Luces y sombras en el Badía de 2B (2ª Parte).
De María del Mar Llompart Morro y María del Mar Martínez SanzTras una primera y durísima temporada en la Segunda B, el Badía se encontraba –a pesar de todo- exultante de alegría por haber conseguido la permanencia. Ahora bien, la felicidad tenía los días contados, la temporada 1988/89 iba a verse ensombrecida por unos acontecimientos que hicieron tambalear los cimientos de la entidad hasta tal punto que se temió por su desaparición. Únicamente el esfuerzo y la entrega de todo el equipo deportivo proporcionaron algo de luz a un año lleno de sombras.
Con la clausura de la temporada 1987/88 la directiva continuó con el señor Miguel Meca en la presidencia y el señor Miguel Fuster como vicepresidente. Una de las primeras gestiones que se llevaron a cabo fue el cambio de nombre del club, que pasaría a denominarse Club Deportivo Cala Millor. Dicho cambio de nomenclatura, sin embargo, no sería efectivo hasta la siguiente temporada por motivos federativos.
Respecto a la situación económica, esta empezaba a ser convulsa. La temporada se había cerrado con un déficit de 6 millones de pesetas y la plantilla aún no había cobrado las últimas cuotas de sus contratos. Aún así la directiva aprobó para la presente temporada un presupuesto de 40 millones, el cual empezó a gastar temerariamente en nuevos fichajes que superaban la economía real del club, así como en la presentación de estos nuevos jugadores en la capital insular y no en el municipio de Son Servera, como siempre se había hecho. Todo ello fue recogido y duramente cuestionado por la prensa comarcal, muy sensible a los gastos innecesarios.
Al margen de las cuestiones financieras, también se anunció el fichaje de Santiago Araujo como técnico deportivo en substitución de Pedro González, lo que conmocionó a toda la afición serverense. En cuanto a la plantilla, se produjeron las bajas de Mut, Badía, Company, Jaime, Parera y Carrió. Mientras, se fichaba a Onofre –procedente del Manacor-, Frau –del Poblense-, Ortega –del Motril-, Salom –del Cide-, Prol –del Lugo- y Arteaga –del Compostela-. Así, la plantilla para el curso 1988-89 estaba integrada por Arteaga y Julio I en la portería, acompañados de Salom, Pastor, Mesquida, Sebastián, García y Julio II en la defensa; en el mediocampo se situaban Obrador, Salvuri, Sansó, Prol, Julián, Barceló, Nadal y Nebot; y en la delantera Onofre, Femenías, Fuster y Ortega.
El inicio de la nueva temporada fue inmejorable, permaneciendo el equipo imbatido en las cuatro primeras jornadas de liga. Sin embargo, a estas le siguió la primera derrota en el feudo del Andorra, donde el equipo balear dejó claro que fallaba tanto en el ataque como en la defensa. Eso provocó que el malestar -iniciado por una gestión cuestionable – fuera en aumento, lo que acarreó que tanto la afición como la prensa comarcal proyectaran su enfado sobre la figura de Santiago Araujo, acusándolo de utilizar un sistema de juego anticuado y de no saber aprovechar el potencial de sus jugadores.
A los malos resultados deportivos se unió el descubrimiento de la crisis económica que vivía el club desde el inicio del curso, provocada por la nefasta gestión del señor Miguel Meca, quien dimitió en noviembre. Inmediatamente, el hasta el momento vicepresidente, Miguel Fuster, se hizo cargo de la directiva cesando a Santiago Araujo y colocando al segundo entrenador, Bernardo Gelabert, al frente del equipo. Esto supuso un aumento del déficit a causa de las sucesivas multas que la RFEF imponía al club por no disponer de un entrenador con el Título Nacional –las tres semanas que Gelabert permaneció como entrenador se debieron pagar tres multas de 7.900, 15.800 y 31.600 pesetas-. A causa de esto, se iniciaron los contactos con Pedro González y el Constancia para que el ex entrenador regresase a su antiguo club. La prensa y la afición no entendieron estas gestiones porque suponían un nuevo desembolso en concepto de fichaje y de indemnización al club inquero por la cesión. Además, a todos estos gastos se le sumó el pago de la indemnización a Santiago Araujo por incumplimiento de contrato.
Con Gelabert al frente del equipo, el Badía mejoró claramente su juego. Bajo sus órdenes, el conjunto consiguió en siete partidos 3 victorias, 2 empates y 2 derrotas. Dos de los triunfos fueron de los más destacados de la temporada, uno por 3 a 0 contra el San Sebastián y otro por 5 a 0 contra el Arnedo. Para este último encuentro, el once presentado por Gelabert fue Julio, Sebastián (Servera II), García, Salas, Mesquida, Salvuri, Onofre, Nadal, Femenías (Pastor), Obrador y Julián. El Badía superó con creces al Arnedo y así lo reflejó la prensa “El dominio ha sido apabullante del cuadro de Cala Millor sobre el Arnedo que, prácticamente, no ha inquietado ni en una sola ocasión al guardameta Julio, que ha sido espectador del encuentro. Se marcaron cinco goles y pudieron ser bastantes más…”
Con el inicio de la segunda vuelta llegó, para hacerse cargo del equipo, Pedro González. El Asturiano, como se le apodaba en la isla, se encontró con una plantilla en un estado de ánimo crítico debido a que los jugadores llevaban meses de impagos, lo que les afectaba tanto personal como profesionalmente. Aún así, en todo momento demostraron una inmensa lealtad al club y a la afición, así como una gran profesionalidad luchando al máximo en cada partido e incluso renunciando a parte de sus contratos. En contraste, hay que añadir que, si bien los jugadores mostraron una dignidad y un pundonor loables, la decepcionada afición, se alejó de aquel equipo que tantas satisfacciones le había regalado.
Con la llegada de González se notó cierta mejoría en el juego, pero aún así, el Badía no conseguía sumar los puntos necesarios, provocando la entrada intermitentemente en la zona de descenso. De los partidos llevados a cabo bajo las órdenes del nuevo técnico hubo tanto buenos como malos resultados. Por un lado, las grandes goleadas por 4-1 al Barcelona Aficionados o -en la última jornada- al Binéfar por 3-0 y por otro, las tajantes derrotas por 4-1 contra el Tarrasa o por 5-0 contra el San Sebastián. De hecho, el partido del Badía contra el Barcelona Aficionados fue calificado por la prensa como “El mejor partido del Cala Millor en su campo, con clara y merecida victoria” y que fue “jugado con fuerza y profesionalidad”. Aún así, el equipo tuvo que luchar hasta el último minuto de liga para conseguir la ansiada permanencia.
Los últimos meses de liga fueron agónicos para la entidad. El déficit, que había aumentado a 20 millones de pesetas, dificultaba el seguir disputando la liga. Solamente la inyección de efectivo, por parte de la Asociación Hotelera y de las ayudas de los vecinos del municipio, permitió al equipo terminar la temporada como decimoquinto clasificado con 33 puntos. Ahora bien, los héroes reales fueron: los jugadores, que a pesar de las dificultades, siguieron entregados a los colores y, por encima de todos, el técnico Pedro González, que siempre demostró entrega y fidelidad al club.
Así, el paso por la Segunda B había generado un déficit de aproximadamente 11.000.000 de pesetas, una cantidad más que considerable para un equipo de la modesta talla del Badía. Ese déficit y la imposibilidad de hacerse cargo una temporada más de los gastos que acarreaba la Segunda B -costes de transporte, arbitrajes, fichas…-, provocó que la Junta Directiva decidiera, el 10 de julio de 1989, renunciar a la categoría.
El regreso a la Tercera balear fue durísimo, las limitaciones económicas y la decepción de la afición, marcarían al Badía largo tiempo. Los años venideros supusieron: la aprobación de presupuestos muy limitados, el impago a los jugadores –quienes finalmente renunciarían en algunos momentos a los atrasos-, la pérdida y la reducción de subvenciones, la falta de patrocinadores… y lo que resultó más dramático, perder la confianza de su afición.
A pesar de todas estas dificultades, el club siguió en pie gracias a una directiva que, ahora presidida por Juan Brunet, luchó estoicamente para sanear las cuentas y también gracias a una platilla que defendió los colores ante cualquier adversidad. De este modo, el club consiguió mantenerse en Tercera siete temporadas más hasta que en el curso 1995/96, terminando la liga como colista, descendió a Preferente balear. En esta, permaneció hasta la temporada 2006/07 cuando regresó por un curso a Tercera, momento en el cual también recuperó su nombre originario, CD Serverense.
La historia del Badía en Segunda B no dista mucho de la de otros clubs en los que el paso por la categoría de bronce y la mala gestión llevan al endeudamiento de la entidad, lo que en muchos momentos supone la renuncia a la categoría o, en ocasiones, la disolución. Solo por citar algunos ejemplos recientes, lo mismo le sucedió al Sporting Mahonés o el Sporting Villanueva, lo que en ambos casos se abandonó la categoría a mitad de temporada por falta de liquidez. Lo cierto es que para algunos clubs el ascenso a la 2B es lo máximo a lo que pueden aspirar, de ahí la euforia que provoca. Sin embargo, este sentimiento tiene un precio, el exceso y el abuso de las posibilidades reales de la entidad.
Aquí termina, por el momento, la historia de un pequeño club que fue herido por la implacable Segunda B, pero que aún así logró con entrega y perseverancia reponerse para, de este modo, seguir luchando por un sueño que empezó en 1945 con un partido entre amigos.