Jorge Kirschner – Más que fútbol
De Dirk SegbersTraducción: Leire Marquínez Truchuelo
Los pocos recuerdos que Jorge Kirschner Sanz guarda de su padre se van desvaneciendo poco a poco al cumplirse 25 años de su muerte. Las instantáneas en blanco y negro, que han sobrevivido a las innumerables mudanzas de la familia, pueden contarse con los dedos de una mano y traen a la memoria detalles que hace tiempo se creían olvidados. Un señor mayor bien acicalado sosteniendo cariñosamente un perro salchicha bajo el brazo. Un hombre joven y trajeado apoyado sobre una valla con aire desenfadado. Y, finalmente, una fotografía de un equipo de fútbol tomada sobre el terreno de juego antes o después de un partido. «Recuerdo a mi padre bromeando», apunta Jorge Kirschner Sanz al ver la foto del equipo en la que su padre aparece marcado con una cruz. «Diciendo que, si alguien quería ganar fácilmente una apuesta, no tenía más que apostar a que el Athletic de Bilbao había tenido un jugador alemán en sus filas. Todos dirían que eso era falso y que la apuesta estaba ganada al comprobarse la realidad. Sé de algún caso en que así ocurrió». No ha trascendido si Jorge Kirschner de Labra —nombre completo del padre de Jorge Kirschner Sanz— reclamó realmente que se cumpliera semejante apuesta, pero lo que sí es cierto es que tenía buenos motivos para estar tan seguro de poder ganarla: Jorge Kirschner de Labra era alemán y jugaba como portero en el Athletic Club.
Es a comienzos del siglo XX cuando la historia de la familia Kirschner da uno de muchos giros importantes. En aquel entonces Georg Kirschner, nacido en 1887, decide dejar su Berlín natal para probar suerte como empresario en la lejana España —no es posible determinar el año con exactitud, al igual que se desconocen los motivos que empujaron a Kirschner, procedente de una familia acomodada de comerciantes judíos, a tomar la decisión de afincarse en Madrid. De ahí en adelante cosecharía grandes éxitos al frente de su negocio, relacionado con la minería: comercia con vehículos ferroviarios y demás equipamiento de uso en la mina. Georg Kirschner reside en la capital española, si bien mantiene estrechas relaciones comerciales con el País Vasco, escenario de excepción del auge de la extracción del mineral de hierro. Al éxito económico de Georg Kirschner pronto le acompaña también la fortuna en el ámbito personal cuando, en 1913, contrae matrimonio con la bilbaína Amalia de Labra. Tras formar una nueva familia, eligen como residencia el centro de Madrid, donde se instalan en un señorial piso ubicado en la Plaza de la Lealtad, justo al lado del Hotel Ritz. Allí vienen al mundo sus tres hijos: Amalia, Alberto y Jorge. La familia al completo tiene únicamente la nacionalidad alemana y los niños asisten al Colegio Alemán. En medio de este idilio de joven familia, los Kirschner son testigos de cómo la historia alemana parece repetirse en tierra española. Tras la monarquía se viviría un breve periodo de gobierno republicano que sería la antesala de la toma de poder por parte de los fascistas. Teniendo en cuenta que practicaba el judaísmo, no es difícil adivinar lo que Georg Kirschner pensaba de todo ello. «Mi abuelo había leído el libro de Hitler “Mein Kampf”, lo había subrayado concienzudamente y, cuando lo terminó, lo forró con papel de estraza renombrándolo “Sein Krampf” (Su quiero y no puedo)», relata Jorge Kirschner Sanz. Aun así, tras el estallido de la Guerra Civil española en el año 1936, Georg Kirschner decide aceptar una oferta de evacuación del Gobierno alemán. Probablemente, la situación en Madrid se había vuelto demasiado compleja y peligrosa para los Kirschner: «Recuerdo a mi padre relatar que el automóvil de mi abuelo —un buen Mercedes-Benz de la época— le había sido “requisado” para servir a un jefe militar, así como significativos objetos de sus colecciones particulares». Así, toda la familia se embarca en un buque de pasaje que sale de Bilbao con destino a Hamburgo y que hace escala en el puerto francés de Le Havre. Georg Kirschner es consciente de la aprobación de las «Nürnberger Gesetze» antisemitas y está firmemente convencido de que Hitler llevará a Alemania a la guerra. Así pues, consigue desembarcar en Le Havre, a pesar de la oposición de los oficiales alemanes a bordo y gracias a la decidida intervención de las autoridades francesas. La familia establece su residencia en Ginebra y Milán hasta finales de 1937 o comienzos de 1938, cuando regresan a Bilbao tras la toma de la ciudad por parte de las tropas franquistas.
A día de hoy, no está claro dónde pudo descubrir su pasión por el fútbol el benjamín de la familia, Jorge Kirschner de Labra, nacido en 1920. Probablemente haya que remontarse a sus raíces, en Madrid, aunque quizás fuera en Suiza o en Italia. Sea como fuere, lo cierto es que debió haber sido un excelente jugador. No en vano, participa en un torneo juvenil organizado por el Athletic Club durante la temporada 1937/38, cuando la Primera División se ve interrumpida a causa de la guerra y el futuro del club se antoja incierto. De entre los 39 equipos participantes debían reclutarse los jugadores llamados a defender los colores del Athletic cuando la guerra tocara a su fin. Y, al parecer, Jorge Kirschner de Labra convence a los allí presentes en su papel de portero, pues es uno de los seleccionados. Durante la primavera de 1938, y con motivo de la presentación oficial del nuevo equipo del Athletic, debuta en un partido contra una selección de la provincia limítrofe de Burgos que se salda con una victoria por 6 goles a 1. En el descanso le cambian por Daniel Idígoras, el segundo aspirante a ocupar la posición de guardameta. Tras su actuación en el partido que el Athletic disputa en casa contra el Real Unión Club de Irún en mayo de 1938, el reportero José Luis Isasi elogia su juego: «Discreta la defensa y muy bien el portero Kirschner», escribe en el diario «Hierro». El público asistente queda atónito ante la victoria por 5 a 2 del joven equipo contra los hombres de la ciudad fronteriza, más curtidos en estas lides. En el partido que se disputa en el Estadio San Mamés unos días más tarde y que concluye con una derrota por 3 goles a 6 a manos del Racing de Santander, Kirschner aparece nuevamente bajo los palos, si bien más adelante se perdería por completo su pista en los archivos. De los tres porteros que prueban suerte durante los partidos amistosos, Kirschner es el candidato que más minutos de juego acumula. A pesar de ello, cuando en octubre de 1938 se reanuda la competición regional con un partido contra el Deportivo Alavés, en la plantilla solo figuran los compañeros de equipo de Kirschner, José María Echevarría y Daniel Idígoras. Echevarría, que no se incorpora al equipo hasta poco antes del último partido de Kirschner, pasa a convertirse en el portero titular y así, desde las filas del Athletic, logra el doblete de Liga y Copa en 1943. Jorge Kirschner, en cambio, nunca llegaría a disputar un partido oficial vistiendo la camiseta del Athletic.
Asier Arrate está al frente del museo que el Athletic tiene en el Estadio San Mamés y que a nadie deja indiferente con su inmejorable colección de recuerdos. El nombre Jorge Kirschner no pasa desapercibido para él, pero los datos de los que dispone también son escasos. Su información sobre el portero alemán del Athletic se solapa con los datos recopilados por el yerno de Echevarría, el compañero de equipo de Kirschner. El escritor Carlos Aiestaran dio a conocer esta información en el contexto de un artículo acerca de la recomposición del Athletic Club durante la temporada 1938/39 que publicó el CIHEFE. En él aparece Kirschner en tres alineaciones, pero a partir de ahí se le pierde la pista. Aiestaran también tiene en su haber una foto del once bilbaíno de aquellos tiempos en que se pudo fotografiar a Jorge Kirschner junto a sus compañeros en San Mamés. Por su parte, la foto en la que se observa una marca sobre la cabeza de Jorge Kirschner muestra a un equipo completamente diferente. En opinión de Jorge Kirschner Sanz, se trataría del Racing de Santander, donde habría jugado su padre tras su paso por el Athletic. Ahora bien, José Manuel Holgado, historiador al servicio del club cántabro, descarta esta posibilidad, afirmando que ni el equipo de la foto es el Racing ni hay constancia alguna del nombre Kirschner en los archivos del club. En realidad, la última pista en lo futbolístico sí se encuentra en Cantabria, aunque no en el Racing. Así, en mayo de 1939 se publica en la «Gaceta del Norte» la crónica de un duelo entre el Oriamendi y la Juventud Unión Montañesa. Según la alineación, bajo los palos de este último se encontraría un tal «Kirchner» , quien, con casi total seguridad y a pesar del error ortográfico, sería Jorge Kirschner.
Aquel ex-portero del Athletic pasa a convertirse en el joven hombre trajeado que se apoya sobre una valla con gesto desenfadado. Jorge Kirschner de Labra cursa estudios de Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, donde consigue licenciarse en un tiempo récord de tres años. Más tarde contaría que se había apresurado tanto en terminar la carrera porque no le gustaba demasiado eso de hincar los codos. A continuación, regresa a Madrid para dedicarse al negocio familiar fundado por su padre, Georg Kirschner. Mientras la Segunda Guerra Mundial asola el resto de Europa, los Kirschner llevan una vida tranquila, aunque solo en apariencia. La Embajada de Alemania hace todo cuanto puede para hacerles la vida imposible, tanto a nivel personal como profesional, si bien Georg Kirschner —el señor con el perro salchicha bajo el brazo— no se deja amedrentar por ello. «Mi abuelo, que era un hombre de una cultura enciclopédica y de cierta relevancia dentro de la comunidad judía en Madrid, formaba parte de la cadena de personas que prestaban ayuda a los judíos que lograban escapar del régimen nazi y que llegaban a España vía Francia. Muchas de ellas recababan finalmente en su oficina, situada en la calle Fernanflor 6 —junto al Congreso de los Diputados—, donde recibían documentación, dinero y pasajes para emigrar a Sudamérica», relata Jorge Kirschner Sanz.
Todos los demás miembros de la familia Kirschner permanecen en Alemania. Erna, la hermana de Georg, es deportada del hospital psiquiátrico de Branitz —en la actual Polonia— al campo de concentración de Sonnenstein, donde finalmente sería asesinada. En el Archivo Federal alemán se anotó «eutanasia» como causa del fallecimiento, un término al que los nazis recurrían habitualmente en un cínico intento por justificar los asesinatos de enfermos mentales. A día de hoy, no hay rastro de los demás miembros de la familia de Berlín. Simplemente se dan por desaparecidos, como en el caso de Paul, el hermano de Georg, y su esposa. Un destino que probablemente también hubiera aguardado a Georg Kirschner, Amalia de Labra y sus hijos de no haber logrado abandonar el barco de evacuación en Le Havre. De hecho, son los únicos miembros de toda la familia que sobreviven al Holocausto.
Georg Kirschner fallece en Madrid en 1951. En el momento de su muerte es apátrida, puesto que el régimen nazi había despojado a la familia de la nacionalidad alemana. Cuatro años antes de su muerte presencia el enlace del menor de sus vástagos, Jorge. Fruto de ese matrimonio nacen dos hijos. Jorge Kirschner de Labra saborea las mieles del éxito como empresario en diferentes sectores y, aunque está fuertemente arraigado en Madrid, sigue manteniendo relaciones muy estrechas en Bilbao, pues tanto la ciudad como sus gentes son muy importantes para él. A menudo, la familia visita a su buen amigo Imanol Viar, con quien Kirschner compartió terreno de juego durante sus días en el Athletic. Son muchas las ocasiones en que veranean juntos en Hondarribia, en la costa vasca. Los Kirschner siguen apátridas, a pesar de todos los inconvenientes que supone viajar al extranjero con los extraños pasaportes Nansen. El dolor por lo vivido en el pasado es tan profundo que Jorge Kirschner de Labra no es capaz de acudir a la Embajada Alemana, pero, años después del fin de la guerra, el cabeza de familia toma una determinación: «Mi padre decidió que había que intentar olvidar la gran tragedia sufrida y viajó a Alemania en un esfuerzo por superar el pasado», cuenta Jorge Kirschner Sanz. A su regreso, Jorge Kirschner de Labra se arma de valor y se dirige a la Embajada Alemana de Madrid. En 72 horas, él y su familia ya disponían de los ansiados pasaportes de la República Federal Alemana. En 1996, año de su fallecimiento, el antiguo guardameta del Athletic era únicamente ciudadano alemán, a pesar de haber nacido en Madrid y no haber vivido jamás en Alemania. A día de hoy, su hijo, Jorge Kirschner Sanz, también mantiene aún la nacionalidad alemana.
Nada se sabe sobre las razones que llevaron a Jorge Kirschner a abandonar el Athletic en la primavera de 1938, todo se reduce a meras especulaciones. ¿Se le da de lado porque José María Echevarría se incorpora tarde al equipo y le come terreno bajo los palos? ¿Vuelve a dejar Bilbao por motivos familiares? Por aquel entonces Jorge Kirschner tiene solo 18 años y la situación durante los tiempos de la guerra se torna compleja. ¿Quizás no encaja en el plan del club de apostar únicamente por jugadores de la provincia de Bizkaia como parte de una filosofía que entonces empezaba a cristalizar? A diferencia de este alemán nacido en Madrid, Daniel Idígoras y José María Echevarría sí cumplían los criterios impuestos por el club. ¿Es por ello que Jorge Kirschner acepta una oferta de la Juventud Unión Montañesa?
«Mi padre nunca olvidó su etapa en el Athletic y siempre la llevó con orgullo en su corazón. El momento histórico en que todo aquello sucedió marcó para siempre su vida», afirma Jorge Kirschner Sanz sin vacilar ni un solo instante. Son muchas las dudas en torno a la carrera del portero alemán del Athletic que ya nunca será posible despejar, pero su hijo sabe bien en qué llegó a convertirse Jorge Kirschner de Labra como persona. Es más, es conocedor de algo que va mucho más allá del fútbol: el destino de su familia. Y esto es algo que nunca debe caer en el olvido.