Intrigas, jugadas y jugarretas en la rivalidad barcelonesa
De Vicente Martínez CalatravaEn el número del mes anterior hacía una descripción de la rivalidad hispalense en sus primeros años y en esta ocasión voy a referirme al antagonismo existente entre los dos equipos barceloneses más representativos, nacido también a los pocos años de competencia precisamente cuando el conjunto españolista había plegado velas y alguno de sus integrantes acabó guarecido en las filas del X Sporting Club, en los primeros días del 1906.
El fútbol catalán languidecía y la crisis se había instalado en los escasos clubs que aún sobrevivían. La hermandad y el buen ambiente que había imperado en los primeros años de vida de la Asociación de Clubs de Foot-ball había dado paso a un clima de tensión permanente y luchas internas que llevaron a la desaparición del organismo federativo, sustituido a finales de ese mismo año por la Federación Catalana de Foot-ball, cuya presidencia fue aceptada por Isidro Lloret, un personaje que se vanagloriaba de hacer público su visceral aversión al FC Barcelona y lo transmitía a otros miembros de la junta, manifestándolo en las constantes y arbitrarias decisiones que provocaba continuas discusiones y disidencias en los clubs, siendo durante su nefasto mandato cuando el Club X dominó el Campeonato de Catalunya, siempre envuelto por una polémica que finalmente acabó por pasarle factura en octubre de 1908.
La marcha de Isidro Lloret calmó algo los ánimos, pero dejó a la Federación sumida en un tremendo caos y a los clubes al borde de la desaparición. Al FC Barcelona lo salvó la milagrosa intervención de su fundador Hans Gamper y ello coincidió con la reaparición del Club Deportivo Español, al fusionarse el equipo de Jiu-Jitsu -con algunos socios que habían integrado el antiguo club- y el X Sporting Club, y con el ínclito Sr. Lloret en la vicepresidencia de la nueva entidad blanquiazul.
Ambas sociedades resurgieron de forma pujante y la rivalidad creció, pero se trasladó de los despachos federativos al terreno de juego y a las gradas, aflorando con tonos dramáticos en la temporada 1911-12. Los disidentes del FC Barcelona que habían pasado al Español -hermanos Wallace, Massana y Comamala- contribuyeron a fomentar esta rivalidad que tuvo su culminación en los partidos que ambos equipos celebraron en el Trofeo Ciudad-La Riva, organizado por la presidencia del club blanquiazul el 24 y 25 de marzo de 1912. Al margen del resultado deportivo, que fue doblemente favorable al Español, hay que destacar la dureza desplegada por los jugadores que alcanzó caracteres de brutalidad y contagió a parte de espectadores y aficionados rivales que se enzarzaron en constantes y vergonzosas peleas. Fueron tantos y tan violentos los incidentes producidos en esta doble confrontación que pocos días más tarde las directivas de los respectivos clubs enviaron sendas notas a la prensa anunciando la ruptura de sus relaciones y la negativa a enfrentarse de nuevo en un campeonato de fútbol. Estos incidentes tuvieron una importante repercusión en el desarrollo final del Campeonato Regional ya que el Barcelona se negó a jugar su partido en el campo del Español por lo cual se le dio por perdido y el equipo blanquiazul se proclamó campeón.
En la temporada siguiente fue cuando se produjo el cisma federativo de la Unión de Clubs, que encabezó el Barcelona, mientras el Español se mantuvo en el seno de la Federación Española del Foot-ball y debido a ello no tuvieron oportunidad de enfrentarse en el Campeonato Regional ni en el campeonato de España, pero sí lo hicieron en la competición hispano francesa de la Copa de los Pirineos Orientales. Fue el 6 de abril en partido de semifinales y era el primer encuentro entre ambos, tras los incidentes ocurridos el año anterior, y tampoco en ésta ocasión iba a estar ajena la polémica. Se jugó en el campo del Barcelona y venció justa y merecidamente en conjunto blanquiazul por 3 a 1, pero de poco le sirvió esta victoria ya que su rival denunció al Comité Organizador la alineación de los jugadores ingleses Barrett, Darley y Harrisson, que fue declarada ilegal y en consecuencia sería el Barcelona quien se clasificó para disputar la final, que posteriormente ganaría al conjunto galo del Comette et Simiot.
En los años siguientes, firmada la paz futbolística y bajo la tutela de la nueva Federación nacional, nacida en septiembre de 1913, el Deportivo Español, tocado ya del atributo Real, y el FC Barcelona volvieron a competir sin que se registrasen incidentes destacados, pero no pasó mucho tiempo sin que los agraviados blanquiazules tuvieran la oportunidad de devolver la moneda a sus vecinos haciendo estallar el llamado «Caso Garchitorena». Era éste un personaje singular, de ascendencia vasca, que había llegado al club azulgrana tras jugar dos amistoso en mayo de 1916 y con él, inició el Barcelona el campeonato regional. Poco antes de Navidad, el conjunto azulgrana derrotó por 3 a 0 al Español, pero apenas acabado el partido, que por cierto, estuvo plagado de incidentes, los blanquiazules impugnaban el resultado por alineación indebida del citado jugador. Tratado el caso por los delegados de la Federación Catalana y presentados por el Español los documentos precisos, quedó perfectamente comprobada la nacionalidad argentina de Juan Garchitorena y que, debido a la prohibición de alinear extranjeros, no podía tomar parte en la competición. También quedó claro que el Barcelona desconocía que la inscripción del jugador se había hecho con documentación española falsificada, y teniendo en cuenta que este equipo había accedido anteriormente a que el Español inscribiera dos jugadores fuera del plazo reglamentario, todo parecía indicar que el asunto no tendría mayor trascendencia y el problema quedaba resuelto.
Pero contrariamente a lo que se esperaba el club blanquiazul no estaba para hacer favores y reclamó los puntos de su partido perdido, instando al Sabadell, Universitari y Atlètic a que hiciesen lo propio y que al Barcelona se le dieran por perdidos dichos encuentros. Esta propuesta fue aceptada en la Federación y el club azulgrana quedó apartado de la lucha por el título, que finalmente tampoco logró el Español, pese a la «genial» jugada, y que indudablemente conocía la circunstancia de la nacionalidad de Garchitorena antes de iniciarse el torneo, pero prefirió denunciar el caso después de la derrota. Falta saber que hubiera ocurrido si hubieran ganado dicho partido; posiblemente habrían esperado a la segunda vuelta.
Por cierto, que Garchitorena continuó vinculado al club hasta el final de la temporada, donde disputó numerosos partidos amistosos, y en años posteriores de manera muy esporádica, pero su actuación personal no dejaba de ser curiosa: bebía whisky, era un auténtico «play boy» de principios de siglo y siempre iba vestido y acicalado como un figurín hasta el punto de negarse a marcar un gol de cabeza en terreno embarrado para no estropear su peinado. No es de extrañar que posteriormente dedicase su vida al cine, una profesión menos violenta, en la cual alcanzó cierto éxito con el nombre de Juan Torena y sonadas aventuras amorosas, una de ellas -dicen- con la actriz Myrna Loy.
Las relaciones entre los dos clubs volvieron a tensarse y sobre el terreno de juego la violencia y los incidentes imperaron en sus enfrentamientos. También en el ámbito social tuvieron que hacer frente a campañas de desprestigio, como las sangrantes acusaciones de paladines del anticatalanismo a las que fue sometido el Español, en unos momentos de estallido autonomista, y en el bando contrario se recibían intrigas atribuidas a su rival que les acusaba de «germanismo» cuando estaban abiertas las heridas dejadas por la Gran Guerra, hasta el punto de tener que organizarse un par de partidos contra un equipo denominado Aliados, una especie de selección militar, integrado por jugadores ingleses, franceses y belgas. Por cierto, en el segundo de ellos debutaron en las filas azulgranas José Samitier y Ricardo Zamora, la joven promesa españolista que había sido uno de los grandes artífices para la conquista del Campeonato de Catalunya en 1918 y que ahora protagonizaba un golpe de efecto fichando por el eterno rival.
El inicio de la década de los veinte contempló el decaimiento futbolístico de los españolistas y el inicio de la edad de oro barcelonista con dos títulos de Copa en tres años. Éstos aprovecharon su excelente momento para humillar a su rival en el Campeonato de 1921-22 venciéndoles en su propio feudo por 9 a 0, y saliendo al campo del la Industria en el partido de la segunda vuelta con el propósito de superar la cifra, cosa que lograron al ganar por diez a cero, que pudieron ser más de habérselo propuesto, condenándoles al mismo tiempo a jugar la promoción para evitar descender al abismo. La doble victoria sobre el España FC y la llegada de Genaro de la Riva a la presidencia blanquiazul les permitió remontar la crisis, logrando además convencer -mediante la suculenta cifra de 25.000 pesetas- a Ricardo Zamora para que volviera al Español y a punto estuvieron también de conquistar a su intimo amigo Samitier, que prefirió mantenerse en la disciplina azulgrana.
El retorno de Zamora al Español abrió otro litigio entre ambos clubs que duró toda la temporada 1922-23. El FC Barcelona hizo valer su derecho de retención, denunció esta marcha alegando duplicidad de contrato, y la Federación Catalana inhabilitó al portero internacional por un año. El asunto pasó al Comité Nacional quien, ante la negativa de Zamora de jugar con la selección frente a Portugal, revocó el fallo de la Catalana y le permitió jugar el Campeonato, pero más tarde y ante el recurso de alzada presentado por la Federación regional volvió de su acuerdo anterior y resolvió el caso a favor del FC Barcelona, obligando a repetir los partidos que el conjunto blanquiazul había ganado o empatado con su concurso y condenando al jugador a no poder alinearse con su equipo ni siquiera en partidos amistosos, a menos que lo permitiera en Barcelona, cosa que no sucedió hasta casi el final de la temporada.
El partido que el CD Europa había empatado con el Español tuvo que jugarse de nuevo y paradójicamente se volvió en contra del FC Barcelona, ya que el equipo graciense lo ganó por 4 a 1 y gracias a los dos puntos conquistados pudo forzar un desempate con los azulgrana para dilucidar el título. El Europa venció por uno a cero en este partido que se jugó en Girona y se proclamó campeón regional, jugando posteriormente la final del Campeonato de España.
Para cerrar este relato de desamor entre los dos eternos rivales de la ciudad Condal, que no voy a prolongar más allá de sus primeros 25 años de historia, convienen destacar lo sucedido el 23 de noviembre de 1924 en el reciente estrenado campo de Les Corts durante el partido de la sexta jornada del Campeonato regional, que fue tristemente bautizado como el «derby de la calderilla». El esperado duelo estuvo rodeado de una expectación indescriptible y cargado por un ambiente pasional y hostil, que estalló a los seis minutos tras una dura entrada del españolista Saprissa sobre Alcántara, quien hubo de abandonar el terreno de juego lesionado. A partir de allí hubo un constante reparto de leña, patadas y agresiones que se trasladaron a las gradas entre miembros radicales de ambos equipos.
El punto culminante llegó cuando Samitier repelió con una agresión un empujón previo de Caicedo y el árbitro, el vizcaíno Pelayo Serrano, ordenó la expulsión del azulgrana en medio de un enorme tumulto e intercambio de golpes entre jugadores y aficionados. A poco de reanudarse el partido y al momento de sacarse un córner en el área visitante el publico de la zona comenzó a lanzar monedas y alguna que otra piedra contra el referee quien advirtió por medio del delegado su intención de suspender el partido si continuaba la refriega, cosa que se reprodujo con mayor intensidad minutos después al señalar el descanso y retirarse a los vestuarios, donde finalmente anunció su decisión.
Eran tiempos de dictadura y había mucha crispación entre los aficionados. En los días siguientes, las juntas directivas de ambos equipos llenaron los diarios con todo tipo de notas y la Federación tras varias horas de deliberaciones decidió que se repitiera el encuentro, pero las autoridades militares no lo aceptaron. Se tardó varias semanas en llegar a un acuerdo y finalmente se acordó hacerlo a puerta cerrada, un hecho inédito hasta entonces, al que sólo podrían asistir federativos, directivos y periodistas. Curiosamente a Samitier se le permitió jugar porque tras haber sido inhabilitado por un mes, cuando se jugó el nuevo partido, el 15 de enero, ya había cumplido la sanción.
El ambiente gris y el sepulcral silencio de las gradas fue un handicap para los azulgrana, que vieron como su rival se llevó los dos puntos con un solitario gol de Zabala, pero el Barcelona se tomó la revancha en la segunda vuelta y culminó una espectacular remontada con una victoria sobre el Español gracias a un solitario gol marcado en una genialidad de Samitier que le dio el título de campeón.