La llegada del foot-ball a Asturias (I). El primer equipo
De Alberto Díaz GutiérrezCon motivo del centenario de la Real Federación de Fútbol del Principado de Asturias, que se celebra durante el presente año, una exposición itinerante inaugurada en Oviedo el pasado 16 de enero, Cien años de Fútbol en Asturias, recorrerá varios municipios a lo largo de todo el 2015 (ya se ha podido visitar en Luarca y continuará su periplo por Langreo, Llanes, Siero, Lena, Avilés, Gijón y Tineo). Aprovechando la efeméride, damos inicio a una serie de artículos en los que trataremos de abordar las vicisitudes del deporte del balón en la región durante aquellos primeros tiempos.
Al contrario de lo sucedido en otras latitudes de nuestro país, donde la existencia de núcleos de población foráneos vinculados fundamentalmente con los ramos industrial y comercial fueron los introductores de los juegos de pelota nacidos en los colegios británicos, puede afirmarse que el fútbol llegó a Asturias por vía estrictamente académica; a través de las aulas. Un fragmento del texto que sirve de presentación al libro 100 años del Real Sporting de Gijón (2005) nos permite ofrecer una panorámica de la situación:
“Entre el XIX y el XX, a caballo de siglo debió de desembarcar el juego del balompié en las costas asturianas. Llegó como avanzadilla de un nuevo estilo de vida que, procedente de las Islas Británicas, muy pronto arraigaría entre los elementos más jóvenes y ociosos de la burguesía y aristocracia locales. La vida deportiva, la cultura física, venía siendo un elemento de formación indispensable en las Escuelas Públicas[1] inglesas desde finales del siglo XVIII. Y precisamente serían los estudiantes, a través de colegas residentes en las Islas, o de estancias en los internados belgas, suizos, alemanes…, los primeros en practicarlo en la región.
La Universidad de Oviedo jugó un papel determinante en la difusión de los deportes practicados en los colegios anglosajones. Merced a un claustro imbuido del espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, bajo el rectorado de Félix de Aramburu, el centro docente daría gran importancia al fomento de la Educación Física como parte de la formación integral de la persona. No en vano, tres de los catedráticos más influyentes de la época —Adolfo Buylla, Aniceto Sela y Adolfo Posada— habían asistido en junio de 1894 al Congreso de París, en la Sorbona, en el que se constituyó el Comité Olímpico Internacional. El llamado «Movimiento de Oviedo» puso a la institución a la cabeza de las universidades españolas por su afán renovador, su adhesión a la libertad de cátedra y su interés por la pedagogía y por la educación física y moral. Como consecuencia de todo ello, en noviembre de 1901 surgía en la capital la Unión Escolar Ovetense, agrupación cultural y recreativa en cuyo seno se fundó el Foot-Ball Club Escolar, el primer equipo de Asturias”.
En efecto, la introducción de las actividades deportivas como complemento necesario y deseable al desarrollo formativo de los alumnos se debió a la tenacidad de un grupo de intelectuales regeneracionistas, tan entusiastas como decididos, que obtuvieron sus cátedras en la Universidad de Oviedo en las últimas décadas del siglo XIX. No es casualidad el que buena parte de los profesores que terminaron integrando el Grupo de Oviedo, asturianos en su mayoría, colaboraran activamente con la Institución Libre de Enseñanza. Ya en 1886 Adolfo González Posada y Adolfo Álvarez Buylla acompañaron a Giner de los Ríos, Manuel Cossío y otros institucionistas en una excursión pedagógica por Francia, Inglaterra y Bélgica. Y los dos Adolfos junto a Rafael Altamira, Aniceto Sela o Leopoldo Alas Clarín, entre otros, participaban asiduamente en el Boletín que publicaba la entidad madrileña con estudios y artículos académicos.
Es obligado recordar que la ILE había sido fundada en 1876 por diversos catedráticos que se desligaron de la Universidad Central de Madrid tras la entrada en vigor del llamado “Decreto Orovio”, que permitía suspender la libertad de cátedra en caso de que atentara contra el régimen establecido, la monarquía o los dogmas de fe (la Restauración había afirmado la confesionalidad del estado). La institución se creó como un centro privado laico, siguiendo los principios del Krausismo (corriente filosófica que propugnaba la libertad de cátedra ante cualquier injerencia de índole religiosa, política o moral), desarrollando su actividad al margen del sistema educativo de la nación, de ahí su nombre. Esta situación se mantendría hasta la primera alternancia liberal, en 1881, año en que mediante Real Orden se derogaba el “Decreto Orovio”, pudiendo regresar a la enseñanza reglada aquellos catedráticos expulsados o dimitidos de sus cargos.
Los impulsores de la ILE propugnaban una reforma pedagógica en toda regla, considerando la educación elemental y la secundaria como partes de un mismo proceso, continuado, que habría de desembocar en los estudios universitarios. Abogaban por la modernización de los métodos de enseñanza, que debía ser mixta y centrada en la formación integral del alumno. Este último punto quedaría reflejado en los Principios Pedagógicos que Manuel Cossío redactara en el Prospecto de 1908, dando cuenta de los preceptos que venían animando a la institución desde sus inicios: “Trabajo intelectual sobrio e intenso, juego corporal al aire libre; larga y frecuente intimidad con la Naturaleza y con el arte”.
No es extraño pues que los juegos de pelota de los centros educativos anglosajones fueran tomados como referencia por los rectores de la ILE a la hora de impulsar la cultura física entre sus estudiantes. Requerían de un esfuerzo conjunto en pos de la consecución de un objetivo, debiendo superar además a un adversario, todo ello sujeto a unas normas preestablecidas. Resulta evidente las ventajas en todos los órdenes que dichas actividades recreativas podían suponer para los jóvenes, aparte del desarrollo corporal: cultura del esfuerzo, trabajo en equipo, disciplina, respeto, sociabilidad… sin olvidar la diversión claro.
Abundando en la relación entre Madrid y Oviedo que venimos significando, vamos a citar un párrafo del libro Elogio de la inquietud (1923), cuyas tesis siguen de absoluta actualidad, escrito por el gijonés Ernesto Winter Blanco, ingeniero, humanista y pedagogo, primer director del Orfanato Minero de Oviedo durante los años treinta, quien trabó contacto con la ILE mientras realizaba estudios de arquitectura en la Universidad Central de Madrid:
“[…] Hace unos 30 años, el Sr. Cossío, de la Institución Libre de Enseñanza, trajo a España el primer balón de foot-ball. Recuerdo haber visto jugar a Cossío y a D. Francisco Giner, siendo portero de un campo el Sr. Altamira. Mucho después se generalizó ese juego, ganando en eficiencia y eficacia, perdiendo en ingenuidad y finura”.
Conviene señalar que, si bien está documentado el hecho de que desde 1889 profesores y alumnos de la ILE venían celebrando partidos de fútbol los domingos por la mañana, bastante más arriesgado es consignar la identidad de la persona que introdujo el primer balón en nuestro país, ni siquiera en Madrid (véase La aguja del pajar. El origen del fútbol en Madrid, de Víctor Martínez Patón y Luis Javier Bravo Mayor, Cuadernos de Fútbol nº 47, y Stewart Henbest Capper, arquitecto del deporte madrileño, de Luis Javier Bravo Mayor, nº 60), no obstante, la presencia de Rafael Altamira jugando de portero en la capital junto a Cossío y Giner de los Ríos no deja de resultar significativa.
Los catedráticos de la Universidad de Oviedo dieron muestras de su interés por los deportes desde un primer momento, llegando a crear un club de velocipedistas con profesores y alumnos. En 1885 Adolfo Buylla publicaba en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza una reflexión sobre la Educación Física y Moral en las Universidades[2], y Adolfo Posada en su libro Ideas Pedagógicas Modernas (1892) hablaba de los magníficos “parques de juego” de Oxford y de la importancia que la práctica de las diversas disciplinas atléticas ofrecía a la hora de establecer un programa educativo equilibrado. Por su parte, Aniceto Sela ponía de manifiesto esta idea de forma contundente en su Discurso de Apertura al Curso 1892-93:
“A los profesores toca impulsar la organización de ejercicios físicos de todas clases, y de juegos corporales al aire libre, que son los que con preferencia recomienda la higiene. Necesitan aquí, como en todo, predicar con el ejemplo; juzgar ellos los primeros… y si alguien se sonriera de oírme preconizar esta «degradación» de la respetable toga, cuente que en Inglaterra (bien que se trata de un país insignificante y atrasado) para ser Rector de una Universidad, no vale a veces tanto poseer una alta reputación científica, como saber jugar el criquet”.
La presencia de los tres catedráticos asturianos en el Congreso de París, en las jornadas que dieron origen al Movimiento Olímpico Internacional, no es sino una constatación más de su interés por el fomento de los deportes, aunque debe consignarse que su presencia en el mismo fue testimonial y puramente accesoria. No iban en representación de España como adalides de un futuro Comité Olímpico nacional, ni probablemente el aspecto competitivo entre naciones, ciertamente alejado de la visión pedagógica y formativa que les animaba, despertara en ellos más que curiosidad y acaso el anhelo de que sirviera de estímulo para la definitiva consolidación de la educación física (véase Los profesores asturianos en el Congreso de 1894. Su testimonio por Fernando Arrechea. Olimpismo. Abril de 2012). En realidad, acudieron a Francia comisionados por el gobierno español, sin cobrar un duro por cierto, para “estudiar la cuestión de los exámenes”[3] visitando ministerios, centros educativos y facultades de varias ciudades, además de entrevistarse con personalidades del mundo universitario, intelectual y científico del país vecino, a la par que asistían a cursos y conferencias. Una agenda apretada la suya.
En todo caso, resulta innegable su deseo de acudir al evento a tenor de lo expresado por el propio Adolfo Buylla en la carta de respuesta a la invitación cursada por el barón de Coubertin, secretario general de la Unión de Sociedades Francesas de Deportes Atléticos, a la Universidad de Oviedo (correspondencia que se realizó en francés y cuyas transcripciones figuran en el libro de Ángel M. Magdalena, Los pioneros españoles del olimpismo moderno):
“(…) Estoy muy interesado por los Deportes Atléticos y por ello deseo vivamente participar en el Congreso. Cuento con llegar a París en la fecha de la reunión del Congreso y le anuncio que me acompañarán los Sres. Posada y Sela, profesores representantes de nuestra Universidad en el Congreso.
Le ruego nos reserve tarjetas de entrada que recogeremos nosotros mismos a nuestra llegada a París (…).”
Aprovechando su estancia en la capital francesa los catedráticos encontraron tiempo para asistir a varias sesiones del Congreso del Sport, aunque sus muchas obligaciones les impedirían tomar parte activa en las deliberaciones del mismo. Resulta curioso constatar el “chasco” que se llevaron con Coubertin y algún otro de los impulsores del renacimiento de la educación física en Francia, como reconocía el propio Adolfo Posada al repasar aquellas jornadas en un artículo publicado en la revista La España Moderna. Esperaban encontrarse con todo un sportman y para su sorpresa se toparon con un hombre bajito, de rasgos delicados y escaso porte atlético.
Ya de vuelta en el Principado los académicos recibieron con agrado los diplomas conmemorativos del Congreso Internacional para el Restablecimiento de los Juegos Olímpicos, remitiendo a su vez una carta de agradecimiento al barón, redactada en esta ocasión por Aniceto Sela:
“(…); el Sr. Posada y yo le agradecemos mucho este grato recuerdo que conservaremos con la mayor estima. Le enviaré al Sr. Giner el suyo a Madrid, donde reside.
No hemos recibido el del Sr. Buylla (Adolfo), miembro, como nosotros, del Congreso, aunque él asistía en su propio nombre. Le agradaría mucho recibirlo, y si tuvieran diplomas corporativos, nuestra Universidad de Oviedo colocaría el suyo en un lugar de preferencia.
Le agradecería asimismo me enviara las conclusiones adoptadas por el Congreso, con el fin de poder elaborar un artículo para los periódicos españoles y redactar un informe de nuestra comisión que, por falta de tiempo en París, no podríamos realizar sin su valiosa colaboración…”
Sin embargo, pese a figurar en la vanguardia del movimiento deportivo internacional, la presencia de los profesores universitarios en la cumbre parisina no sirvió para que en nuestro país se viviera un fomento de los sports. A lo sumo, el gobierno introducía la Educación Física en la enseñanza secundaria de forma experimental, creando las cátedras de Gimnástica Higiénica en los Institutos (1893), consistente en la realización de ejercicios corporales, materia que debía impartirse en las dos primeras horas de la mañana. Los deportes no encontraban acomodo en el sistema educativo. Ni siquiera en el Principado tuvo mayor relevancia la aventura olímpica, como refleja Macrino Fernández Riera en su obra Deporte y Educación Física en Asturias (2010):
“(…) Muy bien. En los archivos estos tres ilustres catedráticos asturianos en la trascendental cita parisina, génesis de las olimpiadas modernas. Pero, ¿puede afirmarse que su presencia en tan importante evento tuvo alguna trascendencia para la difusión y el desarrollo del deporte en Asturias? Pues no parece que tuviera mucha, pues a su vuelta las cosas siguieron, más o menos, donde estaban. Baste como ejemplo decir que no consta que las novedosas clases de Gimnástica que se impartían en el Instituto, íntimamente unido a la Universidad no solo por la autoridad que sobre él tenía el rector, sino también porque estaba instalado en sus propias dependencias, sufrieran algún tipo de modificación, ni en sus objetivos, ni en sus contenidos (…).
(…) Acaso volvieran los tres con renovados deseos de aumentar entre los asturianos la nómina de prosélitos ganados para el sport, pues no en vano habían asistido, junto a las más destacadas personalidades del deporte mundial del momento, al acto fundacional del moderno movimiento olímpico. En todo caso, poco más podían hacer que lo que ya habían hecho con anterioridad a su estancia parisina: escribir acerca de las bondades que la práctica deportiva reservaba en lo tocante a la educación de las nuevas generaciones y animar a los estudiantes a formar clubes o asociaciones que, al estilo de las existentes en las universidades inglesas, promovieran el excursionismo o la práctica del foot-ball entre sus integrantes”.
Pero, sin duda, el gran salto adelante del claustro universitario ovetense se produjo en 1898 cuando, con Clarín al frente del rectorado, se decidió a adaptar al medio burgués de la capital asturiana, conservadora y provinciana como tan colosalmente retratara Leopoldo Alas en La Regenta, la Extensión Universitaria (University Extension) que con tanto éxito se venía practicado en Inglaterra. La nueva experiencia se inició con los cursos populares para obreros (seguidos con avidez por los asistentes, a decir de Posada). Después vendrían todo tipo de cursillos y conferencias, las clases experimentales, la consolidación de las Colonias Escolares veraniegas para niños de escasos recursos (que ya venía organizando la Universidad desde 1894), las excursiones de carácter cultural o recreativo,… hasta que en 1901 los sports se introdujeron formalmente en el ámbito universitario.
Consultando los Anales de la Universidad de Oviedo, en concreto el tomo referido al curso 1902-03, encontramos un capítulo dedicado por entero a una agrupación cultural y recreativa, la Unión Escolar Ovetense, escrito por el alumno, y secretario de la misma, Leopoldo Méndez Saavedra. Por su interés, lo reproducimos en su totalidad:
“LA UNIÓN ESCOLAR OVETENSE
Fundación y Organización
Con el lema Unión y cultura, y siguiendo el ejemplo dado por otras Universidades, se creó la Unión escolar Ovetense, a principios del curso de 1901 a 1902.
Fueron los iniciadores de tan loable asociación estudiantil, en primer lugar, algunos señores catedráticos; y en segundo término, varios estudiantes que, con verdadero y laudable ahínco, llevaron sobre sí la tarea no fácil de allegar recursos para poner en práctica la «asociación de la clase escolar ovetense».
Tras muchas vicisitudes, que no son del caso señalar, la comisión organizadora vio sus esfuerzos compensados, y la idea que con cariño fue acogida por el pueblo de Oviedo, tuvo su realización. A fines de Noviembre de 1901 se verificó la apertura de la Unión escolar Ovetense, en acto solemne que presidió, por ausencia del ilustre rector del primer centro docente asturiano, Sr. Aramburu, el catedrático de Derecho civil Sr. D. Fermín Canella y Secades, y a cuya mayor brillantez contribuyeron la presencia de la mayoría de profesores de la Universidad e Instituto, y gran número de particulares amantes de toda obra que signifique cultura y unión.
Fundada la Unión escolar era preciso que sus fines fuesen conocidos y su organización encaminada a cumplirlos eficazmente. A este objeto fue formulado, discutido y aprobado su Reglamento, en el que aparecían reflejados los fines principales que había de desenvolver la Sociedad; era el primero y más importante el educativo; el segundo y secundario, el recreativo.
En cuanto a la organización de la Unión escolar Ovetense, se halla basado en las de otras sociedades hermanas existentes, como las de Madrid, Barcelona, etc. Al frente de la Sociedad se halla la Junta directiva, formada por elección y con elementos de las diversas Facultades existentes en nuestra Universidad.
Las atribuciones de la Junta directiva que conciernen a la dirección y administración de la Unión escolar, se hallan limitadas por la Junta general, o reunión de la mitad más uno de los socios, cuya decisión es necesaria para tomar acuerdos de capital importancia a la Sociedad.
La Junta directiva, compuesta de presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y tantos vocales como grupos, por cursos, haya en la Universidad, se renueva todos los años y sus miembros pueden ser reelegidos.
Trabajos.
A desenvolver los fines educativo y recreativo, objeto de la Unión escolar Ovetense, se dedicaron con atención preferente las Juntas directivas que han estado al frente de la Sociedad nacida bajo tan buenos auspicios.
El fin educativo, que fue siempre atendido, se cumple mediante Conferencias y Lecturas que algunos, muy pocos, señores socios, sin pretensiones de ningún género, y sólo con el fin de soltarse a hablar ante público y ampliar estudios solamente tocados en la cátedra, por la brevedad de los cursos, dan semanalmente. Estuvieron estas Conferencias, a las que asistía numeroso e inteligente público, a cargo de los Sres. Buylla, Sicardo, Ladreda, Martínez y el que esto escribe.
Desde otro punto de vista y para cumplir el fin que examinamos, se creó la biblioteca, que poco a poco han ido formando, con donativos valiosos, muchos profesores y algunos particulares y socios protectores de la Unión escolar Ovetense.
Es digno también de notar, y produjo resultados satisfactorios, el Certamen Científico-Literario, organizado por la Unión general en el curso de 1902 a 1903, con objeto de fomentar la cultura entre la clase escolar y cumplir de tal suerte su fin educativo. Con la cooperación de los diversos centros docentes de Oviedo se hizo, y el número de trabajos recibidos, algunos notables, demostraron la necesidad de que estos certámenes se repitan y amplíen.
Por lo que respecta al fin recreativo de la Sociedad, se cumple acaso mejor que el educativo, sin que éste deje, como por lo escrito se nota, de manifestarse. La formación de un gimnasio bastante completo; la creación del «Foot-Ball Club Escolar», que funciona activamente y ha logrado arraigar ese sport en Oviedo, y el establecimiento de cuantos juegos no prohíben las leyes, muestran cuánto se ha hecho por cumplir a la perfección el fin de que hablamos.
Propósito.
Mucho ha hecho la Unión escolar Ovetense en los años que cuenta de vida, pero mucho le queda por hacer, según entiendo, para que su creación quede justificada y su nombre vaya unido a algo útil y grande.
Campo de acción no falta nunca para hacer el bien y en sus fines éste va envuelto. Tampoco se achaque su inacción a falta de medios, que nunca faltarían si se buscasen con ahínco. Falta tan sólo una voluntad decidida y constante de realizar con toda la mesura necesaria, pero sin pararse, todo lo que cumpla al fin y carácter de la asociación creada. Esperemos que esto se cumplirá en plazo breve, ampliando el actual campo de acción de la Unión escolar«.
Del funcionamiento de la Unión Escolar sabemos que, como todo centro universitario, cerraba sus puertas durante el verano para abrir de nuevo con el comienzo del curso. Y también que pronto dispuso de un local social, en la calle Marqués de Gastañaga, que se convertiría en lugar de reunión habitual de los primeros sportmen ovetenses.
Con respecto a las actividades del Foot-Ball Club Escolar, contamos con un testimonio en primera persona de indudable relevancia. En julio de 1936 la revista Estampa publicaba una amplia entrevista con el entonces Ministro de Industria de la República, D. Plácido Álvarez-Buylla Lozana (hijo del catedrático Adolfo Álvarez Buylla), en la que se recogía su amplia trayectoria futbolística. En la misma, al echar la vista atrás para recordar sus inicios balompédicos en la capital del Principado, mezclaba los recuerdos de su paso por el club universitario y los de su posterior estancia en las filas del F.C. Ovetense, llegando a fechar sus inicios en el equipo carbayón “allá por 1900”. Algo comprensible dado el periodo de tiempo transcurrido. De entre sus vivencias, destacamos las referidas al equipo estudiantil:
“(…) La Federación Escolar organizó rápidamente su equipo, y de él formé yo parte, Aquellos muchachos no eran unos virtuosos del balón, pero su buena voluntad, y más su intuición que los conocimientos técnicos, les permitieron ser un equipo difícil de vencer. El señor Álvarez Buylla sonríe recordando aquellos días, y, después de una pausa para encender un cigarrillo, me dice:
— ¿Sabe usted quién jugaba algunas veces en el equipo?”
— ¿Quién?
— Pues nada menos que el ilustre catedrático de Historia, don Rafael Altamira, que entonces era catedrático de la Universidad de Oviedo.
Su presencia en el equipo escolar fue necesaria en algunos partidos, y él no dudó en ayudarnos, poniendo al servicio de todos sus facultades físicas, como diariamente nos ayudaba con sus vastos conocimientos históricos. La diferencia de edad no era óbice para que fuera un refuerzo en el equipo, que tan necesitado estaba de ellos“.
Nos queda la duda de saber cuándo se dio el primer puntapié a un balón de fútbol en los círculos universitarios de la capital. No es improbable suponer que durante la última década del siglo XIX profesores y alumnos pudieran haberse ejercitado con una pelota en cualquier excursión, aprovechando los numerosos prados de la ciudad y alrededores. No parece descabellado a tenor de lo reflejado por Aniceto Sela en el primer volumen de los Anales de la institución, correspondiente al año 1901. Como introducción al capítulo dedicado a dichas excursiones afirmaba que las mismas eran un procedimiento académico de primer orden, en las que el profesor podía no sólo enseñar sino confraternizar con los alumnos, así como dirigir su conducta moral y su educación física: “Los jóvenes que concurren a las aulas universitarias se hallan tan necesitados como los que más de que los lleven al campo, a donde no suelen ir por su propia iniciativa; de conocer las bellezas de la Naturaleza; de respirar el aire puro y saludable; de ejercitar sus fuerzas con juegos y largos paseos a pie, al mismo tiempo que recogen in situ materiales y datos para sus estudios”.
En todo caso, habría que esperar a 1903 para que jóvenes de la alta sociedad asturiana, algunos de los cuales habían estudiado en el extranjero, se decidieran a fundar los primeros equipos de fútbol representativos en Oviedo, Gijón, Avilés, y… Madrid.
“Referencias”
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– Bravo Mayor, Luis Javier y Martínez Patón, Víctor (2013, 1 octubre). La aguja del Pajar. El origen del fútbol en Madrid. Cuadernos de Fútbol nº 47. http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2013/10/la-aguja-del-pajar-el-origen-del-futbol-en-madrid/
– Bravo Mayor, Luis Javier (2014, 1 diciembre). Stewart Henbest Capper, arquitecto del deporte madrileño. Cuadernos de Fútbol nº 60. http://www.cihefe.es/cuadernosdefutbol/2014/12/stewart-henbest-capper-arquitecto-del-deporte-madrileno/
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– Crespo Carbonero, Juan A. (1998). Democratización y reforma social en Adolfo A. Buylla: economía, derecho, pedagogía, ética e historia social. Oviedo. Servicio de Publicaciones de la Universidad de Oviedo.
– Díaz Roncero, Francisco (1936, 4 julio). Yo he sido defensa del Madrid (entrevista a Plácido Álvarez-Buylla Lozana). Estampa (pág. 9-12, 47). Madrid.
– Fernández Riera, Macrino (2010). Deporte y Educación Física en Asturias. De los inicios a la Guerra Civil. Gijón. Instituto Rosario de Acuña y Zahorí ediciones.
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Prensa
– El Carbayón. Oviedo, 13-06-1902.