Pin, el sportinguista que no quiso viajar
De Félix MartialayPara los medievalistas (¡!) del fútbol español – no se asusten, no somos más que dos conocidos y otros dos o tres que deben andar agazapados en el anonimato- la temporada 1926-27 es algo así como el churrigueresco para los expertos en arte, del de verdad, claro.
Y Pin fue una de esas volutas enriquecedoras del momento. ¿Que quién era Pin? Pues se llamaba José Orderes Cuesta. Nació en Gijón el 28 de enero de 1909 y murió, también en Gijón, el 21 de diciembre de 1969. Desde los 16 años hasta bien cumplidos los 34 jugó en el Sporting de su alma. Aparte del balón, manejaba el soplete como los ángeles soldadores. Su puesto era de interior o extremo izquierda. Dependía del compañero que le tocara a su lado en la delantera… Pero fuera en un puesto o en otro tenía una clase excepcional que hacía que todos los veranos se acercaran por las oficinas del club no pocos “patrones de pesca” con buenos duros para el club y para Pin. Eran los tiempos de profesionalismo recién estrenado, con demasiados agujeros, como para que Pin abandonara su ciudad, su equipo y su trabajo en la fábrica. En un equipo grande del momento hubiera sido famoso en toda España. Aún así lo fue, pero con sordina, sólo para conocedores.
De la temporada citada, tan rica en acontecimientos, que posiblemente dieran pasto para un libro voluminoso, basta con detenerse en el mes de mayo. Con tres partidos internacionales en el calendario. Uno de ellos el mismo día en Bolonia contra Italia y en Madrid contra Portugal. El tercero era contra Francia en París.
Huelga decir que la lista inicial del trío seleccionador –Manuel de Castro “Handicap”, José María Mateos y Ezequiel Montero- quedó hecha trizas, porque después de la final Arenas de Guecho-Real Unión de Irún, se quedaron sin medio equipo.
Así que sobre la marcha intentaron recomponer un once presentable. La boda de Juanín, el padrinazgo en otra boda de Pasarín, la lesión de Carmelo, la enfermedad de Errazquin, Olaso sin permiso militar…
Pero llegó el caso Piera y Samitier para alegrarles la vida a los seleccionadores. El Barcelona había contratado un partido amistoso con el equipo Motherwell de Escocia que coincidía con el partido de París. Por lo que enviaron un telegrama a la Federación notificando que ambos jugadores estaban lesionados y no podrían ir a Francia. Pero como sus lesiones no eran muy graves, podían contar con ellos para el encuentro de Bolonia. Era un cuento tan burdo que no se lo creyó nadie.
Angustia en los seleccionadores y frenesí en la Federación que llamó al irundarra Sagárzazu. Tan súbita llamada le pilló sin pasaporte. “No se preocupe, usted métase en el tren y ya le llevaremos a París el pasaporte en regla”. Y Sagárzazu, ni corto ni perezoso cruzó por las vías, por detrás de la gendarmería, y montó en el tren.
Se ganó en Colombes en un partido bronquísimo. Zamora, un ídolo en Francia, se encontró con un público volcado en su contra. Así cuando Boyer le da un codazo que le noquea y mete gol, el público ovaciona la jugada y abuchea a Zamora que está sin sentido y sangrando por el mentón. El árbitro, dio válido el gol. Zamora, en medio de una bronca monumental, tuvo que retirarse. Le suplió Vidal, el meta del Athletic de Bilbao. Era el minuto 49. Poco tiempo después, Félix Pérez es entrado por tres franceses que caen sobre él. Queda desvanecido y con el brazo derecho colgando. Es retirado y llevado a un hospital en donde le escayolan el antebrazo.
Mientras, en Barcelona, el equipo azulgrana empataba a dos con el Motherwell con actuaciones sobresalientes de los “lesionados” Piera y Samitier, éste último marcó los dos goles “culés”. Y eso sí, el club mandó un telegrama a los seleccionadores: “Piera y Samitier, mejorados, salen para Bolonia”.
El seleccionador Mateos, muy rígido ante la indisciplina, tiene muy claro que Piera y Samitier se volverán a Barcelona sin jugar. Lo de “más vale honra sin barcos…”, del almirante Méndez Núñez, estaba aún en vigor. Y desesperadamente manda unos telegramas. Uno a Vigo, reclamando al interior Chicha; otro a Gijón pidiendo a Pin. Ninguno de ellos llegó a la inauguración del Estadio del Littoriale. Sí lo hizo Alfonsito Olaso con el permiso militar en regla.
Lo de Chicha fue una pena, porque hubiera culminado su carrera futbolística con el entorchado de internacional. El telegrama de la Federación le pilló en el mar, navegando; era pescador. Cuando volvió a Vigo ya se había jugado el partido.
Lo de Pin fue otra historia. Fue miedo a lo desconocido. Tenía que salir de su Gijón, él solo. Llegar a Irún. Ir a París y allí transbordar a Bolonia. Mucho viaje, con dos países por medio y sin saber idiomas.
Simplemente renunció. Y puso una pueril disculpa: no le había llegado el telegrama a tiempo para tomar el tren. Mentira evidente pues el telegrama llevaba la hora de las 19,45; el primer tren lo tenía a la 19,30 por lo que era imposible tomarlo. Pero tenía otro tren a la 20,30 y otro a las 21,10. En este último viajaba el presidente de la Federación, marqués de Someruelos, para hacer el enlace en París hacia Bolonia.
Pin cometió un segundo error, se enroló en la jira del Sporting con dos partidos, uno en San Sebastián, contra la Real Sociedad, y otro en París ante el Red Star. Que una cosa era París con sus compañeros y otra él solo.
La Federación le impuso una sanción. Nadie protestó. Pin cumplió el castigo y el Sporting acató la penalidad.
El caso Piera-Samitier-Barcelona ocupó centenares de hojas de papel de barba con recursos, certificados falsos, alegaciones, protestas, cartas de influyentes personajes futbolísticos y políticos… Hasta hubo una votación en la Asamblea de fin de temporada. Mateos se mantuvo firme. Hubo suspensión para Piera y Samitier y una multa de 10 mil pesetas para el Barcelona.
Por cierto, se perdió en Bolonia por 2-0, con Stanley Rous –futuro presidente de la FIFA- como árbitro.