Indio: un brasileiro en “Sarriá”
De Fernando Cuesta FernándezAl igual que la economía de la España de la Posguerra Civil, nuestro fútbol se movió básicamente en el terreno de la autarquía durante largos años, utilizando la materia prima autóctona mayoritariamente, salvo en contadas excepciones, aunque estas se llamaron nada menos que Ben Barek, Carlsson, Kubala, Di Stéfano o Wilkes. Primero fue el aislamiento internacional, producto de la Segunda Guerra Mundial, y al finalizar esta, el cordón sanitario que durante algunos años ejercieron los regímenes democráticos respecto al régimen dictatorial del general Franco, aunque el estallido y enquistamiento de la llamada Guerra Fría vinieron a brindarle un auténtico balón de oxígeno, tanto a nivel político y económico (acuerdos con USA y El Vaticano en 1953, ayuda norteamericana al margen del famoso Plan Marshall, ingreso en la ONU en 1955…) como deportivo, con la llegada de excelentes jugadores procedentes del Frío. La visita del San Lorenzo de Almagro argentino, en el invierno 46-47 fue como una golondrina que no hizo primavera, por decirlo líricamente, pero un par de acontecimientos posteriores sí que van a dejar una huella indeleble en el hasta entonces no demasiado colorista panorama del fútbol español.
El primero va a ser la insurrección húngara que tuvo lugar en los meses de octubre y noviembre 1956, reprimida a sangre y fuego por las tropas soviéticas, y que va a propiciar el éxodo de algunos de los mejores jugadores magiares con destino a Europa Occidental, y preferentemente a España. Ladislao Kubala ya había escogido la libertad a finales de los 40 (se estableció en nuestro país con motivo de la gira del Hungaria, en 1950), pero tras los terribles sucesos de 1956 van a venir Ferenc Puskas, Zoltan Czibor y Sandor Kocsis, amén de otros futbolistas menos conocidos y más jóvenes como Peter Ilku, Tibor Szalay, Laszlo Kaszas, Szolnok, Beke, Kuszman, Csabai o Csoka
El otro evento internacional va a ser el Campeonato del Mundo que tuvo lugar en Suecia entre el 8 y el 28 de junio de 1958, y que coronó por primera vez a la selección de Brasil como monarca del fútbol planetario. Europa descubrió a toda una generación de jugadores que practicaban un juego alegre, vistoso y espectacular, el jogo bonito, y si bien los dos elementos más notables, el extremo derecha Garrincha y el interior en punta Pelé van a ser considerados como verdaderos tesoros nacionales, y por lo tanto intransferibles, no ocurrirá así con otros compañeros de escuadra, e incluso con futbolistas que no habían estado presentes en Suecia, y es que en aquellos momentos la denominación de origen brasileña suponía una absoluta garantía de calidad, y casi todos los clubes aspiraban a incorporar cracks de dicha nacionalidad a sus filas. Así, de cara a la temporada 58-59, van a llegar el ariete titular de la Canarinha, Edvaldo Yzidio Neto, más conocido como Vavá, que fichará por el Atlético de Madrid, el extremo Joel, que estampará su firma por el Valencia (donde ya figuraban desde un año antes sus compatriotas Walter y Machado), Recaman (Español) o Duca (Real Zaragoza), mientras que con anterioridad, en el 57, lo habían hecho Evaristo de Macedo (Barça) y Braga (Celta). Al año siguiente, 1959, el fichaje de más relumbrón será el de Waldir Pereira, Didí por el Real Madrid, acompañado por Darcy Silveira, Canario, que a la postre será el más longevo de todos los brasileños importados, pues su estancia en nuestro país como profesional se prolongará por espacio de diez temporadas, pasando sucesivamente por Sevilla, Real Zaragoza y RCD. Mallorca.
GOLEANDO EN RÍO Y EN SAO PAULO
Aluizio Francisco Da Luz, más conocido futbolísticamente como Indio, va a nacer en la localidad de Cabedelo, en el estado de Paraíba, el 1 de marzo de 1931. Paraíba es uno de los estados más pequeños de Brasil, y se halla situado en la zona nordeste del inmenso país sudamericano, una de sus regiones más pobres y áridas, formando parte del Sertao, cuna de enormes desigualdades sociales y míticos cangaceiros. Hoy Cabedelo pertenece al área metropolitana de Joao Pessoa, la capital del estado y la ciudad más oriental de todo el continente americano, y es la cabecera de la Carretera Transamazónica, una de las más importantes de la nación. En una familia con demasiados hijos, como tantos otros brasileños pobres, sus padres van a emigrar en busca de una vida mejor, trasladándose a Rio de Janeiro cuando Aluizio era todavía muy pequeño, en 1939, estableciéndose en una zona llamada Madureira, y allí el futuro españolista va a comenzar a practicar el fútbol, el deporte nacional. Por esos años es cuando surge el apodo de Indio, tal vez debido a que -como el propio Aluizio comentó en una entrevista, muchos años después de su retirada- de niño le gustaban mucho las películas del Oeste, lo que los cinéfilos denominamos Western, y que son conocidas popularmente como “de indios y vaqueros”, lo mismo allí que aquí.
Sus primeros pasos en serio va a darlos en el Bangú, donde permanecerá como amateur entre 1947 y 1949, año en el cual estampa su firma profesional por uno de los clubes más populares de Brasil, el Flamengo de Río de Janeiro, el popular Rubro Negro. Formará parte de la selección juvenil carioca, y debutará frente a un rival de consideración, el Sao Paulo. En mayo y junio de 1951 toma parte en la gira europea del Flamengo, que vence brillantemente en sus diez compromisos. Con los rojinegros va a conquistar el campeonato estatal carioca tres años consecutivos, en 1953, 1954 y 1955, significándose como un gran artillero (obtendrá 142 tantos en 218 partidos), a las órdenes del gran técnico paraguayo Manuel Fleitas Solich (1901-1984), que también dirigirá brevemente al Real Madrid a fines de los 50. Su extraordinario rendimiento va a llevarlo lógicamente a la selección Canarinha, con la cual tomará parte en el Campeonato del Mundo celebrado en Suiza en 1954, y también en el Torneo Sudamericano que tuvo lugar en Lima en 1957, así como en las eliminatorias previas del Mundial de Suecia de 1958, en las cuales marcó un tanto muy importante, el que supuso el empate a 1 precisamente en Lima frente a Peru, venciendo luego en la vuelta Brasil por 1 a 0, gracias a un lanzamiento de falta transformado por Waldir Pereira Didí, la folha seca marca de la casa. En total intervino en 10 partidos con el combinado nacional brasileño, anotando 5 goles, y no jugó más porque en su puesto se encontró con fenomenales rivales como Evaristo o Vavá, más tarde también exportados al fútbol español, y ademas una lesión le impidió formar parte del grupo que deslumbró en Suecia, adonde si fueron los Mazzola (José Altafini, llamado así por su gran parecido con el desaparecido jugador del infortunado Torino), Dida, Vavá y un tal Pelé…
En 1957 cambiará de estado y fichará por el Corinthians paulista, donde va a permanecer hasta el verano de 1959, también con una eficacia realizadora más que notable, 52 goles en 101 partidos, es decir, a una media de un tanto cada dos encuentros. En ese momento viaja a Europa para una gira, jugando en varios países, entre ellos España, donde los paulistas van a enfrentarse al Barça el 24 de junio de 1959, derrotándole en el propio “Camp Nou” por 3 a 5, en un amistoso internacional donde los azulgranas, que acababan de proclamarse campeones de Copa al derrotar fácilmente al Granada por 4 a 1 en el “Bernabéu” (consiguiendo así el doblete a las órdenes de Helenio Herrera), presentaron un equipo plagado de suplentes en sus líneas traseras, e incluso con la incorporación de dos jugadores españolistas, Sastre y Torres, mientras que los brasileños les pasaron literalmente por encima, aunque todavía fue peor cuatro días más tarde, en el mismo escenario, frente al Santos de la gran revelación de Suecia, Pelé, que les aplastó por 1 a 5 con todos sus ases -los Zito, Dorval, Jair, Coutinho y Pepe- flanqueando al jovencísimo Edson, y un once barcelonista aún más flojo.
DESTINO “SARRIÁ”
Técnicamente hablando, Indio era un delantero bastante completo. Fuerte físicamente, a pesar de una complexión no demasiado robusta (1,71 metros de altura y 71 kilos de peso), era rápido en carrera y conduciendo el balón, poseía un buen dribling -lo que ahora llamamos “uno contra uno”- y un excelente remate con ambas piernas y también con la testa, a pesar -repito- de una estatura no muy aventajada. Su llegada fue recibida con alborozo en “Sarria”, como si se tratase de un auténtico crack, a pesar de tener menos renombre que otros ases brasileños -sobre todo los que habían conquistado el primer Mundial para su país en Suecia un año antes-, aunque su pedigree no estaba nada mal, con unos registros goleadores más que notables a sus 28 años. Oriol Pagés nos recuerda en “Pericos Online” (en un excelente artículo del cual somos deudores, habiendo extraído de allí no pocos datos) que Indio fue el primer jugador “de raza negra” que actuaba en el RCD. Español.
Hoy en día esos conceptos basados en la etnia están absolutamente fuera de lugar, afortunadamente, pero hace casi 60 años no cabe duda que la llegada de un futbolista como Aluizio Francisco da Luz causaba general asombro y sensación en cualquier lugar de España (y también en otros países de nuestro entorno, con la excepción de Portugal, por el tema de sus aún vigentes colonias africanas), y añadía una exótica nota de color a un panorama que no es que fuese en blanco y negro, pero aún no resplandecía con el cosmopolitismo de las últimas décadas. El gran rival ciudadano del club españolista, el Barça, había tenido ya varios jugadores de piel digamos tirando a oscura en sus filas, como fueron los también brasileños Fausto dos Santos, de paso efímero a principios de los años 30, y Lucidio Batista da Silva, a finales de los 40, así como el español de padre cubano Francisco Betancourt, a principios de esa última década, pero en aquel momento contaba con una nutrida representación de los que entonces se denominaban “ases de importación”, con Ladislao Kubala a la cabeza, de orígenes húngaros y eslovacos y nacionalizado español, sus compatriotas Kocsis y Czibor, y los sudamericanos Villaverde (uruguayo), Eulogio Martínez (paraguayo) y Evaristo (brasileño). El Español, por su parte, mucho más modesta, había visto al francés de raíces hispanas Marcel Domingo defendiendo su meta entre los años 1952 y 1956 -encabezando al famoso Equipo del Oxígeno-, y más recientemente se había hecho con los servicios de dos buenos delanteros argentinos, Benavides y Coll, para tratar de paliar una endémica carencia goleadora, puesto que su mejor artillero, el extremo Arcas, acababa de retirarse. Indio va a caer, pues, como agua de mayo, uniéndose a su compatriota Decio Cuaresma Recaman (nacido en Río de Janeiro en 1932, jugador de Bangú, y una vez de vuelta a Brasil de la Portuguesa), un fino y larguirucho centrocampista que lógicamente va a convertirse en uno de sus mejores amigos dentro del plantel blanquiazul, y que más tarde militaría en el Valencia, con un breve paso por el Mestalla.
La Junta Directiva del Español, presidida por Federico Marimón, va a apostar fuerte por el fichaje de Indio, y una vez conseguido este, el jugador va a hacer su presentación el 3 de septiembre de 1959, en un partido de homenaje a beneficio del antiguo defensa internacional españolista de la década de los 40 Ricardo Teruel. El encuentro tuvo lugar en el campo de “Les Corts”, ya abandonado por el Barça desde la inauguración del “Camp Nou”, dos años atrás, buscando una mayor afluencia de público y recaudación, cosa que finalmente no se logró, pues tampoco el tiempo iba a acompañar.
El rival fue el Oporto portugués, y así formó el primer equipo blanquiazul de Indio: Vicente; Sastre, Bartolí, Dauder; Recaman, Abel (Campos y Gámiz); Camps, Kubala, Indio (Coll), Muñoz (Ruiz) y Braga. Llama la atención el préstamo de Kubala, en aquel momento muy enfrentado con el entrenador azulgrana Helenio Herrera, y por cuyo concurso ya suspiraba el Español, aunque tendría que aguardar todavía cuatro largos años hasta incorporar a un Laszi ya muy alejado de su mejor momento. Como tampoco, a juicio del historiador españolista Juan Segura Palomares, eran ya las mejores prestaciones de Indio las que iba a brindar el jugador de Cabedelo a su nuevo equipo, a pesar de tratarse -según sus palabras- de un futbolista con clase, disparo fuerte y muy intuitivo y combativo. Por cierto: ganó el Español por 3 a 1, con goles precisamente de Kubala, Coll y Recaman.
Indio va a debutar en partido oficial con el Español en la primera jornada de Liga de la temporada 59-60, y a las órdenes del técnico vasco Antonio Barrios, concretamente el domingo 13 de septiembre de 1959 y en el terreno granadino de “Los Carmenes”, con victoria local por 1 a 0 y esta alineación del conjunto periquito: Vicente; Argilés, Bartolí, Dauder; Sastre, Recaman; Szolnok, Vilchez, Indio, Muñoz y Camps. Y en la segunda fecha, ya en “Sarria” y frente a la Real Sociedad, anotará su primer gol como blanquiazul, el segundo para su equipo, en el minuto 39, reflejando finalmente el marcador un resultado de 4 a 2 favorable al conjunto catalán. El delantero jugará ininterrumpidamente hasta la undécima jornada (29 de noviembre), pero una inoportuna lesión le hará perderse ocho partidos, y no reaparecerá hasta la jornada número 20, en el propio “Sarria” y ante el Valencia (0-2).
Nuevamente dejará de alinearse en la 28 y la 30. En total, va a tomar parte durante su primera campaña españolista en 20 partidos de Liga (la Copa del Generalísimo no podía disputarla a causa de su condición de extranjero), en los que marcará un total de 9 tantos -aunque algunas fuentes le adjudican 10-, con sendos dobletes en el “Insular” y en “Sarria” frente al Sevilla. Unos números bastante en consonancia con sus anteriores registros anotadores en Brasil, salvo en lo tocante a la cantidad de encuentros disputados, pues los problemas físicos van a hacerle perderse un tercio de la competición.
TIEMPOS DIFÍCILES EN CAN PERICO
Tras la campaña de su debut, no redonda pero al menos esperanzadora, Indio no va a tener demasiada suerte en la siguiente, la 60-61. Prácticamente se perderá toda la primera vuelta por culpa de una lesión sufrida en la pretemporada, a la que seguirán, una vez recuperado, nuevos problemas físicos (tan sólo disputará tres encuentros en la ronda inicial, en las jornadas quinta -con dos goles en la aplastante victoria por 5 a 0 sobre el Zaragoza en “Sarria”-, duodécima y decimoquinta), y cuando ya repuesto se reincorpore al equipo titular, la marcha de éste no va a ser precisamente muy boyante (tres entrenadores se turnarán en el banquillo perico: Ernesto Pons, Alejandro Scopelli y el Divino Ricardo Zamora), llegando a las últimas y decisivas fechas con el agua al cuello, incluso con posibilidades de descenso automático, aunque su victoria en “San Mamés” en la última jornada -donde el Athletic de Bilbao no se jugaba nada y el propio Indio va a colaborar en el triunfo, con un gol muy importante cuando los leones se habían puesto por delante 2 a 0 en el marcador- va a suponer que el cuadro blanquiazul eluda incluso la promoción.
El equipo se refuerza con algunos ilustres veteranos de cara a la campaña 61-62 (el barcelonista Zoltan Czibor, el ex -madridista Héctor Rial, el donostiarra Gordejuela y el argentino del Granada Carranza), pero todos ellos ya estaban lejos de su óptima forma, y van a aportar muy poco. El equipo no se aleja de los últimos lugares de la tabla -llegará a ser colista en la jornada 14, con sólo 7 puntos y 7 negativos-, aunque una fecha antes el técnico José Luís Saso es relevado, ocupando su lugar durante un par de encuentros el siempre disponible Ricardo Zamora, y a partir de la jornada 16 otra gran leyenda españolista, Julián Arcas. El conjunto blanquiazul -que aquella misma temporada había debutado en competición europea, tomando parte junto al Barça en la Copa de Ferias- mejorará sensiblemente su rendimiento durante la segunda vuelta, pero aun así no podrá evitar caer finalmente a puestos de promoción, pues se clasifica en decimotercer lugar, con 26 puntos y 4 negativos, teniendo que jugarse la categoría con el subcampeón del Grupo Norte de la Segunda División, el Real Valladolid. Curiosamente esta aciaga temporada es cuando más va a jugar el ariete brasileño, aunque su eficacia anotadora sea baja, pues solamente consigue 8 tantos en 27 partidos.
En el primer encuentro, disputado en “Sarria”, vencen apuradamente los pupilos de Arcas, precisamente merced a un solitario gol marcado por el propio Indio en el minuto 27 de la primera parte, al rematar acertadamente de cabeza una falta botada por Gordejuela. El resultado pudo haber sido más positivo para el cuadro catalán, si Carranza hubiese atinado al lanzar un penalti en el arranque de la segunda mitad, pero el argentino malogró la máxima pena, al enviar el balón a las manos del meta vallisoletano. Pero en la vuelta, rindiendo visita a “Zorrilla”, acontece el desastre… Aquel 6 de mayo de 1962 el Español se presentó con una equipación atípica por similitud de colores con su adversario: camiseta roja y pantalón azul (aunque había saltado al campo con una zamarra blanca, con la que se hizo la preceptiva fotografía ante los reporteros gráficos, pero que hubo de cambiarse a instancias del colegiado señor Birigay). Los dos equipos presentaron las siguientes alineaciones: por el Real Valladolid, Calvo; Gómez, García Verdugo, Pinto; García, Sanchís; Mirlo, Ramírez, Morollón, Rodilla y Molina -como se ve, con dos futuros españolistas: Ramírez y Rodilla-, y por el RCD. Español, Joanet; Argilés, Abel, Rivas; Gordejuela, Bartolí; Muñoz, Domínguez, Sastre, Indio y Camps. Un equipo muy defensivo, diseñado para proteger el resultado de la ida con uñas y dientes. No lo consiguió, sin embargo. Ya en la primera mitad se adelantaron los blanquivioletas, con un tanto de cabeza de García a los 28 minutos de juego, y luego, casi al límite del tiempo reglamentario, el salmantino Rodilla desharía el empate en la eliminatoria, frustrando la posibilidad de un encuentro de desempate y enviando por vez primera en su historia al RCD. Español de Barcelona al infierno de la Segunda División. La desolación en el vestuario visitante del “José Zorrilla” no podía ser mayor.
De cara a esa inédita y dramática experiencia en la categoría de plata del futbol nacional, y sólo unos días después de la debacle, va a dimitir la Junta Directiva presidida por Victoriano Oliveras de la Riva, quedando como presidente en funciones Cesáreo Castilla, que más tarde sería refrendado en unas elecciones y, dato muy importante con vistas al futuro de la entidad, llevando a un joven, ambicioso y dinámico empresario del sector de la maquinaria textil, Juan Vilá Reyes, como tesorero y de hecho auténtico hombre fuerte del club. Se va a contratar como nuevo entrenador al hispano paraguayo Heriberto Herrera, que había sido el verdugo del Español, dirigiendo a las huestes vallisoletanas en la promoción. HH II, también conocido a posteriori como “El Sargento de Hierro”, por utilizar el título de la famosa película dirigida y protagonizada en 1986 por Clint Eastwood, impondrá una férrea disciplina en la plantilla, para tratar de reintegrar al Español por la vía rápida al lugar que le correspondía.
El contrato de Indio con el conjunto de “Sarria” vencía el 30 de junio de 1962, pero el futbolista -muy identificado con la sociedad- deseaba colaborar en su retorno a la élite. De modo que va a seguir, con la condición de nacionalizarse español -a cambio de una compensación económica-, y así dejar libre una plaza de extranjero. Pero al parecer habrá discrepancias entre jugador y club sobre la forma de pago de dicha compensación (Oriol Pagés cuenta que el brasileño quería cobrarla íntegramente antes de la nacionalización, mientras que la entidad pretendía abonarla en su totalidad sólo después de ésta). El caso es que el jugador no regresó de su país, y el papeleo se eternizaba. Tan sólo va a reincorporarse cuando faltaban únicamente seis jornadas para finalizar la competición, debutando en “Atocha”, con una fuerte derrota ante la Real Sociedad (3 a 0). Al domingo siguiente Indio marcará un par de goles en la victoria ante el Orense en “Sarria”, pero el cuadro perico caerá también en Salamanca (2 a 0) e Inca ante el Constancia (1 a 0), y, lo que fue peor, en el crucial encuentro disputado en su propio feudo ante el Pontevedra (1-2), que a la postre va a significar el primer ascenso del conjunto gallego a la máxima categoría. Este Indio con 32 años ya no era el mismo eficaz jugador que llegase en el verano de 1959, y Segura Palomares le defina como “pasado de peso y fuera de forma”.
Al final, pues, el Español no logrará el ansiado ascenso automático, y va a tener que jugarse su futuro nuevamente en una incierta promoción. El adversario en esta ocasión será el Mallorca, pero Indio ya no va a ser protagonista en ninguno de los tres encuentros que fueron precisos para dilucidar quién militaría en Primera División la temporada 1963-64. En el desempate disputado en el “Santiago Bernabéu” el día 23 de mayo de 1963, festividad de La Ascensión (casualmente la misma fecha en la que quien suscribe recibió la Primera Comunión), los blanquiazules derrotarán a los bermellones merced a un solitario tanto marcado precisamente por el sustituto de Indio en la posición de ariete, el sevillano de padres vascos Manuel Idígoras, rematando de cabeza un saque de esquina botado por Boy. Estos fueron los once españolistas que consiguieron la hazaña de regresar a la División de Honor: Piris; Muñoz, Bartolí, Riera; Santos, Abel; Boy, Rivas, Idígoras, Domínguez y Castaños.
REGRESO A CASA
En el otoño de 1963 Indio va a desvincularse definitivamente del RCD. Español de Barcelona. Atrás queda un bagaje de 70 partidos de Liga (27 goles), 4 de Copa de Ferias, y 2 de la malhadada promoción del 62, con aquel solitario gol de “Sarria” que a la postre no sirvió de nada. En total, 76 encuentros y 28 tantos, unos registros claramente inferiores a los alcanzados en su patria, aunque debe servir como atenuante el hecho de que va a coincidir con uno de los peores momentos de la historia españolista, y sin duda el más negativo hasta aquella fecha. De vuelta a Brasil va a enrolarse en el América de Río, el que está considerado como quinto club en el ranking carioca, detrás de los clásicos Flamengo, Fluminense, Botafogo y Vasco da Gama, un cuadro que había destacado a nivel de títulos en las primeras décadas del siglo XX, y que a pesar de su relativa modestia cuenta con numerosas simpatías. Allí el antiguo internacional va a colgar las botas en 1965, con 34 años cumplidos. Su vida posterior al fútbol, sin embargo, no conocerá los mismos éxitos que alcanzase sobre los terrenos de juego, pues no tendrá demasiada suerte en los negocios emprendidos (una mercería, bares, cafeterías…), aunque pudo salir adelante finalmente ejerciendo todo su magisterio de antiguo crack como entrenador de fútbol-base en la prefectura de Caxias. Hoy, residente en Sao Paulo y con 86 años de edad, es una de las grandes leyendas vivas del Flamengo, el club al que sin duda entregó lo mejor de sí mismo.
PD. Estoy en deuda con Oriol Pagés, autor de un interesante trabajo sobre el futbolista, publicado en “Pericos Online” y titulado “Indio”, que me ha servido de guía y apoyado con no poca información para elaborar este artículo.