1979 …Y a la tercera, el balón descansó un domingo
De José Ignacio CorcueraSuelen decir los jugadores de mus que hay dos maneras de echar un órdago. A la desesperada, cuando los adversarios se van de amarracos, perdiéndolo casi siempre, o siendo mano y tras encelar al contrincante con una sucesión de envidos. Hasta febrero de 1979, los futbolistas habían lanzado envidos con ametralladora, sin obtener otra respuesta que el desdén de federativos, presidentes, jerarcas de la Administración y un público adormecido de tanto ver cómo corría la pelota. Pero esos futbolistas eran buenos jugadores de baraja. Aquellos largos viajes en tren Talgo, autobús o incluso avión, si correspondía atravesar la península de Norte a Sur, y las tediosas vísperas de partido en cualquier saloncito de hotel, daban para muchas partidas, mayoritariamente de póquer o pocha. Póquer y mus venían a ser derivaciones del mismo tronco. Más travieso el mus, si acaso, más de arañar despacito y apostar sobre cinco variables con cada reparto de baraja. Pero generalmente los buenos jugadores de póquer guardan en sus dobladillos muy aceptables condiciones para fajarse al mus. Lógico que a la postre, el gremio de futbolistas activos integrado en la A.F.E. emitiera su órdago cuando debía.
Desde que convocasen su huelga para el 4 de marzo, los mirones, léase medios de difusión, asistentes a campos de fútbol, aficionados más tibios e impenitentes seguidores a través de la radio, o bien distorsionaron realidades, o prefirieron autoconvencerse de que nadie iba a ser capaz de poner candado a la pelota. Los mirones, ya se sabe, suelen dejarse engañar por filias o fobias personales. El caso es que una vez más, tanto los augures como quienes en mayor o menor medida se alinearan junto a maximalismos o reverencias ante el poder establecido, iban a equivocarse de medio a medio. Un repaso a la prensa nacional publicada tres días antes de la hora “H”, valdrá para ponernos en situación:
“Los clubes de 1ª, en general, condena la huelga”. “Los futbolistas están siendo manejados y engañados -Real Madrid-. De aquí no puede salir nada bueno”. “Una provocación al aficionado -Rayo Vallecano-. Los jugadores se arriesgan a encontrar una respuesta muy dura”. “Como mínimo, se espera suspensión de haberes a los huelguistas, suspensiones de contratos, y más si Trabajo declara ilegal el conflicto”. “Si los espectadores descubrieran cómo cubrir los festivos, podría tambalearse este espectáculo” (Sevilla C.F.). “Los jugadores han olvidado su obligación con el aficionado” (At. Madrid). “Para empezar, el trastorno de un viaje programado” (R. Zaragoza). “El problema es gordo -Rufino Urquijo, vicepresidente del Athletic Club, que debía recibir al Real Madrid en San Mamés-. Los futbolistas están mal orientados, y nosotros tenemos las entradas vendidas”. “No se entiende. Todo el dinero del fútbol es para los jugadores” (Real Sociedad). “Pendiente la votación de los jugadores, hoy les hablará el presidente” (Joaquín Fernández Santomé “Quinocho”, secretario general del Real Club Celta, algún tiempo después víctima mortal durante un atraco a las oficinas celestes). “El Sporting dispuesto a jugar. De otra forma los problemas serían muy graves”, antetítulo para una información de Enrique Prendes, donde se añadía, a modo de colofón: “Perjuicio para le economía del club, muy grave, y perjuicio también, a la larga, para los jugadores, porque la directiva tomará medidas de represalia. Y un golpe duro al fútbol”. Pepe Corbín, desde Valencia, hablaba de “medida precipitada”. Desde Barcelona, Pedro Tomás, gerente del R.C.D. Español, avisaba: “Como abogado que soy, después del laudo dictado por la Dirección General de Trabajo, a mi entender la huelga es ilegal”. “Los árbitros a la expectativa”. Mediante un filetito breve, “Marca” respondía a la inquietud de tantos quinielistas: “Hoy, viernes, las quinielas echan su telón semanal (…) En cualquier caso, las quinielas valen. Si los partidos que correspondía celebrar el domingo se desplazaran al próximo día 11, incluso podría seguir abierta la recepción de boletos una semana más (…) Por supuesto que los perjuicios son evidentes, pues la organización ha de mantener alerta todos sus servicios. Pero las quinielas no pierden su validez para esta jornada, aunque la misma se celebre en fecha distinta”.
Fernando Vizcaíno Casas, asesor jurídico de la F.E.F., arrimaba el ascua a su sardina: “Los convocantes de la huelga han incumplido el plazo de notificación, y alegan razones que están en conflicto colectivo. Por todo ello, para mí la huelga es ilegal”. El prestigioso laboralista Cabrera Bazán, asesor de los convocantes, se hallaba en las antípodas: “De ninguna manera la huelga será ilegal. El Boletín Oficial del Estado, en marzo de 1977 establecía al señalar los requisitos para una declaración de huelga, en su apartado 2, que los trabajadores, a través de sus representantes, pueden llevarla a efecto si el acuerdo se adopta en reunión conjunta, por decisión mayoritaria y con asistencia mínima del 75 % de los representantes. Aquí, cada plantilla llevó a cabo su votación, para que su representante sindical tuviese instrucciones concretas, se levantó acta, firmada por todos, y en consecuencia nada ha quedado fuera de la ley”. Con respecto a las posibles represalias anunciadas desde ciertos clubes, anticipaba: “Si hubiera rescisiones contractuales, recurriríamos a la Magistratura para que sea ella quien dictamine sobre la procedencia o no de cada despido. Además, si algún presidente suicida obrase de esta manera, podría encontrarse con una reacción solidaria entre los compañeros del represaliado”.
Ante la catarata de manifiestos contradictorios, en muchos vestuarios reinaba una obvia incertidumbre. Sibilinamente, sus directivas o gerencias deslizaban veneno con guantes de seda y escanciador de plata. Incluso un caballero a carta cabal, como fue siempre José Mª Zárraga, por esa época gerente del Deportivo Alavés, se vería impelido a esparcir temores, según el recuerdo de algún jugador babazorro: “No es lo que haga o deje de hacer el Deportivo, si os declaraseis en huelga. Lo que cuenta es qué vayan a acordar los clubes, porque aquí secundaremos la postura mayoritaria. Y ya tendréis formada una idea sobre por dónde van los tiros, puesto que la prensa lleva unos días sin escribir de otra cosa”.
La expedición vitoriana se hallaba ya en Almería al anochecer del día 1, procedente de Murcia. Y viendo en ello una ventaja, esa misma noche la directiva anfitriona (Agrupación Deportiva Almería), estableció contacto con los jugadores rojiblancos y la directiva alavesa. Puesto que la plantilla almeriense dijo estar dispuesta a saltar el domingo al estadio Franco Navarro, los visitantes se avinieron a obrar de igual modo, ante la eventualidad de pechar con una posible sanción por incomparecencia. El Deportivo Alavés contaba con un elenco equilibrado de veteranos y noveles, aún soñaba con engancharse a los primeros puestos clasificatorios y venía deparando tardes muy aceptables. Jesús Mª Igartua, el gallego Bea, Zuluaga, Rufino Requejo, Paco Goñi, Sánchez Martín o Salvador Quiles, sin alcanzar la treintena llevaban ya muchos tiros en el ala. Badiola, Astarbe, Urdaci, Jorge Valdano, Juan Antonio Señor, José Luis Urrecho y Jesús Mª Larrañaga, todos sin superar los 23 abriles, tenían ante sí un espléndido porvenir. El pragmatismo de unos chocaba con la inexperiencia de otros, en beneficio de quienes pretendieran enhebrar llamamientos a la prudencia. Y así las cosas, un portavoz de la junta andaluza anunció el compromiso de ambas partes por celebrar su choque a las 4,45 de la tarde.
A la mañana siguiente, la prensa deportiva de tirada nacional saltaba a los kioscos dando cuenta del acuerdo. Nadie, entonces, podía soñar con una telefonía móvil, como no fuese el zapatófono del “Superagente 86”. Pero durante varias horas, los aparatos del hotel donde se concentraban los alaveses echaron humo. Miembros de A.F.E., desde Madrid, daban cuenta de que el de Almería pudiera ser único encuentro a disputar en la jornada, que el mismísimo At. Madrid iba a hacer la del humo el sábado. Que la plantilla “merengue” probablemente ni se desplazaría a Bilbao. Pudiera ocurrir que, no queriendo significarse, acabaran concitando toda la atención del país. ¿Buscaban eso? ¿Sabían lo que era tener a cien fotógrafos mosconeando en derredor? El caso es que la expedición norteña siguió intercambiando pareceres.
A última hora del día 2, trascendían impresiones sobre el cónclave de la Comisión de Clubes. “Temor ante la determinación huelguista expresada en muchos vestuarios”. “Esta vez van en serio y a Pablo Porta se la tienen jurada”. “Creen que la huelga hará intervenir a la Administración, y si así fuere lloverían presiones”. La A.F.E., además, había engordado mucho en poco tiempo. Contaba con 1.670 jugadores asociados. En 1ª, únicamente 38 futbolistas seguían sin pertenecer al sindicato: 16 españoles, 14 extranjeros, y 8 oriundos o nacionalizados. El propio Pablo Porta daba por descontado el parón y, muy en su línea, amagaba con balas de fogueo. “No echo a nadie la culpa, pero tengo mi opinión personal a ese respecto”. Benito Castejón, máximo responsable del Consejo Superior de Deportes, sabiendo de sobra qué pasaba por la cabeza del presidente federativo, le dedicaba una elegante revolera: “Se ha creado una situación totalmente deformada, porque han sobrevenido actuaciones ajenas al ámbito deportivo. Que quede claro: la Federación es la única competente”. En paralelo, la junta directiva blanca anunciaba a sus socios y afición el aplazamiento sine die del encuentro entre Castilla C.F. y C.D. Sabadell. El Elche C.F., por si acaso, había partido hacia Galicia en pos de unos puntos que muy bien podrían ser suyos, puesto que los ferrolanos, hundidos en la clasificación, se antojaban fácil presa. Sólo faltaba que el cuadro local se hiciese con una victoria por 3-0, sin otro desgaste que el sacar de centro. El portero ilicitano Esteban, tras contactar con la A.F.E., tenía claro que cruzar España de esquina a esquina no implicaba vestirse de corto o consentir que el balón rodara. Desde el propio sindicato emanaban proyectos inmediatos: “En la próxima semana se iniciará una aproximación a los clubes, cara a la elaboración de un convenio colectivo”. La F.E.F. contratacó con una nota oficial: “No se suspende la jornada (…). La federación confía en el buen sentido de los jugadores”. Y advertía al público sobre posibles incomparecencias de futbolistas. “De lo que ocurra, se levantará acta y en paz”, sentenciaba Plaza, presidente de los árbitros. Pero lo más destacado en casi todos los medios sería la vuelta atrás del Deportivo Alavés.
“Les ha tocado bailar con la más fea, dentro del caótico estado de cosas que por la huelga de futbolistas se registra estos días -escribió Pedro Gómez, desde la capital alavesa-. Y es que los albiazules emprendieron viaje el martes pasado, ya que el miércoles jugaron partido de Copa en la Condomina. Para evitar kilómetros, pues el domingo debían jugar en Almería, se estimó conveniente no regresar a Vitoria, estableciendo su cuartel general en Aguadulce, a la espera de saltar al campo este domingo”. Pedro Gómez, haciéndose eco de lo narrado por el señor Lalastra, directivo al mando de la expedición, confirmaba que pese a la aceptación inicial de jugar, transmitida por el elenco, de mañanita los desplazados volvieron a reunirse sin permiso, determinando firmar un documento con sus razones para no saltar al campo. El repliegue de velas habría sentado tan mal en ambas directivas, “que incluso parecen dispuestos a convocar en el campo a sus jugadores el domingo, pase lo que pase”, remataba su crónica Pedro Gómez.
Ese sábado día 3, el ya extinto C. D. Badajoz no compareció en el Nou Camp. Puesto que los jugadores del Barcelona Atlético también se sumaron al plante, sólo el árbitro saltó al césped y tras aguardar 15 minutos dio el choque por suspendido. En Tenerife, donde los locales ni asomaron, el Bilbao Athletic llegó tarde al estadio. Abrir el campo costó dinero, según desglosara el directivo Domingo Marrero: “Al árbitro tenemos que abonarle 39.000 ptas. Por suerte a porteros y taquilleros ni un duro, porque se han brindado a realizar su trabajo sin retribución”. José Gómez Ramírez, árbitro designado para dirigir ese choque de 2ª División “B”, también esperó sobre el césped los 15 minutos preceptivos. Para el partido que ya se sabía suspendido entre Castilla y Sabadell, no se vendió ni una entrada, por más que las taquillas permanecieran abiertas. Casi mil personas curiosearon junto a las puertas, en espera de acontecimientos. Entre los curiosos pudo verse a Manuel Esteo, coordinador general de la A.F.E., listo al quite. El andaluz Damín Rendón, colegiado previsto y único en vestirse de corto, sólo tuvo que reflejar en el acta una doble incomparecencia. Cierto jugador del filial “merengue” refugiado en el anonimato, se sinceró ante el redactor de “Marca” Julio R. Llorente: “Incluso esta mañana ha hablado Del Bosque con nosotros. En esto somos un equipo comparsa y estamos supeditados a nuestros mayores. En el Castilla hay 11 compañeros que no son de A.F.E., pero igualmente se han solidarizado con la postura”.
Vicente Del Bosque era, además de futbolista blanco, miembro del sindicato desde sus balbuceos, delegado y componente de la directiva gremial. Bien pudiera sentirse satisfecho, porque la primera escaramuza arrojaba un saldo harto esperanzador: AFE 3 – Federación Española y Clubes 0.
El domingo 4, los futbolistas culminaban su aplastante victoria. Para empezar, el Real Madrid no viajó a Bilbao. En su acta, el árbitro Jesús Ausocua Sanz hizo constar que los titulares de San Mamés no le pagaron. “La Gaceta del Norte”, con una línea editorial contraria a cuanto la A.F.E. representaba, tituló en tipografía de amplio cuerpo: “Esclavos de oro”. En Balaídos, Balsa Ron, portero de 3ª División antes de abrazarse al silbato y vestir luto riguroso, sustituyó a De Burgos. Tuvo que pasar por la ducha, aun sin forzar ningún sprint, porque llovía de lo lindo. Laureano Ruiz, entrenador céltico, declaró en su característico tono pausado: “Lo que quisiera es que esto sirviese para que tanto la Federación, como clubes y jugadores, lleguen a estar en un sitio más real”. En el Plantío burgalés pudieron verse unos 500 espectadores desperdigados por el graderío. La taquilla sólo hizo 1.000 ptas. de recaudación. No compareció ningún representante de la U. D. Salamanca y ni llegaron a abrirse los vestuarios. En Huelva, ante la ausencia de jugadores, los entrenadores de Recreativo y Valencia, Eusebio Ríos y Marcel Domingo, respectivamente, firmaron el acta arbitral. Aunque el elenco “ché” se desplazara hasta la capital onubense, no quiso salir del hotel. El árbitro y los linieres designados para el Español – Real Sociedad, ni siquiera se cambiaron. La puesta en escena de Sarriá costó 400.000 ptas. y Manuel Meler, presidente de los catalanes, vertió abundante hiel ante sus entrevistadores: “Los clubes han ido a la ruina por mimar a sus futbolistas. Esta temporada llevamos 100.000 espectadores menos en nuestro campo, que la pasada. En 1977-78 se registraron 170.000 asistentes de pago, aparte de los socios. Hasta ahora sólo han pasado por taquilla 68.000. En febrero hemos pagado 12 millones de ptas. y sólo hemos jugado un partido en casa, que además televisaron. Resumiendo, 700.000 ptas. recaudadas. Ya pueden imaginarse de qué bolsillo sale ese abrumador déficit. Una huelga de directivos o de público, sería el fin del fútbol en España. A partir de hoy estoy seguro de que se creará una nueva relación entre jugadores y clubes”. Los taquilleros de El Manzanares sólo habrían de despachar una entrada, quizás inversión de algún coleccionista. No hubo partido, claro.
Por cuanto respetaba a 2ª División, en Pamplona tan sólo acudieron al campo los delegados de Osasuna y Getafe. La crisis del Racing ferrolano, al parecer, distaba de reducirse a lo deportivo, puesto que el árbitro no pudo cobrar. Para el Cádiz – Granada se esperaba una taquilla de tres millones y sólo un devoto compró su entrada. “La guardaré como recuerdo”, dijo. Pero al cabo, pensándolo mejor, hizo que se la reintegraran. El colegiado canario Sosa Saavedra no debía tener prisa para volver al aeropuerto, porque concedió a los teóricos contendientes una hora de moratoria. Los jugadores del Real Jaén y C. D. Málaga se encerraron en sus vestuarios del Municipal jiennense, hasta que Macías, por los costasoleños, y Torres por los anfitriones, firmaron el acta de incomparecencia. Aunque los jugadores del Algeciras se comprometiesen días antes, y por escrito, a jugar en Cataluña ante el Tarrasa, concluyeron desdiciéndose. Mil forofos largos aguardaron el milagro hasta última hora. Después de que ninguno de los equipos presentara sus fichas al trío arbitral, José Creus Matas, primer mandatario de los locales, anunció su decisión firme “de suspender pagos a toda la plantilla del primer equipo. No así a los demás, que ya han cobrado sus mensualidades referidas a febrero”. Vamos, que a tenor de aquellas palabras, el dinero del mes vencido habría sido vehículo para un chantaje, sin que la maniobra arrojase el más mínimo resultado.
La espantada de almerienses y vitorianos se tradujo en inmediata cuantificación económica. Según el delegado deportivista, Sr. Ron, la factura por sus 20 desplazados ascendía a 300.000 ptas. Los números del presidente Lalastra, sin embargo, elevaban aquella cuantía hasta las 400.000. Alfonso García, mandatario almeriense, sin entrar en descalificaciones lanzó un recadito a sus pupilos: “El millón largo, o dos millones de ptas. que esperábamos recaudar, tenían por destinatarios a nuestros jugadores. Con ellos esperábamos abonarles unas primas pendientes, y ahora no sabemos cómo podrá hacerse. Porque tal y como está el fútbol, para mi va a ser difícil seguir poniendo dinero”. En Zorrilla, un notario contratado por la directiva vallisoletana dio fe de la incomparecencia local. Huelga indicar que los futbolistas del Baracaldo tampoco pisaron el césped. Para el choque Betis – Murcia todo se hizo como si fuera de verdad. Los respectivos entrenadores incluso facilitaron alineaciones a la prensa. A las 5 en punto de la tarde, hora muy taurina en la ciudad hispalense, el árbitro Pascual Tejerina y sus linieres saltaban al campo, entre aplausos de los curiosos. Un cuarto de hora después, en vista de que los contendientes no iban a imitarles, hacían el viaje de vuelta hacia el túnel, también entre aplausos. “Grato recuerdo, sin duda, para los colegiados”, escribió Martín Benito en su crónica. Puesto que los tres de negro no llegaron a cometer ningún error, ¿por qué regatearles esa ovación? El resumen de José Ten sobre la finta a los espectadores de Castalia protagonizada por C.D. Castellón y Deportivo de La Coruña, resaltaba que los gallegos tan sólo permanecieron ocho horas en la ciudad mediterránea. Lástima, cabría añadir. Ellos se lo perdieron.
El mosaico de 2ª División “B” ofreció escenas similares. En Onteniente, ni el campo ni las taquillas de El Clariano llegaron a abrirse. En Torrejón de Ardoz, los jugadores de la U. P. de Langreo no comparecieron. Sus directivos, visiblemente enojados, utilizaron el autobús para regresar a Sama de Langreo en absoluta soledad. La plantilla tuvo que hacerlo en otro vehículo puesto a su disposición por el sindicato AFE. No serían los únicos jugadores abandonados a la mano de Dios, pues sus compañeros del Lugo y C.D. Orense pasaron por idéntico trance en Zamora y Mieres. Devolver a sus casas a los abandonados supuso para la A.F.E. un desembolso ligeramente superior a 40.000 ptas. En el Stadium Gal, los capitanes del Real Unión y Atlético Madrileño ni comparecieron ante el árbitro para firmar su acta, igual que ocurrió con los del Zamora – Lugo. En el viejo campo de Las Gaunas, después de asegurar que el partido C.D. Logroñés – Pontevedra se disputaría, aunque fuera con sus equipos “B” o juveniles, los 2.000 espectadores congregados comenzaron a canturrear, entre silbidos, que para las siguientes jornadas iban a ser ellos quienes se declarasen en huelga. La directiva del Huesca fue más previsora. Aunque los futbolistas del Sestao Sport llegaran dispuestos a competir, ante la negativa de sus oponentes a vestirse prefirieron no echar leña al fuego, con una inútil salida del vestuario. En torno a mil personas se congregaban en el Alcoraz, en jornada de puertas abiertas. Y ya se sabe, el público “de gratis” acostumbra a ser más exigente que el de pago. Así que al cabo de unos minutos saltaron a su embarrado césped dos formaciones de juveniles, preparadas de antemano como posibles teloneros. En Miranda de Ebro, cuando el árbitro Periset Hernández dio por suspendido el choque entre C. D. Mirandés y Pegaso, veintitantos espectadores se animaron a saltar desde el graderío, formaron dos equipos y dirimieron un pintoresco partidillo, entre el aplauso y los gritos de cuantos decidieran contentarse con tan poca cosa. “Tinín”, en su crónica del no-partido, advertiría al día siguiente, con amplia sorna: “Desde luego, su resultado no es válido para la quiniela”.
Los jugadores del Portuense ni llegaron a bajarse del autocar en Valencia, sabiendo que los de una U. D. Levante muy profesionalizada ni siquiera iban a pisar el vestuario. En Ibiza, tanto los locales como la plantilla del Linares ya habían acordado no acercarse al campo. Para los jiennenses, una bella jornada turística. Para el libro mayor de la entidad, un siete económico en rojo intenso. En Zafra, Diter y Ceuta entregaron todo el protagonismo a Morera Alejandre, del Colegio Castellano, puesto que solo él y sus linieres llegarían a perfilarse ante graderío y tribuna. El Sánchez Pizjuán, en cambio, a punto estuvo de registrar un curioso altercado. Les tocaba jugar a Sevilla Atlético y Jerez Deportivo, hubo conversaciones entre los componentes de ambas plantillas, discusiones, incluso, sin cerrarse ningún consenso. Y finalmente los jóvenes del filial sevillano lograrían pactar un acuerdo interno de mínimos, consistente en acudir al campo aun en el supuesto de que los jerezanos decidiesen no viajar. Con las taquillas abiertas y muy poco público sobre el cemento, desde los vomitorios comenzó a emanar el eco de gritos y discusiones. Como entre los locales había profesionales y amateurs, unos abogaban por secundar el paro y otros por competir. La mitad, más o menos, parte de ellos suplentes, pretendía dejar para más adelante lo de la solidaridad. Cuando luego de muchos dimes y diretes quedaron únicamente 6 dispuestos a vestir de corto, “Choya”, el capitán y posterior medio notable del primer equipo, pudo firmar el acta de incomparecencia, junto con ambos entrenadores y el delegado de campo. No fue esa, de cualquier modo, la discrepancia más sonada. Una de las consecuencias del parón huelguístico se tradujo en la apertura de grietas, al cabo cubiertas con nueva argamasa, según se hizo público desde ciertos vestuarios.
Por otros pagos, en cambio, más que de grietas podía hablarse de demolición. El técnico getafense recibió instrucciones para endurecer sus entrenamientos. Los miembros de la plantilla, entonces, pasaron de ejercitarse en jornadas matinales a hacerlo en dobles sesiones de mañana y tarde. Cuando el caballo cocea, fustazo y tirón de bofes, parece pensaría alguien. En Badajoz, el puente entre plantilla y directiva quedó deshecho, luego de que los jugadores viviesen un auténtico tercer grado. Su presidente quería hacerles firmar un documento comprometiéndose a competir contra el Barcelona Atlético. Gracias al abogado enviado desde la A.F.E., y no sin larguísima discusión extendida hasta altas horas de la noche, el máximo mandatario extremeño depuso su actitud. Pablo Porta, flemático y aparentemente tranquilo, quiso mostrarse ante la prensa displicente y preparado para lo peor: “Si lograsen «dimitirme» acabarían haciéndome un favor. Pero tampoco dramaticemos; peor es la huelga de panaderos en Barcelona, esta semana”. Sobre la posibilidad de castigar a los huelguistas, hizo un guiño en pro de los clubes, como no podía ser de otro modo: “Yo no hablaría de represalias, sino de toma de medidas ante un acto de indisciplina deportiva, lo que sin duda hemos presenciado todos”. Desbarraba, para variar. Cabrera Bazán, que hasta el momento venía dando en el clavo con sus predicciones jurídicas, le corrigió de inmediato: “A los jugadores sólo se les puede descontar un día de haberes. La legislación laboral indica claramente qué puede hacerse ante una situación como esta, y qué constituiría abuso. La supresión de un 25 % sobre el monto de las fichas anuales, como desde ciertos ámbitos se ha avanzado, carece de sustento. Los afiliados de AFE pueden estar tranquilos en este capítulo”.
Voces del Patronato de Apuestas Mutuas, en fin, aireaban que la recaudación quinielística sólo alcanzó los 500 millones de ptas. Una nadería, comparados con los casi 900 millones de las jornadas 10ª, 12ª, 13ª y 21ª, o los 900 largos de las precedentes 22ª, 23ª, 24ª y 25ª. En realidad, únicamente la primera quiniela de ese ejercicio quedó a un millón de los 500 -siempre las jornadas inaugurales eran muy flojas-, e incluso la decimoquinta, compuesta sólo por equipos de 2ª División, alcanzó los 556. La media de recaudación, hasta concluir febrero de 1979, superaba los 760 millones. Por ende, un receptor de La Unión (Murcia), como regente del despacho Nº 12.087, acababa de anunciar su propósito de reclamar al sindicato A.F.E. el importe de las 1.418 ptas. correspondientes a su comisión por el sellado de boletos, y otra cantidad idéntica justificada con el trabajo de efectuar devoluciones, ante el supuesto de que desde el Patronato se ordenase reintegrar su inversión a los apostantes. Javier de Górgolas, administrador del Patronato, asumió que “con vistas al futuro y en defensa del apostante, deberían adoptarse nuevas medidas”. El sorteo, como si de una “Loto” se tratase, no parecía disgustarle.
Los titulares en la prensa del lunes 5 de marzo se centraron mayoritariamente en el recuento de bajas: “Pérdidas muy graves”. “Máxima bronca de los hinchas, en Gijón”. “A partir de mañana, contrataque de los clubes”. “¿Quién, o qué se ha muerto?”. Este último alarde sensacionalista ilustraba la decisión de guardar un minuto de silencio en varios campos de 3ª División, donde sí se jugó. Puesto que sólo estaban llamadas a secundar el paro las tres categorías profesionales, muchos futbolistas de cobre quisieron hacer visible su apoyo hacia quienes también luchaban por ellos. La limitación de edad para competir en ella, ocurrencia personal del inefable presidente Porta, tenía sobre ascuas a los vestuarios más modestos.
La resolución de los clubes únicamente se hizo esperar 24 horas. Si bien todos se mostraran de acuerdo en imponer sanciones, resultó difícil cerrar filas ante cuantías concretas. No eran lo mismo quitas sobre la ficha anual del 15 % en Segunda “B”, que entre los clubes más poderosos de Primera. Con el decidido propósito de hurtar una imagen de desunión, el monto de las represalias quedaría al albur de cada cual, aunque eso sí, barajándose el 20 % de descuento como referencia máxima. Para evitar acusaciones de oportunismo, algunos apuntaron la conveniencia de reducir sus cuotas sociales en idéntico porcentaje. “Sólo nos faltaba eso -exclamó atónito uno de los presidentes-. Si la huelga se reduce a un partido, tampoco es cosa de descontar el equivalente a tres o cuatro. Además, ¿qué pasa? ¿Es que no se va a recuperar la jornada en suspenso?”. Tampoco faltó algún mandatario empeñado en no pagar indefinidamente, entre proclamas incendiarias: “¡Han de aprender! ¡Cuanto antes se enteren dónde están y de qué va esto, mejor para todos!”. Pablo Porta, con fiebre, según dijo, no quiso perderse la reunión. Aquella sala concentraba a casi todos sus futuros votantes. Portavoces de la A.F.E. se limitaron a enunciar su hoja de ruta: “El domingo habrá fútbol. Aunque si se aplicaran sanciones, que nadie descarte otra probable huelga. Si no las hubiere, cuanto antes conversaciones sobre el convenio colectivo”.
A partir del miércoles 7, fueron muchos los implicados con ganas de pronunciarse. En Burgos, 1.500 recibos correspondientes a la cuota de marzo-junio cursada a los socios, no fueron atendidos. Se había iniciado un movimiento ciudadano para castigar a los “culpables”, según transmitió el secretario del club, luego de recibir numerosas llamadas justificando decisiones de impago. Gomar, gerente del Valencia C.F., sintetizó tan sólo: “El jugador ya ha exhibido sus derechos. Ahora le toca respetar los nuestros, acatando el Reglamento”. Ángel Mª Villar, internacional del Athletic y futuro presidente de las federaciones Vizcaína y Española, recogió el guante mientras en Bilbao se anunciaba la visita, esta vez sí, del Real Madrid: “Como se aplique el Reglamento, estamos sancionados”. El propio Villar añadiría pocas fechas después: “Hay que definir lo que es un club de fútbol. Hasta ahora ha sido algo amorfo, inconcreto”. Vicente Del Bosque, uno de los capitanes “merengues” y directivo sindical, resumiría el conflicto en dos palabras: “Todos culpables”.
El diario “ABC” en su edición sevillana, con obvia intención quiso contraponer los millonarios ingresos de algunos huelguistas a la realidad del fútbol más modesto. “Así es la vida”, titularon un suelto, dando cuenta de las vicisitudes entre el elenco de la U. D. La Jara, encuadrado en 2ª Regional. Antes de enfrentarse al Brenes, a las 5,15 del domingo huelguista, los once que saltaron al erial terrizo habían estado recogiendo aceitunas desde las 9 de la mañana. “Perdieron los jugadores-trabajadores por un tanto a dos -enfatizaba su redactor-. Y precisamente el gol local lo anotó el delantero centro, Paquito, que se incorporó al partido tras cumplir su jornada laboral, cuando ya se llevaban jugados 25 minutos”. En suma, demagogia al por mayor. Sal gorda sobre campo de gules con flor de lis y baloncito pinchado, a manera de escudo heráldico.
El día 10, los clubes lograban ponerse de acuerdo sobre sus sanciones: “En aras de la concordia, sólo el 10 %”, dijeron. La A.F.E. tardaría muy poco en hacer pública su opinión: “Creemos que Magistratura terminará suprimiéndolas”. Porta, en su empeño de buscar culpables, continuó colocando el foco sobre los futbolistas: “El 95 % de los jugadores ni saben por qué han ido a la huelga”. Con mucho humor negro, tampoco quiso pasar de largo sobre el “Spain is different”: “Hemos hecho el primer paro futbolístico de Europa. Está claro que España sigue siendo diferente”. En relación a las quitas salariales, volvió a enojar a A.F.E. y sus asociados: “No se ha querido reprimir, sino sancionar”. Un jugador primerizo, pero inteligente, le enmendó en petit comité: “Puede que yo sea tonto, pero algún académico de la Lengua tendrá que explicarme la diferencia entre sancionar y reprimir”.
Las palabras del presidente federativo iban a activar una espoleta largo tiempo en retardo. Dieciséis futbolistas, nada menos, denunciaron ante el sindicato deudas por un importe de 6.190.280 ptas. A José Antonio López Villar, modesto de 3ª División, el Compostela seguía sin pagarle 140.000 del ejercicio precedente. Según su artículo 22, la F.E.F. no debería haber tramitado ninguna ficha de la entidad, mientras no se saldara aquel importe. Pues bien, aparte de que al club santiagués se las cumplimentaran todas, el deportista tuvo que leer, asombrado, una carta remitida desde la Territorial gallega con fecha 22 de enero del 79, donde se le participaba el acuerdo de la Española consistente en aceptar un depósito compostelano por 37.000 ptas., quedando pendiente la percepción del resto hasta que el propio ente emitiese al club su cheque-subvención por competir en 3ª. “Todo a mis espaldas, mientras la directiva del Compostela tramita las fichas de un nuevo entrenador y otro futbolista”, renegó el modesto Villar, sin salir de su asombro. Los asesores legales del sindicato interpusieron al instante una demanda contra la Federación.
El anuncio de sanciones tuvo un efecto curioso: apiñó más a los futbolistas. Los enrabietó, logrando que algunas plantillas se conjurasen. Muchos quisieron dejar su voz airada en letra impresa: “Pretenden dar carnaza a nuestros enemigos” (Landáburu, R. Vallecano). “Por de pronto, ya ha habido rebaja. Veremos qué dicen los tribunales” (Pacheco, At Madrid). “Enturbiará más las relaciones” (Koldo Aguirre, entrenador del Athletic Club). “Están en su derecho, según sus normas. Por eso hay que cambiarlas mediante un convenio colectivo” (Fermín, R. Vallecano). “Lo natural y lógico, un día de empleo y sueldo. Ni una peseta más. No hacía falta gastar dinero en traslados ni incitar a los espectadores para ir al estadio, cuando positivamente sabían que no iban a disputarse los partidos” (Pirri, R. Madrid). “Con esto desaparecerán los números rojos en todos los clubes, ¿verdad?” (Santillana, del mismo equipo, con muchísima sorna). “No debemos actuar individualmente contra las sanciones” (Barrie, U.D. Levante). El Athletic bilbaíno, por otra parte, no veía claro cómo aplicar un recorte de nóminas. Desde el 15 de enero toda la plantilla había cobrado su prima anual. Jesús Duñabeitia, presidente rojiblanco, se decantaba por llevar la cuestión a una Junta, acordando en ella alguna fórmula de resarcimiento con sus jugadores.
Pero además, la A.F.E. recibiría un refrendo tan incuestionable como era la incorporación de nuevos asociados. Seis días después de la huelga, se registraban 39 altas y una sola baja. Entre los recién llegados destacaban Maciel, Estévez y Jorge (U.D. Las Palmas), Carcelén (Hércules), Bertoni, Scotta, Curro y Gallego (Sevilla), Hugo Cabezas (Betis), o Poli (Getafe). Maciel, Bertoni, Scotta y Hugo Cabezas eran extranjeros. Resultaba obvio que enterrada el hacha guerrera contra los foráneos, el sindicato supo cauterizar la vieja herida. Incluso los veteranos Paco Gallego y Poli, ambos exprimiendo sus últimas gotas de esencia balompédica, se sumaban al proyecto cuando semanas atrás se hicieron a un lado remedando el dicho de: “Para lo que me queda en el convento…” La baja correspondía al yugoslavo Racic, portero del C. D. Castellón y uno de los siete firmantes del escrito donde se comprometían a jugar su partido, pasara lo que pasase. Las restantes altas procedían de 3ª División y 1ª categoría Regional. El testimonio de unidad solidaria ofrecido por las grandes figuras acababa de conquistar los corazones más modestos.
También desde fuera llegaron muestras de apoyo al sindicato. Las asociaciones de Argentina, Francia e Italia, además de celebrar el éxito, cursaron telegramas ofreciendo a la A.F.E. un apoyo desinteresado ante cuanto necesitasen. Desde su poltrona federativa, Pablo Porta seguía dándose por no enterado de nada. Como pirómano provisto de lanzallamas, recordó mediante nota oficial los acuerdos de sus Asambleas. Entre ellos, el límite de edad para 3ª División, incrementar en dos grupos más la catastrófica 2ª “B”, o declararse incompetente para mediar en la redacción de un convenio colectivo, entendiendo que cualquier Ordenanza Laboral debería ser dictada por el Consejo de Ministros, a propuesta del Ministerio de Trabajo. Punto este último, agriamente censurado desde el Consejo Superior de Deportes. Resumiendo, más palos en las ruedas, dilaciones, y mensajes considerados inaceptables desde el otro lado. Por no enzarzarse en discusiones bizantinas, la A.F.E. se limitó a devolver como un boomerang ciertas ocurrencias del comunicado, entre ellas la que trataba de responsabilizarles sobre el encarecimiento futbolístico: “De la inflación producida en el fútbol no puede culparse sino a la disparatada política de clubes y F.E.F. No busque otros responsables, señor Porta”. Mal podía haberla ocasionado, en efecto, un sindicato con apenas año y medio de vida. Además, ¿quién cifraba los traspasos y primas de fichaje, rigiendo el derecho de retención? ¿Los patrones, o el gladiador dominical?
La Magistratura, poquito a poco, iría poniendo las cosas en su sitio. Después de que un juez catalán declarase ajeno a su competencia pronunciarse sobre penalizaciones futboleras, otros le enmendaron la plana. Mayoritariamente, los recortes del 10 % sobre devengos anuales fueron revocados en sentencia firme. Como Cabrera Bazán sostuviese desde el principio, si la huelga fue de un día tan sólo cabía descontar el equivalente bruto a una jornada. Minucias para presidentes como José Luis Núñez, agravios en opinión de su vecino en la ciudad condal, Manuel Meler, o papel mojado desde la particular visión de Pablo Porta. Éste, en su función de mandamás federativo y ansioso por ajustar cuentas, quiso tomarse la revancha el 14 de marzo de 1979, a raíz del encuentro internacional entre Checoslovaquia y España, resuelto con derrota de “la roja” por 1-0. España causó una paupérrima impresión, los experimentos se aguaron, y al seleccionador no le quedaba crédito ni entre los medios, ni en el vestuario, y menos aún por los despachos de Alberto Bosch. Pese a ello Porta declararía: “Hay jugadores a los que se debe descartar para siempre”.
No necesitó pronunciar nombres, porque todos le entendieron. El capitán esa tarde, como otras anteriores, fue Juan Manuel Asensi, presidente de A.F.F. Se la tenía jurada desde que los futbolistas asociados le hicieran morder el polvo, y quería desquitarse.
Si la venganza debe servirse en plato frío, el del Sr. Porta se antojaba gélido.