Marañón, un centrocampista singular
De Fernando Cuesta FernándezEspaña es el vigente Campeón de Europa y del Mundo, pero aun así hoy en día no le resulta demasiado difícil a un jugador que destaque el ser internacional con el combinado absoluto. Sin embargo en los años 60 y 70 se disputaban muchísimos menos partidos internacionales, y a la Selección únicamente acudían los futbolistas que militaban en los principales clubes, razones por las cuales hombres muy válidos vistieron en contadas ocasiones la camiseta nacional, y otros ni siquiera llegaron a hacerlo. Un jugador que indudablemente hubiera salido ganando en el fútbol actual es quien nos ocupa en esta ocasión, Ramón De Pablo Marañón, un centrocampista de gran poderío físico que militó en numerosos clubes, pero ofreció sus mejores prestaciones en el Centro de Deportes Sabadell, en la época dorada de los arlequinados en Primera División, con Bernardino Pérez Elizarán, «Pasieguito», en el banquillo.
Tal vez el fútbol español haya sido demasiado rácano con Marañón ( San Román de la Lanilla, Cantabria, 1938 ). No pudo triunfar en los equipos grandes donde militó – Atlético de Madrid y Barcelona -, aunque sí lo hizo en el modesto C.D. Sabadell, y tampoco llegó nunca a paladear las mieles de la internacionalidad. Se trataba de un centrocampista muy completo, de envergadura, recorrido y buena condición física y técnica, capaz de erigirse en el dueño de la zona ancha, y presentarse con peligro en el área rival. Tras forjarse en varios equipos de su tierra, el San Justo y el Florida, el Atlético se le llevó para el Metropolitano en edad todavía juvenil, haciéndole debutar en Primera División. Fue en los comienzos de la temporada 56-57, concretamente en la quinta jornada, en un encuentro disputado en el campo de Mestalla frente al Valencia. Antonio Barrios era el técnico colchonero, y esta fue la primera alineación rojiblanca del joven jugador santanderino: Pazos; Marañón, Herrera, Verde; Buendía, Cobo; Miguel, Agustín, Rafa, Peiró y Collar. En aquella campaña volvería a alinearse en otro partido, también lejos de la capital, en «Torrero» y ante un Real Zaragoza en cuyo horizonte aun no se intuían «los Magníficos». También formó como defensa lateral derecho.
La siguiente temporada, la 57-58, la va a iniciar Marañón como titular, siempre como lateral derecho, gozando de la confianza del nuevo entrenador, el eslovaco Ferdinand Daucik, cuñado de Kubala, pero tras la séptima jornada comenzará a tener problemas con él, y ya se va a asomar en contadísimas ocasiones al primer equipo colchonero. Tal estado de cosas le obliga a buscarse la vida en otras latitudes, y de esa forma es cedido al Celta de Vigo, donde ni Pasarín ni su sustituto, Luís MIró, confiarán en él. A continuación pasa al Levante, y más tarde ficha por el Murcia, ambos conjuntos militando en la Categoría de Plata del fútbol español, de donde le va a rescatar nada menos que el Barça junto a su compañero Foncho, aunque él se incorporará ya mediado el curso 60-61.
El técnico balcánico Ljubissa Brocic no contará con sus servicios, pero su sucesor Enrique Orizaola, le alinea en varias ocasiones , y más tarde los nuevos técnicos barcelonistas Luís Miró – esta vez sí -y Kubala, le darán algunas oportunidades, preferentemente en labores de marcaje a las figuras rivales, destacando en varios partidos por la manera tan estrecha y pegajosa de llevar a cabo su misión, concretamente en un encuentro de Liga frente al Real Madrid, donde le tocó en suerte cubrir a un Luís Del Sol entonces en su mejor momento, y también en un multitudinario amistoso ante el Inter de Milán, en el que secó literalmente a Luisito Suárez en la primera visita del gallego al Camp Nou tras dejar el Barça. Sin embargo estos buenos trabajos no van a ser credencial suficiente para otorgarle la tan necesaria continuidad en el equipo ( había nombres muy prestigiosos dentro de la plantilla azulgrana ), y para la campaña 62-63 tendrá que marcharse en calidad de cedido a un recién ascendido, el Córdoba, aunque su rendimiento en la Ciudad de los Califas no pasará de discreto, minado su organismo por una enfermedad. Recuperado nuevamente por el Barça para una de sus habituales giras americanas de la época ( que si bien arrebañaban con unas cuantas pesetas, muy necesarias para la maltrecha economía del club, dejaban al equipo hecho unos zorros de cara a la temporada siguiente ), el mítico César Rodríguez, nuevo inquilino del banquillo azulgrana, apenas va a utilizarle, pues el leonés le daría la alternativa en su puesto al joven Montesinos, procedente del Amateur.
Marañón alcanzará únicamente a disputar un compromiso oficial en la temporada 63-64 ( un difícil desplazamiento a San Mamés, saldado con derrota ), y antes de concluir la campaña partirá cedido al Nástic de Tarragona junto con el veterano Rodri, a reunirse con el joven Quimet Rifé y reforzar a los de la imperial Tarraco de cara a un hipotético ascenso a Segunda División que finalmente no se materializó, tras librar tres eliminatorias de promoción y dos partidos de desempate. De allí pasaría al Sabadell – con una estancia entre medias en el Levante, en los últimos compases de la Liga 64-65, de cara a conseguir una permanencia que al final fue imposible, y durante toda la temporada 65-66 -, y puede decirse que, con veintiocho años cumplidos y cuando muchos ya le habían «enterrado» como futbolista, va a llegar su mejor momento profesional. Con los arlequinados se consolidará en la División de Honor como un centrocampista muy completo, y con la particularidad de jugar sin una ficha fija, cobrando en función del número de partidos disputados, aunque su gran rendimiento le compensará con creces ( y más tarde completará sus ingresos también con una cantidad mínima de salida ).
Diversos testimonios de la época nos presentan a Marañón como un futbolista atípico entre sus coetáneos, por su manera de pensar, de vestir o de comportarse. Para empezar, tardó mucho tiempo en abandonar la soltería, aunque al final lo hizo, ya rebasados los treinta. Tenía fama de «bon vivant», lo que se pone de manifiesto en una entrevista-reportaje insólitamente larga – cuatro páginas – que le dedica la «Revista Barcelonista» ( RB) en su número 259, correspondiente al 17 de marzo de 1970, titulada «Una leyenda negra que se viste de blanco». En el texto (que rebasa con mucho la extensión acostumbrada para glosar a los jugadores azulgranas en activo ), se rememora toda su trayectoria deportiva, y se tocan algunas cuestiones referentes a su personalidad que podían resultar polémicas. El futbolista no niega en ningún momento que le gusta salir, alternar y divertirse, pero asegura también que se cuida como el que más, por ejemplo, no durmiendo nunca menos de 10 horas diarias, porque de lo contrario no podría rendir a su edad – 32 años – al gran nivel que lo estaba haciendo.
El reportaje gráfico, por otra parte, nos muestra a un Marañón de lo más «in» ( cómo se decía entonces ), luciendo unas frondosas patillas y una tupida cabellera, vistiendo elegantemente de «sport», a la última moda, fumando y bebiendo whisky, aunque en dosis moderadas. Además, por esta misma época, el futbolista conducía un modelo de automóvil muy en boga en aquel momento, un «Mini», con un aire muy londinense y «Pop». Con nuestra actual perspectiva, todo esto puedo parecernos hoy de lo más normal, pero entonces rompía moldes y llamaba poderosamente la atención.
Marañón cubrirá con nota toda la «Edad de Oro» del conjunto vallesano, que en la temporada 68-69 se clasifica en cuarta posición, tras Real Madrid, Unión Deportiva Las Palmas y Barça, llegando incluso a jugar competición europea al año siguiente – la Copa de Ferias – , aunque cayendo eliminado a las primeras de cambio ante el Brujas belga. De su periplo sabadellense reseñaremos un par de cuestiones. La más frívola y anecdótica, que fue uno de los primeros futbolistas españoles que se dejaron crecer la barba, y la más triste, el hecho de que en una jugada fortuita va a lesionar muy seriamente a un joven y prometedor interior izquierdo del Athletic de Bilbao llamado Javier Clemente.
Era el domingo 23 de noviembre de 1969, y en partido correspondiente a la undécima jornada del Campeonato Nacional de Liga de Primera División se enfrentaban en la «Nova Creu Alta» Sabadell y Athletic de Bilbao. Ganaban los «leones» por 1 a 2 – ese sería el resultado definitivo – cuando a sólo cinco minutos del final del encuentro Marañón va a efectuar una entrada muy dura sobre Clemente, a consecuencia de la cual el fino interior rojiblanco tuvo que abandonar el terreno de juego. El resultado del lance se saldó con una grave lesión: fractura de la tibia y el peroné y los ligamentos del tobillo. Aunque, en honor a la verdad, es preciso añadir que Clemente volvió a reaparecer algunos meses más tarde, en la jornada número 23, el 1 de marzo de 1970, en San Mamés y ante el Pontevedra, disputando 62 minutos antes de ser sustituido, y alineándose con posterioridad en todos los encuentros que restaban hasta la finalización del campeonato, y en la mayoría de ellos completando los 90 minutos reglamentarios. Entre esa y la siguiente campaña, la 70-71, disputaría aun una veintena de partidos, pero acabó resintiéndose y pasando varias veces más por el quirófano – hasta un total de cinco ocasiones – y abandonando finalmente la práctica del fútbol con sólo 25 años de edad. Sin embargo el de Baracaldo no le guardó nunca rencor a Marañón, alegando que lo que realmente le retiró había sido alguna de las intervenciones a las que fue sometido. Preguntado, una vez más, sobre el percance, estas fueron sus palabras textuales: «¿ Rencor hacia Marañón ?, ¿ yo ?…¡Ninguno ! Es cierto que la acción fue innecesaria. La lesión no fue nada, la cuarta o quinta operación fue donde me destrozaron la pierna» Y en otra oportunidad declararía: «No le culpo de nada. Fue una entrada muy dura, pero como esas hay muchas. El partido había sido muy tenso, y estábamos todos un poco picados»
Marañón abandonó el Sabadell al descender este de categoría, en 1972, pero no dejó el fútbol aun. Durante la temporada 72-73 militó en el R.C.D. Mallorca, en Segunda División, aunque sólo llegó a jugar cinco encuentros. Al finalizar dicha campaña, ya con 35 años cumplidos, colgaría las botas definitivamente, dedicándose a sus negocios particulares, aunque de algún modo continuó vinculado al deporte, gracias a la práctica del golf, algo que – curiosamente – tiene en común con su presunta «víctima» Javier Clemente, y en lo que también le imitó su hijo Paco, del que llegó a hacer las veces de «manager». Supimos de él hace algún tiempo, cuando se le rindió un pequeño y merecidísimo homenaje – efectuó el saque de honor en un partido disputado en la «Nova Creu Alta» -con motivo del Centenario del Sabadell, sin lugar a dudas el club de su vida, y donde los viejos aficionados aun siguen acordándose de su manera de jugar. En total disputó 184 partidos en Primera División, consiguiendo 17 goles.