Una historia inexplorada del ciclismo riojano: Cesáreo Ruíz, Javier Adarraga y José Ruiz fanfa en la década de 1920
De David Mota ZurdoUna historia inexplorada del ciclismo riojano: Cesáreo Ruíz, Javier Adarraga y José Ruiz fanfa en la década de 1920[1]
1. Cesáreo Ruíz: figura clave
El ciclista riojano Cesáreo Ruíz fue una de las principales figuras del deporte de las dos ruedas durante la década de 1920. Participó en representación de las entidades más señeras del ciclismo riojano (Deportiva Logroño, Agrupación Deportiva Gran Casino, Logroño Recreation Club, Club Ciclista Logroñés) en las principales competiciones de la época: Volta a Catalunya y diferentes carreras del campeonato de España de ciclismo en ruta. Su tenacidad favoreció que el ciclismo logroñés y riojano eclosionara de manera determinante, tras décadas de titubeos ante un sport “algo abandonado hasta ahora”[2]. En la competición catalana de 1913 logró hacerse con la victoria de la segunda etapa en Lleida, que le permitió concluir esta prueba en la sexta posición de la clasificación general[3]. Y en las competiciones riojanas, donde fue el principal exponente durante varios años, obtuvo el triunfo en el campeonato provincial de bicicleta en carretera que organizó la Agrupación Deportiva del Gran Casino en 1911[4]. De hecho, su aplastante victoria en este campeonato le convirtió, a la postre, en una de las estrellas del ciclismo riojano, no sólo por los homenajes recibidos de su club, sino por la utilización de los premios obtenidos en metálico para continuar compitiendo en otras carreras[5].
Esta circunstancia no fue el único motivo por el que la figura de Cesáreo Ruíz fue clave para el ciclismo riojano: sus victorias y participación en otros campeonatos interesaron a la sociedad riojana por este deporte y coadyuvó la creación de sociedades (Club Ciclista Riojano y Club Ciclista Logroñés) y secciones especializadas de otros clubs (Logroño Recreation Club) en esta disciplina. De hecho, su participación en “la vuelta a las provincias vascongadas” y el campeonato de fondo de España, trajeron consigo el afianzamiento de la bicicleta en la sociedad logroñesa no sólo como instrumento para la práctica velocipédica sino también como vehículo[6]. Si bien, en lo que se refiere al apartado deportivo, también permitió a los logroñeses ganar puntos ante la organización de la Vuelta a Álava de 1915 a la hora de solicitar que esta concluyera una de sus etapas en la capital riojana. De hecho, aunque Ruíz tuvo que retirarse de esta carrera por problemas físicos, lo cierto es que había animado a participar a otros ciclistas logroñeses como Helí Sáenz Torre y Santos Mateo y ello redundó en que el ciclismo continuara ganando adeptos entre los riojanos.
Asimismo, la Vuelta a Álava fue una de las primeras carreras en las que la marca de las bicicletas utilizadas por los corredores tuvo repercusión en la prensa riojana, sobresaliendo las Automoto, Peugeot, Alcyón y Rudge. Automoto fue la utilizada por Santos Mateo y Cesáreo Ruíz, siendo precisamente este último el principal distribuidor de estas bicicletas en Logroño[7]. Durante estos años, el mundo de la bicicleta logroñés comenzó a girar en torno al negocio de Cesáreo Ruíz y del Logroño Recreation Club, del que, además, el citado ciclista y comerciante era socio. Por ejemplo, hay constancia de que desde 1917, las inscripciones a las carreras ciclistas se realizaron desde su garaje de la calle Bretón de los Herreros de Logroño, ya fuera para carreras menores como la Vuelta a Entrena y la de Murillo o para campeonatos importantes como el regional[8]. Como la tesitura acompañó, Ruíz aprovechó las circunstancias para lanzar su propia marca de bicicletas, Victoria, situando delegaciones comerciales en los principales municipios riojanos y colindantes (Calahorra, Nájera y Tafalla). Así anunció la bicicleta Victoria en los medios de comunicación de la ciudad:
Quién no compra bicicletas de la célebre marca Victoria con todas las facilidades que el público desee, desde 200 ptas., en adelante construidas en los grandes talleres de don Cesáreo Ruiz. Todas van montadas con rodamientos ingleses. Grandes talleres de Niquelado y Pulimentado. Se niquela toda clase de metales, a precios muy ventajosos[9].
2. El Ciclismo riojano: relación de ida y vuelta
Pero al margen del progresivo éxito que adquirió la marca Victoria, lo cierto es que a partir de 1918-1919 el ciclismo quedó relegado a un plano muy secundario en beneficio del fútbol, sin apenas noticias reseñables hasta la década de 1920. El cronista deportivo Nogara lo recordaba en Cantabria en febrero de 1921 cuando señalaba que había habido un buen número de aficionados que se disponían a formalizar “una pequeña prueba en carretera”, que finalmente no llevaron a cabo porque la ausencia de financiación “retrajo bastante algunos monarcas del piñón, amén de otras muchas dificultades y hubieron de desistir del acuerdo sin que hasta la fecha sepamos de él una palabra”[10]. Un mes después, de nuevo, Nogara volvió a la carga: se debían tender puentes para unir a los elementos aficionados al ciclismo que se encontraban aislados y con nula capacidad de acción para generar interés por este deporte. Nogara se propuso así fomentar esta unidad y abogar por la agrupación sportiva:
guiados tan sólo por el deseo de agruparse y formalizarnos debidamente, tendremos hechos los primeros pasos de organización, cual es el siguiente: para conocer el número total, o aproximado de los que deseen formar un grupo ciclista, deberán enviar a la redacción de Cantabria su nombre y dirección, haciendo constar en el sobre la indicación (para ciclismo) y cuya lista de inscriptos cerramos el quince del próximo mes[11].
No sirvió de mucho. Pese a que no se sabe si al final se creó algún club ciclista logroñés en la primavera de 1921, el rastro documental tampoco es muy revelador, pues no permite indicar si Nogara logró que sus lectores crearan una sociedad deportiva ciclista. Sin embargo, siguiendo lo señalado por el cronista deportivo Gol en la revista Arte y Sport, es muy posible que la sociedad no viera la luz debido a la falta de disciplina. Según Gol, a finales de 1921, la situación deportiva logroñesa estaba muy deteriorada a causa del abandono y desinterés de los deportistas locales[12]. Por eso dedicó a estos jóvenes un artículo titulado “Sin disciplina” con el que pretendía darles un toque de atención para que recondujeran su situación. Se proponía a éstos que para ver recompensados sus esfuerzos se abstuvieran “de fumar, beber y trasnochar”, realizando un “metódico y constante entrenamiento” para así tener el cuerpo en buenas condiciones[13]. Este tipo de hábitos no eran propicios para que se afianzara la actividad deportiva. Era momento de cambio, porque ya se habían “despreciado solemnes ocasiones de conquistar lugares más altos”, habiendo relegado con ello a la ciudad a un plano deportivo muy secundario[14].
Por esas mismas fechas, la sección ciclista de Logroño Recreation Club, por cuya dirección habían pasado Manuel Loma o Julio Redón, impulsó una carrera que fue todo un éxito por el número de corredores inscritos, entre ellos Sáenz Torre, y por la importante presencia de aficionados que acudieron a la misma pese a “la crudeza del tiempo”[15]. El itinerario trazado fue simple, desde Logroño hasta el kilómetro 20 de la carretera de Soria, y los premios ofrecidos fueron acordes a la actividad deportiva en la que se competía: “artículos propios para bicicletas […] donados por las casas constructoras de Angulo, C [esáreo] Ruiz y Calgo”[16]. Aunque finalmente sólo participaron seis de los siete corredores inscritos, la carrera “despertó bastante curiosidad”, sobre todo, al proclamarse campeón Cesáreo Ortega, seguido de Máximo Ortíz, Pedro Ubis, Eladio San Pedro y José Ramírez. Delfín Montoya, por su parte, tuvo que abandonar debido a las constantes averías sufridas en la bicicleta. Se trató de una carrera que no sólo inauguró una nueva etapa de la actividad ciclista en Logroño en un contexto de eclosión del deporte de masas, sino que fue la puesta de largo para futuros ídolos del pedal como Ortega, Ortíz y San Pedro. En la prensa especializada se señaló que éstos eran corredores “en admirable forma y muy entrenados […] cuya primera actuación no ha podido ser más brillante”, pero también lamentaron la ausencia de Sáenz Torre, con cuya concurrencia la competitividad hubiera sido más alta[17]. En cualquier caso, como quedó reflejado en las páginas de La Rioja, la carrera “despertó tal interés […] que, más que nada, probaban que hay ambiente ciclista y que, bien organizadas, pueden celebrarse con éxito pruebas de mucha más importancia”[18].
Hubo, no obstante, alguna que otra crítica y elogio. Mientras señalaba que la organización no había estado “a la altura que era de esperar, pues se notaron algunas faltas fáciles de subsanar en carreras sucesivas”, se indicaban las maravillas de la bicicleta Victoria de Cesáreo Ruíz, máquina que había usado el ganador de la carrera y que a la postre se convertiría en la predilecta de los ciclistas riojanos[19]. En efecto, aproximadamente un año después de que se celebrara esta carrera, el ya convertido en industrial Cesáreo Ruíz organizó a través de la Casa de bicicletas Victoria una carrera de 30 kilómetros, en la que, de nuevo Cesáreo Ortega se proclamó campeón montando una bicicleta de esta marca, seguido de Eladio San Pedro, miembro de la sociedad España F.C.[20].
Esta última entidad trató de sustituir sin mucho éxito a Logroño Recreation Club, que desapareció entre 1922 y 1923, en la organización de eventos ciclistas en la capital riojana. En noviembre de 1922 convocó una prueba ciclista con trayecto de Logroño a Recajo en la que tomaron parte los asociados a este club con el objeto de constituir el “equipo ciclista que ha de representar a la citada Sociedad en las pruebas de esta naturaleza”[21]. El rastro documental que ha dejado esta iniciativa es exiguo y los indicios señalan que no cuajó: el 18 de marzo de 1923, varios aficionados al ciclismo se reunieron en el Café Suizo con “el propósito de formar una sociedad ciclista”[22]. Nació así el Club Ciclista Logroñés, formado por la siguiente junta directiva provisional: Vicente Palacios (presidente), Máximo Ortíz (secretario), Eladio San Pedro (tesorero-contador), Javier Adarraga y Pedro Ubis (vocales). Un nutrido grupo de sportmans, entre los que sobresalían los aficionados a la bicicleta, pero también a otros deportes como la pelota, que se estuvieron reuniendo a lo largo de 1923, hasta que, finalmente, el 12 de septiembre de ese año inscribieron a esta sociedad en el registro de asociaciones del Gobierno Civil bajo la presidencia de Fermín Gómez y con la denominación citada[23]. La prensa, en cambio, ofreció una composición diferente aprovechando las carreras organizadas por esta sociedad en el Espolón con motivo de las festividades de San Mateo: Javier Adarraga (presidente), Máximo Ortíz (secretario), Miguel Marín (tesorero-contador) y Luis Villasana y Julio Pancorbo (vocales)[24]. La lista de socios inscritos fue notable, evidenciándose que existía afición por el ciclismo y que la sociedad logroñesa reclamaba la creación de un club de estas características.
Una de las primeras actividades de este nuevo club fue la organización de las citadas carreras en las festividades patronales y la excursión a Torrecilla de Cameros en octubre. Pronto, resultó evidente que se había dado un salto organizativo de especial significado cuando en la carrera del Espolón[25] se acordonó el improvisado velódromo “para impedir que el público invada la pista”, se instalaron sillas en el paseo y se cobró entrada “a beneficio de la organización”[26].
Si el deporte de las dos ruedas quería seguir funcionando en Logroño, este se veía abocado a la mercantilización y a programar eventos de manera asidua. Así, proyectaron la celebración de dos carreras en carretera en los circuitos de Entrena y Alberite para enero de 1924, y se entrevistaron con las autoridades locales de diferentes municipios para obtener donativos e interesaron a marcas como Alcyon, Toman, Diaman, Victoria y Toruiste para que exhibieran sus vehículos en estos eventos[27]. De este modo, obtuvieron, por ejemplo, un notorio éxito en la excursión a Torrecilla de Cameros, que contó con numeroso público gracias a la inclusión de actividades complementarias en las que participaron los miembros del club, como el partido de pelota de Adarraga y Ochoa contra dos personas de la localidad[28].
Pocos días después de esta excursión, el Club Ciclista Logroñés organizó otra a Nájera (trayecto Logroño-Tricio-Anguiano) instando, por un lado, a la participación de todo tipo de público, pues podría llevarse a cabo “por los ciclistas poco avezados a estas caminatas e igualmente por los más jóvenes”; y, por otro, a la convocatoria de una carrera de 20 kilómetros que fuera más competitiva para animar a los ciclistas semi-profesionales[29]. Pese a que no acompañó la meteorología, participó cerca de una veintena de ciclistas, que en su mayor parte se registró en la carrera semi-profesional, donde se impuso Cesáreo Ortega, seguido de Fermín Gómez, Aureo Cenzano, Ricardo Peciña, Miguel Marín, Andrés Vasquez y Antonio del Rey[30]. Hubo más excursiones en las que combinaron estas modalidades de carrera y paseo ciclista, como fue la de Murillo de Río Leza, o la más profesionalizada de la Vuelta de Entrena[31]. Para esta última, muestra del grado de profesionalización que había alcanzado el Club Ciclista Logroñés en la organización de estos eventos, se solicitó permiso al Gobierno Civil y al Ayuntamiento, y se abrió la inscripción a ciclistas de todas las comarcas cercanas, fundamentalmente de Miranda de Ebro, Calahorra y Haro. Entre los inscritos se encontraron: Ángel Mateo, Cesáreo Ruiz, Alfredo Olivas, Fermín Gómez, Cesáreo Bóveda, Casimiro Fernández, Tomás Grijalba, Pedro Casis, Ricardo Peciña, Francisco Martínez, P. Iturain, Julián Rodríguez, Benito Illan, Esteban Merced, Paulino Sánchez, Mario Rezola, F.G., Feliciano Díez y Aureo Cenzano[32]. Se trató de una carrera muy importante para el naciente club ciclista, como se recogió en la prensa:
El Club Ciclista Logroñés celebra hoy su primera carrera, organizada en forma que asegura el éxito más completo. Puede considerarse esta prueba como la más importante que, desde mucho tiempo a la fecha, se ha celebrado, y marca además una nueva orientación de entusiasmo entre los aficionados al pedal, anunciadora de otras manifestaciones deportivas de más categoría e importancia. Es, por tanto, un motivo de elogio que agregar a los conseguidos en su corta vida por el Club Ciclista, cuyas pasadas excursiones, plenas de atractivos, despertaron la dormida afición ciclista en tal forma que ha permitido organizar la prueba de hoy[33].
La prueba fue todo un éxito, constatándose que había muchos aficionados al ciclismo en la capital riojana. 14 ciclistas midieron sus fuerzas durante los poco menos de 40 kilómetros de trayecto, imponiéndose finalmente Fermín Gómez, seguido de Ángel Mateo y Marcos Rezola. Fue una carrera con un único accidente, gracias a que, en esta ocasión, la Guardia Civil prestó servicio de vigilancia: síntoma de que la carrera gozaba de la solemnidad adecuada para este tipo de eventos. Una prueba que se completaría el domingo 13 de enero, con un circuito de 5 vueltas por Alberite y Villamediana, en la que muchos de estos ciclistas tuvieron que competir contra el fuerte viento[34]. Ángel Mateo se proclamó campeón de ambas carreras, al superar en su cómputo de tiempo a Julián Rodríguez y Fermín Gómez. Según quedó reflejado en La Rioja, en la carrera quedó demostrado “claramente que nuestros ciclistas tienen facultades para llegar a ser grandes corredores”, pero también evidenció que corredores como Cenzano e Illán debían trabajar “un poco de técnica”, ya que olvidaron los alimentos necesarios para reponer fuerzas durante la carrera[35].
Pero, pronto se olvidaron estas cuestiones menores, cuando los ciclistas Ángel Mateo y Fermín Gómez disputaron el campeonato de San Sebastián en representación del Club Ciclista Logroñés[36]: “primera vez [que] el Club Ciclista Logroñés daba señales de su actividad en tierras vascongadas y que por cierto causó con ello la natural expectación”[37]. Aunque la actuación de Gómez fue muy interesante, éste tuvo que retirarse a 13 kilómetros de la meta debido a «un fuerte dolor de costado». Mateo, por su parte, se quedó rezagado muy pronto y perdió mucho terreno, quedando en la posición vigesimonovena. Pese a esta mala clasificación, ambos ciclistas se sintieron recompensados al demostrarse que podían «codearse con los campeones norteños»[38]. El Club Ciclista Logroñés apuntaba maneras.
3. Hacia el afianzamiento del ciclismo logroñés
Aprovechando esta notoriedad, esta sociedad deportiva continuó promoviendo carreras ciclistas con el objetivo de seguir interesando a aquellos «que, por temor a luchar con corredores de valía reconocida, han dejado de tomar parte». El principal objetivo era estimular y crear afición al deporte ciclista. Por ello, el club planificó una carrera de neófitos de 30 kilómetros (Logroño-Recajo-Murillo-Villamediana-Logroño) para el día 23 de marzo, que requirió del pago de una cuota de inscripción de una peseta (reembolsable a la entrega del dorsal) y la obligatoriedad de que los corredores se presentaran debidamente equipados con pantalón corto y zapatillas[39]. Pese a que la carrera se proyectó para que se sumaran aquellos aficionados que no terminaban de dar el paso hacia la competición y las excursiones, cabe subrayar que entre los inscritos se encontraron viejos conocidos del ciclismo logroñés como Eladio San Pedro o Alfredo Olivas[40]. La carrera obtuvo una gran notoriedad, con aficionados que «son legión en nuestra capital», y con la constatación de que se podían organizar «empresas de mayor categoría» en el ámbito ciclista[41].
En el ínterin de esta carrera, se renovó la Junta Directiva del club: Javier Adarraga (presidente), Fermín Gómez (secretario), Miguel Marín (tesorero), Julio Pancorbo, Pio Amelivia y Jaime Masip (vocales); se decidió cambiar el trayecto y horario de la carrera por coincidir con la jura de bandera del servicio militar; y se estudió la posibilidad de realizar una excursión a la Venta de Piqueras para que se pagara a suscripción pública un camino hasta allí[42].
Las pruebas ciclistas continuaron: el día 18 de mayo el Club Ciclista Logroñés impulsó la vuelta de Laguardia[43]; el 24 se sumó a la fiesta del pedal de Éibar: una gran manifestación ciclista de aficionados de los tres territorios vascos cuyo objetivo era impulsar una entidad que representara al ciclismo de la región, adhiriéndose esta institución a la Unión Velocipédica Española[44]; socios del club, como Benito Illán, participaron en la carrera San Felices-Tricio-Miranda de Ebro-Haro celebrada en junio; y se realizó por vez primera la carrera Logroño-Torrecilla-Logroño[45]. En esta última participaron las principales figuras del ciclismo riojano, entre ellos, Francisco González y Fermín Gómez, que ocuparon el primer y segundo puesto respectivamente[46].
Sin embargo, uno de los factores que causó mayor interés por el deporte entre los riojanos fue la actuación de Javier Adarraga en los Juegos Olímpicos de París de 1924, donde obtuvo la medalla de oro en pelota vasca dentro de la modalidad de pala corta. Este meritorio triunfo movilizó al Club Ciclista Logroñés, que presidía el citado Adarraga, publicando la siguiente petición en La Rioja:
A los ciclistas y deportistas: LA RIOJA nos ha detallado el gran triunfo obtenido por nuestro común amigo Adarraga en los Juegos Olímpicos de París, y siendo el alma y vida del deporte logroñés, me permito proponer a todos los deportistas de la capital y especialmente a la Sociedad de Ciclistas (de la que es presidente y fundador), que, sin perjuicio de otro homenaje más expresivo, le hagamos un recibimiento cariñoso, que bien pudiera consistir en salir hasta el límite de la provincia por la parte de Navarra, todos los ciclistas y deportistas que simpatice con la idea, con la enseña y distintivo que la Sociedad acordase, y entrar en la capital con auto en que seguramente llegará el campeón hasta su domicilio[47].
Pero, al margen de este recibimiento, cabe destacar que el prestigio de Adarraga fue, a la postre, fundamental para que el ciclismo contara con mayores apoyos institucionales. Así, en septiembre de 1924, contando con la subvención del ayuntamiento de Logroño, el Club Ciclista Logroñés preparó una carrera con el siguiente trazado de 72 kilómetros: Logroño, Navarrete, Nájera, Hormilleja, San Asensio, Cenicero, Fuenmayor, Logroño[48]. Fue una nueva victoria para Fermín Gómez, siendo una de las carreras que «más entusiasmo» causó en el público, «que en gran número presenció la salida y llegada de los corredores»[49].
Durante los años siguientes, el ciclismo continuó teniendo presencia en la prensa, pero, con una intensidad menor, debido a que el fútbol y la pelota acapararon casi toda la atención. No obstante, sí que hubo momentos puntuales durante el año que fueron dedicados con exclusividad al ciclismo, como ocurrió con una de las principales carreras que impulsó el Club Deportivo Logroño, que absorbió durante estos años al Club Ciclista Logroñés[50]. Al margen de las ya citadas, durante los años finales de la década de 1920, sobresalió la Vuelta a Piqueras de 1924, una carrera que se adentraba en el parque natural de Sierra de Cebollera para llegar hasta la linde con la provincia de Soria y que comenzó como jira campestre y excursión para conseguir adscripciones de socios y otras personas ajenas al Club Ciclista Logroñés y así subvencionar un camino/carretera para lograr el acceso a la Venta de Piqueras. Sin embargo, no fue hasta 1927, cuando el club ciclista recibió un nuevo impulso al formar parte del Club Deportivo Logroño, promoviendo el recorrido de lo que a todas luces se podría considerar la primera carrera clásica del ciclismo riojano. Con un trayecto de entre 116 y 120 kilómetros (las fuentes varían en esta cuestión) la carrera, que gozó del beneplácito de la Unión Velocipédica Española y que se rigió por su normativa, comenzaba en Logroño para posteriormente adentrarse por el valle del río Iregua, atravesando la región camerana, y regresar de nuevo a la capital a través de Villamediana.
Esta carrera se celebró durante cinco años consecutivos coincidiendo con las festividades de San Mateo y, por consiguiente, el patrocinio del Ayuntamiento de Logroño[51]. En la prensa se señaló que los premios eran de gran valía y que ello invitaría a que a la prueba concurrieran «los mejores corredores de Logroño, Burgos, Guipúzcoa, Vizcaya y […] Álava», sobresaliendo de esta última provincia corredores como Urbina, Ochoa y García, que ya habían participado en otros eventos organizados en la comarca[52]. Lo cierto es que los premios de esta primera edición no eran para menos: 400 pesetas y una bicicleta Victoria para el ganador y dinero en metálico para los siete siguientes clasificados (si bien las cantidades fluctuaron a lo largo de la década, disminuyendo en buena medida)[53]. El campeón de esta I Vuelta a Piqueras fue el abulense domiciliado en Ordizia Ricardo Montero, seguido en segunda posición por el guipuzcoano Enrique Aguirre y el vizcaíno Francisco Cepeda: todos ellos ciclistas profesionales que solían ser elegidos por el Comité Vasco de ciclismo para este tipo de competiciones[54]. De hecho, Ricardo Montero y su hermano Luciano (miembros del equipo ciclista Real Unión Club de Irún y campeones de España en ruta) fueron los líderes de la competición riojana hasta 1930, en la que se impuso el bilbaíno Federico Ezquerra. Durante la IV Vuelta a Piqueras, Ezquerra corrió en solitario desde su paso por Castañares de las Cuevas y consiguió sacar al segundo clasificado, el riojano José García Fanfa (corredor del Club Deportivo Logroño), casi 7 minutos de diferencia[55]. Fue durante esta vuelta cuando eclosionó la figura del ciclista logroñés. La obtención de esta segunda posición fue el preludio de un progreso fulgurante constatado en la edición de 1931, donde se impuso a los mejores corredores de la Sociedad Ciclista Bilbaína y se convirtió en uno de los corredores riojanos más prometedores y exitosos, confirmándose así que su buena actuación en la VII Vuelta al País Vasco de 1930 no había sido producto de la casualidad. Sin embargo, su meteórica carrera se frustró en agosto de 1932, cuando en el campeonato vasco-navarro de ciclismo, que había organizado la Sociedad Deportiva Lagun-Onak de Azpetia, sufrió un accidente mortal en las inmediaciones de Zarautz[56].
Pese a su fallecimiento, con la eclosión de García como ciclista profesional, se cerró una etapa en el deporte riojano que dejó en un segundo plano los años marcados por un ciclismo de aficionados y semi-profesionales. Porque junto a Fanfa hubo otros corredores como Dionisio Aldana que decidieron dar el salto a la profesionalidad. Así quedó constatado en la carrera de la Sociedad Umore Ona donde éste participó junto a Fanfa consiguiendo el séptimo lugar[57]. A este progresivo afianzamiento del ciclismo profesional contribuyó también la programación regular de carreras como la Vuelta a Piqueras, que concitó el interés de los principales corredores del momento, sin olvidar el papel decisivo de Javier Adarraga como impulsor de este y otros deportes. Con este terreno abonado, el ciclismo riojano explotó de manera determinante durante la II República, coincidiendo con el afianzamiento, la mercantilización y la profesionalización de lo que ya podía denominarse sin ningún género de duda deporte de masas.
[1] Este artículo forma parte de una investigación financiada por el Instituto de Estudios Riojanos (Res. Nº 17/2019, de 5 de agosto) mediante la convocatoria de ayudas para estudios científicos de temática riojana del año 2019-2020, que lleva por título: «El deporte en La Rioja en tiempos modernos: un estudio de caso en perspectiva comparada de las localidades de Logroño y Haro (1874-1931)». Asimismo, se ha realizado dentro del Grupo de Investigación GIR03. Humanidades y Ciencias sociales en la Era digital y Tecnológica de la Universidad Isabel I, en el marco de la línea de investigación «L.06. Política, Economía, Sociedad y Memoria: El Estado en los siglos XIX a XXI» de la que soy investigador responsable. Y en el marco del proyecto PGC2018-094133-B-100 (MCIU/AEI/FEDER, UE)