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Uno de los más importantes presidentes de la Federación Española

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Jesús Rivero Meneses

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Cuando D. Jacinto Miquelarena, eximio periodista, definió a la Unión Española de Clubs como » la orden de la Jarretera» del fútbol español, acertaba de pleno. Era un contrapoder ante la Federación Española que duró lo que vivieron sus miembros; éstos eran quienes daban y quitaban cargos en el aparato directivo del fútbol, incluida la propia Federación Nacional. El visado era la simple denominación de «hombre de fútbol». Con ese pasaporte se podía ser de todo en el organigrama futbolístico hispano. 

Jesús Rivero Meneses

A don Jesús Rivero Meneses nadie le podía negar el título de «hombre de fútbol». Abogado; fundador del Valladolid; propietario y director de una revista deportiva llamada «Olimpia»; vicepresidente del Valladolid; medalla al Mérito Deportivo otorgada en mayo de 1936; presidente de honor del Valladolid desde 1943…

Con esas acreditaciones, nadie de la «orden de la Jarretera» pudo ponerle ningún reparo cuando el general Moscardó echó mano de él para tapar con urgencia el boquete que le había producido en la Federación Española la dimisión de su presidente, D. Javier  Barroso, por aquel enojoso asunto del fichaje por el Sevilla del bético medio centro Antúnez. El presidente de la Delegación Nacional de Deportes fue tan torticeramente informado del «caso Antúnez» que su decisión fue realmente desafortunada. El señor Barroso dimitió y con él todo su Comité. Así pues, ante D. Jesús quedaba el erial federativo; lo cual no dejó de venirle bien para construir sin condicionamientos apriorísticos.

Jesús Rivero Meneses

Pudo nombrar un Comité a su medida. Con dos escándalos «periodísticos». Uno, de carácter político; otro, futbolístico. El primero fue la recuperación de D. Ricardo Cabot como secretario general de la FEF, cuya sanción por sus responsabilidades políticas había prescrito. La segunda, llevar al cargo de Seleccionador Nacional a D. Pablo Hernández Coronado, el más polémico de los «hombres de fútbol», pero también el más chispeante, ambiguo, irónico e inteligente de la «orden». El resto de la Junta no causó tanto revuelo, posiblemente por ignorancia de los informadores de la época. Eran: Vicepresidente, D. Rafael González Iglesias -ex presidente del Athletic de Madrid- ; vocales: D. Leopoldo García Durán – ex presidente de la FEF desde 1931 hasta el comienzo de la guerra de 1936 y ex miembro de la FIFA-, D. Ramón Sánchez Pizjuán -ex presidente del Sevilla-, D. José Maria Mateos Larrucea -ex presidente de la Federación Vizcaína y ex seleccionador nacional- D Ernesto Cotorruelo -ex presidente de la Federación Castellana-, D. Enrique Piñeyro Queralt -ex presidente del Barcelona- y D. Carlos Pinilla Turiño.  Menos este último, todos eran grado 33 de la Jarretera. 

Como no se trata más que de un esbozo periodístico hay que atajar. Sólo estuvo un año en el sillón presidencial de la Calle San Agustín. Dimitió el 21 de abril de 1947 por «incompatibilidad personal» con la Delegación Nacional. ¿Quién fue el necio que dijo que en aquellos años no dimitía nadie?. Pues en la FEF iban dos seguiditos… 

Y ¿qué hizo el señor Rivero para quedar como uno de los mejores presidentes de la historia de la Federación Española?

Telegráficamente:

  • Requerir la presencia en los clubs de entrenadores extranjeros de acreditado prestigio.
  • Decretar la presencia de un máximo de dos jugadores extranjero por club para  dos temporadas más tarde; tal presencia estaba  prohibida desde enero de 1941.
  • Creación de la Mutualidad de Futbolistas.
  • Modernización de las tácticas empleadas en el fútbol español tomando las utilizadas por mister Chapman en el Arsenal de Londres y conocidas como «sistema en WM». Aparece, pues, el defensa central, los «medios volantes» y «el cuadrado mágico». 
  • Recuperar el uniforme tradicional de la Selección Nacional con camiseta roja y pantalón azul.
  • Recomendar a los equipos -luego se haría obligatorio- la contratación de preparadores físicos titulados y de médicos especialistas en dicha preparación. 
  • Crear la Escuela Nacional de Entrenadores, con el fin de que todos los entrenadores tuvieran una sólida preparación para ejercer y elevar el nivel del oficio.
  • Hacer las gestiones necesarias para incentivar los torneos de juveniles a nivel de club.
  • Estudiar las acciones necesarias para derogar las disposiciones que mantenían el derecho de retención de los jugadores por parte de los clubs. 

Jesús Rivero Meneses

Desgraciadamente, como se diría de cualquier presidente de club, los resultados de la Selección no le acompañaron.  El avispado don Pablo perdió sus dos partidos, Portugal y República de Irlanda. La «tabla redonda» de la «orden de la Jarretera» no podía permitir que los clubs perdieran el «derecho de retención» que consideraban la piedra angular del profesionalismo. Los «costaleros» del delegado nacional comenzaron a dar golpes de nuca durante el transporte triunfal. Y también que D. Jesús Rivero Meneses, al igual que le había ocurrido al señor Barroso, no era nada «políticamente correcto». 

Al año, montera en mano, dijo adiós.

Nadie en el fútbol español ha hecho más en tan poco tiempo. Todos sus logros siguen en pie sesenta años después.

Resulta paradójico que los más grandes presidentes federativos sean los más ignorados. Jesús Rivero Meneses, de Valladolid, es uno de ellos.

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Presidente honorario del CIHEFE

Publicado en: Directivos