1942 – Nacimiento de “La Máquina” de River Plate
De Ricardo Ismael GorositoSi le preguntaran hoy a un simpatizante de River, joven o no tanto, cómo formaba la delantera de «La Máquina», seguramente contestaría de corrido y sin pensar: «Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Deambrosi».
Estos cinco ases y otros que se incorporaron luego por el recambio, fueron parte fundamental de ese equipo que desde 1941 hasta 1949 jamás bajó de los primeros tres puestos de la tabla.
Cuando el 7 de junio de 1942, por la 8va. fecha del campeonato, River le ganó 6 a 2 a Chacarita en Villa Crespo, el periodista Ricardo Lorenzo «Borocotó» tituló en El Gráfico: «Jugó como una máquina el puntero».
Si bien parece injusto designar con ese pomposo título exclusivamente a la delantera, no caben dudas que la eficacia demostrada lo justifica. Pero la defensa también tuvo muchísimo que ver y en varios de esos torneos resultó la menos vencida.
Se puede decir que la famosa delantera aumentó su potencial cuando Adolfo Pedernera ocupó el centro. Hasta ese momento era puntero, derecho o izquierdo, ya que su jerarquía le permitía jugar en ambas puntas, incluso en los puestos de «insiders», como se llamaban antes a los que luego fueron el «8» y el «10».
El alejamiento de Bernabé Ferreyra en 1939 no pudo ser cubierto adecuadamente. Luis María Rongo, Eladio Vaschetto y Carlos Peucelle alternaron en ese puesto el año en que Bernabé, luego de jugar apenas dos partidos, debió abandonar el fútbol por una lesión de la que nunca pudo reponerse totalmente.
Para 1940 el titular fue Roberto D’Alessandro, arribado de Rosario Central, que anotó 25 goles en los 30 partidos, pero al año siguiente su estrella fue decayendo, aunque River resultó campeón ante la defección de San Lorenzo en las últimas fechas.
Se cuenta que una controversia entre Carlos Peucelle, en su último año de actividad como futbolista, y el técnico Renato Cesarini en 1942 por la ubicación de Pedernera en el ataque, dio lugar a su formación definitiva. Cesarini prefería a D’Alessandro como centro delantero, y se resistía a ubicarlo a Pedernera en ese puesto, pero después de un encuentro con Independiente en las fechas finales de ese año donde River ganara 4 a 0 en Avellaneda con una demostración futbolística superlativa, terminó convenciéndose. Esa vez jugaron juntos por primera vez con esa alineación: Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Angel Labruna y Aristóbulo Deambrosi.
Deambrosi, Moreno y Pedernera eran los más «veteranos», ya que habían debutado en 1935 y Muñoz y Labruna los más jóvenes llegados a primera en 1939.
En 1942 River incorporó a un defensor de la reserva de Racing, de poca estatura y gran habilidad: Félix Loustau. Cesarini lo fue convenciendo para que jugara de puntero izquierdo. Y ahí el maestro acertó plenamente. Quienes lo vieron jugar aseguran que fue uno de los más grandes de la historia en ese puesto.
Y así fueron alternando las puntas del ataque: por la derecha Muñoz y por la izquierda Loustau, mientras Deambrosi lo hacía en ambos extremos cuando era requerido.
En 1944, luego de jugar unos pocos partidos, José Manuel Moreno emigró a México tentado por ventajosos contratos que ofrecía el fútbol azteca que se llevó a varios jugadores argentinos y uruguayos en esos años.
El puesto de Moreno fue cubierto por Alberto Gallo, un correcto delantero, pero que estaba a años luz de la calidad del «Charro». No obstante, el ataque riverplatense no perdió eficacia. Siempre conducido por Pedernera y sin Moreno, River fue segundo de Boca en 1944 y campeón en 1945.
Una tarde de julio de 1946 volvió Moreno y la gente desbordó la cancha de Ferro. Y para demostrar que sus cualidades estaban intactas, anotó tres de los cinco goles con que River venció a Atlanta.
Podemos decir que ese fue el último año de esa notable delantera. A final de 1946, se fue Pedernera, dejado libre luego de 12 temporadas en el club junto con Deambrosi.
Para reemplazarlo en 1947, River recurrió a un joven de inferiores que regresó luego de estar a préstamo en Huracán: Alfredo Di Stéfano.
Sin las características del gran Adolfo, Di Stéfano tomó la posta y llevó a River a la obtención del campeonato de 1947. En la punta derecha apareció Hugo Reyes, que tampoco tenía las condiciones de Muñoz, ausente ese año, pero que no desentonó.
Di Stéfano no era el conductor nato, pero tenía una capacidad goleadora notable. Años más tarde, primero en Millonarios de Bogotá y luego en el Real Madrid, fue considerado uno de los más grandes delanteros de la historia, ya que a su calidad de goleador sumó la de gran estratega de aquel recordado equipo «merengue» de la segunda mitad de los años 50.
Sólo Labruna y Loustau permanecieron en River hasta 1959 y 1957 respectivamente. Los demás se fueron pronto: Moreno y Di Stéfano en 1949 y Muñoz en 1951.
Pero también hubo en esos años de esplendor otros notables jugadores que eclipsados por los titulares nunca tuvieron oportunidades de sobresalir. Uno de ellos fue Antonio Báez, suplente de Moreno, que estaba en Tigre cuando José Manuel viajó a México. Y cuando volvió a River en 1946, también lo hizo Moreno, así que siguió como suplente. Finalmente se lo llevó Platense.
Otros fueron los hermanos Roberto y Oscar Coll, ambos ídolos en Chile, especialmente el primero, José «Miseria» García, que se fue a Nacional en 1946 e hizo una campaña notable y Mario Mososano, que llegó de Newell’s y apenas jugó un partido.
Pero todo ataque debe estar respaldado por una buena defensa. Y River la tuvo y de gran calidad. Arqueros como Sebastián Sirni, Antonio Rodríguez, Héctor Grisetti y el gran Amadeo Carrizo, defensores de la talla de Ricardo Vaghi, Avelino Cadilla, Eduardo Rodríguez y medios como Norberto Yácono, Bruno Rodolfi y José Ramos que conformaron una línea media de extensa campaña a la que en 1945 se sumó «Pipo» Rossi, conformaron un equipo que dejó una huella imborrable.
Han pasado más de 70 años del nacimiento de aquel gran equipo que nunca será olvidado. Brillaron acaso en la época de mayor esplendor del fútbol argentino.