Benítez, el secreto mejor guardado
De Xavier Giménez BadiaJulio César Benítez fue un jugador uruguayo que llegó a España en 1959 junto con otros cinco sudamericanos que ficho el Valladolid esa temporada. No sería hasta dos años más tarde que Benítez recalaría en Barcelona a cambio de nueve millones de pesetas.
El uruguayo que destacaba por su excepcional físico jugó en varias posiciones hasta terminar en el lateral derecho donde podía desplegar su potencial para unirse al ataque. También era notorio en él su fuerte personalidad cosa que habitualmente le comportaba conflictos con los árbitros. En sus años como jugador blaugrana uno de sus méritos más reconocidos fue el de especializarse en anular a Gento, el gran extremo cántabro del Real Madrid que había hecho enloquecer las defensas de la liga.
Fue precisamente el seis de abril de 1968, un día antes de que se disputara el partico contra el Madrid en el Camp Nou y con el conjunto blanco ya en la capital catalana, que llegaba la noticia de la muerte del jugador. Con tan sólo 27 años la muerte de Benítez fue un duro golpe para el barcelonismo, el partido se pospuso y se abrió una capilla ardiente en el Camp Nou por la que pasaron más de 100.000 personas.
Aún hoy, cincuenta años después, la causa de su muerte sigue siendo un misterio. Según el informe médico Benítez murió por una “fibrilación ventricular causada por una séptico-piohemia intensa de origen desconocido”. Después de su extraña y repentina muerte empezaron a surgir diferentes teorías sobre la verdadera causa de su muerte. La más conocida y durante mucho tiempo la más aceptada y oficiosa entre los aficionados blaugrana fue la de la intoxicación por unos mejillones en mal estado. La verdad, parece ser que Benítez llevaba una vida muy poco sana, en contradicción con lo que decía la prensa de la época que lo defendían como un futbolista ejemplar. Salía de fiesta y comía y bebía sin control comentan sus amigos de la época, entre ellos Eduardo Alcántara, hijo de Paulino Alcántara. También se supo más tarde que sufrió dos hepatitis la segunda en el año 1963 que lo tuvo tres meses de baja.
Finalmente, llegó la semana trágica de su muerte que empezó con el fin de semana anterior comiendo esos famosos mejillones. Durante los días previos al partido Benítez fue a entrenar en un visible mal estado, tanto, que como relata Carles Reixach, en el libro ‘Ara parlo jo’, en el entreno del martes de esa semana Julio César llegó a desmayarse. Al día siguiente, volvió al entrenamiento, pero no pudo ni empezar, por lo que el médico del club le puso una inyección aún no se sabe de qué. Benítez terminó ingresado en el hospital donde unos pocos días después moriría.
Después de su muerte se le practicó una biopsia para conocer la causa de su muerte, sin embargo, los resultados de esta nunca llegaron a salir a luz, convirtiéndose así, en una de las historias mejor guardadas del club, el cual prefirió dar cábala con la historia de los mejillones para tapar esa inyección que pudo ser fatal.
*Reportaje realizado para la materia de “Historia del Periodismo Deportivo” que imparte Xavier G. Luque en el Máster de Periodismo Deportivo de la UPF.