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RESUMEN:

Quien se sitúe en la terraza de la Ciudad Deportiva de la Real Federación Española de Fútbol y contemple en una vista panorámica las edificaciones, los campos de fútbol, las instalaciones que constituyen la propia Federación, difícilmente podrá entender que hace menos de un siglo, todo aquello cupiera en un paquete envuelto con papel de

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Los presidentes de las Federaciones Españolas de Fútbol

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Quien se sitúe en la terraza de la Ciudad Deportiva de la Real Federación Española de Fútbol y contemple en una vista panorámica las edificaciones, los campos de fútbol, las instalaciones que constituyen la propia Federación, difícilmente podrá entender que hace menos de un siglo, todo aquello cupiera en un paquete envuelto con papel de embalar y atado con el habitual balduque rojo, con el que se solía enviar toda la documentación federativa en el traspaso de poderes de un presidente a su colega que le relevaba.

Muy difícil de entender también que todo ese complejo de edificios pudiera ser reducido –minimizado se dirá hoy- para que cupiera en la trastienda de ultramarinos y confitería de uno de los secretarios generales.  O en un altillo de una de las “boutiques” más afamadas de Madrid, situada en la calle de Alcalá esquina a Cedaceros. O que el acto eugenésico tuviera lugar en una casucha que un zapatero remendón, apodado “El bollero”, había alquilado al Madrid FC en el número 10 de la Avenida de la Plaza de Toros de la capital española. Bien es verdad que el hecho de que tal cuna humildísima estuviera en terrenos reales, pues tales solares pertenecían nada menos que a la Reina doña María Cristina, ya anticipaba el título que iba a ostentar el recién nacido. ¿O hay que decir recién nacida?

La diferencia entre el paquete con un volumen equivalente a un par de cajas de zapatos, al volumen de edificación y terrenos de la actual Real Federación, llevada no a una ecuación de la curva de crecimiento, sino a un sencillo gráfico de un solo trazo andaría muy próximo a la vertical. 

Pero son los hombres quienes, casi siempre a pulso, han conseguido ese prodigio de la multiplicación exponencial del famoso envoltorio con documentos.

Ciertamente que hay que mencionar a Carlos Padrós como primer gigante, aunque curiosamente no llegó a sentarse en el trono federativo. Y todo fue con ayuda de la FIFA. O por mejor decir por su falta de ayuda. Porque el señor Padrós, en su primer y fugaz paso por su criatura llamada Federación Madrileña de Clubs de Foot-Ball, se fue rápidamente al parto de la FIFA, que tenía lugar en París, para inscribir a España entre los fundadores de tal organismo. Pero entre su deseo y el momento del parto, le habían descabalgado malamente de tal Federación. Por ello, en el bautismo por poderes, inscribió al Madrid F.C. que era el que presidía. Y todo fue bien hasta que llegó el III Congreso del máximo y entonces escuálido organismo internacional.  El señor Padrós anunció la participación española en tal evento. Pero había accedido a la presidencia el británico Daniel Burley Woolfall y desaparecido de ella los valedores de don Carlos. La sorprendente respuesta era que España, comadrona de la FIFA, no pertenecía a la FIFA. Porque los clubes no eran entidad nacional; sólo era tal la Federación correspondiente y España no tenía Federación nacional de Fútbol.

Ello fue como el tiro de salida para que Padrós se remangara para ejercer de partero de la Federación Española. Por otra parte, desde Barcelona, Hans Gamper urgió a los clubes catalanes para que se sumaran a la iniciativa madrileña para hacer realidad esa necesidad tanto nacional como internacional. 

El trípode Madrid F.C., F.C Barcelona y Sociedad Gimnástica de Madrid, o sea Padrós, Gamper y Coll, se movieron para que la revista deportiva “Gran Vida”, de Madrid, de octubre de 1909, pudiera decir que ya había Federación Española y que se había ubicado provisionalmente en los locales de la “veterana” Gimnástica en la calle del marqués de Leganés, número 5. 

Añadía el semanario que los clubes que desearan inscribirse mandaran a esa dirección su solicitud. Y agregaba que ya eran 25 sociedades las componentes de esa recién nacida entidad. Eran clubes de Madrid (3), Barcelona (3), Navarra (1), Guipúzcoa (2), Santander (1), Valencia (3), Cartagena (1), Vigo (3), Huelva (1), Toledo (2), La Coruña (1), Tarragona (1), Alicante (1) y El Escorial (3) No, no hay error ni omisión; de Bilbao no había nadie, pese a haber estado en la caseta de la Plaza de Toros, porque entre medio se había cruzado el Campeonato de España con la eliminación del Athletic de forma que consideró injusta y dio una de esas espantadas tan frecuentes en la época del romanticismo amateur.

La fecha de nacimiento fue la del 14 de octubre de 1909. La de inscripción en el registro civil, el 11 de noviembre de ese mismo año.

La primera junta directiva quedó constituida del modo siguiente:

Presidente de honor: S. M. el Rey D. Alfonso XIII

Vicepresidentes honorarios: Los duques de Alba y de Arión.

Presidente ejecutivo: Pedro Sánchez de Neira y Castro, marqués de Casa Alta.

Vicepresidente: Emilio Coll.

Secretario General: José Manuel Kindelán 

Vicesecretario: Adolfo Sixto Hartán.

Tesorero: Ramón Paz.

Contador: Mario Giralt.

Vocales: señores Masferrer, Gamper, Muga, Rodríguez Arzuaga y conde de Torrecedeira. 

A partir de ese momento empezó esa aventura que ha contabilizado la cifra de 34 presidentes.  El analizarlos uno por uno, con sus biografías particulares y deportivas, es algo que desborda los límites de un artículo y que acaso mereciera un libro. Por ello vayan algunas pinceladas de las características generalizadas de algunos de ellos o de conjuntos homogéneos. 

Pedro Escartín se inventó, al filo de finales de los años 20, una frase que resumía todo un concepto: “Gentes del fútbol…Hombres del fútbol”. No, no se refería a los jugadores sino a los dirigentes (Bien que la mayoría de los dirigentes para esas fechas habían pasado por llevar los palos al hombro). Daba fe, con ello, de la existencia de una casta especial, de una nobleza, de un “casino” selectivo que debía ser, en exclusiva, quien manejara el tinglado futbolístico. Bien entendido que tal “orden de la Jarretera”, como la apostilló el periodista Jacinto Miquelarena –sí, el mismo que el de “qué país…”- eran los mandatarios de los grandes clubes del momento. Personajes que, desde su club, intentaban ser el poder en la sombra, y que cuando no lo conseguían montaban las escisiones que tanto retrasaron el progreso de la propia Federación Española.  En el más puro sentido “escartiniano», se puede afirmar que los presidentes de la Real Federación Española fueron siempre “hombres del fútbol”. En ese sentido podemos estar tranquilos.

Siempre he creído que el trípode sobre el que se asentó el nacimiento del deporte español ha sido: aristocracia, medicina y milicia. La lista de presidentes federativos da muy buena cuenta de ello. Cierto es que los hombres de ese ambiguo concepto, de curso en la primera mitad del siglo XX, como era “del comercio” y que hoy se ha transformado en otro no menos genérico como “empresario”, han tenido muy buena parte de responsabilidad en que tanto clubes como Federación pusieran una marcha más en su recorrido.

Del comercio o de la empresa eran los hermanos Padrós, tan decisivos en toda gestión futbolística española. También uno de los más activos y decisivos presidentes como Julián Olave Videa. En tono menor, por lo efímero de su presencia en la Federación, Antonio Bernabéu, pero también “del comercio”; como José Caña, aún más efímero que el anterior. Ya “de la empresa”, estuvo José Luis Roca, antecesor del vigente presidente.

La aristocracia ha quedado poco menos que explícita en la lista de los presidentes: Desde el iniciador marqués de Casa Alta, pasando por el Conde de La Mortera, marqués de Someruelos y finalizando por el conde de Villafuente Bermeja, que fue el menos “hombre de fútbol” que pudiera pensar Escartín, pero al que éste sirvió como seleccionador nacional.

La faceta de los médicos se lleva un buen tramo de la galería de retratos presidenciales. Nada menos que cuatro: Francisco García Molinas, Luis Saura del Pan, Alfonso de la Fuente Chaos y José Luis Costa.

La Milicia, para completar el trípode generador, puede parecer que está en clara minoría pues solamente aparece el teniente coronel Troncoso, pero merced a su doble personalidad profesional hay que agregar al médico militar Saura del Pan, y al jurídico de la Armada Benito Pico.  

La Arquitectura ha dejado dos nombres en el álbum federativo: Javier Barroso, de resonancias rojiblancas del antiguo Metropolitano, y Manuel Valdés Larrañaga, quien desde los títulos en las piscinas llegó al fútbol a través del conducto político.

Un solitario representante de la Banca, a quien quizá hubiera que incluir también en el apartado de empresarios fue Juan Touzón. Y otro, no menos aislado, de la profesión periodística, como fue Ricardo Ruiz Ferry, republicano de pro, pero a quien cupo el honor de encabezar a los presidentes “reales”.

Pero es la abogacía la que se alza con el Santo y la limosna en el timón federativo. Augusto Barcia Trelles fue el primero que llegó a un sillón presidencial que no ocupó. Le siguió David Ormaechea Zubiri, al que se podría llamar por un lado precursor y por otro el de los tristes destinos; lo primero, porque del fútbol saltó al espectáculo teatral: lo segundo, porque finalizó en la cárcel tras unos pagos efectuados con dinero público. Leopoldo García Durán fue, al decir de Ricardo Zamora, el primer presidente que tomó el cargo con sentido profesional; la guerra cortó su mandato que no su presencia en la Federación. Jesús Rivero Meneses fue un presidente de trámite porque como el militar Troncoso entendía el fútbol sin los escartinianos “hombres del fútbol”; a ambos los fulminó la “orden de la Charretera” que, a veces, como el Guadiana, tomaba el nombre de Unión Española de Clubs, “Minimalistas”, Asociación de Clubs, “Ponencistas”…; al primero, porque quiso conseguir que el tránsito del amateurismo al profesionalismo fuera en beneficio de los jugadores; al segundo, porque entró como un potro desbocado en la sede federativa y del primer empujón se cargó el “derecho de retención” de los jugadores. Armando Muñoz Calero consiguió la sede de la calle Alberto Bosch, pero tuvo la desgracia de tropezar con “la pérfida Albión”. Abogados fueron José Luis Pérez Payá y Pablo Porta quienes cubrieron la década de los años 70. Y abogado es Ángel María Villar Llona, el presidente de más largo mandato de la Real Federación.

De todos los componentes del “colegio presidencial” hay diversa graduación en lo que se refiere a “hombres del deporte” y “hombres del fútbol”.

De esta última especie hay varios, pero en honor a la verdad, en cuanto a permanencia como profesional y brillo como internacional es Ángel María Villar, quien presenta un “record” tanto como jugador del Athletic de Bilbao, como internacional con la Selección de España. Profesional también e internacional fue José Luis Pérez Payá, ora como amateur en el Atlético de Madrid, ora como profesional en el Madrid.

Futbolistas de relieve, en unos tiempos de transición al profesionalismo, pero insertos en él fueron Barroso, excelente portero del Athletic de Madrid en los años 30; Saura, extremo del Madrid de los años 20; Costa, del Zaragoza y del Athletic de Madrid de los años 30. Luego, en una escala menor, De la Fuente Chaos, García Durán y Troncoso, algunos de los cuales vivieron en sus carnes las rozaduras en el hombro de los postes. 

“Hombres del deporte” lo fueron todos salvo Sancho Dávila, a quien le tiraba lo taurino, pero a quien corneó el balón como a un intruso en el césped. Hombres del deporte como protagonistas tales como Ramón Paz, gimnasta de enorme relieve, o Manuel Valdés Larrañaga, campeón de España de natación. Y hombres del deporte desde los clubes a las Federaciones Regionales y desde ellas a lo que entonces se llamaba “la Nacional”. Hombres de club fueron todos los demás. Barcia, Caña. Olave, Bernabéu, Barroso, Rivero, Touzón De la Fuente, Pico, Costa, Porta…

Para dar las luces y las sombras de todos estos personajes, ya lo he dicho, haría falta un recorrido por la historia de la Real Federación. Una historia no hacia fuera, epitelial, que esa ha sido tratada en los bosquejos, más o menos afortunados, de la historia del fútbol español; sino una historia hacia dentro, tomando el personaje como eje y haciendo girar a su alrededor las circunstancias de cada momento para analizar los vientos favorables y las tempestades arrasadoras. Posiblemente sería un viaje fascinante que en muchos casos requeriría el apoyo de la psiquiatría. Y lo digo en el más noble sentido de la palabra. Para hacer emerger todos esos interrogantes que sin duda se hicieron muchos de estos presidentes ante situaciones encaradas en solitario y con resultados tan aleatorios como los botes del balón.

“Fútbol es fútbol”, dijo Boskov. Amén.

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