De cómo “resucitó” el Deportivo Logroño y las boinas requetés inundaron Las Gaunas
De David Mota Zurdo y Javier Zúñiga CrespoEl impacto de la Guerra Civil en Logroño ha quedado al margen de los grandes focos. Un “olvido” que tiene su lógica, pues, aunque sí hubiera conflicto, quedó “lejos del frente”, como estudió Gil Andrés (2006). Recién iniciada la sublevación, el territorio riojano quedó en manos insurrectas: al fin y al cabo, al igual que en las provincias colindantes de Álava y Navarra, los alzados superaron a los leales a la República. Si bien, la ausencia de frentes no impidió que 2001 riojanos o vecinos del territorio fueran víctimas de los paseos y sacas, como queda recogido en el trabajo de Jesús Vicente Aguirre (2007) y en el listado de represaliados del Gobierno de La Rioja. Fueron crímenes atroces, convenientemente ocultados, tergiversados e instrumentalizados por el bando franquista. Delitos que quedaron soterrados bajo la arena, con decenas de personas en cunetas con tiros en la espalda, en la frente y en la nuca, con marcas de tortura en algunos cuerpos y con un final humillante por pensar de manera divergente. En el mejor de los casos, quien no sufrió ese fatídico desenlace se vio abocado a un destino funesto: el campo de concentración de la Plaza de Toros de la Manzanera, donde la vejación fue carta de naturaleza.
Los requetés carlistas fueron los principales encargados de controlar el territorio riojano y de permitir que se pusieran en marcha ese tipo de iniciativas, ayudados por sus compañeros de armas (militares y falangistas). También dedicaron sus esfuerzos a otro tipo de estrategias, como ofrecer una imagen de naturalidad, de rutina y de cotidianidad en una de esas partes -la “nacional”- de la España partida en dos, que diría Julián Casanova (2014).
Como en otras guerras y otros regímenes de tintes totalitarios, de camuflaje del oprobio moral que causaba en las sombras, la propaganda fue un pilar fundamental para su retroalimentación, la captación de nuevos apoyos -también económicos- y el socavamiento de la moral del enemigo. En este punto, las prácticas deportivas y, en concreto, el balompié jugó un papel primordial en la emisión de una determinada imagen de la España de Franco, como ha estudiado Cristóbal Villalobos (2020) en Fútbol y fascismo. Pese a que, a diferencia de los toros, tuvo “una vida pobre”, como ha afirmado Alejandro Pizarroso (2005), lo cierto es que en Logroño (también en Vitoria y en Pamplona) el fútbol actuó como elemento apaciguador y reconfortante. Incluso proporcionó cierta seguridad colectiva, como trató de transmitir el régimen. Y es que, el hecho de que este deporte se pudiera practicar en la ciudad riojana con una guerra -lejana, pero abierta- implicó, a juicio del régimen, dos cosas: la primera, que no había conflicto abierto en su territorio; y, la segunda, que iban ganando la guerra, pues disponían de tiempo para dedicarse a ese tipo de actividades ociosas.
El principal club encargado de entretener a los riojanos no movilizados a otros frentes durante la Guerra Civil fue el “primero” de la capital: el Deportivo Logroño. Una sociedad deportiva que monopolizó la atención futbolística riojana de 1923 a 1934, cuando cesó su actividad en las competiciones oficiales debido a los malos resultados deportivos cosechados y a la profunda crisis económica sufrida como consecuencia de ello. El club cesó su actividad, pero no se disolvió ni entonces, ni en agosto de 1935, como ha señalado Paco Bermejo (2009), pues, antes, el Deportivo se convirtió en una suerte de ente adaptativo y errante, que vagó por la memoria de los aficionados y que se asentó en ella -mitificado y adulterado- sin llegar a saber en qué momento dejó de ser una realidad tangible. Un impasse interminable por su presencia intermitente, aunque recurrente, en las competiciones, al punto de que como dijera el cronista: “no se puede ni afirmar ni negar su existencia” (La Rioja, 1936a)
Durante la Guerra Civil, con el Deportivo Logroño aletargado, las tropas requetés retomaron la práctica futbolística para sufragar sus gastos organizando partidos benéficos. Recuperaron para ello al Deportivo Logroño, echando mano de un buen puñado de reconocidos jugadores presentes en la ciudad como Recarte, Poli, Luisín o Juliac. Incluso jugadores de renombre internacional como Jacinto Quincoces, que se unió al equipo puntualmente. Fue así como las autoridades requetés concertaron partidos contra otros equipos de territorios norteños que se encontraran bajo dominio sublevado como Osasuna, Unión de Irún o el Oriamendi[1], un club con evidentes connotaciones carlistas. Uno de esos encuentros se celebró en una fecha tan simbólica como el 1 de noviembre de 1936 (día de todos Los Santos) en el estadio logroñés de Las Gaunas. En el partido se enfrentaron el Deportivo Logroño y el Donostia, y terminó con victoria visitante. Sin embargo, el resultado es lo de menos. Lo más importante es comprobar cómo el fútbol, también en Logroño, fue un elemento propagandístico de primer orden, pues los jugadores realizaron el saludo romano o fascista ante las autoridades, como también hizo el torero tras matar al astado, y, en algunos casos, como ocurre con el partido que recoge la siguiente imagen, lo acompañaron con más gestos, a saber, fotografiarse con la boina roja requeté y la bicrucífera para que el régimen lo usara con fines propagandísticos.
A pesar de estos gestos tan singulares, propios del drástico cambio que sufrió el país en distintos órdenes (social, político, cultural), cabe indicar que la respuesta de la afición no siempre fue la esperada, como reflejó La Rioja el 29 de noviembre de aquel mismo año tras un partido de los riojanos con el Unión de Irún:
La calidad de los contendientes, el fin benéfico del mismo y el acendrado patriotismo de que siempre dio pruebas el público riojano hacía esperar que el campo estaría como en las tardes de los grandes acontecimientos. […] Es muy lamentable que no lo haya interpretado así el público, pero allá cada uno con su conciencia. A la hora de dar comienzo el encuentro, el campo presenta un aspecto desolador; lo mismo la general que la preferencia están francamente flojas. (La Rioja, 1936c)
Pero retomemos la cuestión del supuesto “cese” de la entidad lucroniense. Tras realizar una exhaustiva investigación, que ha sido financiada por el Instituto de Estudios Riojanos, hemos concluido que el Deportivo Logroño se mantuvo en activo, aunque fuera nominalmente. Ciertamente, en las referencias hemerográficas y bibliográficas de estos encuentros, la terminología para referirse a esta entidad deportiva varía y hay distintas denominaciones, entre ellas «Selección Riojana». Si bien, no menos cierto es que «Deportivo Logroño» es la más repetida. Y es que el hecho de que usara los colores del citado club, que estuvieran presentes muchos de sus jugadores estrella y que el Deportivo Logroño de la Guerra Civil utilizara la misma sede que el de la Segunda República, en cuyas oficinas se continuaron con las labores propias de la administración y gestión del club, entre ellas la venta de entradas, invitan a pensar que este no se disolvió en 1935. Es más, incluso en el caso de aceptar lo señalado por Bermejo (2009), es decir, la desaparición de la entidad, se podrían lanzar otras hipótesis como las siguientes: si el club fue disuelto, ¿por qué se decidió recuperar un nombre tan neutral como el del Deportivo Logroño y no utilizar otra denominación acorde a los tiempos, sobre todo cuando en aquellos momentos lo habitual era politizar los clubs? ¿Quiénes fueron los artífices de la recuperación de esa denominación? ¿Algún miembro de la directiva durante la Segunda República que fue afín al alzamiento y quiso apoderarse de algún modo de la entidad? ¿Una nueva directiva? ¿Simplemente fue una iniciativa de las tropas requetés?
Tras analizar las escasas fuentes a las que hemos tenido acceso, consideramos que muchos de los factores anteriormente indicados no son casuales, aun aceptando que los requetés bien pudieron haber aprovechado la memoria de un moribundo Deportivo Logroño para resignificarla con épica y generar interés en los pocos aficionados, recaudar fondos y hacer propaganda, como se ha visto en otras investigaciones como las de Raffaelli (2017), Villalaín (2013) o González Calleja (2004). Las tropas militares y paramilitares se preocuparon por impulsar un circuito de torneos en la zona sublevada durante los años de la guerra y, como en este caso sucede con Las Gaunas, buscaron que por sus estadios pasaran clubes de trayectoria consolidada como los Osasuna, Alavés, Irún y Zaragoza.
Sin embargo, no lo hicieron por motivos deportivos, sino probablemente por causas políticas y económicas. Por tanto, aún aceptando que se disolviera en 1935, todo parece indicar que su reaparición no fue un gesto altruista para resituar a un club agónico entre los ases del fútbol. Las fuentes documentales ayudan a poner de manifiesto el señalado interés político y económico, al margen de que determinadas personas tuvieran motivaciones culturales y sociales, incluso identitarias. Al fin y al cabo, estos cambios eran la enésima consecuencia de una “nueva era” marcado por un régimen de terror, el franquista.
Referencias:
Bermejo Martín, F. (2009). La II República en Logroño: ocio y espectáculos. Logroño: Piedra de Rayo.
Casanova, J. (2014). España partida en dos: Breve historia de la Guerra Civil española. Madrid: Crítica.
Gil Andrés, C. (2006). Lejos del Frente: La Guerra Civil en la Rioja Alta. Madrid: Crítica
Gonzalez Calleja, E. (2004). Deporte y poder: el caso del Real Madrid C. de F. Memoria y civilización. 7, 79-127.
Pizarroso Quintero, A. (2005). La Guerra Civil española, un hito en la historia de la propaganda. El Argonauta español, (en línea), https://doi.org/10.4000/argonauta.1195.
Raffaelli, Verónica (2017). Otro espacio de lucha. El fútbol en España durante la II República y la Guerra Civil. XVI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Actas de congreso.
Vicente Aguirre, J.V. (2007). Aquí nunca pasó nada. La Rioja, 1936. Logroño: Editorial Ochoa.
Villalaín García, P. (2013). Política y deporte en la Segunda República. Políticos que fueron presidentes de clubes de fútbol. Contribuciones a las Ciencias Sociales.
Villalobos Salas, C. (2020). Fútbol y fascismo. Madrid: Altamarea Ediciones.
Fuentes hemerográficas:
La Rioja, (1936a, 25 de junio)
La Rioja (1936b, 3 de noviembre)
La Rioja (1936c, 30 de noviembre)
La Rioja (1937, 9 de marzo)
[1] Hubo diferentes clubes que llevaron la etiqueta de Oriamendi, desde una entidad de Gijón al propio Baracaldo.