas de Franco avanzaban hacia capital. Así las cosas, ante la necesidad de agrupar a todas las fuerzas republicanas combatientes, se constituyó un nuevo gobierno bajo la presidencia del radical socialista Largo Caballero. El Partido Nacionalista Vasco fue uno de los invitados a integrarlo, y su aquiescencia se tradujo en la inclusión del nacionalista Manuel Irujo Ollo en dicho gobierno como ministro sin cartera, sí como en la aprobación del Estatuto de Autonomía para el País Vasco (1-X-1936).Una semana después, José Antonio Aguirre y Lecube era proclamado en Guernica, por abrumadora mayoría, presidente del Gobierno Vasco.

Poco antes, el 23 de setiembre de 1936, mediante su circular N.º 2, la Federación Española de Fútbol establecía que los jugadores pertenecientes a clubes de cualquier área ocupada por el ejército alzado, y que se hallaran en territorio leal a la República, podían inscribirse libremente en entidades de ese ámbito, con carácter temporal. Una medida hasta cierto punto contradicha en otro acuerdo posterior (octubre de 1936),puesto que el fútbol quedaba oficialmente suspendido en tanto no se adoptara otra disposición posterior. Las Federaciones Regionales quedaban igualmente autorizadas a proceder del mismo modo en cuantos torneos fueran de su competencia, o en aquellos de índole suprarregional donde estuvieran interesadas. Todo ello sin perjuicio de que la situación especial de algunas regiones permitiera competir, y aun en tales casos lo harían bajo su exclusiva responsabilidad.

En suma, los futbolistas podían enrolarse en cualquier equipo, aun teniendo contrato en vigor con otras entidades, para disputar no se sabía bien qué, al extenderse la moratoria sobre las campañas correspondientes a 1936-37, 37-38 y 38-39. La salvedad pespunteada para el fútbol regional tenía todos los visos de afectar básicamente a los archipiélagos balear y canario, en especial éste último, a salvo de bombardeos, desembarcos, o trincheras y casamatas lacerando sus municipios.

Cabía colegir, por tanto, que esos futbolistas únicamente iban a disputar partidos amistosos. Y tal circunstancia, como en seguida quedó de manifiesto, representó para ellos una doble leva: la militar, fusil o ametralladora en mano, y la deportiva, al albur de las distintas organizaciones políticas que decidieran emplearlos como herramienta recaudatoria. Por cuanto a Vizcaya respecta, la Dirección de Seguridad del Gobierno Vasco comenzó muy pronto a servirse del balón para hacer caja. Y decimos Vizcaya porque si bien la lehendakaritza de José Antonio Aguirre se postulara como del Gobierno Vasco, quedaba reducida a los límites provinciales vizcaínos. En Álava había triunfado el alzamiento militar desde el 18 de julio, y Guipúzcoa cayó en manos de Mola y los italianos a las primeras de cambio. Entre otros choques futbolísticos, los más celebrados tuvieron lugar para la adquisición de un avión, y en favor del buque soviético “Komsomol”(1),siendo a raíz de los partidos recaudatorios “pro avión” cuando comenzó a fraguar la ida de un equipo de fútbol propagandístico en gira europea. Una especie de selección tan potente en lo deportivo como para desatar el interés popular, atrayendo simpatías no sólo hacia la causa republicana, sino hacia todo lo vasco. Y en lo económico capaz aportar fondos con los que atender a cuantos “gudaris” fuesen cayendo en los campos de batalla. Porque de la ayuda a los niños vascos exiliados, moneda de uso tan corriente en la posterior bibliografía, en ese momento ni se hablaba.

El año 1937 arrancó en Bilbao, en ambas márgenes fluviales, Guernica y el Duranguesado, entre carencias y apreturas. Emilio Mola dejaba caer desde sus aviones octavillas amenazantes, cuando no bombas catastróficas. Se decía que el cinturón de hierro bilbaíno permanecería incólume, pero se habían dicho para entonces tantas cosas… Algunas voces susurraban también que los planos de ese cinturón fortificado pudieran hallase ya en poder del mismísimo Franco, por obra y gracia del ingeniero Goicoechea. A menos comida y más incertidumbre, mayor vuelo al rumor, ya se sabe. Entonces la Dirección de Seguridad del Gobierno Vasco se abrazó al fútbol como vía de escape.

Desde las páginas del periódico “Tierra Vasca”, órgano de Acción Nacionalista Vasca (partido aglutinante de la juventud más independentista), se retó al P.N.V. para la disputa de un partido compuesto por sendas selecciones de jugadores afines. Aceptado el guante, no sería sólo un partido, sino tres los que enfebrecieran a un público entregado. Isidro Lángara, rescatado de los buques prisión surtos en la ría merced al esfuerzo de varios hombres del fútbol, con el portero Florenza y el árbitro Iturralde a la cabeza, se erigió en goleador con 3 tantos para el equipo de A.N.V., mientras Guillermo Gorostiza anotaba otros 3 para la selección peneuvista. Ese primer encuentro concluyó con un 7-5 favorable a los de A.N.V., y luego de que el Lehendakari Aguirre entregase el trofeo a Iraragorri, capitán de los vencedores, “El Chato” aceptó la revancha solicitada por Pedro Areso, portavoz de los vencidos.

Imposible saber quién fue el artífice de aquella distribución futbolística, sin duda más dirigida hacia el espectáculo que con criterio ideológico, porque muchos de los contendientes no se agrupaban donde sus lealtades hubieran exigido. Gorostiza, por ejemplo, ni remotamente era nacionalista. La radicalidad de Areso debería haberlo situado en el equipo de A.N.V. La tibieza nacionalista de Ángel Zubieta, por expresarlo de un modo suave, debería haberlo dejado como espectador. El sitio natural de Iraragorri se hallaba entre los del P.N.V. En fin, todo fuere por la causa.

Isidro Lángara. De pasar mil penalidades en los buques-prisión surtos en la ría de Bilbao, a enrolarse en el Euzkadi. Para él aquella gira europea representaba una excelente tabla de salvación

El 28 de febrero de 1937, tres semanas antes de esa revancha, se enfrentaron las selecciones de Vizcaya y Guipúzcoa. Y como para entonces ya se hablaba de organizar la gira de una selección vasca por Europa, todos los partidos que pudieran celebrarse aportaban el interés añadido de ver quiénes hacían méritos para conformar el seleccionado. La prensa, al rebufo de lo recogido en las páginas del diario “Eguna” (18-II-1937) sobre la decisión gubernamental de conformar dicho elenco, fue avanzando detalles. Francia, Inglaterra, Irlanda, Bélgica, Holanda, e incluso la Unión Soviética, parecían ser objetivos prioritarios en la gira. Acerca de quiénes pudieran dirigirla, sonaban sobre todo los nombres de Ricardo Irezábal, antiguo presidente del Athletic Club, y José María Mateos, ex seleccionador nacional, periodista deportivo prestigioso y presidente de la Federación Vizcaína desde hacía tres años. Mateos se desmarcó en seguida(2), y el también periodista Melchor Alegría fue ganando enteros. Quedaba claro que iba a ser una expedición ligada a la beneficencia, además de a la política, dada su dependencia del socialista y concejal del Ayuntamiento bilbaíno Juan Gracia, en ese momento consejero de Asistencia Social. Acerca de los futbolistas, cada cual añadía o tachaba nombres. Y a los tachados ante su escaso entusiasmo por la aventura, como Ciriaco y Quincoces, ni mucho menos se les regalaba los oídos desde el papel impreso: “Mejor que se queden donde están esos viejos ya acabados. No representan más que el pasado y es hora de abrirse a un tiempo nuevo. Otros jóvenes entusiastas sabrán ponerlos ante el espejo de su decrepitud. Nada esperamos de timoratos ni de traidores a su pueblo”.

A las órdenes del antiguo futbolista “Travieso”, alias de Manuel López Llamosas, que tras la Guerra Civil habría de compaginar la literatura con distintas experiencias por los banquillos de España y México, un buen puñado de jugadores se ejercitaban a puerta cerrada en el viejo campo de San Mamés. Entre ellos muchos descartados finalmente, como Soladrero, Unamuno, Mandalúniz, Euskalduna, Sánchez Arana, Oyander, Marculeta, el gran goleador “Bata”, Rejón… A Lerín, portero navarro del Zaragoza, ni se le tuvo en cuenta cuando se ofreció, so pretexto de que esa posición ya estaba muy bien cubierta. Mandalúniz, banderín de enganche ante la disputa de varios amistosos, cuando las cosas se pusieron muy feas pasó a Francia con su esposa, oradora en distintos mítines nacionalistas. Soladrero también cruzaría esa misma frontera y según narrase tras la caída de Bilbao a un redactor de “La Gaceta del Norte”, hallándose en Francia como refuerzo de un equipo galo volvieron a tentarle los responsables del Euzkadi: “Pero les dije que no. He renunciado a esa gira y a los francos del equipo donde estaba, para volver a casa y ponerme a disposición del ejército nacional”. Euskalduna, Sánchez Arana, Oyander o Rejón, honestamente no estaban al nivel del gran equipo que finalmente se pudo reunir, con los refuerzos in extremis de los hermanos Regueiro. Marculeta o “Bata”, que sí hubieran lucido sobremanera, cualesquiera que fuesen sus razones tampoco se sumaron a la expedición.

Paralelamente, la prensa vizcaína se tomó a pecho santificar esa gira, al tiempo que evitaba achacar a los expedicionarios una fácil huida de las trincheras. A ese respecto, el artículo firmado por José de Trauko en “La Tarde” (7-III-1937), resulta ejemplar.

“Hay que sacar provecho, mucho provecho a la expedición, lo mismo económicamente que en ese otro terreno de las relaciones sociales e internacionales, dando a conocer por todos los países una parte de nuestras características, siquiera sea la que se refiere al deporte en Euzkadi, desconocido totalmente en su sabor localista vasco. ¿Acaso, por ejemplo, los finlandeses no deben al deporte, especialmente al atletismo, el rango en que están colocados en el concierto internacional? ¿Qué hubiera sido de ellos, arrinconados en un extremo de Europa, con una densidad de población insignificante, sin su participación decidida, eficaz, en las manifestaciones sportivas mundiales? Bien venidas sean, por lo tanto, esta clase de embajadas que tanto bien pueden reportarnos”.

El empeño de concienciación social a la ciudadanía, no podía ser más meridiano en algunos párrafos del mismo texto:

“Se dirá por algunos gruñones, los eternos descontentos, verdaderos parásitos de la sociedad: ¿Por qué van a salir nuestros muchachos, en estos momentos fuera de Euzkadi? Si la guerra exige aquí todas las actividades, reconcentrémoslas en casa. Nosotros no pensamos así. Ni aunque se pudiera poner el pretexto de que parte de los expedicionarios fueron gudaris en servicio activo. Hay muchas maneras de obtener colaboraciones y conseguir frutos. Y muchas veces se logra fuera lo que dentro es imposible. Media docena de milicianos más o menos en las trincheras, no se notan, es imposible puedan notarse, aunque se mire la cosa con estrecha lupa, como no se pretende sacar pelos a una bola de billar. Esos mismos gudaris, parte insignificante en todo el Ejército vasco, si como en el caso de los futbolistas tienen en los pies, o en su cerebro, la habilidad necesaria para dar a conocer por otras tierras una de las modalidades del País Vasco, qué duda tiene que sin siquiera pensar es preciso aprovecharla.

Lo que hace falta es que la expedición vaya con toda clase de garantías para el éxito rotundo. Garantías de seriedad, discreción, con dirigentes conscientes de su responsabilidad y también garantías de que los muchachos puedan dejar a gran altura el pabellón de nuestro pueblo”.

Como remate, un brindis la esperanza, aunque ésta tuviera todo el aspecto de placebo:

“En el dolor individual hay siempre un lenitivo que suaviza los padecimientos. En el dolor colectivo que padecemos ahora, también debe existir la seguridad de que esos muchachos alejados de su país, han de conseguir se endulcen y aminoren nuestras preocupaciones interiores. Con ello nos damos por bien pagados”.

Finalmente la expedición sería encabezada por Ricardo de Irezábal. Como secretario, manager y delegado de prensa, Melchor Alegría. El exfutbolista internacional del Arenas de Guecho, Pedro Vallana, medalla de plata Olímpica, árbitro tras colgar las botas y celebrado cronista durante su ejercicio arbitral, con sección propia en el deportivo “Excelsior” titulada “Desde la salsa”, ejerciendo de entrenador o seleccionador, si bien a lo largo de la inacabable gira se arrogara otras responsabilidades. Manuel de la Sota en representación del Gobierno Vasco, a manera de relaciones públicas. Y Perico Birichinaga, masajista del Athletic Club, al cuidado de músculos, heridas y golpes del elenco. Los futbolistas, con indicación del club donde desarrollaran el campeonato 1935-36, eran éstos:

Gregorio Blasco (At Bilbao) y Rafael Egusquiza (Arenas de Guecho), para la portería.

Pedro Areso (Barcelona), Serafín Aedo (Betis) y Pablito Barcos (Baracaldo, aunque en negociaciones con el At Bilbao), defensas.

Leonardo Cilaurren, José Muguerza, Roberto Echevarría y Ángel Zubieta (todos At Bilbao), medios.

Guillermo Gorostiza y José Iraragorri (At Bilbao), Isidro Lángara (Oviedo), Enrique Larrínaga (Santander), Emilín Alonso, Pedro y Luis Regueiro (los tres del Madrid), delanteros.

Un elenco cortísimo, ante la eventualidad no descartable de enfermedades o lesiones, pero con 7 intervinientes en el Campeonato Mundial de Italia. La calidad deportiva estaba, pues, por demás garantizada.

Ricardo Irezábal, un responsable de expedición que desarrollaría funciones equivalentes a las de cualquier presidente de club.

Aunque se proyectara realizar el trayecto de Bilbao a Bayona o Burdeos por vía marítima, el bloqueo a que estaba sometido el Cantábrico aconsejó un cambio de planes. Como Vallana y los hermanos Regueiro llevaban ya unos días en París, con la misión de contratar partidos, al entrenador se le encomendó organizar un desplazamiento alternativo, según publicara el medio parisino “L´Auto”. La avioneta “Negus” de “Air Pyrinées”, en sendos viajes Bilbao-Biarritz realizados los días 22 y 23 de abril (1937), fue una buena solución, aunque obligase a cambiar la fecha del primer partido acordado contra el Racing de París, campeón galo, retrasándolo al día 26.

Vaya un sucinto resumen de los choques disputados por el Euzkadi en el arranque de su andadura:

26-IV-1937. Parque de los Príncipes, París. Victoria por 3-0 ante el Racing, en vísperas del bombardeo de Guernica por la Legión Cóndor.

6-V-1937. Derrota ante una selección de Praga en la capital checa, por 2-3.

8-V-1937. Toulouse. Empare a 3 goles contra el Racing de París.

10-V-1937. de nuevo en París y otra vez ante el Racing, victoria por 3-2. Según la prensa gala, una victoria inmerecida puesto que los tres goles vascos fueron marcados ilegalmente.

23-V-1937. Marsella. Victoria por 5-2 ante el Olympique de dicha ciudad.

30-V-1937. Séte. Derrota por 1-3 ante el equipo local. En esa entidad habrían de enrolarse los jugadores del F. C. Barcelona Domingo Balmanya, José Escolá y José Raich, una vez concluida la gira azulgrana por América ese mismo año 1937. Los occitanos se proclamaron campeones de Liga. El partido se improvisó al suprimir las federaciones belga y holandesa los encuentros previstos con el Euzkadi.

Supuestamente en junio pudo haberse disputado otro partido ante una selección de Praga, en la capital checa, pero hasta hoy no ha podido hallarse nada que lo confirme. Según Isidro Lángara, “volvimos a Praga, donde nos metieron un 7-2. Los checos tenían un equipazo”. Guillermo Gorostiza, a poco de regresar a España y enrolarse como requeté en el ejército franquista, declaró: “Otro partido volvió a jugarse en Praga, perdiendo por 2-6”. Lejos de resolver dudas, la prensa checa pone muy en tela de juicio ese enfrentamiento, al no dedicarle ni un párrafo. Bien al contrario, el 13 de junio, fecha aportada por Lángara, además de disputarse un partido de la selección nacional contra Yugoslavia, saldado con apretada victoria local 3-2, los clubes más señeros dirimieron distintos amistosos: El Sparta empató a uno con el Admira austriaco, en tanto el Slavia obtenía otro empate a dos ante el Ferencvaros de Budapest. Una aparente evidencia sobre lo traicionera que puede resultar la memoria humana, nos la aporta un sueltecillo del diario polaco “Urjer Poranny” en su número del día 16, dando cuenta de que los vascos acababan de llegar a Varsovia procedentes de París. De Francia, no de la capital checa. Ese mismo medio recogió la suspensión del partido previsto contra el Euzkadi, en Varsovia.

Si alguien consideró factible hacer caja en Polonia, se equivocó de medio a medio. Los muy católicos polacos recibieron de uñas a la expedición, espoleados por quienes recordaran los incendios de iglesias, profanaciones de tumbas e imágenes, o la matanza de curas, monjas y frailes, durante los días republicanos de sangre y fuego. Lejos de concentrar simpatías, allí el equipo únicamente obtuvo muestras despreciativas. A tal punto que las autoridades locales, temiendo algaradas y conflictos serios, prohibieron el choque contra una selección local.

17-VI-1937. Victoria ante una selección de Silesia por 5-1, y partido fantasma donde los haya, sin mención en la prensa polaca o la francesa de izquierdas. El Euzkadi se desinflaba. Le costaba hallar contrincantes y los medios de difusión parecían haberlo abandonado. En esas mismas fechas 1.500 niños vascos navegaban hacia la Unión Soviética desde Bilbao, evacuados por el Socorro Rojo Internacional. Las declaraciones de Lángara al periodista Sarmiento dibujan un panorama harto sombrío: “En Polonia nos llamaban comunistas. Decidimos ir a misa y los fieles nos miraban como cosa rara. Íbamos uniformados y sabían quiénes éramos. En Polonia había poca simpatía hacia la U.R.S.S. Lógico que nos mirasen de reojo, máxime sabiendo que íbamos a jugar en Moscú”.

Lo de Rusia, por tanto, era cosa hecha, y el 19 de junio recibían una calurosa bienvenida en Moscú. La misma plaza de la estación, llena de deportistas pertenecientes a distintas disciplinas, con flores, banderas y pancartas, sirvió de escenario al camarada Knopava para que, en nombre del comisario de Deportes, saludara a los expedicionarios pronunciando un discurso laudatorio para quienes “luchaban heroicamente contra la traición interior y contra la debilidad de las naciones democráticas, tolerantes ante los abusos fascistas”. El Euzkadi llegaba con todos los gastos pagados, tanto de manutención y pernoctaciones en hoteles de primera categoría, como por cuanto a desplazamientos dentro de la U.R.S.S. Y además 100.000 francos por cuantos partidos disputara, cifra que teniendo en cuanta el número de viajeros, no constituía una gran suma.

El equipo propagandístico del que se esperaban pingües ingresos en beneficio de los gudaris heridos, o de los niños evacuados, al decir de algunos medios, seguía curiosamente la estela de esos niños, sin haber logrado otra cosa que su propia supervivencia y una buena acogida inicial en Francia. Porque de dinero ni mucho menos iban boyantes. Quedaba por saber cómo, o quién, sufragó el costo del traslado hasta Moscú. Porque si algo dejaron claro los propios futbolistas, fue que vivían al día, entre apreturas. Se contrataban por cantidades pequeñas. Los grandes sueños quedaron tan sólo en eso. ¿Quién inyectó liquidez, para hacer posible su comparecencia en el “paraíso del proletariado”?

Documento acreditativo de quién sufragó la aventura del Euzkadi en la URSS, transcrito para mayor facilidad lectora.

Antonio Arias, mantenedor del blog “Saltataulells”, incansable y eficacísimo en su búsqueda documental por archivos de toda índole, dio no ha mucho con la respuesta. Y gracias a su gentileza, una copia del hallazgo, transcrita para mayor comodidad lectora, nos otorga más y mejores perspectivas.

El pliego con membrete del Ministerio de Justicia republicano, fechado en Valencia el 27 de agosto de 1937, responde a la requisitoria del ministro de Estado, José Giral. Y dice así:

“Mi querido amigo:

En contestación a su nota del 26 del corriente en la que me ruega le informe sobre si un giro de 10.000 coronas enviado a Praga, lo ha sido por indicación de este Ministerio, paso a comunicarle que, efectivamente, hace algún tiempo este Ministerio gestionó del Ministerio de Estado el envío a Praga de 10.000 coronas para entregárselas a D. Manuel Sota, jefe de la expedición deportiva vasca que a la sazón se hallaba en aquella capital, y que solicitaba de modo apremiante el envío de dicha cantidad para hacer frente a desplazamientos y gastos, con objeto de trasladarse a Rusia, donde ya han jugado una serie de partidos de fútbol.

Sin otro particular, le saluda atentamente”.

Firma Irujo de puño y letra. El ministro impuesto por el P.N.V. al gobierno republicano, a cambio de su apoyo en la contienda bélica. Un interlocutor directo del Gobierno Vasco con el Republicano, hasta su cese, en agosto de 1938, cuando Euzkadi ya no existía y José Antonio Aguirre y su gobierno trataban de mediar desde París, mal que bien, con las autoridades francesas en favor de la diáspora vasca, o sus refugiados en campos calamitosos, sin agua potable ni abrigo, bajo vigilancia de tropas coloniales senegalesas.

El estellés Manuel de Irujo Ollo, formado con los jesuitas de Orduña y de la Universidad de Deusto, licenciándose en Filosofía y Letras y Derecho, se había afiliado al P.N.V. poco antes de ser elegido diputado foral de Navarra en 1921, coaligado con los carlistas. Aunque repitiera en las elecciones de 1923, poco pudo disfrutar de su cargo ante la irrupción del dictador Primo de Rivera, lo que para él supuso dos semanas de encarcelamiento y la pérdida del acta en la Diputación. En 1931, disuelta la dictadura y proclamada la Segunda República(3), saldría elegido en la candidatura peneuvista guipuzcoana para las Cortes, repitiendo suerte en las convocatorias de 1933 y 1936. Su nombramiento de ministro sin cartera entre setiembre de 1936 y mayo de 1937, con el gobierno de Largo Caballero, dio paso a la cartera de Justicia durante el gobierno de Negrín, hasta diciembre de 1937, cuando se despidió del cargo tras varios desencuentros, siendo la gota que colmara el vaso la represión dirigida contra el Partido Obrero de Unificación Marxista, el POUM. De cualquier modo, seguiría a las órdenes del médico y profesor canario José Negrín hasta agosto de 1938.

Con el derrumbe de la República se exilió en Londres, y allí alentaría el Consejo Nacional de Euzkadi, desde cuya presidencia abogara por la creación de una República Vasca. Ministro del gobierno republicano en el exilio entre 1945 y 1947, en realidad un cargo vacío de eficacia y contenido, sólo regresó a España en 1977, cuando la continuidad de un franquismo sin Francisco Franco estaba descartada. Senador por Navarra en las listas del Frente Autonómico, primero, y cabeza de lista en la coalición de Nacionalistas Vascos para el Parlamento Foral navarro dos años después, siguió siendo hasta fallecer en Pamplona el primero de enero de 1981, con 89 años, un peso pesado del nacionalismo, para entonces en manos de una generación que poco supo de la Guerra Civil y sus miserias.

Irujo era por tanto, al rubricar este escrito, ministro de Justicia con cartera. Ministro de un gobierno, si no rendido al comunismo, muy mediatizado por los “asesores” y comisarios políticos que Moscú fue enviando junto con armas y pertrechos, cuya influencia en la toma de decisiones iría creciendo lenta, aunque imparablemente. Por otra parte, si el giro de 10.000 coronas tuvo por destino Praga, se antoja obvio el error del periódico polaco al consignar que el Euzkadi llegó a Varsovia directamente desde París. ¿Tenían razón Gorostiza y Lángara sobre ese partido fantasmagórico en la capital checa, aunque no acertasen con la fecha ni estuvieran de acuerdo acerca del resultado? Lo relevante, en todo caso, es que el equipo creado para mostrar ante Europa la idiosincrasia y el poderío deportivo vasco, ya sin una lehendakaritza a la que representar, acababa de convertirse en utensilio propagandístico de Stalin. Sólo desde tal postulado se explican ciertos excesos verbales y escritos de los que en seguida nos ocuparemos, cuya resonancia iba a lastrar el devenir de parte de aquel colectivo.

Pero antes repasemos en sinopsis los hitos del Euzkadi en las Repúblicas Socialistas de Rusia, Ucrania, Georgia y Bielorrusia.

24-VI-1937. Moscú. Victoria por 5-1 ante el Lokomotiv, con Luis Regueiro en el estrellato al anotar los cinco goles vascos.

27-VI-1937. Moscú. Nueva, aunque apretada victoria ante el Dynamo por 2-1. Goleadores, Lángara y Gorostiza.

30-VI-1937. Moscú. Empate a 2 ante el Dynamo, con tantos de Pedro Regueiro y Lángara en un partido deslucido, al no hallarse cómodas las líneas visitantes ante el cambio táctico impuesto por Pedro Vallana. En ese momento el Euzkadi sólo tenía 12 jugadores disponibles, al contar con 4 lesionados.

Tocaba viajar hasta Kiev, según el programa previsto, pero como una representación de obreros moscovitas protestase al no haber podido presenciar ninguno de los partidos hasta entonces disputados, altos cargos del gobierno ordenaron gestionar otros dos nuevos encuentros en la capital. Fueron éstos:

4-VII-1937. Moscú. Victoria ante el Dynamo por 7-4, con 5 goles de Lángara, uno de Gorostiza y otro de Roberto Echevarría.

Los recibimientos al Euzkadi en la Unión Soviética, siempre apoteósicos, constituyeron un alarde propagandístico del Kremlin.

8-VII-1937. Moscú. Derrota sin paliativos ante el Spartak, 6-2. Lángara e Iraragorri, ambos rematando de cabeza, salvaron la honrilla. El Spartak, reforzado con jugadores de otros elencos, empleó un marcaje al hombre, algo no sólo novedoso para la época, sino fundamental en el devenir del entrenador ruso Sokolov, sumamente apreciado a raíz del éxito. Los delanteros Schegotski y Shilovski, pertenecían al Dynamo de Kiev. El extremo izquierdo Fedotov al Dynamo Metalurgo, y Gvozdkov, finalmente no utilizado, al Lokomotiv moscovita. En su libro “Diario de un futbolista”, el extremo Fedotov escribió: “Los vascos estaban muy bien preparados física y técnicamente. Su sistema zonal era nuevo para nosotros, pero también su punto más débil, porque los defensas no intervenían en el ataque ni marcaban a los rivales. Ello nos permitió sorprenderles”.

Por fin en Ucrania, el Dynamo de Kiev también salió reforzado con los defensas Gvozdkov, del Lokomotiv de Moscú, y Glaszkov, del Dynamo de Rostov, así como con el medio Tabachkovski, del Dynamo de Odesa. No parece resolvieran mucho, porque el Euzkadi se impuso 3-1, merced a tres remates de Lángara (15-VII-1937). Y de Kiev a Tbilisi, la capital georgiana, para sumar otra victoria ante el Dynamo de dicha ciudad por 2-0, con Lángara y Pedro Regueiro de anotadores (24-VII-37). Seis días después volvía a disputarse otro partido ante una selección georgiana, resuelto con nueva victoria por 3-1, marcado Lángara dos goles y Emilín Alonso el restante.

De retorno a Moscú, paradita y fonda en Minsk (9-VIII-1937), para vapulear al Dynamo de dicha ciudad por 6-1, pese a la estatura de varios jugadores bielorrusos, a cuyo lado algunos miembros de la expedición vasca parecían niños pequeños. Lángara rubricó 3 goles, uno de ellos en lanzamiento de penalti, Cilaurren y Gorostiza uno, y otro, el que supuso el 1-5, difícilmente adjudicable al producirse en una melé.

Desde la capital soviética habrían de cubrir los cien kilómetros largos que distaban hasta Obninskoye. Allí se alzaba un enorme edificio concebido como sanatorio, que antes de su inauguración sirvió para alojar a casi 500 niños vascos, casi todos naturales de Bilbao y alrededores. Blasco, Lángara, Pablito Barcos, los hermanos Regueiro, Cilaurren y compañía, repartieron fotos, colmaron la curiosidad de los más atrevidos e incluso jalearon a los 22 contendientes en un partidillo que aquellos internos se empeñaron en dedicar a sus ídolos. El arbitraje del mismo corrió a cargo de Luis Regueiro, y entre aquellos refugiados se hallaba el futuro Doctor Angulo, médico que tras estudiar su carrera en la Facultad de Moscú habría de ejercer en el Athletic Club. Las idas y vueltas del fútbol entretejen a veces unos nudos por demás curiosos.

Crónica sobre uno de los partidos que el Euzkadi disputara en Tbilisi. La prensa local no ahorró adjetivos encomiásticos al analizar el despliegue del once vasco.

La impronta que esta gira dejase en el fútbol soviético cabría calificarla de imperecedera. Ciertamente, el aislamiento en que la propia U.R.S.S. se sumiera tras la revolución contra el gobierno y sistema zarista, no había beneficiado en nada al deporte rey. Practicaban un juego periclitado, con solo dos defensas, medios empeñados en correr mucho con la pelota pegada a los pies, y atacantes fuertes, pero un tanto estáticos. El juego de Cilaurren, con sus envíos precisos a las alas, descongestionando la zona ancha, causaron sensación. Los soviéticos entendieron, también, la utilidad de retrasar al medio centro hasta convertirlo poco menos que en un defensa central… La prensa se hizo eco de todo ello, como refleja este muestrario:

“Los vascos hoy nos han ofrecido una técnica muy superior, una habilidad, y sobre todo un juego de cabeza que tenía a los espectadores entusiasmados. La buena organización de los vascos se notaba en la coordinación de la defensa y ataque” (el periódico georgiano “Komunisti”)

“La velocidad del juego que los vascos desarrollan mediante pases, hace que se cansen menos. A los delanteros les faltó Luis Regueiro, por lo que no hicieron las combinaciones habituales. Perfectos Blasco, Areso, Ahedo, Cilaurren, y sobre todo Gorostiza y Lángara” (“Obrero” también periódico georgiano).

“A la técnica pesada del Lokomotiv, los vascos ofrecieron otra más novedosa, calculadamente elaborada” (“Pravda”)

“Los vascos en el segundo tiempo jugaron increíblemente bien. No pude hacer nada frente a Luis Regueiro. Como tampoco destacaron mis compañeros, en conjunto salimos insatisfechos” (el futbolista Kachalyn, del Dynamo de Moscú, entrevistado al inicio de los años 80 por un popular comentarista de Georgia).

Paichadze, ariete del Dynamo de Tbilisi aseguró a Guiorgui Mjaradse, autor en 1984 de un libro sobre la aquella histórica gira titulado en su traducción del cirílico “Sobre el campo están grandes maestros vascos”: “Cilaurren era el mejor pasador que había visto. Un maestro”. Dicho autor aseguraba además, en una de aquellas páginas: “Los partidos que jugó la selección vasca representaron un avance fundamental para el fútbol soviético. Mostraron que la antigua división entre defensa y delanteros debía renovarse”. Starostin, capitán del Spartak cuando se midiera al Euzkadi, evocó igualmente: “Nos enseñaron cómo situar a cada futbolista sobre el campo. Disputar aquellos partidos constituyó un acontecimiento histórico para nuestro fútbol. Pienso que en realidad nuestro fútbol no nació hasta el año 1937”. El propio Pedro Vallana, al ser inquirido sobre la impresión que la había causado el juego de los rusos, aseveró: “La línea delantera debería jugar más con los hombres del centro del campo, pero no sólo la del Dynamo, sino la de todos los equipos soviéticos. En la delantera se pasan demasiado el balón, cuando deberían disparar a puerta con mayor frecuencia; ser más atrevidos”.

Lo mejor de la aventura europea para el Euzkadi transcurrió en la U.R.S.S., al decir de todos los expedicionarios, bien es cierto que no en sus declaraciones a la prensa del periodo franquista. Extraordinariamente acogidos, sin ninguna de las apreturas anteriores, invitados a espectáculos del Bolshoi, a las redacciones de los más relevantes periódicos, a conocer estudios de cine, fábricas en pleno rendimiento, colectivizaciones agrarias… Fieles a su costumbre, mientras se hallaban en Moscú acudían a la embajada de Finlandia para oír misa. En Georgia habrían de sentirse poco menos que en casa. Estadios a reventar y público por demás cariñoso. Isidro Lángara sostenía que Tbilisi se parecía a Bilbao, que incluso las canciones populares tenían la misma cadencia en Georgia y el país vasco, y que hasta el carácter de aquella gente le recordaba sobremanera al de su propia tierra guipuzcoana. Fueron descaradamente utilizados por el gobierno soviético, como utensilio propagandístico, aunque no en menor medida que antes lo hiciera la prensa gala izquierdista. Y tal vez porque únicamente eran jugadores de fútbol, no políticos, ese hecho parecía importarles poco. Por otra parte, aunque a lo largo de esos dos meses en el feudo stalinista representaran empíricamente al gobierno republicano de Negrín -recuérdese que Vizcaya, último bastión vasco, ya había caído-, Ricardo Irezábal y Melchor Alegría continuaban dirigiendo cartas y telegramas informativos al consejero de Acción Social, Juan Gracia, exiliado en París como todo el gobierno de José Antonio Aguirre.

Invitación para uno de los frecuentes actos sociales a los que acudieron los componentes del Euzkadi, durante su estancia en la URSS.

Finalmente el 17 de agosto, por la noche, partieron hacia Leningrado, desde donde pusieron rumbo a Noruega y Dinamarca. Aquellos bolos se resolvieron así:

Oslo, 22-VIII-1937. Victoria ante la selección noruega por 5-1.

Saapsborg, 27-VIII-1937. Nueva victoria ante la misma selección por 3-2.

Isla danesa de Amager, 29-VIII-1937. Victoria por 11-1 ante una selección de trabajadores daneses.

Para los jugadores del Euzkadi estos partidos pachangueros apenas si dejaron un tenue recuerdo. Era tanta su superioridad, que prácticamente ni los consideraban. Isidro Lángara narró la siguiente anécdota al periodista de “Marca” Ricardo Vázquez Prada, bastantes años después: “En Suecia marqué un gol desde la otra portería. Iraragorri se me acercó, preguntándome si me había puesto algún explosivo en la bota; pero el gol no fue casualidad, ya que a los pocos días lo repetí en Moscú”.

Vaya por delante que Lángara era dueño de un disparo terrorífico, pero ni ese primer gol pudo haberlo marcado en Suecia, donde no jugaron, ni el segundo en Moscú, a donde no regresaron desde Escandinavia. Ambos hechos debieron producirse en Oslo y Dinamarca, y por supuesto reflejan la endeblez de aquellos adversarios. Con todo, para el jefe de expedición Ricardo Irezábal, el paseo militar por Dinamarca debió sonarle a música celestial, a tenor de lo narrado en su informe al consejero vasco de Acción Social, Juan Gracia: “La entrada aquí, en Copenhague, resultó impresionante. En los andenes de la estación esperaba un gentío imponente, que recibió a los jugadores con hurras y aplausos. En una de las amplias naves, varios representantes de la Federación pronunciaron breves discursos de bienvenida, lo mismo que el embajador de España, don Miguel Salvador; a continuación el público cantó La Internacional”.

El 1 de setiembre la expedición vasca regresaba a París, hospedándose durante unos días en el ya conocido hotel próximo a Montmarte, hasta donde llegaron algunas proposiciones de contratistas mexicanos, ante el grato recuerdo que dejara en el país azteca la gira del F. C. Barcelona. París era caro, demasiado caro para quienes solían desenvolverse económicamente al ralentí. De modo que acabaron mudándose a un establecimiento familiar de Barbizon, pueblecito situado a unos 30 kilómetros, entonces semidesconocido y más adelante residencia de numerosos artistas más o menos bohemios. Allí iban a vivir una tensa espera, mientras se dilucidaba su futuro profesional y en España causaban estupor dos mensajes, uno de despedida, firmado por Manuel de la Sota, y otro de encendido agradecimiento con rúbrica de Juan Gracia, que la oficina de propaganda soviética se encargó de esparcir a los cuatro vientos. Dos resbalones capaces de estigmatizar a cualquiera en la zona nacional, cuando la suerte bélica todavía estaba por resolverse.

La despedida del pueblo y la nación rusa suscrita por Manuel de la Sota, recogida a toda plana en el diario “Izvestia” rezaba así:

“Hemos podido comprobar las grandes realizaciones que en todos los sectores de la vida habéis logrado. Hemos visto vuestros maravillosos museos, exposiciones, teatros, fábricas e industrias de los “koljozs» y los “sojos”. Nos ha sorprendido agradablemente la gran intensidad en el trabajo y la perfección en los aparatos y maquinarias utilizados en la agricultura. Vimos el bienestar de la población y tuvimos la dicha de admirar el incomparable desfile de la Plaza Roja, maravilloso espectáculo del deporte soviético que jamás olvidaremos. Llevamos los más gratos recuerdos de vuestra hospitalidad, y de las atenciones que se han visto rodeados en la Unión Soviética los deportistas del País Vasco.

En los trágicos momentos de la historia de España, vuestra fervorosa amistad llega a nuestro corazón y por ello es aún mayor el agradecimiento de los vascos hacia el país soviético, y hacia sus dirigentes. No podemos despedirnos con un simple apretón de manos; os enviamos un abrazo a todos vosotros, nuestros queridos hermanos y camaradas. ¡Viva Stalin, genio de la Humanidad!”

Uno de los varios informes que Ricardo Irezábal remitió al consejero vasco Juan Gracia, desde el moscovita Hotel Metropole.

El texto remitido desde la capital francesa por el consejero Gracia, más largo y no menos entusiasta, fue éste:

“Muy estimado camarada:

De regreso aquí los jugadores que en representación del Ejército antifascista de Euzkadi han visitado vuestro hermoso país, jugando distintos partidos en diversos pueblos del mismo y en todos los cuales se ha demostrado la gran simpatía que por nuestra causa sentís, me han informado con detalle de todas las atenciones que con ellos habéis guardado, y de la deportividad que en todo momento han sabido dar prueba vuestros nobles jugadores.

Yo, que puse gran interés en que nuestro equipo de fútbol visitara ese gran país, y por un parte para que los jugadores que lo integraban, afiliados a partidos que, aunque antifascistas, no sienten la causa del proletariado con la intensidad y emoción que vosotros y yo la sentimos, vieron lo que son las realizaciones socialistas que en ese país están efectuando, y por tanto que la única solución a los problemas que afectan al mundo es el triunfo del socialismo, y por otra parte el deseo de pagar con algo tanto como estáis haciendo en ayuda del triunfo de nuestra causa en España. Quedo verdaderamente reconocido a estas atenciones y os envío con mis más cariñosos saludos socialistas, el testimonio de agradecimiento de nuestro pueblo, que no olvida, que no olvidará vuestra conducta tanto deportiva como de ayuda eficaz a nuestra causa, y cuando el triunfo sea nuestro diremos a todos nuestros ciudadanos que entre los ciudadanos de honor que han de ser considerados como tales por la República española, sois todos los que componéis el primer estado socialista del mundo, tan bien conducidos por el gran hombre, orgullo de todas las organizaciones obreras, como lo es el camarada Stalin, a quien ruego hagáis saber el deseo de nuestro pueblo de que su vida se prolongue por muchos años para bien de toda la clase socialista.

Un abrazo fraternal de vuestro camarada, el Consejero de Asistencia Social del Gobierno de Euzkadi”.

Arenga mitinera donde las haya, y paupérrimo ejercicio literario. Más aún, flaquísimo favor no sólo a los futbolistas desplazados, cuyas devociones distaban sideralmente del credo bolchevique, conforme el texto reconoce, sino lo que es más grave, al gobierno exiliado que Juan Gracia decía representar(4). El P.N.V., pilar fundamental del mismo, derechista en lo ideológico y católico de corazón, tanto o más democratacristiano que la Acción Nacional de José M.ª Gil Robles, se situaba en las antípodas de Stalin y cuanto la hoz y el martillo decían representar. Su alineación republicana únicamente se justificaba desde un pragmatismo calculador, cuyo objetivo consistía en el logro de importantes prebendas. Si la formación del equipo futbolístico respondía al propósito de concitar simpatías exteriores hacia la causa vasca, conforme tantas veces se dijo y escribió, los mensajes de Gracia y Manuel de la Sota, adscrito al P.N.V. este último, reventaban aquella intención.

Manuel de la Sota habría de instalarse en Biarritz, desde donde “vivió” el tardofranquismo setentero. Enclave proletario donde los haya, conforme es bien sabido. Allí dictó a Enrique Terrachet una especie de memoria sobre aquella gira, imprecisa, deslavazada y con errores que el autor de la monografía ni se molestó en corregir, mediante el obligado trabajo de campo posterior.

Carta de Gracia Colás al Presidente de Deportes de la URSS, remitida desde París el 2 de setiembre de 1937.

Juan Gracia Colás (Bilbao, 1891), miembro de las Juventudes Socialistas desde 1904, con tan sólo 12 años, ingresó en las filas del P.S.O.E. a los 16. Acusado de preparar activamente la huelga general de 1917, sería encarcelado con su mujer durante algún tiempo, sin que entre barrotes mermara tan encendida combatividad. Concejal del Ayuntamiento bilbaíno en 1920, tras el estallido de la Guerra Civil participó en la Junta de Defensa de Vizcaya y se le entregó la consejería del Gobierno vasco ya descrita, encargándose sobre todo de asistir a los numerosos guipuzcoanos que desde la caída de su provincia en manos franquistas demandaban refugio en Bilbao y sus aledaños. Igualmente activó las 20.000 evacuaciones infantiles con rumbo mayoritario a Inglaterra, Bélgica, Francia y la U.R.S.S. Lamentablemente, muchos de aquellos niños no regresaron nunca, o lo hicieron, en el caso de los “rusos”, cuando los antiguos lazos familiares estaban ya rotos. Con la caída de Bilbao, desde el exilio gubernamental de José Antonio Aguirre, en París, procuró aliviar las penurias de cuantos se apelotonaban en campos de hacinamiento improvisados, así como organizar traslados hacia América. Durante la primavera de 1940, el rápido avance alemán por la Francia ocupada le hizo salir con su esposa Áurea Pérez, en un viaje a ninguna parte, puesto que ambos acabarían volviendo a París. Falleció de muerte natural el 1 de abril de 1941, en una capital francesa donde las tropas nazis campaban a sus anchas, descorchando botellas de champagne y brindado por el Adolf Hitler y su “Reich de los 1000 años”.

Mientras todo esto ocurría, las penurias del Euzkadi, de los futbolistas que seguían luciendo sus colores y de quienes reemplazaban las sucesivas bajas, continuaron siendo el pan de cada día. Y entre ellas, la dificultosa financiación para embarcar hacia América.

Aunque ésta, claro, ya es otra historia. Otras historias, mejor, conforme iremos viendo.

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(1).-Cuando este buque fue hundido en su tercera travesía, al parecer por cañonazos procedentes del “Canarias”, ya había realizado un par de trayectos desde el Mar Negro hasta Cartagena. El primero transportando carros de combate soviéticos como ayuda militar al gobierno de la República, cobrada a muy alto precio, y el segundo con armamento más ligero. Fue un incidente lleno de aristas, utilizado con fines propagandísticos tanto por la República como desde el bando franquista. Y a día de hoy, cuanto en realidad ocurrió sigue constituyendo un misterio.

El “Komsomol” transportaba en teoría un suministro de manganeso para la compañía Providence, cuando partiera del puerto de Poti hacia Gante, el 5 de diciembre de 1936. Diez días después fue interceptado en aguas internacionales por el “Canarias” de la marina franquista, recibiendo una lluvia de fuego. Semejante conducta alimentó desde el inicio diversas hipótesis. ¿Por qué se cañoneaba un buque con bandera de país supuestamente neutral en un conflicto civil, cuando ante la sospecha de implicación bélica muy bien pudo haberse procedido a su incautación? Más aún, lo lógico, ante tal eventualidad, hubiera sido abordarlo y “expropiar” su contenido armamentístico. La Unión Soviética protestó ante instancias internacionales, proponiendo a las cancillerías de Londres y París considerar pirata a la marina nacional, lo que implicaba, entre otras medidas, impedir no ya el atraque, sino la incursión en sus aguas nacionales de cualquier casco con de tal bandera. Y como, sorprendentemente, tanto desde instancias franquistas como republicanas se diera por descontado que la carga del buque hundido era de material bélico, otras hipótesis más aventuradas irían saltando desde las linotipias. Pudo ser la propia marinería soviética, rescatada tras el naufragio por la tripulación del “Canarias”, quien abriera las espitas evitando así el desenmascaramiento del Kremlin. ¿Torpedeó al “Komsomol” un submarino italiano, tal y como ocurrió posteriormente con otros mercantes? El Socorro Rojo Internacional, el Partido Comunista, y por cuanto a España respecta varias organizaciones políticas republicanas, pusieron en marcha una campaña de suscripción con el propósito de aportar otro buque a la Unión Soviética. Se imprimieron miles de postales, insignias y panfletos, se recaudaron fondos mediante la disputa de partidos donde los futbolistas no representaban a equipos, sino a formaciones políticas… Y al final todo quedó en alarde propagandístico, porque lo obtenido apenas dio para una mala barcaza fluvial.

(2).- Ideológicamente, José María Mateos estaba en las antípodas del nacionalismo. Era un ferviente enamorado del fútbol vasco, defensor a ultranza del credo Atlético y biógrafo de la entidad rojiblanca en unas Bodas de Plata celebradas antes de tiempo, así como más delante repetiría en las de las de Oro, por no variar festejadas también con adelanto. Pero desde la entrada de las Brigadas Navarras en la capital Vizcaína habría de acreditar que se sentía más cómodo con Franco y los suyos en el poder, que con los republicanos al timón.

(3).- Paradójicamente, la República se proclamó tras unas elecciones municipales resueltas con victoria de los partidos monárquicos. Aparte de que las mismas no fueran consideradas plebiscitarias, ni siquiera sumando al bando republicano los votos obtenidos por el Partido Socialista, que concurrió como monárquico, hubiera debido destronarse a Alfonso XIII. Simplemente, los resultados urbanos, en especial los de las ciudades más populosas, cuyo cómputo fue mucho más rápido que el rural, hicieron creer a todos, incluida la militancia conservadora y los propios cortesanos, que el periodo borbónico tocaba a su fin. Ya con la tricolor ondeando en centros oficiales, el funcionariado republicano dejó constancia de que la victoria se inclinó hacia el bando monárquico, merced a las urnas del agro y ciudades con menor densidad poblacional. Por supuesto, no hubo vuelta atrás.

(4).- En esa época, las concomitancias ideológicas entre el PSOE y los comunistas eran mucho más pronunciadas que durante nuestra Transición. Incluso la corriente más moderada del socialismo, hoy se nos antojaría extremadamente radical. Los comunistas representaban poco al estallar la guerra; eran un partido menor, distribuido geográficamente de forma muy desigual. Tan escasa diferencia entre ambas formaciones, más metodológica que doctrinaria, se tradujo, por ejemplo, en la fuga al comunismo de Santiago Carrillo, líder de las Juventudes Socialistas, con gran parte de los afiliados que directamente controlaba. Durante la Guerra Civil iría creciendo el peso de los comunistas, a la par que la radicalización socialista, incluso de figuras en teoría moderadas, como Indalecio Prieto. Y a tenor de la genialidad atribuida por Manuel de la Sota a Iósif Stalin, parece que el virus radical contagió igualmente a peneuvistas con pedigrí, alta cuna y posición social harto desahogada.

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